España ante la Revolución Francesa y la Era Napoleónica (1789-1814)

El Miedo a la Revolución en España

Impacto de la Revolución Francesa en España

Lo ocurrido en la Revolución Francesa asustó a las autoridades españolas ante la posibilidad de que el movimiento se extendiera. Aunque la mayoría de los ilustrados españoles no eran partidarios de la Revolución, sino de una política de reformas dentro de los márgenes del Antiguo Régimen. No obstante, se notaba una simpatía creciente hacia las ideas revolucionarias por parte de los burgueses ilustrados. Mientras tanto, las malas cosechas castigaban a las clases populares y alarmaron al gobierno por si se producía un estallido antimonárquico. Esto se manifestó en las Cortes para proclamar al nuevo monarca Carlos IV.

La Política de Aislamiento de Floridablanca

De nuevo, fueron cortadas las relaciones con Francia. La Inquisición amenazó a los ilustrados sospechosos y cerró el país a la propaganda política. Jovellanos aprovechó su estancia en Asturias para escribir su informe sobre la Ley Agraria. Todas las publicaciones francesas eran perseguidas, lo que causó mayor interés en el público. Se bloqueó la salida de España a los jóvenes que querían estudiar fuera y la entrada de profesores. Este miedo creció tanto que se llegó a prohibir el estudio del francés y se evitaron lecturas contrarias a la monarquía. La prensa negó el permiso de edición de periódicos de carácter político y prohibió las actividades de las Sociedades Económicas de Amigos del País.

La incapacidad de Floridablanca para neutralizar la propaganda revolucionaria hizo que Carlos IV encomendara el gobierno al Conde de Aranda. Este procuró mejorar las relaciones con Francia para contener la Revolución y salvar a Luis XVI, pero exaltó los ánimos monárquicos y en 1792 se proclamó la República.

Godoy: De la Guerra a la Alianza con Francia

Godoy asumió en 1792 el cargo de Primer Secretario de Despacho. Su actitud fue la de un típico gobernante del despotismo ilustrado, temeroso de la Revolución y, por otro lado, promotor de medidas de reforma educativas y económicas. Fue siempre odiado y rechazado por los ilustrados y los absolutistas.

La Guerra de la Convención: Anulados los Pactos de Familia tras la ejecución de Luis XVI, España rompió sus lazos con Francia y declaró la Guerra de la Convención, que tendría sus predicadores laicos y eclesiásticos. El ejército del General Ricardos avanzó sobre la Cataluña francesa. La alianza coyuntural no amortiguó los recelos hacia Gran Bretaña, y la diplomacia de Londres quería forzar un enfrentamiento contra la flota de Francia para asegurarse el dominio del comercio de los mares del mundo.

En tierra, pronto llegaron los reveses y las fuerzas de la Convención ocuparon buena parte de Cataluña hasta la formación de comités de defensa en Barcelona. Preocupados por los rápidos avances del enemigo, Godoy intentó parar la guerra y llegó a un acuerdo con los franceses en la Paz de Basilea. Un año después, en el Pacto de San Ildefonso, restauró la alianza franco-española para luchar contra Inglaterra. Mientras la Corona se desprestigiaba, Godoy devolvió a la corte el espíritu reformista: apoyó la Ley Agraria, suprimió algunos impuestos y formó un gobierno con los más distinguidos ilustrados.

Crisis Económica y Fiscal en el Reinado de Carlos IV

El reinado de Carlos IV produjo una subida de los precios de los alimentos y una insostenible situación financiera del Estado. Debido a la escasa oferta de tierra y al crecimiento de la población y la demanda, subió el precio de las propiedades agrarias; se trata de la crisis de subsistencia. El déficit del Estado se manifestó en la emisión continua de títulos de deuda pública. La primera emisión se amortizó sin problemas, pero las emisiones se dispararon, su cotización bajó y la deuda aumentó.

En 1798, el Estado vendió bienes de los organismos eclesiásticos; fue la primera venta de propiedades de la Iglesia en beneficio del Estado (con lo que se inauguró la era de las desamortizaciones). Lo recaudado era para atender el pago de la deuda creciente del Estado. Esto se prolongó hasta 1808 y benefició a los comerciantes y terratenientes.

La Alianza con la Francia Napoleónica

A partir de la toma de poder de Napoleón Bonaparte, la debilidad de Carlos IV obligó a Godoy a dirigir la invasión de Portugal (Guerra de las Naranjas). Además, España se vio en otra guerra no deseada donde su flota cayó destrozada en la Batalla de Trafalgar. Los desastres bélicos y el disgusto del clero unieron a la oposición en torno al Príncipe de Asturias (Fernando VII), quien no congeniaba con Godoy. Otros españoles ponían esperanzas en Napoleón.

En el Tratado de Fontainebleau, Godoy autorizó el acantonamiento de tropas francesas en España. La delicada situación de Godoy favoreció el asalto al poder de Fernando VII, y soldados, campesinos y servidumbre del palacio organizaron un Motín de Aranjuez que forzó la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Napoleón no reconoció a Fernando, y Carlos IV se arrepintió de su abdicación, en tanto las tropas francesas entraban en Madrid. Forzando a padre e hijo a arreglar sus diferencias en Bayona. Como no fue posible, Napoleón obligó a que le traspasaran el trono, que entregó a su hermano José Bonaparte en las Abdicaciones de Bayona.

La Guerra de la Independencia Española (1808-1814)

La Guerra de la Independencia fue un conflicto bélico desarrollado entre 1808 y 1814 dentro de las Guerras Napoleónicas, que enfrentó a las potencias aliadas de España, Portugal y Reino Unido contra el Primer Imperio Francés, que pretendía poner en el trono al hermano de Napoleón (José Bonaparte). La salida de la Familia Real española en dirección a Francia, donde se debía reunir con Napoleón, enfureció tanto a los madrileños que el 2 de mayo de 1808 se levantaron contra las fuerzas francesas ocupantes de la capital. Pocas horas después, el General Murat suprimía la revuelta fusilando a centenares de personas como escarmiento. Al conocerse las Abdicaciones de Bayona y los sucesos de Madrid, los levantamientos antifranceses se extendieron por toda España. Estos levantamientos acabaron en una guerra generalizada por todo el territorio español con un trágico balance de víctimas. Fue una guerra nacional y popular, pero no revolucionaria, y al mismo tiempo un conflicto internacional.