Sociedad ilustrada

La economía mexicana, inmersa en el modelo isi, había generado en el go-
bierno alemanista problemas de endeudamiento, corrupción, descontento social y división política, por lo que Adolfo Ruiz Cortines se dio a la tarea de proseguir con el desarrollo estabilizador con un discurso de honradez, austeridad y enarbolando la bandera del ideario de la Revolución mexicana y de apego a la Constitución; su política económica estuvo encaminada a enfrentar los problemas del país.

En lo político, había problemas de resentimiento en la “familia revolúcionaria”, la cual se encontraba dividida en alemanistas y cardenistas, pero aun así para finales del sexenio la unidad de la élite no se encontraba en peligro, permitiendo la transferencia del poder con la anuencia del grupo
cardenista de la ctm y con miembros de la “izquierda oficial” que tenía como
representante al tabasqueño Carlos Alberto Madrazo, gran amigo del candi-
dato presidencial Adolfo López Mateos. Los nexos entre la élite económica y
la política constituyeron un aspecto central de todo el sistema político, debí-
do a la relación que establecieron; a decir de Smith “…Aparentemente las éli-
tes económicas y políticas mexicanas comparten un origen de clase común…
en cuanto a los orígenes nacionales, a la ocupación que eligieron” (Smith,
1981, p. 234).
La política estaba centralizada en el partido de Estado, denominación usada entre otros por Garrido, que dice
En 1938 fue el Estado el que transformó al pnr, Calles como jefe de la revolución había invitado en 1928 a los dirigentes políticos del país a unirse en el partido nacional revolucionario bajo su dirección. Con Cárdenas, por el contrario, fue gracias a la acción del Estado —cuyo jefe real era desde el fin del maximato callista el presidente de la República— que se realizó la uníón, la concepción del partido como un partido del estado, desarrollada a lo largo de los años treinta, con la experiencia del Partido Socialista de la frontera impulsado por Portes Gil, lejos de ser abandonada se consolidó en este período …El prm fue el partido del presidente de la República y un apoyo indiscutible del régimen presidencialista (Garrido, 1986, p. 30).

Mientras imperó el partido de Estado, fue casi imposible para los partí-
dos y asociaciones políticas definirse como de oposición. El sistema político
mexicano funciónó en este contexto como hegemónico; en él se otorgaba re-
presentación a las minorías mediante mecanismos que posibilitaron el diálo-
go y la negociación y que mantuvieron activos a pequeños partidos.

Para 1957 la “regla del juego” en cuanto a la selección del candidato a la
sucesión presidencial ya estaba consolidada a través de la institucionaliza-
ción desde 1951 de la mecánica del tapadismo, la supresión de todo proceso
democrático, la centralización en el Comité Ejecutivo Nacional (cen) de los
procesos de selección, auscultación, votación, ratificación y designación del
nuevo candidato (Garrido, 1987).
Por primera vez en la historia nacional, se aceptó la postulación de un
candidato en forma unánime y sin que hubiera fricción alguna dentro del
partido, designando a Adolfo López Mateos como candidato oficial del pri, a
través del mecanismo del tapadismo, además de que también se permitíó el
voto a las mujeres. Este régimen enfrentó en 1958 diversos conflictos polí-
ticos y sociales como el agrario, el ferrocarrilero y el magisterial, que hici-
eron tambalear al sistema político en medio de una situación económica que
amenazaba con frenar el crecimiento alcanzado en los años anteriores. “Cada uno de los movimientos que configuraron la crisis política de 1958-1959 tuvo una dinámica específica, no obstante, en las demandas hubo una cierta unidad de propósitos” (León, 1988, p.58). La manera en que resolvieron estos conflictos fue a través de la represión, logrando mantener el control de los sectores y el fortalecimiento del gobierno.

Los movimientos sociopolíticos obligaron al presidente entrante a bus-
car una solución que le diera a su política interna el fortalecimiento del sis-
tema; su decisión fue suprimir de raíz todo movimiento que amenazara la estabilidad del régimen. Pero la represión no era el camino adecuado, optándose por la conciliación a través de mecanismos de elevación del nivel de vida de los trabajadores. Esta política de control sobre los sectores populares habría de constituirse en el elemento fundamental de la estabilidad política de la década de los sesenta, “…Las relaciones entre la sociedad y el estado necesariamente tuvieron que modificarse. Así, al tiempo que el conflicto de esos años derivó en la recomposición del liderazgo obrero, en el interior del sistema político se modificó la correlación de fuerzas” (León, 1988, p.88).

