El conde Lucanor trabajo

Al-Ándalus, cuya etimología no está clara, fue el nombre que los musulmanes dieron a la península
Ibérica tras su conquista.
La presencia musulmana en la península en general va a suponer un largo periodo de esplendor cultural y económico que constituyó además un puente transmisor de conocimientos científicos y filosóficos (tanto orientales como clásicos) hacia una Europa feudal mucho más atrasada. Fue también un tiempo con periódicas y reiterativas tensiones políticas internas motivadas por los problemas sucesorios en las dinastías reinantes y las rencillas entre los distintos grupos sociales que integraban el colectivo invasor. Es esta evolución política es la que vamos a estudiar. El gran problema de la monarquía visigoda era su carácter electivo. El rey Witiza intentó hacerla hereditaria asociando al trono a su hijo Agila, pero a su muerte, el conde gobernador de la Bética, don Rodrigo, encabezó una revuelta para ocupar el poder.En la guerra desencadenada, los partidarios de Agila, capitaneados por el conde Julián, posiblemente un exarca bizantino gobernador de Ceuta, solicitaron ayuda a los musulmanes acampados en el norte de África. Estos, gobernados por Musa, enviaron una expedición al mando de Tariq, gobernador de Tánger, de 7.000 hombres, que en la batalla de Guadalete (711) derrotó al ejército de don Rodrigo acabando con la débil monarquía visigoda. Al año siguiente una nueva expedición capitaneada por el propio Musa se sumó a la anterior y entre el 712 y el 714 ocuparon la mayor parte de la península.  La conquista fue muy rápida gracias al pacto de Teodomiro y la debilidad del reino visigodo. el Islam, surgida en 622 en Arabía y el deseo de extender el mensaje de Alá a través de la yihad o guerra santa. Todo ello hizo que vieran en los invasores a unos liberadores de la opresión visigoda, antes que unos usurpadores de su territorio. 


Emirato dependiente de Damasco(711-756) Durante estos años Al-Ándalus funciónó como una provincia más del gran Imperio musulmán con capital en Damasco y dirigido por la familia de los Omeya, originarios de La Meca y que ocupaban el poder desde el 661. El gobernador era un valí o emir (gobernador de provincia).  Es un periodo de progresiva implantación de lo musulmán en la península, alentado por la desigualdad fiscal entre los “muslim” (creyentes) y los “mozárabes” (cristianos que vivían en territorio musulmán). Estos últimos pagaban mayores impuestos y tenían vedado el acceso a cargos públicos. Son también años de disputas internas entre los pueblos conquistadores: sirios, árabes y bereberes. Éstos, originarios del norte de África e islamizados tras su conquista a finales del S. VII, eran mayoría, pero tenían prohibido el acceso a cargos públicos y habían recibido las peores tierras. Ambas cosas las detentaba la minoría árabe. Por último, es también la etapa de fijación de la frontera norte tras las derrotas de Covadonga (722) y de Poitiers (732). La primera marca el inicio del reino cristiano Astur y la segunda el freno a su expansión más allá de los Pirineos por el carolingio Carlos Martel.


El Valiato o Emirato Omeya Independiente de Bagdad (756-929) En el 750, una revuelta en Damasco acabó con el poder Omeya que pasó a manos de los Abasíes. Estos, de origen persa, trasladan la capital a Bagdad, tras asesinar a toda la familia Omeya. Sólo hubo un superviviente (Abd-al-Rahmán I) que llegó hasta la península ibérica donde logra hacerse con el poder. Se declaró independiente políticamente del Califa y se dedicó a consolidar el dominio musulmán. Esto lo hizo con la creación de un ejército permanente mediante la compra de esclavos; la acuñación de moneda propia y la articulación de un correo permanente a base de mulas y palomas mensajeras. También impuso un proceso de islamización y arabización que provocó el levantamiento de mozárabes, judíos y muladíes (cristianos convertidos al Islam) y que llevó a la práctica desarticulación del Emirato a finales del S. IX. En el exterior consiguió infligir a Carlomagno la severa derrota de Roncesvalles (778), pero no pudo impedir la conquista de Gerona (785) y Barcelona (801) y la creación de la Marca Hispánica o frontera sur del Imperio Franco al sur de los Pirineos.


