El Barroco Literario Español: Características, Autores y Obras Clave del Siglo XVII

El Barroco: Contexto y Estilo Literario

Se denominó el Barroco al movimiento artístico y cultural que se desarrolló durante el siglo XVII. Desde un punto de vista temático, en esta época se mantuvieron los temas y tópicos del Renacimiento, pero tratados con un profundo pesimismo existencial derivado de la enorme crisis económica y social del periodo. Por ello, el tema de la brevedad de la vida y la idea de la muerte fue una constante en esta literatura.

La estética barroca buscó el dinamismo, el contraste y la exageración. El lenguaje literario rechazó la sencillez y el equilibrio renacentista a cambio de expresiones cargadas de ingenio y originalidad. Destacó el gusto por imágenes que mostraban la oposición de contrarios, la acumulación de recursos retóricos, los juegos verbales o las exageraciones, llegando incluso a la deformación o caricaturización de la realidad.

La Lírica Barroca: Corrientes y Autores Principales

La decadencia en la que estaba sumida España estimuló la creatividad de los grandes líricos del siglo. Dos aspectos ayudaron al florecimiento de la lírica: por una parte, la institución del mecenazgo, es decir, el afán de los aristócratas de rodearse de poetas, lo que generó toda una poesía dedicada a cantar las fiestas palaciegas; por otra parte, la Iglesia, que favoreció el desarrollo de la lírica organizando justas en honor a santos, festividades religiosas, etc.

El Barroco no supuso una ruptura manifiesta con el pasado inmediato. Los autores barrocos se beneficiaron de los géneros y de la métrica tradicional, por lo que abundaron los romances de todo tipo (amorosos, religiosos, burlescos y prostibularios); el cancionero tradicional cedió sus temas al teatro, y también el teatro tomó de la poesía culta castellana los metros y sus décimas, redondillas y quintillas; la lírica popular prestó sus letrillas y villancicos. Los poetas barrocos admiraron la poesía culta y petrarquista, dando lugar a una corriente burlesca que supuso la desintegración del petrarquismo, y otra corriente seria en metros italianos que presentó varias direcciones:

  • Poesía amorosa: De carácter petrarquista, que continuó el camino abierto por Garcilaso y Herrera, de la que participaron los autores fundamentales de este siglo: Góngora, Quevedo y Lope.
  • Poesía moral: Basada en Horacio y el neoestoicismo, cultivada, entre otros, por Quevedo y caracterizada por el equilibrio formal y el didactismo.
  • Poesía culterana: Góngora fue su máximo exponente y se caracterizó por el colorismo y la sonoridad.

Corrientes Estilísticas de la Lírica Barroca

a) El conceptismo se basó en la asociación ingeniosa y sorprendente de ideas y palabras. La lengua poética se apartó del lenguaje común mediante el uso de un léxico racionalista que buscaba el significado y no la emoción, la creación de palabras mediante la composición y la derivación inesperada o el empleo de múltiples recursos retóricos, como metáforas, antítesis, personificación, paralelismos, hipérbatos, hipérboles… El máximo exponente de esta corriente fue Francisco de Quevedo.

b) El culteranismo, por su parte, fue un arte deliberadamente elitista. Tomó su nombre de uno de sus rasgos más característicos, el uso de cultismos, y se caracterizó por el uso abundante de cultismos por la expresividad significativa que aportaban y por su valor musical; el uso de la sintaxis latinizante, de gran complicación y léxico colorista; y el empleo de recursos retóricos, como metáforas, aliteraciones, hipérbatos… Su principal cultivador fue Luis de Góngora.

Grandes Figuras de la Poesía Barroca

Luis de Góngora: Innovación y Culteranismo

Luis de Góngora fue el poeta más innovador del Barroco español. Sus obras despertaron la polémica y en ellas cultivó todos los subgéneros poéticos de su tiempo:

  • Letrillas y romances: En sus composiciones populares, Góngora cultivó temas muy distintos: romances, caricatura y sátira de costumbres de la época. Hubo también composiciones de asunto religioso, amoroso y cortesano. En su producción destacó la extensión de algunos romances, entre ellos la Fábula de Píramo y Tisbe, de tema mitológico y en el que parodió Las metamorfosis de Ovidio. En este romance, Góngora fundió sus tendencias culta y popular, creando un híbrido de seriedad y humor poéticos.
  • Sonetos: El soneto fue en Góngora, como en la mayoría de los poetas de la época, la composición breve más usada, pues la versatilidad de esta composición la hacía adecuada para cualquier tema. De los más de doscientos sonetos que escribió destacaron aquellos en los que reelaboró motivos de la tradición petrarquista, como el carpe diem, o la advertencia sobre los peligros del amor.
  • Soledades: Escritas en silvas, el protagonista fue un joven errante que llegó, tras ser rechazado por una mujer y un naufragio, a un lugar campestre donde convivió con cabreros, labradores y pescadores. Aunque el poema resultó de difícil interpretación, pareció que Góngora enalteció la vida en el campo frente a la degradación de la vida urbana, de acuerdo con el tópico del menosprecio de corte.
  • Fábula de Polifemo y Galatea: Este poema relató en octavas reales el amor del cíclope Polifemo por la ninfa Galatea, enamorada de Acis. El cíclope, cuando descubrió a los jóvenes, mató a Acis arrojándole una roca y los dioses lo transformaron en río.

