LOS MOVIMIENTOS FASCISTAS
En los años 20, la mayoría de los estados europeos, con la excepción de Rusia y Turquía, tenían regímenes democráticos. Sin embargo, de estos, solo once sobrevivían a finales de la década de los 30. Entre las dictaduras de esos años, merecen especial atención las de los países más desarrollados: Italia y Alemania, ambas de signo totalitario y de partido único.
Características comunes de estos regímenes incluían:
- La subordinación de los individuos al Estado.
- La negación de los derechos individuales.
- La exaltación del líder carismático.
Se intentaba convencer a los ciudadanos de que sus males provenían del exterior, identificando como enemigos al marxismo, el judaísmo y el capitalismo. Se fomentaba un nacionalismo exaltado, que derivaba con facilidad en el imperialismo, y se orientaba la propaganda a favor de la xenofobia. Los ideales del periodo de la Ilustración, pilares de la civilización occidental, eran rechazados por los fascismos.
EL FASCISMO ITALIANO
Sus comienzos
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Italia estaba sumida en una grave crisis económica y social. El Estado se hallaba fuertemente endeudado por los gastos de la guerra. La gran industria tenía problemas para reconvertirse hacia actividades no bélicas. En 1919, Benito Mussolini, que anteriormente había sido expulsado del partido socialista, fundó en Milán el partido fascista. En las elecciones de ese año no consiguieron ni un solo escaño, lo que obligó al líder a reorientar su política y erigirse como defensor del orden frente a la agitación social.
El gobierno confiaba en que la recuperación económica solucionaría las tensiones sociales y decidió no intervenir en las revueltas. En este contexto surge el squadrismo, un sistema de grupos paramilitares fascistas utilizado para ir debilitando poco a poco la autoridad del Estado y hacer frente al percibido peligro comunista. Algunos políticos pensaron que el fascismo podría ser el contrapeso en la lucha contra el socialismo y que los fascistas acabarían por integrarse en las filas liberales. A finales de 1921, el jefe de gobierno dimitió y la situación económica y social mejoró, lo que paradójicamente podía perjudicar a los fascistas al disminuir la tensión social.
1922: La Marcha sobre Roma
Los años 1921 y 1922 estuvieron fuertemente marcados por la violencia fascista. Al anunciarse la huelga general de agosto de 1922, los fascistas comunicaron al gobierno que si no la impedía en un plazo de 48 horas, ellos sustituirían al Estado. Y así fue: los squadristi mantuvieron los servicios públicos, como transportes y correos. Estas acciones contaron con la aprobación de las clases medias.
En octubre de 1922, Mussolini ordenó a sus milicias que marcharan sobre Roma, con la advertencia de no disparar sobre el ejército. El gobierno declaró el estado de sitio e intentó hacer frente a la insurrección. Sin embargo, el rey Víctor Manuel III se negó a firmar el decreto de estado de sitio y encargó formar gobierno a Mussolini, quien recibió la confianza del parlamento. En las elecciones de 1924, celebradas en un clima de intimidación, los fascistas y sus aliados ganaron por una diferencia de más del doble de votos sobre los partidos no fascistas.
1924: El Fascismo en el Poder
Al abrirse las sesiones en el parlamento tras las elecciones de 1924, el diputado socialista Giacomo Matteotti denunció la gestión del gobierno de Mussolini y la violencia electoral, realizando una crítica demoledora que tuvo un gran eco en Italia. A los pocos días fue secuestrado y asesinado por militantes fascistas. En enero de 1925, Mussolini asumió públicamente toda la responsabilidad política, moral e histórica por lo sucedido, marcando el inicio de la dictadura abierta. Después, prohibió los partidos no fascistas, excluyó del parlamento a los opositores y suspendió la libertad de prensa. En 1926 concentró todo el poder. El rey perdió parte de sus prerrogativas y el parlamento se convirtió en un órgano meramente consultivo. Se afirmó la primacía del Estado, encarnado en un jefe de Estado todopoderoso (Il Duce). Los órganos del partido fascista se convirtieron en órganos del gobierno y las escuadras fascistas llegaron a tener un rango similar al del ejército.
El Estado ejercía un férreo control sobre el mundo laboral.
La Obra del Fascismo
La represión fascista en Italia, aunque severa, nunca tuvo la intensidad ni la sistematicidad de la Alemania de Hitler o la Rusia de Stalin. Las relaciones con la Iglesia Católica mejoraron significativamente con los Pactos de Letrán (1929), reconociendo la independencia de la Santa Sede, su soberanía sobre la Ciudad del Vaticano, y otorgándole una compensación económica.
