Reinado de Fernando VII

5.3 Fernando VII. Emancipación COLONIAS AMERICANAS
El reinado de Fernando VII estuvo marcado por los enfrentamientos entre liberalismo y absolutismo y
por la independencia de las colonias americanas.
El sexenio absolutista se inicia tras la firma de la Paz de Valençay en la que Napoleón liberaba a
Fernando y le reconocía como rey, poniendo fin a la Guerra de Independencia. Al regresar a España, el rey
ofrece su apoyo (Manifiesto de los Persas) y el del ejército (General Elío) a los absolutistas. Publica el
Decreto de Valencia (1814) con el que anula la Constitución de 1812 y todas las reformas liberales, medida
favorecida por el contexto Europeo (Congreso de Viena) y el entusiasmo popular. La represión contra los
liberales fue brutal y la vuelta al absolutismo completa, devolviéndose todos sus privilegios a nobleza y clero,
perdiendo el Estado medios de financiación, lo que unido a los esfuerzos para frenar el proceso de
independencia de las colonias, al inestable gobierno de “camarillas” y al fracaso de las reformas iniciadas,
terminaron de provocar la ruina del país. Pese al descontento popular, sólo el ejército se revela; los oficiales
organizan conspiraciones a través de sociedades secretas (masonería) que darán lugar a pronunciamientos
militares en favor de la Constitución de 1812. Tras numerosos pronunciamientos fracasados (Espoz y Mina,
Porlier, Milans…) en 1820 termina triunfando el pronunciamiento de Riego.
El trienio liberal se inicia cuando el rey jura la Constitución, volviendo al poder los liberales, que se
dividen. Los moderados gobiernan la mayor parte del trienio, restituyendo medidas de las cortes de Cádiz
(supresión definitiva de la Inquisición, abolición del régimen señorial, disolución de órdenes religiosas y
desamortización de sus tierras, reducción del diezmo, primera Ley de Instrucción pública y restitución de la
Milicia Nacional). La aplicación de estas medidas tuvo efectos negativos sobre sectores populares y
provocaron protestas de los exaltados (“Batalla de las Platerías”) que fueron reprimidas con la disolución del
“Ejército de la Isla” y de las sociedades patrióticas. La oposición absolutista es constante, entorpeciendo el
rey la labor de las Cortes con el derecho al veto, e instigando en secreto a sus partidarios a levantarse contra
el régimen liberal, lo que provoca la aparición de grupos cada vez más violentos (voluntarios realistas) que
terminan levantándose en armas en Cataluña y realizan intentos de Golpe de Estado (Guardia Real),
provocando la caída del gobierno moderado. El breve periodo en el poder de los liberales exaltados apenas
dio tiempo a desarrollar su programa de reformas más profundas, ya que la Santa Alianza tras el Congreso de
Verona, envió un ejército francés (“Los 100.000 hijos de San Luis”) que con ayuda de los voluntarios realistas
pone fin al régimen liberal en 1823.
La década ominosa significa la vuelta al absolutismo y una fuerte represión los liberales. La mala
situación económica del país tras la pérdida de la mayor parte del Imperio colonial (Batalla de Ayacucho,
1824) exige reformas administrativas, tributarias y económicas, que provocaron el rechazo de los sectores
conservadores. Estos se fueron aglutinando en torno al hermano del rey (por entonces heredero al trono),
Carlos Mª Isidro. Los últimos años del reinado de Fernando VII, estuvieron marcados por la cuestión
dinástica: de su matrimonio con María Cristina nació Isabel, heredera del trono tras la Pragmática Sanción
(abolición de la Ley Sálica). Carlos María y sus partidarios se opusieron a esta decisión (“Sucesos de La
Granja”) sin éxito, por lo que el pretendiente tuvo que exiliarse en Portugal. Cuando Fernando muere en 1833
e Isabel II es jurada como reina bajo la regencia de María Cristina, los partidarios del pretendiente absolutista
se levantan en armas iniciándose la 1ª Guerra Carlista.
La emancipación de las colonias americanas ocurre tras la Independencia de los EE UU y la
Revolución Francesa, causada por el malestar del Imperio por las reformas borbónicas y la desconexión con
la Península tras el enfrentamiento con Gran Bretaña. Se inicia en 1808; ante el vacío de poder generado por
las Renuncias de Bayona, se crean en el Imperio Juntas que se proclaman autoridad legítima. Los criollos
plantearán peticiones (libertad de comercio, acceso a altos cargos, esclavitud, Mita…) que las autoridades
españolas (Junta Central Suprema) no podrán atender, por lo que dichas Juntas desatarán la lucha por la
independencia a partir de 1810. México será el primer territorio en levantarse (“Grito de Dolores”, cura
Hidalgo), con un carácter indigenista que atemorizará a los criollos, quienes no lo respaldarán, provocando su
fracaso. Lo mismo que ocurrirá Perú, Cuba o Puerto Rico. Sin embargo, aparecen focos de rebelión en
aquellos lugares de mucha población criolla: Virreinato de Nueva Granada (Simón Bolívar) y el Virreinato del
Río de la Plata (San Martín y Sucre). Durante el sexenio absolutista se envían expediciones para recuperar el
control (Abascal y Morillo), recuperando Nueva Granada. Los independentistas inician acuerdos (Conferencia
de Tucumán, proclama la independencia de Argentina). El trienio liberal causa un nuevo vacío de poder y más
dificultades para el envío de tropas desde España. En 1821 el virrey de México (Agustín de Iturbide) tras un
acuerdo con los insurgentes y las élites locales (Plan de Iguala), proclama la independencia de México. El
virreinato del Perú será atacado desde el norte por Bolívar y desde el sur por San Martín, produciéndose la
derrota definitiva de las tropas españolas en la Batalla de Ayacucho (1824). España sólo conservará Cuba y
Puerto Rico, desapareciendo como potencia internacional y el agravando su ruina económica. En América,
los planes de unidad política que planteaban líderes independentistas (República de la Gran Colombia)
fracasaron y el territorio americano se fue dividiendo en repúblicas independientes en las que la minoría
criolla dominará sobre indígenas, mestizos y esclavos. La debilidad política y económica de estos nuevos
Estados independientes, los hará caer bajo la órbita de Gran Bretaña inicialmente y sobre todo de los EE UU
a partir del enunciado de la Doctrina Monroe en 1823.