La novela después de la Guerra Civil

Coincide en España con la dictadura del general Franco.  Tras la Guerra Civil, la novela española reinicia su camino con autores de la generación anterior y otros nuevos. Podremos observar la existencia de una novela tradicional, cercana al Realismo decimonónico, y otra novela que busca dibujar la triste realidad social de aquellos años de la posguerra.  

Tras la contienda, la mayor parte de los narradores contemporáneos parten al exilio, escribiendo en él obras con ejes temáticos: las causas, el desarrollo y las secuelas de la guerra, como El laberinto mágico, de Max Aub; y la reflexión autobiográfica. Autobiografías como La arboleda perdida de Rafael Alberti y novelas autobiográficas. 

Con respecto a la narrativa que se crea en España, diversos factores dificultaron la escritura y la publicación de novelas:  la anulación de las libertades básicas, la censura previa y el aislamiento internacional o, la ya mencionada, marcha al exilio de muchos autores. La narrativa española durante la dictadura puede organizarse en tres etapas: la novela existencial y tremendista de los años cuarenta, la novela de temática social de los cincuenta y la novela experimental de los sesenta y principios de los  setenta. 

NOVELA DE LOS AÑOS 40

Durante los años cuarenta apreciamos una narrativa de corte  ideológico. 

Las dos tendencias carácterísticas de esta década son la novela existencial que refleja la realidad asfixiante de la posguerra en la que se impone una sensación de fracaso. Se encuentra una angustia individual marcada por la experiencia de la muerte como en Nada, de Carmen Laforet; y la novela tremendista, que refleja lo mismo,  pero acentúa la atrocidad y la violencia, con episodios brutales y truculentos como en La familia de  Pascual Duarte, de Camilo José Cela.  

Finalmente podríamos citar una novela de humor y fantasía, en la que se crean mundos imaginarios para evadirse de una realidad demasiado terrible; es el caso de El bosque animado de Wenceslao Fernández  Flórez.

NOVELA DE LOS AÑOS 50

La novela social de los años cincuenta se enmarca en el Realismo crítico ya que no solo muestra la realidad, sino que también la explica y la denuncia. La novela más carácterística es La colmena, de Camilo José Cela. Incorpora técnicas narrativas como el protagonista colectivo; el contrapunto; y el fragmentarismo. 

Los temas abordan la falta de libertad, las injusticias sociales y las penosas condiciones de vida desde un punto de vista crítico. Las técnicas narrativas incluyen el objetivismo, narrador proporciona un punto de vista imparcial. En cuanto a los autores,distinguimos: aquellos que expresan en sus obras un compromiso social y político explícito como Alfonso Grosso. Y autores que presentan una mayor preocupación por la construcción narrativa y las cualidades estéticas de sus obras como Ana María Matute. 

NOVELA DE LOS AÑOS 60

La década de los sesenta es considerada una época de renovación y experimentación dentro de la novela española. Se  produce el agotamiento del Realismo social y los autores buscan nuevas  formas  narrativas. 

En la novela experimental aparecen personajes individualizados sumidos en una crisis de identidad; se sustituye el capítulo por secuencias o párrafos; crean espacios simbólicos; incluyen materiales diversos y técnicas como el desorden cronológico. Desaparece el narrador omnisciente, aparece el perspectivismo, hay finales abiertos, ruptura del  relato lineal y  hay variedad de registros lingüísticos. La obra fundamental que renueva este periodo es Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. 

LA NOVELA A PARTIR DE 1975

A mediados de los setenta, con la muerte de Franco (1975) y la llegada de la Transición, se produce un  cierto cansancio de la fiebre experimental. Una de las  novelas que inicia este rumbo es La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. En este panorama, conviven cuatro generaciones: 

– La generación de los cuarenta, con Miguel Delibes. 

– La generación de  los cincuenta, con  Juan  y  Luis Goytisolo, Carmen Martín Gaite,  Juan Benet  y  Juan  Marsé. 

– El  grupo  que  comenzó  a  escribir  a finales  de  los  sesenta,  con  Eduardo  Mendoza. 

– Los  jóvenes  de  la Transición como Antonio Muñoz  Molina. 