La política económica del régimen fascista entró en una fase dirigista y autárquica. En la agricultura, se emprendieron campañas como la “batalla del trigo” y se roturaron nuevas tierras para cultivo. En el sector industrial, se crearon una serie de grandes conglomerados estatales o paraestatales (trusts) para mantener el control estatal de la producción. Se creó el Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI) para ayudar a las empresas con dificultades y controlar sectores estratégicos. Se limitó la emigración y se puso en marcha un programa de fomento de la natalidad. Se suprimieron las huelgas y los sindicatos independientes fueron sustituidos por corporaciones fascistas obligatorias que agrupaban a patronos y obreros.
EL NAZISMO ALEMÁN
Sus Orígenes
Sin duda, la Gran Depresión económica iniciada en 1929 dio a Adolf Hitler y al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) su gran oportunidad. Para hacer frente al pago de las indemnizaciones de guerra, Alemania acumulaba una fuerte deuda exterior y una gran inestabilidad económica. En las elecciones presidenciales de 1932, Hitler presentó su candidatura; aunque no resultó elegido presidente (fue Hindenburg), su partido demostró una creciente fuerza electoral. La clase media empobrecida y la pequeña burguesía, temerosas del comunismo y desencantadas con la República de Weimar, apostaron cada vez más por él.
A lo largo de 1932 tuvieron lugar dos elecciones parlamentarias; en ambas, los nazis se convirtieron en la fuerza más votada, con más del 30% de los votos, aunque sin mayoría absoluta para gobernar. En enero de 1933, el presidente Hindenburg, presionado por círculos conservadores, encargó a Hitler la formación de gobierno, nombrándolo Canciller.
El Acceso al Poder
En tan solo seis meses, Hitler barrió a toda la oposición y se hizo con todos los resortes del Estado. Creó la policía secreta del Estado, la GESTAPO. El carácter totalitario del régimen nazi fue incluso mayor que en la Italia fascista.
Elementos Clave del Nazismo:
- Un antisemitismo visceral y racial, que consideraba a los judíos como el origen de todos los males.
- El mito de la superioridad de la raza aria.
- Un nacionalismo radical y expansionista, con el objetivo de crear un “espacio vital” (Lebensraum) para Alemania.
Hitler, desde el poder, instauró rápidamente una dictadura radical. Se convocaron nuevas elecciones en marzo de 1933 que, en un ambiente de intimidación (con el edificio del Reichstag incendiado poco antes, hecho atribuido a los comunistas), fueron controladas en gran medida por las milicias nazis. En ellas, el partido nazi consiguió 288 diputados; aunque no era una mayoría absoluta por sí solo, sumados a sus aliados conservadores, les otorgó la mayoría parlamentaria necesaria. Poco después, la cámara aprobó la Ley Habilitante, que otorgaba a Hitler plenos poderes legislativos para gobernar por decreto durante cuatro años. Se instauró el partido único (el NSDAP) y Hitler proclamó el III Reich.
La noche del 30 de junio de 1934, conocida como la «Noche de los cuchillos largos», fueron asesinados, por orden de Hitler, numerosos opositores internos y posibles rivales dentro del propio partido nazi, especialmente líderes de las SA (como Ernst Röhm) y figuras conservadoras críticas. Las relaciones con las iglesias cristianas fueron difíciles; aunque se firmó un concordato con la Iglesia Católica, el régimen promovió una ideología neopagana y persiguió a clérigos opositores, mientras que la Iglesia Luterana se vio dividida. Muchas instancias eclesiásticas condenaron, al menos en parte, el racismo y el antisemitismo, aunque la oposición organizada fue limitada.
La Política Económica
Bajo el régimen nazi, se produjo un importante aumento de la inversión pública, especialmente en obras públicas (como las autopistas o Autobahnen) y, fundamentalmente, en la industria de armamento. El paro se redujo drásticamente, pasando de más de 6 millones en 1933 a, según el texto original, 4 millones en 1936 (otras fuentes indican una reducción aún mayor), en gran medida gracias al rearme y a la expansión de las industrias bélicas. Se produjo una recuperación económica que mejoró las condiciones de trabajo y vivienda de forma notable para ciertos sectores de la población alemana (excluyendo a judíos y otros perseguidos).
Los empresarios conservaban la propiedad, la dirección y los beneficios de las empresas, pero el Estado controlaba los precios, los salarios, el mercado de trabajo y el comercio exterior. Se recurrió a un fuerte proteccionismo y se implementaron complejos sistemas de control de divisas; a los acreedores extranjeros se les pagaba con frecuencia con marcos bloqueados, que solo servían para comprar productos alemanes, fomentando así una especie de autarquía.
