Sociedad ilustrada

La Guerra Civil española marcó el desarrollo de la literatura en España, por lo que el panorama teatral de la posguerra
será pobre, debido al exilio de muchos autores y a la censura. Esta situación va evolucionando a lo largo de las décadas y
cambia a partir de la muerte de Franco.
Durante la guerra, la producción teatral no desaparece y continúan algunas de las tendencias iniciadas en la etapa anterior:
sainetes (Carlos Arniches), comedia burguesa (Benavente y seguidores como José María Pemán), teatro poético (Alberti), y
aparecen otras como el drama testimonial (llevado a cabo por miembros de ambos bandos, que reflejan en sus obras el
clima de enfrentamiento) o el teatro de urgencia (piezas breves dirigidas a propagar ideas políticas y animar a los
combatientes -Max Aub o Alberti-).
El teatro de posguerra va a cumplir, principalmente, la función de entretener al público y servir como mecanismo de
evasión y estará muy limitado por la férrea censura imperante.

El panorama teatral está marcado por el exilio de muchos autores (Alberti, Max Aub), la muerte de otros (Lorca, Valle-
Inclán) y la ruptura con las tendencias más innovadoras del teatro de preguerra.

Las orientaciones generales de este periodo son las siguientes:
La comedia burguesa
Su función era entretener y educar mediante la presentación de modelos de conducta. El humor, la ternura y la amabilidad
son notas carácterísticas de un teatro que refleja un mundo poco problemático y ajeno a la realidad postbélica. Destacan
Benavente y su seguidor José María Pemán. A partir de los 60 se aprecia un renacer de esta comedia burguesa (nueva
comedia burguesa), encarnado por autores como Alfonso Paso o Jaime de Armiñán.
El teatro de humor
En los años de posguerra florece el teatro de humor, con dos figuras fundamentales, Enrique Jardiel Poncela y Miguel
Mihura.
Las obras del primero se caracterizan por la despreocupación y por el alejamiento de los problemas de la realidad. Los
personajes representan una sociedad feliz, cuyos objetivos son el amor y el dinero. Eligió el camino de la evasión,
incorporando en sus obras el misterio, lo inverosímil y la locura. El humor se basa tanto en lo verbal como en lo ilógico y
disparatado de las situaciones que se presentan. Una obra destacada es Eloísa está debajo de un almendro.
Mihura tampoco pretende reflejar la vida tal y como es, sino idealizarla: siempre triunfan la bondad y la ternura. El humor
lo consigue a través de las asociaciones inverosímiles, la ruptura de la lógica y la exageración, como en Tres sombreros de copa.
El teatro en el exilio
Se desarrolla sobre todo en México y Argentina y presenta unas diferencias muy marcadas respecto al que se produce en la
península. Obviamente, no sufren las limitaciones de la censura. Son autores que, entre los años 40 y los 70, van a incluir
novedades vanguardistas en su teatro, así como a mostrar una visión más problemática de la realidad. Destacan Alberti
(Noche de guerra en el museo del Prado) o Max Aub (San Juan). En una línea más cercana al teatro de evasión que triunfaba en
España está Alejandro Casona (La dama del alba).
El teatro realista
El estreno en 1949 de Historia de una escalera de Buero Vallejo marcó un cambio en el teatro español. Con esta obra nace el
drama realista, en el que se intentaba, a partir de un escenario y unos personajes reconocibles, reflejar la realidad social.
En
sus obras no se pretende tan sólo dar testimonio de una situación social concreta, sino que tienen también un valor
simbólico, que les confiere una dimensión universal, abordándose no solo cuestiones sociales, sino también existenciales.
En 1952 Alfonso Sastre consolida esta tendencia con Escuadra hacia la muerte. Sastre es el creador del TAS (teatro de
agitación social) y también autor de una serie de manifiestos en los que muestra su visión combativa del teatro.
El teatro de vanguardia
Los autores que se inscriben en esta corriente muestran la influencia de las corrientes renovadoras del teatro europeo
como el teatro del absurdo (abandono de lo racional y del discurso lógico) o el teatro de la crueldad. Sus nombres más
destacados son Fernando Arrabal o Francisco Nieva.
Arrabal manifiesta una actitud innovadora muy alejada del Realismo, que le lleva fundar lo que se conoce como teatro pánico,
en el que se funden el humor, el terror, el azar y elementos claramente surrealistas. El cementerio de automóviles es uno de sus
obras más destacadas.
Francisco Nieva tuvo problemas para ser aceptado en el panorama teatral español, porque sus obras estaban muy lejos de
las tendencias imperantes de denuncia social y de Realismo. Por intención está muy cerca del teatro del absurdo, con el que
comparte la idea de que el teatro tiene que ser un espectáculo liberador, cuya finalidad es mostrar la esencia del hombre. El
tema básico de su teatro es la represión de la sociedad que impide al ser humano desarrollarse libremente. Ante esto, Nieva
propone la trasgresión, que aplica a lo sexual y a lo religioso. Un ejemplo sería Pelo de tormenta.

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El teatro simbolista (década de los 60)
Conocidos como “nuevos autores”, estos dramaturgos de la década de los 60 se oponen también al Realismo triunfante a
través de un teatro simbólico, de carácter vanguardista y teñido de un fuerte pesimismo. El tema del poder opresor es
recurrente, así como la presencia de elementos provocadores relacionados con la sexualidad o la violencia. Javier Ruibal
(La máquina de pedir).
El teatro independiente (década de los 70)
A finales de los 60, el teatro universitario se transformó en lo que se denomina teatro independiente, porque se origina la
margen de los circuitos comerciales y busca la autofinanciación. Además, rechaza el teatro conservador y tradicional,
buscando nuevas formas estéticas. Fueron pioneros Els Joglars, en Cataluña, con su propuesta de “teatro del silencio”,
que potencia la expresión corporal frente a la palabra. A finales de los 70 ya eran una compañía profesional e incorporaron
la palabra a sus espectáculos. También en Cataluña destaca Els Comediants, con sus espectáculos callejeros, o La fura
del Baus, con una de las propuestas más arriesgadas, que incluye violencia, agresividad y provocación como elementos
destacados, en un intento por hacer que el espectador forme parte activa de la representación, rompíéndose así la “cuarta
pared”.
En Madrid, en los inicios de este teatro independiente está el TEM o el grupo Los goliardos.
Las últimas décadas del Siglo XX y primeras del Siglo XXI
A partir de los años 80, con la desaparición de la censura, se produjo un doble fenómeno en el ámbito teatral. Por una
parte, un notable interés por recuperar el teatro clásico y también la obra de autores como Valle Inclán o Lorca. Por otra,
la incorporación de nuevos autores que tienden hacia un teatro moderadamente renovador, como, por ejemplo, Sanchís
Sinisterra (¡Ay, Carmela!, 1986). Las principales líneas del teatro de finales del Siglo XX han sido: la pervivencia de autores
ya conocidos como Buero Vallejo (La Fundación) y también de autores de línea más realista y social como Adolfo
Marsillach o José L. Alonso de Santos (Bajarse al moro) y la aparición de una generación más joven de autores nuevos,
experimentales y vanguardistas, que empiezan a producir sus obras en los años 90, como Juan Mayorga o Rodrigo García y
que continúan protagonizando el panorama teatral de la actualidad.
Otra corriente que cabe destacar es el teatro posdramático de grupos como La tristura, creadores de espectáculos que
pretenden superar la idea de un teatro dominado por el texto, y tendencias como el desarrollo del teatro de improvisación
o el microteatro.