Almohades:


dinastía bereber que dominó el norte de África y el sur de la Península Ibérica desde 1147 a 1269. Surgieron en el actual Marruecos en el Siglo XII como reacción a la apertura religiosa de los almorávides, a los cuales se enfrentaron.

Almorávides :

monjes-soldados surgidos de grupos nómadas provenientes del Sáhará. Los almorávides abrazaron una interpretación rigorista del islam y sometieron a su autoridad grandes extensiones del Occidente musulmán con las que formaron un Imperio centrado en Marruecos, a caballo entre los siglos XI y XII, que llegó a extenderse principalmente por los actuales Sáhará Occidental, Mauritania, Argelia, Marruecos y la mitad sur de la península ibérica. El término está relacionado con la noción de ribat, una fortaleza-monasterio fronteriza.

Morisco:

musulmanes bautizados al cristianismo tras la pragmática de conversión forzosa de los Reyes Católicos de 1502, (1526 para Corona de Aragón).

Mozárabe

Persona que era hispano-romano y vivía en el territorio musulmán de la península ibérica durante la dominación islámica.

Mudéjar

Persona que era de origen musulmán y vivía en el territorio cristiano de la península ibérica durante la dominación islámica.

Muladí:

cristiano que vivía en el territorio musulmán de la península ibérica durante la dominación islámica y que adoptó costumbres y creencias del islamismo.

Taifa:

significa “bando” o “facción” y hace referencia a cada uno de los pequeños reinos en los que se dividíó Al-Ándalus. 


D) Implantación de la administración romana. Roma siempre vio a Hispania como una colonia de explotación, de ahí que ya en el 197 a. C. Se dividiera el territorio conquistado en dos provincias bajo el gobierno de dos pretores proconsulares: la Ulterior, al sur, y la Citerior, en el levante. En el 2714 a. C. Augusto establecíó dos tipos de colonias en todo el Imperio: senatoriales, bajo la administración del senado, para las provincias plenamente romanizadas y pacificadas; e imperiales, bajo la autoridad directa del emperador, para las que seguían necesitando la presencia de legiones romanas. Pues bien, Hispania la dividíó en tres provincias: la Bética, senatorial, y con capital en Corduba, la Tarraconense, con capital en Tarraco y la Lusitania, con capital en Emérita Augusta. Estas dos últimas imperiales por la escasa romanización de los pueblos del norte. Todas gobernadas por “Legati Augusti”. Ya en tiempos de Diocleciano (297 d. C.) Hispania se convirtió en una diócesis (gobernada por un “Vicario”, dependiente de la prefectura de las Galias y dividida a su vez en  cinco provincias (dirigidas por “Rectores”):  Baética, Lusitania, Tarraconensis, Cartaginensis (capital Cartago Nova), Gallaecia (capital Brácara) y en el 385 d. C. Se creó la BalleáricaBaleárica (capital Pollentia). La administración romana siempre fue muy estricta, precisamente por las riquezas económicas de Hispania. Cada provincia estaba dividida en Conventos, demarcaciones con fines jurídicos y capitales fijas. A esta división subprovincial hay que sumar la célula básica de división territorial: la ciudad. Esta constaba de la “Urbs”, centro poblacional, económico, cultural, religioso y político; y el “territorium”, espacio periférico a la ciudad, pero perteneciente a la misma donde estaban las fincas rústicas explotadas por esclavos y dedicadas al cultivo de productos para el consumo urbano y la exportación.  La dureza y perfección de la administración romana que regulaba y controlaba todos los aspectos de la vida, obligaron a modificar las pautas conductuales de la población aborigen contribuyendo ampliamente a su romanización.