Poesia neopurismo

La novela y el cuento hispanoamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales


Esta narrativa muestra como característica más llamativa la ruptura con el realismo tradicional, ruptura que se manifiesta en la aparición de elementos míticos, legendarios, mágicos, fantásticos, etc. Pero las narraciones siguen manteniendo una trama verosímil. Por eso, se han utilizado para denominar estos relatos expresiones que unen términos contradictorios como realismo mágico o lo real maravilloso.
Lo real maravillosos se convierte en forma privilegiada mediante la que la literatura hispanoamericana del siglo XX pretende encontrar una identidad propia diferenciada de la de su pasado colonial. La visión de lo mítico y ancestral americano la entienden los novelistas no como una huida de su propia realidad, sino como una faceta mas de lo mismo.
Los autores que mejor representan esta corriente son:
·Miguel Ángel Asturias: Inició una profunda innovación con El señor presidente, una novela de dictador de estética expresionista, en la que se emplea un lenguaje barroco y abundantes imágenes y símbolos. Otras novelas destacadas son El papa verde y Los ojos de los enterrados.
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Alejo Carpentier

Se caracteriza por su afán de experimentar nuevas formas narrativas, por un lenguaje rico y sugerente, y por la capacidad de crear mundos y personajes muy atractivos.

Los pasos perdidos, El siglo de las luces

También destaca como narrador de relatos breves.
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Jorge Luis Borges

Escribió ensayos y cuentos con aire de ensayo como Historia universal de la infamia o Historia de la eternidad.
Lo original de Borges es su concepción del tiempo y de la individualidad. Borges crea un universo imaginativo y plantea temas metafísicos e intelectuales, con un estilo irónico que combina el tono erudito y el conversacional.
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Juan Rulfo

Fue casi un autodidacta. Su primera obra, El llano en llamas, pasó casi inadvertida; pero Pedro Páramo pronto fue considerada un clásico. La obra se desarrolla en un ambiente fantasmagórico. Incorpora su autor la ruptura de la linealidad temporal, los bruscos cambios del punto de vista narrativo y el monologo interior. Por ello, se convertiría en un modelo de la narrativa experimental de los años sesenta.
Entre 1960 y 1980 se publicaron un conjunto de excelentes novelas, todas ellas innovadoras en la forma; para aludir a ese auge espectacular, se acuñó la expresión el boom de la narrativa hispanoamericana. Los novelistas continúan el realismo mágico y profundizan la experimentación de nuevas formas narrativas. Estos narradores hispanoamericanos se convirtieron en un modelo para la novela experimental española.
Los novelistas que iniciaron este movimiento fueron:
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Ernesto Sábato:

Escribe una narrativa intelectualizada cerca al ensayo que cuaja en obras como El túnel o Sobre héroes y tumbas.
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Julio Cortázar:

Sobresale por sus relatos breves, cuentos fantásticos con títulos como Las armas secretas, en su novela Rayuela se marca lo que será la narrativa de Cortázar, su visión crítica de la sociedad y su postura de innovación estética permanente.
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Carlos fuentes

Comparte con los escritores anteriores la actitud crítica y la voluntad de renovación formal. Dos de sus obras:
La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz.
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Gabriel García Márquez:

Con Cien años de soledad se convierten uno de los novelistas más conocidos del momento. La novela recoge personajes y escenarios que habían aparecido en relatos breves con anterioridad como La hojarasca o El coronel no tiene quien le escriba.
En Cien años de soledad combina elementos variadísimos: el realismo mágico, la visión lírica, la crítica social, el humor y la tragedia.
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Mario Vargas Llosa:

Se dio a conocer con La ciudad y los perros.
Continuó mostrando un mundo brutal en otras narraciones formalmente innovadoras, como La casa verde y Conversación en la catedral.
Sorprende su capacidad de variación, al recrear movimientos, personajes o sucesos históricos.


Poesía española a partir del 39

El final de la Guerra Civil lleva al exilio a gran parte de la intelectualidad española. Además de Juan Ramón Jiménez y de la gran mayoría de los autores de la Generación del 27, entre los exiliados hay que mencionar también a León Felipe y a Juan Gil-Albert entre otros muchos.
León Felipe continúa en México su labor poética. Los temas centrales de sus versos son la España perdida tras la guerra y la defensa de sus ideales republicanos. Incorpora también la realidad de los pueblos americanos con los que convive. Algunas obras de este periodo son Español del éxodo y del llanto y Ganarás la luz.

Pese a la pobreza general de la cultura durante la primera década de posguerra, es quizá la poesía el ámbito en el que hay mayor diversidad artística.
Dentro de la órbita ideológica de los vencedores, aparecen dos revistas:
Escorial y Garcilaso.
En la primera publican poetas falangistas: Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero, Luis Rosales,.. En el caso de Garcilaso, promovida por José García Nieto, la gama de colaboradores es más amplia y su adscripción política no tan estricta. En general, en ambas revistas se alienta un tipo de poesía que prefiere las formas métricas clásicas y los temas tradicionales.
1944 es un año importante para la poesía: Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso publican, respectivamente, Sombra del paraíso e Hijos de la ira, y en León aparece el primer número de Espadaña, revista que acoge en sus páginas a poetas muy diversos. Estas publicaciones son el punto de partida de una protesta social y política.
Durante los años cincuenta es dominante en poesía el realismo social. Esta poesía se caracteriza por el lenguaje sencillo y coloquial, una mayor preocupación por los contenidos que por las cuestiones estéticas. Se concibe la poesía como una herramienta que debe ayudar a la toma de conciencia social de los destinatarios y, colaborar a la transformación de la realidad. Se reivindica, en oposición a la poesía selecta para minorías, una literatura cuyo destinatario sea la inmensa mayoría. Algunos de los más destacados poetas sociales de los años cincuenta son Blas de Otero (Pido la paz y la palabra)
, Gabriel Celaya (Cantos íberos)
Y José Hierro (Quinta del 42)
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Aunque la poesía social perdura hasta la mitad de los años sesenta, a finales de la década de los cincuenta se puede hablar ya de una superación del realismo social. Dentro de la órbita de la poesía social podrían incluirse también muchos textos de algunos de los poetas de la Promoción poética del 60, escritores nacidos entre 1925 y la Guerra Civil: Ángel González, José Caballero Bonald, Francisco Brines,…
En general, en la poética de estos autores se habla, según los casos, de la poesía como experiencia o de la poesía como conocimiento. Ello explica que sea habitual en los versos de estos poetas la presencia de lo íntimo, la expresión de la subjetividad, también hay en ellos una preocupación ética por la situación española. Este inconformismo se manifiesta de forma con actitud distanciada, irónica e incluso escéptica.
En cuanto al estilo, hay en todos ellos una notable atención al lenguaje. Ese deseo de naturalidad tiene su reflejo en la inclinación hacia lo narrativo y en el empleo de la lengua coloquial y familiar, que adquiere en estos poetas la categoría de lenguaje artístico.
A finales de los sesenta, surge el grupo de los novísimos, que conducen la poesía por rumbos diferentes. La denominación de debe a su aparición colectiva en una antología publicada en 1970 con el título Nueve novísimos poetas españoles.
Algunos de estos autores son Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero y Manuel Vázquez Montalbán. Todos ellos habían nacido después de la guerra civil y tienen como denominador común su talante provocador en línea con los movimientos vanguardistas de entreguerras. Su rica formación literaria contribuye al sesgo culturalista de sus poemas