En los poemas mayores (Soledades y Fábula de Polifemo y Galatea) se manifestaron con mayor claridad los rasgos del estilo gongorino o culteranismo.

Francisco de Quevedo: Versatilidad y Conceptismo

De todos los poetas barrocos, Francisco de Quevedo fue sin duda el más versátil en el tono, que abarcó desde la sátira hiriente y mordaz hasta la reflexión hondamente religiosa, pasando por la sobriedad de aire clásico. Sus casi novecientos poemas se agruparon en tres subgrupos: poemas morales y religiosos, amorosos y satíricos y burlescos.

  • Poesía moral y religiosa: Estos poemas se situaron en el cruce entre el estoicismo y la moral cristiana. Estuvieron escritos en un tono grave y angustiado y desarrollaron temas típicamente barrocos (fugacidad de la vida, inevitabilidad de la muerte o la vanidad de las apariencias, de los bienes materiales y del mundo sensible), utilizando diversos tópicos (tempus fugit, quotidie morimur, memento mori o vita somni). La poesía religiosa de Quevedo estuvo marcada por el dolor del arrepentimiento de su vida pasada. En ella se destacó la figura de Cristo: el Cristo crucificado, el Cristo muerto que iba a ser sepultado, el Cristo que clamó a Dios antes de morir.
  • Poesía amorosa: Quevedo practicó la poesía de corte petrarquista, atraído por el lenguaje de fuertes contrastes conceptuales y paradojas, típico de la concepción del amor cortés. En este grupo, destacaron los poemas del ciclo Canta sola a Lisi, dedicados a una amada fingida que, como la Laura de Petrarca, unió a su tópica belleza la frialdad de su desdén. En algunas composiciones de esta serie se desarrolló una visión metafísica, trascendente, del amor, que perduró más allá de la muerte.
  • Poesía satírica y burlesca: Quevedo abordó esta temática en diversos moldes formales, que incluyeron sonetos, letrillas, décimas y jácaras en los que se intensificaron los juegos de palabras y las metáforas grotescas o caricaturescas. Esta poesía comprendió parodias de la poesía petrarquista y culterana, versiones burlescas de fábulas mitológicas y poemas que satirizaron tipos sociales o vicios.

La Prosa Barroca: Géneros y Representantes

En la segunda mitad del siglo XVI y la primera del siglo XVII, en España convivieron una serie de subgéneros narrativos: libros de caballerías, novelas pastoriles, novela morisca, novelas bizantinas y de aventuras… Entre las manifestaciones más características de la época barroca, hemos de destacar:

La Novela Picaresca

Frente al predominio de la narrativa idealista en el siglo anterior, en el Barroco se impuso la novela picaresca. Esta novela fue reconocida como género cuando los lectores reconocieron las características de la picaresca en Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, que, publicado en dos partes (1599 y 1604), narró en primera persona las vicisitudes del arrepentido Guzmán: su existencia de hijo de “gallarda moza” y genovés, que fue pasando por diferentes amos, contrajo matrimonio, fue ladrón… hasta que se le llevó a galeras y posteriormente, ya arrepentido, se le puso en libertad. Mateo Alemán adoptó algunas características del Lazarillo que configuraron el género picaresco: la narración autobiográfica en primera persona que ofreció el punto de vista del pícaro; el carácter de antihéroe de un protagonista de origen innoble; la estructura de viaje y de servicio de amos; el proceso de deformación del héroe, la justificación de la obra como explicación de un “caso” final… Mateo Alemán agudizó, sin embargo, la intención de adoctrinar a la vez que entretener al incluir numerosas digresiones moralizadoras. Tras el éxito del Guzmán de Alfarache se multiplicó la publicación de obras picarescas que fueron aportando matices al género. Otra importante novela que introdujo considerables cambios en el molde picaresco fue la Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños, de Quevedo, que se publicó en 1626. La obra, cuya finalidad fue básicamente estética, constituyó un muestrario de recursos del conceptismo que su autor utilizó para hacer reír. Careció, pues, de intención moral y presentó personajes caricaturizados, incluido el protagonista, Pablos, que ni evolucionó ni explicó caso alguno para justificar la narración de su vida.

La Novela Corta

La generalización de la imprenta y la aparición de un público amplio que buscaba en la literatura amenidad propiciaron el cultivo de la novela corta, cuyo precedente fueron las Novelas ejemplares de Cervantes. Sus rasgos principales fueron el predominio de la temática amorosa y la importancia de la acción, la búsqueda del entretenimiento y la presencia de un marco narrativo que otorgó unidad al conjunto de relatos. Entre los cultivadores de este tipo de novela destacó la escritora madrileña María de Zayas, que escribió Novelas amorosas y ejemplares (1637) y Desengaños amorosos (1647). Sus dos principales aportaciones al género fueron la ruptura del final feliz y la defensa del derecho de la mujer tanto a las armas como a las letras.

