LA NARRATIVA ESPAÑOLA DESDE LA Guerra Civil HASTA
LOS AÑOS 50
Tras la Guerra Civil, algunos escritores se exilian: otros tuvieron que
someterse a la censura de la dictadura de Franco que controlaba la cultura,
especialmente la literatura. No obstante, también hay autores afines al régimen
que escriben novelas de exaltación patriótica y de propaganda, como Rafael
García Serrano (La fiel infantería).
Los novelistas del exilio centraron su creación literaria en el tema de la
guerra desde la perspectiva del vencido y la añoranza de España. Entre los
autores más significativos destacan Ramón J. Sender, quien escribíó Réquiem
por un campesino español y Crónica del alba; Arturo Barea con la trilogía de La
forja de un rebelde; Rosa Chacel, Memorias de Leticia Valle: Max Aub con La
calle de Valverde y Campo cerrado, en la que aborda el tema de la guerra civil, o
Francisco Ayala, El fondo del vaso y Muertes de perro
La novela en los años cuarenta
El Realismo tradicional reaparece en J.A Zunzunegui (Ay…Estos hijos) O
Ignacio Agustí (Mariona Rebull), interesado por la novela histórica y J. M
Gironella (Los cipreses creen en Dios) sobre la Guerra Civil. Fernández Flórez (El
bosque animado) es caso interesante de Realismo mágico.
Sin embargo, la narrativa de estos años está marcada por la publicación de
tres novelas fundamentales para la literatura:
-1942: La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, con la que se
inició el tremendismo al ahondar en los aspectos más desagradables de la
realidad: miseria, incultura, violencia.
-1944: Nada de Carmen Laforet, mezcla de Realismo y existencialismo,
que muestra la miseria y la degradación de la España de la posguerra.
– 1946: La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes, dentro de la
corriente existencialista.
Ambas tendencias (tremendismo y Realismo existencial) mantienen unas
carácterísticas comunes: la soledad, la inadaptación, la frustración y la muerte y
los personajes suelen ser seres marginados o inadaptados que reflejan el malestar
que domina el ambiente. Aunque no constituyen una crítica social, presagian un
cierto carácter de denuncia propio de la década siguiente.
La novela social de los años cincuenta (1951-1962)
Frente al pesimismo existencialista de la década anterior, los escritores
intentarán servir de testimonio de la situación social. El primer impulso lo
proporciona otra vez Camilo José Cela con la publicación de La colmena en
1951. Se centra en tres días en el Madrid de 1943 y plasma la realidad social a
través de más de 300 personajes que solo se mueven por el dinero, la comida o el
sexo. Madrid es una ciudad sórdida dominada por la miseria, la insolidaridad, el
miedo y la represión, donde apenas queda un resquicio para la esperanza. Esta
obra rompe con el Realismo tradicional y es, para muchos, la precursora de la
corriente de novela social que se inicia en esta época.
Una nueva generación de escritores comienza su andadura por estos años,
la Generación de los años cincuenta (l. Aldecoa, Sánchez Ferlosio,
Fernández Santos, C. Martín Gaite, Ana Ma Matute, Luis Goytisolo. Juan
Goytisolo…). Son autores comprometidos con la sociedad de la que denuncian el
atraso material y las injusticias. El distinto grado de compromiso social evidencia
dos tipos diferentes: el neorrealismo y el Realismo social o novela social.
El neorrealismo intenta cumplir una misión social, pero sin que ello
suponga menoscabo de la calidad literaria. Aparece una crítica difusa, una
preocupación por los valores éticos y por el testimonio de la lucha diaria, la
soledad y la frustración. Autores de esta tendencia son L. Aldecoa (El fulgor y la
sangre, Con el viento solano): J. Fernández Santos (Los bravos): C. Martín Gaite
(Entre visillos). Probablemente la obra más significativa de esta corriente es El
Jarama de R. Sánchez Ferlosio, que populariza el narrador conductista u
objetivista.
La novela social refleja la realidad con un afán de denuncia de la injusticia
y la situación laboral. Pertenecen a esta tendencia López Pacheco (Central
eléctrica), López Salinas (La mina), Alfonso Grosso (La zanja).
Ambas tendencias tienen técnicas y temas semejantes:
– Las novelas reflejan de la realidad española y sirven de instrumento de
denuncia de las injusticias. Sus temas se centran en el mundo urbano, en la vida
del campo, en la vida burguesa o en el mundo obrero (la dureza del trabajo, las
malas condiciones).
– El tratamiento formal se caracteriza por el objetivismo -el autor es sólo un
objetivo que observa el entorno-, con predominio del diálogo. El relato es lineal.
– Protagonista colectivo o un personaje representativo de un grupo social.
Otras tendencias de estos años van desde el Realismo tradicional de
Torrente Ballester (Los gozos y las sombras) al Realismo fantástico de A
Cunqueiro. Gran éxito tuvieron también las obras de Delibes (El camino, 1950. Y
Las ratas) sobre la evocación del mundo castellano.