La Cólera del Pelida Aquiles: Introducción al Canto Primero de la Ilíada
El Canto Primero de la Ilíada de Homero se inicia con una invocación a la diosa (Musa) para que cante la cólera del Pelida Aquiles. El narrador, al pedir a la musa que cante, alude a la explicación mítica de la poesía, sugiriendo que la capacidad de un poeta para recitar tantos versos de memoria es inexplicable y de origen divino. El primer verso contiene un resumen de lo que acontecerá, una característica distintiva de la epopeya.
El Origen de la Peste y la Ofensa a Crises
La narración comienza explicando la peste que asola al ejército aqueo. La razón de esta calamidad es la ofensa de Agamenón a Crises, sacerdote de Apolo. Crises se adentra en el campamento aqueo para rescatar a su hija, Criseida, y lo hace bajo la protección de Apolo, pues de otro modo sería un acto suicida. Va ataviado como sacerdote, con su cetro e ínfulas divinas, lo que debería inspirar respeto. Además, su condición de anciano y suplicante también deberían garantizarle deferencia.
Crises, con una postura aparentemente conciliadora, desea a los aqueos la victoria en la guerra, una postura falsa. Sin embargo, Agamenón lo amenaza con no encontrarlo cerca de las cóncavas naves y le advierte que sus ínfulas no le valdrán. Esta actitud de Agamenón es un claro ejemplo de hybris, un exceso que lleva a un personaje a sobrepasar un límite sagrado. Agamenón no solo falta el respeto a Crises, sino también a Apolo, lo que desencadena graves consecuencias: la peste y, posteriormente, el abandono de Aquiles.
El Dilema de Agamenón y el Paralelismo Psicocósmico
Surge la pregunta: ¿por qué Agamenón ofende a Crises sabiendo las consecuencias? La respuesta radica en el concepto de areté (excelencia o virtud). Para Agamenón, devolver a Criseida es como manchar su areté, su recompensa; todos tienen y él no. No le importa si es ella u otra; es un tema de honor. Haga lo que haga, va a perder: si la devuelve, se mancha su areté, y si no, también.
Homero, con maestría, introduce un paralelismo psicocósmico, donde las ideas de Crises se complementan con el entorno natural. Se describe a Crises marchando «sin desplegar los labios, fuese por la orilla del estruendoso mar». Luego, Crises invoca a Apolo: «que paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas».
La Venganza de Apolo y la Primera Comparación Épica
La petición de Crises a Apolo podría interpretarse como una estricta equivalencia, casi un talión: una lágrima por una flecha. La primera aparición divina en la obra muestra a los dioses como antropomorfos: con carcaj en los hombros, forma humana. Apolo, enojado, hace que sus saetas resuenen sobre su carcaj (objetivación: no es necesario decir que está enojado).
Aquí se presenta la primera comparación de la literatura occidental: Apolo es comparado con la noche (nexo: «parecido a»; comparante: la noche). La semejanza radica en que la noche infunde miedo y es silenciosa. Apolo, dios de la luz, revela aquí su lado oscuro, su desnaturalización; vinculado a sanación y salud, comienza a matar. La peste, en el pensamiento mítico, es una consecuencia directa de la ofensa de Agamenón.
La Asamblea y la Revelación de Calcante
Después de nueve días de peste, en el décimo, Aquiles convoca una asamblea, una prerrogativa que, como jefe, debería haber correspondido a Agamenón. Este acto marca el inicio de un enfrentamiento indirecto entre Agamenón y Aquiles, cuya disputa ya se gestaba antes de la asamblea. En este contexto, se manifiestan los valores de Aquiles: su responsabilidad y coraje, lo que favorece su areté.
Convocan a Calcante, el adivino, quien pide protección a Aquiles. Aquiles se la concede, incluso si Calcante debe hablar de Agamenón (indirecta). Una vez que se conoce la razón de la peste, el problema inicial desaparece, pero surge uno nuevo: Agamenón exige otra recompensa. Calcante, al saberlo todo, no deja a Agamenón otra opción que devolver a Criseida, pues el adivino no se equivoca.
La Elocuencia de Agamenón y su Estrategia
La elocuencia de Agamenón es notable. A pesar de su enojo y su deseo de otra recompensa, su discurso es sereno. Afirma: «Quiero que el pueblo se salve», una declaración hipócrita para generar lástima. También reprocha a Calcante: «Nunca me has dicho nada grato», lo que demuestra su inteligencia al no cuestionar directamente al adivino, quien cuenta con el apoyo de todos. Agamenón incluso dice preferir a Criseida antes que a su esposa, para que la gente perciba su gran pérdida, aunque luego pida otra igual, lo que revela que Criseida no era tan valiosa para él. Al decir: «Consiento en devolverla», Agamenón intenta hacer creer que elige devolverla, cuando en realidad no tiene opción.
El Primer Enfrentamiento Directo: Aquiles vs. Agamenón
El primer enfrentamiento directo ocurre cuando Aquiles se levanta y expresa su desacuerdo, argumentando que no pueden darle otra recompensa. Agamenón, en respuesta, amenaza con robarle la suya, la de Áyax o la de Odiseo, siendo la de Aquiles su primera opción. Sin embargo, Agamenón añade: «Más sobre esto discutiremos otro día», un gesto que podría interpretarse como amistoso.
La discusión persiste, a pesar de que ambos podrían querer terminarla, porque la asamblea es pública y la gente influye mucho. El que deja de hablar se percibe como débil, lo que mancharía su areté. Aquiles, entonces, declara que no peleará por Agamenón, pues no es su guerra, y se queja de luchar más y ganar menos. Aquiles también se victimiza, pero tiene razones válidas para quedarse en la asamblea, ya que se le dio a elegir entre una vida larga sin gloria o una vida corta con gloria.
Agamenón, al mencionarle lo de Briseida, logra que la asamblea lo vea como más poderoso que Aquiles, reafirmando su autoridad y resolviendo el problema de su areté.
La Intervención Divina y la Sophrosyne de Aquiles
Cuando Aquiles «sacaba de la vaina la gran espada», se produce la segunda intervención divina, esta vez de Atenea. ¿Qué vio la asamblea? Aquiles saca la espada y la guarda, decidiendo no matar a Agamenón. Además, un acto así desataría un tremendo caos entre los aliados.
La asamblea percibe la gran capacidad de autocontrol de Aquiles, un concepto conocido como sophrosyne: mesura, prudencia y equilibrio, lo opuesto a la hybris. En este momento, el areté de Aquiles resplandece. Agamenón, en contraste, queda mal parado: comete hybris, rechaza la recompensa de Aquiles y muestra impaciencia, todo lo contrario a Aquiles. Así, se ofrece una explicación mítica del autocontrol de Aquiles, atribuida a la intervención divina.