El juicio ordinario

A partir del análisis del tercer libro del Ensayo sobre el Entendimiento Humano pretendo mostrar como encontramos en esta obra de Locke algunos elementos que posteriormente se desarrollaron en la Filosofía Analítica del Siglo XX. Está influencia se presenta a través del análisis que realiza Locke sobre el papel que cumple el lenguaje en el problema del conocimiento, lo cual lo conduce a criticar la metafísica, concebir la noción de metalenguaje, analizar las diferentes funciones del lenguaje, plantear la noción del sentido y del sinsentido. Pienso que estas nociones se encuentran en los planteamientos de Locke.

Para adentrarme en la temática que deseo plantear primero debo hacer dos observaciones, esto nos permitirá comprender desde ya el título que he elegido para este ensayo. La primera observación consiste en que “la filosofía analítica” en sentido técnico tuvo su desarrollo pleno en la primera mitad del Siglo XX. La segunda observación consiste en que Locke ha sido considerado como un filósofo de las ideas o filósofo de la mente, como lo denominan algunos, y no como un filósofo del lenguaje. Si nos basamos en estas observaciones tendríamos que decir simplemente que Locke no es un filósofo analítico ya que pertenece al Siglo XVII o siglo de las ideas y en segundo lugar que ignoró el problema del lenguaje y que únicamente centró sus reflexiones en una filosofía del conocimiento. Precisamente estas observaciones nos llevan a afirmar las tesis siguientes.


EL ESTADO DE NATURALEZA

– Estado de naturaleza: situación previa en la que los hombres se encontraban con anterioridad a otorgar su consentimiento para entrar a formar parte de la sociedad civil. (Contraste entre Locke y Hobbes y Rousseau.)

– Concepción de la naturaleza humana → Elección del régimen político. Locke: el hombre no es bueno ni malo en términos absolutos → Monarquía parlamentaria sujeta a leyes para garantizar los derechos de los individuos y sus propiedades.

– En el estado de naturaleza los hombres son libres, iguales e independientes (Locke rechaza teoría del origen divino de los reyes de Filmer), están sujetos a una ley natural.

– Ley natural: Ley moral no escrita y universalmente obligatoria promulgada por la razón humana que enseña que los hombres gozan de derechos (igualdad, libertad, propia conservación, propiedad privada, etc.), deberes (no dañar a otro en su vida, salud o bienes) y poderes (fijar el contenido de la ley, castigar las trasgresiones de la ley).

– Fundamento de la propiedad privada: el trabajo. La ley natural limita el acaparamiento de bienes, pero no el acaparamiento de dinero. Defensa de la propiedad privada como derecho natural es producto del liberalismo de Locke, de su defensa de los derechos de la burguésía.

– Inconvenientes del estado de naturaleza (se impone el más fuerte, no hay autoridad común que garantice la protección de los derechos / ley natural es interpretable pues no está escrita) llevan a los individuos a organizarse en una sociedad civil (ceden sus poderes naturales a una autoridad común para que defienda sus derechos).


La certeza de las matemáticas, que excluye toda duda, era la aspiración de los filósofos en la Edad Moderna, que se preguntaban por qué no podría establecerse la verdad con certeza cuasi-matemática también fuera del ámbito abstracto de los números, es decir, en la realidad concreta de la vida. Con ese nuevo ideal de conocimiento nace una nueva época: la época del cómputo, del experimento, del método;
Y nadie encarna mejor ese moderno ideal de certeza matemático- filosófica que el genial creador de la geometría analítica y padre de la filosofía moderna: el francés René Descartes

EL MÉTODO Una de las claves del espíritu moderno es la voluntad de encontrar un método seguro para aumentar el saber y el poder de los hombres sobre la naturaleza con el fin de mejorar su condición. A esa tarea
dedica Descartes busca reglas fijas no para defender o explicar supuestas verdades reveladas. El método debe ser un método de descubrimiento. Por eso el método exige rigor y certeza, la seguridad de progresar de manera cuasi automática hacia la verdad. La ciencia, producida de esta manera metódica, permitirá hallar verdades y aumentar nuestro conocimiento. Y Descartes encuentra el modelo para su método en las matemáticas, debido «a la certeza y evidencia de sus razones». El método debe tener las siguientes carácterísticas:
– Universal, porque es el fundamento de todos los saberes y todos los humanos pueden aplicarlo.
– Racional, porque se basa en la razón humana que es única y universal, y posee dos clases de
facultades: la intuición (que consiste en la captación directa de las verdades o evidencias y es de
carácter intelectual) y la deducción (que consiste en encadenar intuiciones, permitiendo el paso
de una evidencia a otra).
– Exacto, pues aspira a la certeza de las matemáticas.
– Crítico y nuevo, en tanto que significa una ruptura y una superación de los saberes anteriores.