EL EXPANSIONISMO ALEMÁN E ITALIANO. LOS VIRAJES HACIA LA GUERRA
A partir de 1933, Alemania e Italia se convirtieron en protagonistas esenciales y desestabilizadores de la política exterior internacional. Frente a ellas, la actitud de las potencias democráticas, como Francia y Reino Unido, estuvo dominada durante mucho tiempo por un deseo de apaciguamiento, que subestimaba o ignoraba el peligro real representado por estas dos naciones totalitarias. El representante más caracterizado de esta postura fue el Primer Ministro británico, Neville Chamberlain.
En 1933, Alemania se retiró de la Sociedad de Naciones. En 1934, al firmar un pacto de no agresión con Polonia, Alemania debilitó la tradicional alianza de este país con Francia. En 1935, Alemania anunció oficialmente su rearme, violando el Tratado de Versalles, y reintrodujo el servicio militar obligatorio. Ese mismo año, la Italia de Mussolini invadió Etiopía, ante la débil respuesta de la Sociedad de Naciones.
En marzo de 1936, Hitler ordenó la ocupación militar de Renania, la zona desmilitarizada al oeste del Rin, sin encontrar oposición militar por parte de Francia o Reino Unido. La Guerra Civil Española (1936-1939) jugó un papel decisivo en la evolución de las relaciones internacionales, sirviendo de campo de pruebas para el armamento alemán e italiano y consolidando la alianza entre ambas dictaduras. Alemania e Italia pactaron el denominado Eje Roma-Berlín en octubre de 1936. Ese mismo año, en noviembre, Alemania y Japón firmaron el Pacto Antikomintern, dirigido contra la Internacional Comunista (y, por extensión, la URSS), al que Italia se adheriría en 1937.
En marzo de 1938, Alemania se anexionó Austria (el Anschluss). En 1937, Japón había intensificado su invasión de China, dando inicio a la Segunda Guerra Sino-Japonesa. Concluida la Guerra Civil Española en abril de 1939, Italia invadió y anexionó Albania.
La crisis que estuvo más cerca de provocar una guerra generalizada antes de 1939 fue la de Checoslovaquia en 1938. Hitler exigió la cesión de la región de los Sudetes, habitada por una importante minoría de lengua alemana. Los checos, que contaban con alianzas con Francia y la URSS, se prepararon para resistir. En la Conferencia de Múnich (septiembre de 1938), Alemania, Italia, Francia y Reino Unido acordaron la cesión de los Sudetes a Alemania, sin la participación de Checoslovaquia. El deseo de mantener la paz a toda costa hizo ceder a las potencias occidentales, y el país fue desmembrado (y posteriormente, en marzo de 1939, completamente ocupado por Alemania). Esta vez sí, Francia e Inglaterra comprendieron la inminencia de la guerra y comenzaron a rearmarse aceleradamente y a ofrecer garantías a otros países amenazados, como Polonia.
El día 23 de agosto de 1939, Alemania y la Unión Soviética firmaron un pacto de no agresión (Pacto Ribbentrop-Mólotov), que incluía cláusulas secretas para el reparto de Polonia y otras zonas de Europa Oriental. Este pacto dejó las manos libres a Hitler para invadir Polonia el 1 de septiembre de 1939, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial en Europa.
EL EXPANSIONISMO JAPONÉS
Los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial en Oriente deben buscarse en la política expansionista de Japón, que culminó con la invasión a gran escala de China en 1937 (inicio de la Segunda Guerra Sino-Japonesa). A partir de su victoria sobre Rusia en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905), Japón se consolidó como una potencia mundial. Sin embargo, fue a partir de la década de 1930 cuando su expansionismo se convirtió en una amenaza directa para la estabilidad mundial.
En septiembre de 1931, Japón invadió Manchuria, una región del noreste de China, estableciendo el estado títere de Manchukuo. Previamente, en 1911, el Imperio Chino había sido derribado, constituyéndose una república muy inestable que supuso la fragmentación del país y luchas internas entre señores de la guerra y facciones políticas (como el Kuomintang y el Partido Comunista Chino).
En 1933, Japón se retiró de la Sociedad de Naciones tras la condena de esta por la invasión de Manchuria, siguiendo un camino similar al de Alemania. Japón fue uno de los países industrializados que, aunque afectado por el crack económico de 1929, logró gestionar su impacto mediante una combinación de políticas de estímulo interno, devaluación de su moneda y, crucialmente, una agresiva expansión militar y económica en Asia Oriental, buscando asegurar mercados y recursos naturales.