Oligarquía y caciquismo en Andalucía, el sistema caciquil en Andalucía


3. OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO EN ANDALUCÍA

3.1.El sistema caciquil en Andalucía

Durante la mayor parte d la Edad Contemporánea en Andalucía, la preeminencia económica y elprotagonismo político estuvieron

en manos de un grupo social reducido. Y el caciquismo mostró su cara mas cruda. Las organizaciones políticas

que controlaron Andalucía desde 1875 no fueron privativas de la geografía, ya que fueron un fiel reflejo del sistema

y del tipo de partidos que estaban presentes en esa época. Para definir quiénes formaban la clase política andaluza

durante la Restauración hay que saber la procedencia de los sustentos económicos. Se trataba de la “nueva/vieja” élite rural,

formada en las desamortizaciones y que demostró una tendencia a intervenir en asuntos públicos y al protagonismo

político-administrativo. Otros sectores económicos se incorporaron también al sistema político, a la vez que utilizaban

ayuntamientos y diputaciones para defender sus intereses. Como el caso del sector minero

onubense, del puerto fluvial de Sevilla, del sector mercantil de málaga o del pesquero gaditano. Pero no solo el control de un

patrimonio importante caracterizó las élites andaluzas. Se dieron comportamientos carácterísticos: la endogamia, que dibujó un

panorama marcado por las relaciones familiares mezcladas con vinculaciones económicas, que

formaron una red de intereses y dependencias de carácter clientelar. Por una parte, la conexión

entre estas redes y el sistema político trazado desde el poder central, con la vinculación a uno

de los partidos oficiales, dotó al sistema caciquil de gran fortaleza.

3.2. Caciquismo y procesos electorales

Este mecanismo cohesionaba a los partidos dinásticos de la Restauración y el sistema caciquil funciono bastante bien durante

medio siglo. En el control de los procesos electorales, conservadores y liberales se repartieron el mapa político-electoral andaluz.

Cacicazgos locales se interesaron por otros superiores y estos reconocieron la dirección

de un notable rango provincial, que servían de contacto con los grandes dirigentes políticos

de Madrid. La existencia de partidos de oposición fuera del régimen no sognificó una seria amenaza para el sistema. Con la crisis de

la Restauración, el republicanismo y la derecha católica quisieron representar un partido independiente.

4.1. La evolución del republicanismo

Tras el fracaso del Sexenio Democrático, el republicanismo tuvo que

hacer frente al desencanto por parte de sus seguidores y a la

represión de los gobiernos monárquicos. Además estaban divididos en

tendencias y una continua reorganización de fuerzas les restaron

apoyo electoral. La adaptación más rápida a las nuevas condiciones la protagonizó Emilio Castelar,

que evoluciónó hacia posturas mas moderadas. Convencido de que la Restauración garantizaría el

orden social, consideró posible que la monarquía asumiese algunos principios democráticos y creó

el Partido Republicano Posibilista. El caso contrario fue el de Ruiz Zorrilla, quien desembocó en un

republicanismo radical con acciones violentas hacia los monarcas. Fundó el Partido Republicano

Progresista, que en 1883 protagonizó un fracasado intento de alzamiento. Las prácticas insurreccionales

provocaron la ruptura de Salmerón. El republicanismo con más adeptos fue el Partido Republicano Federal,

que seguía liderando Pi y Margall. Los republicanos consiguieron reponerse de su descalabro electoral en

las elecciones de 1886, cuando hubo una importante minoría republicana en las Cortes. El sufragio universal

masculino estimuló la formación de alianzas electorales en 1893 y en 1901, que agrupaban las distintas familias

republicanas. El republicanismo perdíó parte de sus antiguoas bases sociales y tuvo que luchar por los votos populares.

4.2. La reconversión del carlismo

Tras la derrota carlista, se prohibíó la estancia en España de Carlos de Borbón, y el carlismo entró

en una crisis después de que sus más destacados miembros reconocieran a Alfonso XII. Además la

Constitución de 1876 descartaba la sucesión al trono a toda la rama carlista de los Borbones. La dirección

del carlismo tardó en readaptar su actividad para convertirse de nuevo en un partido político capaz

de tomar parte en las elecciones. Carlos VII confió, como jefe del carlismo, en Cándido Nocedal.

Los carlistas mantuvieron su fuerza en Navarra, el País Vasco y Cataluña, pero su influencia era

escasa en el resto de España. De la renovación del partido se encargó Juan Vázquez de Mella,

quien propuso un programa adaptado a la nueva situación política: el Acta de Loredan. La propuesta

carlista renovada manténía los antiguos principios como la unidad católica, el fuerismo, la autoridad

del pretendiente carlista y la oposición a la democracia, pero ya no estaban a favor del Antiguo Régimen.

En el seno del partido tomo fuerza la disputa religiosa. Una parte acusó a Carlos VII y a los principales

dirigentes de no apoyar la política católica contra el liberalismo, y culparon a Carlos de dar prioridad a la

cuestión dinástica por encima de la religiosa. Ramón Nocedal fundó el Partido Católico Nacional,

que se convirtió simplemente en un partido católico integrista. El partido Carlista no olvidó su tradición

insurreccional y promovió algunos intentos fallidos aunque sus principales dirigentes optaron por la vía

política. Continuaron también manteniendo las jerarquías militares.

4.3.Otras fuerzas políticas

De los grandes partidos dinásticos salieron algunos partidos disidentes. La cuestión católica dio lugar

a la aparición de algún grupo político. El nuevo espíritu del papa León XIII, supuso el fin del apoyo

que una parte de la jerarquía católica española habiadado al carlismo. Se fundó la Unión Católica, liderada

por Alejandro Pidal. Los liberales también fundaron el Partido Democrático-Monárquico. El general

Serrano creó un grupo llamado Izquierda Dinástica.