Antónimos recíprocos de dos valores

1. LAS PALABRAS


Las palabras son signos lingüísticos compuestos por dos elementos asociados de forma convencional: significante (expresión, cadena de sonidos) y significado (contenido)

2. EL SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS

Denotativo:


significado objetivo, que aparece como primera acepción en el diccionario.

Connotativo:

significado subjetivo, que procede de las asociaciones que se establecen con otros significados y de valores afectivos añadidos a los significados denotativos.

4. EL CAMBIO SEMÁNTICO

Procedimiento que hace que las palabras amplíen su significado o lo reduzcan.

4.1. Metáfora y metonimia

Metáfora se basa en una semejanza entre dos términos o realidades.
Metonimia se basa en una relación de contigüidad o proximidad entre las realidades que designan.

Variantes:

La parte por el todo (sinécdoque). El objeto por el usuario. La marca o el creador por el producto. El continente por el contenido. La materia por el objeto. El lugar por la institución. El lugar o época por el acontecimiento.

4.2. Elipsis

Una palabra toma el significado de otra a la que habitualmente acompaña y que se omite

. 5. RELACIONES SEMÁNTICAS 5.1. Semejanza de significados: SINONIMIA

Sinonimia parcial:


cuando las palabras coinciden sólo en algunos de sus significados.

Sinonimia total:

cuando una palabra es sustituible por su sinónimo en cualquier contexto.

5.2. Oposición o diferencia de significados: la antonimia


Antónimos binarios o complementarios:

la afirmación de una palabra implica la negación de la otra. (Antónimos de negación, formados por la adición de un prefijo con valor negativo).

Antónimos inversos o recíprocos

Expresan una relación recíproca entre dos cosas o personas.

Antónimos de grado:

representan los extremos opuestos en una escala en la que pueden aparecer ordenados gradualmente otros significados.

5.3. Relación de inclusión

La hiponimia. El significado de una palabra está incluido en el significado de la otra.

El Barroco es el movimiento cultural que se desarrolla en Europa durante el Siglo XVII. En España, forma parte de los llamados Siglos de Oro de la literatura.
Este siglo está regido en España por la monarquía de los Austrias: Felipe III, Felipe IV y Carlos II. El gobierno está en manos de validos como el duque de Lerma o el conde-duque de Olivares. La situación que se vive es de decadencia, y España pierde su hegemonía en Europa a favor de Francia. Todo ello se acompaña de una crisis económica y un considerable malestar social. Las epidemias, la expulsión de los moriscos y la emigración hacia América provocan un notable descenso demográfico. La nobleza conserva privilegios y tierras, mientras que los campesinos, debido al empobrecimiento del campo, se ven obligados a emigrar a las ciudades, donde aumentan la mendicidad y la delincuencia. Esta situación es perfectamente reflejada por un género en vigor en esta época: la novela picaresca. El pesimismo y el desengaño son los sentimientos que dominan en el pensamiento del Barroco. La difícil situación social y la conciencia de que una gran potencia se desmorona generan esta angustia. La rebeldía o la evasión son las únicas salidas. Todo ello lleva a confundir los límites entre apariencia y realidad. Producto de este desengaño es el gusto por los temas morales y religiosos en la literatura: la fugacidad de la vida, la muerte, etc. En lo religioso, domina el espíritu de la Contrarreforma y se desacredita lo mundano y lo terrenal. En el arte y la literatura, se aprecian la complicación formal y la artificiosidad.
La dificultad se considera sinónimo de belleza. Hay una fuerte tendencia a la exageración y a la distorsión de la realidad en toda forma artística, lo cual supone poner de manifiesto los contrastes. Se persigue, además, la sorpresa del público mediante una expresión original y se exalta el ingenio.
En España, se pondrán en práctica dos corrientes estilísticas que pretenden, por igual, asombrar al público: el conceptismo y el culteranismo. El conceptismo se preocupa por el contenido del texto. Se basa en asociaciones ingeniosas de conceptos que son expresadas con economía de lenguaje (Lo bueno, si breve, dos veces bueno, según Baltasar Gracián). Utiliza abundantes figuras retóricas, entre las que destacan antítesis, paradojas, elipsis, juegos de palabras, etc. Sus máximos representantes son Francisco de Quevedo y Baltasar Gracián. El culteranismo presta más importancia a la forma que al contenido. La expresión es rebuscada y difícil, pero persigue la belleza estética. Se utilizan figuras literarias como metáforas e hipérboles, y un léxico culto con numerosos latinismos, giros sintácticos complicados, hipérbatos, etc. Su máximo representante fue Luis de Góngora.