La estrategia de Descartes para poner en marcha su método consiste en encontrar una primera evidencia que resista toda crítica. Para ello es necesario dudar de todo, y considerar provisionalmente como falso todo aquello que no sea absolutamente firme y seguro. Es decir, para
comprobar si hay alguna verdad indudable, Descartes decide ponerlo todo en duda, decide dudar detodo metódicamente, de manera sistemática. Las carácterísticas de esa duda son las siguientes:
a) Universal, porque en principio se aplica a todo.
b) Metódica, pues se concibe como un medio para alcanzar un fin: una verdad. En esto se
distingue de la duda escéptica, que es definitiva y conduce a la suspensión del juicio.
c) Provisional, dado que es una etapa en la búsqueda de la verdad, es una duda instrumental, y se
abandona una vez ha cumplido su función.
d) Teórica, pues es un experimento mental que sólo se aplica al campo de la reflexión filosófica y
que, por tanto, no afecta al orden práctico de nuestra vida 
La duda metódica tiene varios niveles:
Primer nivel. Descartes comenzará dudando de los datos de los sentidos. Así, si los sentidos nos han engañado alguna vez (y lo hacen a menudo), debemos descartarlos como una fuente de información fiable. En tanto que los sentidos no son absolutamente fiables y seguros, debemos
considerar, de manera provisional, que la información que nos proporcionan es falsa.
Segundo nivel: A veces no distinguimos entre el sueño y la vigilia, es decir, mientras soñamos tenemos experiencia de las cosas con igual intensidad que cuando estamos despiertos. Al no poder estar siempre absolutamente seguros de cuándo estamos soñando o despiertos, debemos dudar, de manera provisional, de la existencia de la realidad exterior.
Tercer nivel: Existen un tipo de verdades que prevalecerían incluso en el sueño: las verdades
matemáticas . Pero Descartes apela a la existencia de un hipotético «genio maligno» que nos puede engañar al utilizar este tipo de verdades. No es que Descartes crea en la existencia de este genio maligno o Dios engañador, simplemente es una hipótesis que le permite poner en tela de juicio las leyes de la geometría y la aritmética. Este tercer nivel de la duda es el de la «duda hiperbólica», pues nos permite criticar nuestra realidad interior, los contenidos y el funcionamiento mismo de la conciencia, incluso en verdades aparentemente incuestionables como las matemáticas. Después de dudar de todo, Descartes considera que hay algo de lo que en realidad no podemos dudar, algo que resiste toda crítica: puedo dudar de todo, salvo de que estoy dudando, de que existe algo (una cosa) que duda. Descartes ya ha hallado esa primera verdad que andaba buscando, y la expresa en su famosa máxima: cogito ergo sum («pienso, luego existo»).

El cogito cartesiano (que así se suele denominar filosóficamente a esta verdad) presenta las siguientes carácterísticas:
a) Es una certeza o evidencia, o sea una verdad clara y distinta. 
b) Es captado mediante la intuición, por lo que no es objeto de demostración ni tampoco de deducción.
c) Garantiza la existencia del yo como cosa pensante (res cogitans). El cogito no puede garantizar la existencia de las sustancias que poseen extensión, que ocupan un espacio (res extensa), como pudiera ser el cerebro, sino únicamente de una sustancia pensante: el yo como cosa que piensa.
d) El cogito no garantiza la existencia de una realidad exterior al yo, a la sustancia pensante. A partir del yo sólo podemos deducir que poseemos ideas (contenidos de conciencia), pero no que esas ideas se correspondan con la realidad exterior. Esas ideas se pueden clasificar de la siguiente
manera:
– Adventicias: Ideas que parecen provenir de fuera, que parecen representar la realidad
exterior.
– Facticias: Ideas que provienen de la imaginación y de la voluntad, y que se construyen a partir
de otras ideas.
– Innatas: Ideas que son naturales e inherentes a la razón humana.


4.3- DE LA PRIMERA EVIDENCIA (COGITO) A LA SEGUNDA EVIDENCIA (Dios)
Hasta el momento, Descartes sólo ha demostrado la existencia del yo, de la res cogitans, que se presenta como algo evidente, más allá de toda duda. 
El único modo posible para demostrar la existencia de la realidad exterior consistirá en encontrar una idea (un contenido de conciencia) cuya existencia no pueda proceder del sujeto, sino de algo externo a él.  la idea de infinito no es un simple contenido de conciencia, sino que es objetiva y exige la existencia de una realidad exterior que la cause. Para consolidar esta argumentación, Descartes utilizará dos estrategias:
1) Identificar la idea de infinito con las ideas de perfección y de Dios.
2) Demostrar la existencia de Dios. Dado el innatismo de la filosofía cartesiana, las
demostraciones de la existencia de Dios tendrán un carácter apriorístico, pues se realizan antes
de haber demostrado la existencia del mundo exterior. Para demostrar la existencia de Dios,
Descartes usará tres argumentos diferentes:
Prueba 1: Demostración a partir de la idea de infinitud o perfección. 
Prueba 2: Demostración a partir de la idea de finitud y contingencia del hombre.

Prueba 3: Argumento ontológico. Descartes retoma el argumento. La idea de perfección ha de existir de forma necesaria en la realidad, pues de otro modo ya no sería perfecta. Evidentemente, la idea de perfección o infinitud sólo se puede corresponder con Dios. Por tanto, Dios existe y es perfecto.