Legado Artístico: Maestros del Gótico y el Trecento al Renacimiento Flamenco

Giotto di Bondone: Pionero del Trecento Italiano

Giotto di Bondone (1266-1337), figura central de la escuela florentina de pintura ítalo-gótica, que junto a la sienesa constituyó la pintura del Trecento (siglo XIV), es considerado uno de los grandes pintores de la historia universal. Giotto superó el carácter lineal y plano de la pintura precedente para dotar a sus composiciones de volumen y profundidad mediante una aplicación natural de la luz y el color.

Aunque residió preferentemente en Florencia, su fama le llevó a trabajar en diferentes partes de Italia. Así, hacia 1305, realizó una de sus grandes creaciones: la decoración interior, mediante pintura al fresco, de la Capilla de la Arena, en Padua.

Giotto rompió con los convencionalismos del estilo bizantino en una labor innovadora que se puede resumir en tres características fundamentales:

  • La monumentalidad y volumetría de sus figuras.
  • La expresividad de los rostros y la naturalidad de los gestos.
  • La representación de un espacio y un paisaje de fondo que enmarca las escenas e integra a las figuras en una composición unitaria.

Destacan también la Madonna Entronizada y sus pinturas murales de Asís sobre la vida de San Francisco.

Duccio di Buoninsegna: Maestro de la Escuela Sienesa

Duccio di Buoninsegna (1260-1319) fue un pintor de la escuela sienesa de pintura ítalo-gótica, que junto a la florentina constituyó el Trecento italiano (siglo XIV). Duccio se interesó menos por las formas naturales que por crear un estilo refinado y elegante, que desarrollaba la tradición del Gótico lineal, empleando a menudo los tradicionales fondos dorados. Fue el renovador de la escuela de Siena.

No se desvinculó de forma definitiva de los modelos bizantinos, como se puede apreciar en su obra Maestà, un gran retablo que realizó para la Catedral de Siena. Sus trabajos se caracterizaban por la sensibilidad del dibujo, la habilidad de la composición, una calidad decorativa similar a los mosaicos y una gran intensidad emocional. Destaca también La Madonna Rucellai.

Jan van Eyck: Iniciador de la Pintura Flamenca

Jan van Eyck (c. 1390-1441) es reconocido como el iniciador de la pintura flamenca del siglo XV. Nació hacia el año 1390 y trabajó en 1425 para Felipe el Bueno como pintor de cámara. Este estatus le concedió el beneficio de su respetable reputación, dándole una gran libertad artística. En 1432 se instaló en la ciudad de Brujas y murió años más tarde.

Su obra se destaca especialmente por su minuciosidad y por la carga psicológica que conllevan sus obras, llenas de vitalidad. Sus trabajos se componen fundamentalmente de retratos y escenas sacras.

Su primera tabla conocida fue firmada junto con su hermano Hubert van Eyck, quien la empezó, pero fue Jan quien la terminó tras su muerte. Esta obra, llamada Políptico del Cordero Místico, está compuesta por doce tablas, de las cuales ocho están pintadas también por detrás para verlas cuando se cierra el políptico. Destacan también el retrato El hombre con turbante rojo (1433) y El matrimonio Arnolfini (1434).

Rogier van der Weyden: Emoción y Estilo en el Gótico Flamenco

Rogier van der Weyden (1399-1464) es uno de los representantes más importantes de la pintura flamenca del siglo XV. En 1427 ingresó en el taller de Robert Campin, donde estuvo cerca de cinco años y obtuvo el título de maestro.

Sus obras se caracterizan por:

  • Centrar su atención en las figuras, creando personajes muy elegantes y estilizados.
  • Manifestar profundas emociones en sus personajes.
  • Un gran dominio de la composición, como lo demuestra en el cuadro del Descendimiento.
  • Gusto por detalles naturalistas muy cuidados.
  • Un color intenso y muy expresivo.

El Descendimiento es la tabla central de un tríptico del que no se conservan las puertas laterales. Lo pintó antes de 1435 para la capilla que la Cofradía de los Ballesteros tenía en una iglesia de la ciudad de Lovaina. Simula ser un grupo escultórico en un marco espacial de fondo dorado. Además del detallismo y tratamiento de las calidades textiles y las carnaciones, destaca esta obra por su composición, en la que un abigarrado grupo de personajes se desenvuelven con naturalidad en un reducido espacio.

Hieronymus van Aeken Bosch (El Bosco): La Imaginación Sin Límites

Hieronymus van Aeken Bosch (1450-1516), conocido en España como El Bosco, es el pintor más original de la escuela flamenca y su obra despertó un gran interés en Felipe II. En su pintura, el contenido es más importante que la forma, por lo que su estilo es más bien arcaico y contrasta con el de otros pintores flamencos.

Sus temas son alegorías de múltiples lecturas y significados, ya que parecen guardar relación con ideas alquímicas, sectas ocultas, supersticiones y creencias populares. Su imaginación no tiene límites en la creación de formas fantásticas y extrañas que funden lo humano con los mundos vegetal, animal y mineral. Sus paisajes están ejecutados desde un punto de vista muy alto, lo que le permite disponer de un amplio espacio para desarrollar una infinidad de escenas y detalles.

Destaca su obra maestra, El jardín de las delicias. En este tríptico:

  • A la izquierda se representa la creación de Adán y Eva.
  • En el centro, el jardín de las delicias.
  • La tabla derecha parece representar un inquietante infierno en el que tiene cabida todo tipo de torturas y horrores.

Gil de Siloé: Virtuosismo Escultórico Gótico en España

Gil de Siloé (activo entre 1486 y 1500) fue un escultor de origen flamenco que trabajó en Burgos, un gran centro de producción artística en la época. Su rasgo más característico fue el virtuosismo técnico con que tallaba tanto la madera como el alabastro, materiales a los que dotaba de unas cualidades técnicas inigualables.

Sus obras están consideradas de las más bellas y perfectas de toda la escultura gótica española. Entre ellas destaca el conjunto de esculturas realizadas para la Iglesia de la Cartuja de Miraflores en Burgos, fundada por Juan II de Castilla a mediados del siglo XV.

Se trata del retablo mayor y dos sepulcros monumentales: el de Juan II e Isabel de Portugal, y el del Infante Alfonso, padres y hermano de Isabel la Católica, quien encargó las obras. El retablo de la Cartuja de Miraflores (1496-1499) fue tallado en madera por Gil de Siloé y su taller. El pintor Diego de la Cruz fue el responsable del dorado y policromado. Los sepulcros fueron realizados en alabastro.