En 1963 se da una nueva reforma política, debido a que algunos partí-
dos minoritarios estuvieron a punto de desaparecer por la falta de pluralidad
política en la conformación del gobierno, necesaria para dar legitimidad al
régimen; el 28 de Diciembre de 1963 se reformó el artículo 57 constitucio-
nal y el 127 de la Ley Electoral Federal, que crea en el sistema electoral la
figura de diputados de partido. Estas reformas impulsaron la competencia
partidista. María Emilia Farías expresa que “a partir de 1963, la estrategia se
volvíó más compleja y desde entonces se ha buscado controlar al sistema de
partidos manipulados, el sistema electoral especialmente, en lo relativo a los
mecanismos de integración de la representación popular” (Farías, 1990). El
ejecutivo buscó extender el equilibrio hacia el proceso electoral, instituyendo
la reforma a los partidos de oposición reconocidos oficialmente, en la cual se
les permitía tener representantes en la cámara de diputados.
A finales del sexenio el ambiente político fue de tranquilidad, sin que
se manifestaran conflictos, ni dentro ni fuera de la “familia revolucionaria”,
debido a que el desarrollo estabilizador encaminó al país hacia un crecimiento relativamente sostenido, sin inflación y con tendencia a la alza, demostrando que las medidas políticas tomadas por el Ejecutivo habían logrado imponer la disciplina gracias al autoritarismo por el cual se pudo controlar a gobernádores, caciques y todo político inconforme con los lineamientos del sistema.
Y para no dejar cabo suelto, poco después surge al amparo del Estado una
élite intelectual comprometida con el mantenimiento del orden establecido
en la etapa posrevolucionaria. Los intelectuales se decían más progresistas o
incluso radicales, y algunos estaban deseosos de acceder a los beneficios que
el régimen había establecido, a cambio de que no insistieran demasiado en
los puntos sensibles del poder priista.
Para Octubre de 1963 se prepara la sucesión, que recae en Gustavo Díaz
Ordaz; conforme al diseño de la designación anterior y original del partido, en Septiembre de 1964 es declarado presidente electo de la nacíón. Este sexeniofue caracterizado porque su modelo político adquiríó reconocimiento a nivel económico por las ventajas que produjo al país, pero debido a la represión en los movimientos sociales había un deterioro de la imagen pres-
idencial. En 1965, a pocos meses de iniciado su gobierno, surge el primer movimiento de protesta integrado por un grupo de médicos, colectividad que al ser disuelta por la vía represiva puso de manifiesto el método autoritario y represivo que habría de definir su política, método que representó la
forma más común para solucionar conflictos sociopolíticos. “(…)estas moví-
lizaciones daban cuenta de la crisis de participación(…) el pri no pudo ser ni
siquiera su caja de resonancia. Las respuestas que el régimen iría dando a la
actuación de la sociedad en el curso de la siguiente década no pasaron por el partido” (Peschard, 1990).
Conjuntamente con el movimiento estudiantil de 1968, se propició el
desgaste del modelo político, las causas fueron la inadecuación del sistema
institucional o político para incorporar y representar las exigencias de los
nuevos sectores sociales; el deterioro de las relaciones entre la universidad y
el Estado; y el debilitamiento del modelo cultural o ideológico dominante y
del nacionalismo como su componente central. Sin duda, el consenso de las élites había constituido hasta ese momento el principal pilar de la estabilidad política en el país. Los movimientos médico y estudiantil con sus graves consecuencias marcaron un retroceso a la democratización de la nacíón.

Después de los sucesos de 1968, por la reforma constitucional a la
Fracción I del artículo 34, publicada el 22 de Diciembre de 1969, se otorgó
la ciudadanía a los 18 años independientemente del estado civil, creando el
“voto activo joven” (García, 2002, p. 275). En este escenario se preparaba la
sucesión presidencial favorable a Luis Echeverría Álvarez.