Al mismo tiempo, la novela presenta una gran variedad de temáticas como la recuperación del intimismo, la novela de  género y la metanovela; también observamos una gran variedad de técnicas y estilos.


Como en el caso de los otros géneros, la Guerra Civil española tuvo un efecto devastador sobre los autores teatrales que se habían manifestado a favor del bando republicano. Además, el teatro fue utilizado como arma ideológica por ambos bandos. Por tanto, el teatro español posterior a la Guerra Civil presenta limitaciones debidas a los condicionamientos políticos o culturales.  

EL TEATRO DE LOS AÑOS 40

El teatro de los años cuarenta, tiene como rasgos compartidos la preferencia por un teatro amable e intrascendente, con preferencia por la comedia y el carácter evasivo. Destaca la comedia burguesa, tomando como modelo las obras de Jacinto Benavente, con autores que cultivan un teatro estéticamente convencional o ideológicamente conservador que pretende entretener al espectador sin hacer referencia a la situación sociopolítica de la Guerra Civil de España. Toma como tema principal la búsqueda de la felicidad, la infidelidad y los celos; la oposición entre lo español y lo extranjero; el autoengaño o el triunfo de los buenos sentimientos.

Durante los años anteriores a la Guerra Civil había tenido gran éxito la comedia del disparate que se siguió cultivando en la  primera posguerra. Sus principales representantes escriben obras caracterizadas por un humor absurdo de raíz vanguardista ajeno a la realidad de la época, como Miguel Mihura en Tres sombreros de copa.

Paralelamente siguen escribiendo teatro los grandes dramaturgos españoles en el exilio: Rafael Alberti, El  adefesio; Max Aub, San Juan, y Alejandro Casona (Prohibido suicidarse en primavera). 

EL TEATRO DE LOS AÑOS 50

En los años cincuenta surge en España un teatro comprometido con la realidad social y política del  país y el posibilismo en el que se inscriben tragedias con elementos simbólicos construidas sobre una base realista. En ellas se hace una crítica de la realidad española marcada por la miseria, la ignorancia y la falta de libertad. Caracterizadas por el uso de personajes históricos, presencia de elementos simbólicos y efectos de inmersión.

Por otra parte, Alfonso Sastre irrumpe con un teatro de agitación política y social cuyos dramas, contienen una denuncia explícita de las injusticias sociales y de la situación política de España. 

Otros dramaturgos optan por una estética realista para retratar críticamente la realidad del país. Por ejemplo: Lauro Olmo. 

EL TEATRO DE LOS AÑOS 60 Y PRIMEROS 70

Influidos por el Surrealismo, el teatro del absurdo expresado mediante recursos dramáticos heredados de las vanguardias y el teatro de la crueldad que pretende  producir una conmoción purificadora por medio de la violencia y los elementos irracionales, Fernando Arrabal y Francisco Nieva son los dos autores fundamentales del teatro experimental.  

Fernando Arrabal desarrolló parte de su obra en Francia donde fundó Movimiento Pánico junto con otros artistas. Su teatro se caracteriza por ser provocador, simbólico; gran importancia los signos no verbales; y diálogos poéticos o incoherentes alejados de la lengua cotidiana. Entre sus obras destacamos Picnic. 

Por otra parte, Francisco Nieva produce obras que el propio autor agrupa bajo la denominación de teatro furioso. Destaca Pelo de tormenta. 

EL TEATRO DE LA TRANSICIÓN

La llegada de la democracia está condicionada por: el apoyo institucional y la pérdida de importancia del dramaturgo y del  texto dramático. Este último tiene dos consecuencias: la importancia del director de escena y la aparición de grupos de teatro independiente, buscando la denuncia, la provocación y el espectáculo.

En el teatro de los ochenta destacan autores como José Sanchís Sinisterra ¡Ay Carmela!; evitan el experimentalismo extremo para recuperar la conexión con el público. Síntoma de este retorno a la línea realista es el éxito que alcanza en su etapa de madurez el actor y dramaturgo Fernando Fernán Gómez con Las bicicletas son para el verano. 

En los últimos años estrenan sus obras los autores de la llamada Generación Bradomín,  con dos tendencias fundamentales: un teatro de la palabra, representado por Juan Mayorga, cuyas obras, como Hamelin; y un teatro  de experimentación radical, con autores como Angélica Liddell.