Sociedad ilustrada

6.2. EL REINADO DE Isabel II (1833-1868): LAS DESAMORTIZACIONES DE MENDIZÁBAL Y Madoz. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES.

Hasta inicios del siglo XIX la propiedad de la tierra estaba en manos de la nobleza y el clero, y la trabajaba el campesinado mediante arrendamientos y aparcería. Unos pocos campesinos eran pequeños propietarios de tierras poco productivas, al igual que las tierras comunales que sólo supónían un complemento a la mala economía familiar. Gran parte de las tierras estaban amortizadas (“manos muertas”) por lo que no se podían vender, ni dividir. Los políticos liberales pretendieron la modernización agrícola, buscando propietarios emprendedores, inversiones, introduciendo nuevos productos y mercados. Su principal objetivo fue cambiar la estructura de la propiedad de la tierra, eliminando restos del régimen señorial anterior, vendiendo tierras y modernizando el campo. La primera tarea fue sacar al mercado libre bienes que el Antiguo Régimen había dejado al margen. Las medidas fueron la desvinculación y posteriormente la desamortización.
La Desvinculación pretendíó eliminar figuras jurídicas que impedían la libre disposición de la propiedad. Supuso la abolición de señoríos jurisdiccionales y territoriales y, sobre todo, la supresión de los mayorazgos. La Desamortización supuso la nacionalización por parte del Estado de las propiedades rústicas y urbanas en poder de la Iglesia y de los ayuntamientos, así dejaban de ser “manos muertas” para su venta posterior en pública subasta. Este proceso comenzó ya en el Siglo XVIII con la venta de los bienes de los jesuitas, y fue algo discontinuo y con escasos resultados al iniciarse el Siglo XIX (medidas desamortizadoras de Godoy, en el reinado de Carlos IV, de las Cortes de Cádiz y durante el Trienio Liberal). Alcanzó su máximo momento con Mendizábal y con Pascual Madoz. La Desamortización de Mendizábal fue eclesiástica. Pretendía cambiar la estructura de la propiedad eclesiástica, quedando libre e individual, y transformar a la Iglesia en una institución del Nuevo Régimen, en la que el Estado mantendría a los clérigos y subvencionaría el culto. Aunque sus objetivos fueron: obtener recursos para ganar la guerra carlista, eliminar la Deuda pública y atraerse a las filas liberales a los principales beneficiarios de esta medida, la burguésía con dinero. Asimismo, al ganar credibilidad, el Estado podría solicitar nuevos créditos. En 1836 se pusieron en venta los bienes del clero regular; hasta le regencia de Espartero no se llevaría a cabo la venta de bienes del secular. La consecuencia fue la ruptura con Roma. La Desamortización de Madoz fue municipal. Se llevó a cabo a partir de 1855 con la promulgación de la Ley de Desamortización General, que ponía en venta los bienes de propiedad colectiva y de los municipios. El procedimiento de venta fue el mismo que el de Mendizábal (subasta pública). El destino de estas ventas fue para la industrialización del país y la expansión del ferrocarril. Los beneficiarios, la gran burguésía y los pequeños propietarios de los pueblos. Las consecuencias de la Desamortización fueron varias, pero ninguna la de satisfacer a los más necesitados con el reparto de tierras (no fue una reforma agraria), ya que su fin fue recaudar dinero para el Estado. Socialmente, aparece un proletariado agrícola: los campesinos sin tierra se convierten en jornaleros; se crea una burguésía terrateniente, que se asemeja bastante a la aristocracia, ya que algunos miembros de la nobleza y el clero también fueron compradores; continuó el desequilibrio entre latifundios y minifundios; la venta de las propiedades municipales empeoró las condiciones del pequeño campesinado; y, finalmente, se produjo la pérdida y el expolio del patrimonio artístico y cultural. Económicamente, se da un crecimiento de la producción, debido al aumento de la superficie cultivada, y ciertas inversiones de capital y trabajo. Hay avances en la agricultura comercial gracias a la demanda de la Europa industrial (exportaciones durante las guerras de Crimea y Franco-Prusiana). Hasta 1869 se implanta un proteccionismo que impide la importación de cereales. Se potenció la especialización de productos regionales (cereales, corcho, almendras, naranjas…) Los resultados finales

de la desamortización fueron que durante todo el Siglo XIX la agricultura fue la principal actividad económica, pero con un retraso respecto a otras zonas de Europa: hasta 1919 la población activa en el sector se mantiene en un 65%, la productividad es aún baja y la difusión de nuevas técnicas limitada.

A lo largo del Siglo XIX se pasará de una sociedad estamental a una de clases. Todos los ciudadanos son iguales por naturaleza y la máxima aspiración es conseguir la felicidad, que vendrá dada por el dinero y la propiedad de bienes, así como de la participación política, el poder votar (mediante el sufragio censitario) era una medida de distinción. En la primera mitad del siglo, la burguésía se consolida socialmente: un número reducido de burgueses, pero socialmente importante por sus grandes fortunas, se hace con el poder político y económico e impone sus valores como el pragmatismo, la seguridad y el orden y los valores intelectuales y estéticos. Se separa definitivamente de la clase trabajadora a mediados de siglo. A su vez, socialmente se distinguirá una alta burguésía formada por banqueros, grandes terratenientes, grandes industriales e inversores, altos mandos militares, que no desplazó a la aristocracia, sino que intentó adquirir su rango mediante matrimonios o la adquisición de títulos. La pequeña burguésía o clases medias forman un grupo muy heterogéneo y fragmentado internamente según profesiones y rentas (pequeños y medianos propietarios agrícolas y urbanos, rentistas, comerciantes, artesanos enriquecidos, profesionales liberales, mandos intermedios del ejército…). La aristocracia se incluye en la sociedad burguesa al adaptarse a las nuevas condiciones socioeconómicas, pero influye políticamente frenando al progresismo. La Iglesia perdíó su riqueza tras la desamortización y por ello también el poder político de otros tiempos, dependiendo del Estado y dedicándose solo a lo espiritual. El Ejército (los “espadones”), y en concreto sus altos mandos, desconfiaban de los políticos civiles y se hicieron con la participación en los gobiernos en el llamado “régimen de los generales” que duró hasta 1868. Las masas populares, campesinos y proletarios, eran el grueso de la población del Siglo XIX; todos tenían en común la dependencia de su trabajo, sus escasos ingresos y su forma de vida miserable. En 1860 el 80% de la población se dedicaba al sector primario; en el norte y centro de la península predominaban los pequeños propietarios rurales mientras que, en el sur, en grandes latifundios, eran mayoritariamente jornaleros sin tierras, las desamortizaciones ocasionaron su proletarización y la miseria por lo que su traslado a las ciudades les hizo más pobres y desarraigados. El proletariado urbano era reducido en número debido a la escasa industrialización, por lo que muchos se dedicaron a trabajos eventuales, al servicio doméstico y otros tuvieron que mendigar. La precariedad de ingresos y la falta de estabilidad laboral fueron constantes en sus vidas.