La Prosa de Ideas

Desde la segunda mitad del siglo XVII se asistió a un retroceso de la novela en España, que anunció la práctica desaparición de este género durante el siglo XVIII. El interés por la realidad circundante o el deseo de evasión dieron paso a la reflexión moral (La cuna y la sepultura, de Quevedo) o política. Ello se tradujo en el auge de la llamada prosa doctrinal o de ideas, cuya figura central fue Baltasar Gracián.

Baltasar Gracián: El Ingenio y la Moral

En su prosa, extremadamente conceptista, se mostraron los recursos propios de esta tendencia: el gusto por el juego intelectual de ideas y de palabras, el rechazo de lo vulgar, la obsesión por el ingenio y por atraer al lector mediante enigmas. Todo ello hizo que su literatura fuera complicada. Su lenguaje, muy cuidado, tendió a la condensación (“Lo bueno si breve, dos veces bueno. Y aun lo malo, si poco, no tan malo”) y pretendió enseñar sobre cuestiones relacionadas con la prudencia y la razón para que los seres humanos llegaran a la superación personal. Pesimista, consideró que el hombre era débil y miserable, y pretendió facilitarle recursos para valerse ante la malicia ajena. Él mismo indicó que sus escritos fueron para lectores selectos: ¡Oh, gran sabio el que se descontentaba de que sus cosas agradasen a los muchos! Por ello utilizó la dificultad, con la intención de que el lector se esforzara. Entre sus obras destacó el Criticón, compleja obra publicada en tres partes que narró una historia que funcionó como alegoría de la existencia humana. Critilo y Andrenio, padre e hijo, dos personajes que simbolizaron la Razón y la Naturaleza respectivamente, emprendieron un largo peregrinaje por distintos países hasta llegar a la Isla de la Inmortalidad. Los múltiples episodios, símbolo de los avatares y decisiones morales a los que el hombre debía hacer frente a lo largo de sus días, sirvieron a Gracián para dar curso a su visión desolada del mundo.

El Teatro Barroco: Esplendor y Profesionalización

El teatro alcanzó su máximo esplendor en el Barroco. Durante todo el siglo, la tendencia al espectáculo propia de la ideología barroca se concretó en fiestas cortesanas y religiosas, cuyo despliegue escenográfico podía ser impresionante. También había fiestas de carácter popular, como las de toros y los juegos de cañas, a los que el público español mostraba gran afición. En este ambiente, el teatro entró en el circuito económico y se convirtió en un lucrativo negocio: autores, actores, poetas, entre otros, tenían en él su medio de vida. En este contexto, el sevillano Lope de Rueda fue el creador del subgénero dramático conocido como paso o entremés. Los pasos fueron piezas cómicas breves protagonizadas por personajes tipificados: el bobo o simple (antecedente del gracioso de la comedia nueva), el cornudo, el estudiante, el rufián… El entremés, cultivado a finales del siglo por Cervantes, encontró su lugar en las representaciones barrocas durante los entreactos de la comedia principal. Fue entonces cuando aparecieron en mayor medida lugares específicos de representación, los corrales, con su organización administrativa y económica. En ellos tenía lugar el espectáculo teatral, conglomerado de formas teatrales, cuya parte central era la comedia, que satisfacía en gran medida el gusto del público. Sus alborotos contribuían al ruido del espectáculo, fomentando la sensación de celebración colectiva: comer, beber, pelearse, arrojar objetos al escenario o a la cazuela era habitual. La diversión y la fiesta contribuían a la evasión de una realidad poco satisfactoria. La apertura de los corrales hizo posible la profesionalización del teatro. Los actores se reunían en compañías de muy diversa condición. En general, eran contratados por el autor o empresario y siempre representaban el mismo personaje. Los textos los escribían los poetas, quienes al venderlos perdían sus derechos sobre la obra, que el autor o empresario podía modificar a su antojo. Las comedias duraban poco en cartel, lo que incrementó la producción teatral, que en muchos casos se adecuó a las exigencias del mercado. La representación tenía lugar a la luz del sol y los actos o jornadas de la comedia principal alternaban con distintos subgéneros del teatro breve.

Estructura de la Representación Teatral

La estructura de la representación era la siguiente:

  1. Loa: Un único actor ensalzaba la comedia que iba a ser representada.
  2. Primer acto de la comedia.
  3. Entremés: Pieza breve y jocosa, protagonizada por personajes ridículos de baja condición social.
  4. Segundo acto de la comedia.
  5. Jácara: Romance protagonizado por malhechores o prostitutas, que ofrecía una visión degradada del mundo.
  6. Tercer acto de la comedia.
  7. Mojiganga: Especie de procesión profana y burlesca con elementos del carnaval, que se celebraba a modo de fin de fiesta.

La Comedia Nueva: Fórmula y Personajes

El término comedia se utilizaba para denominar a todas las obras teatrales que se representaban en los corrales, fueran comedias propiamente dichas, tragedias, tragicomedias o dramas. Los textos respondieron a la fórmula consolidada por Lope de Vega en su Arte nuevo de hacer comedias, la llamada comedia nueva. Las obras que se ajustaron a esta fórmula teatral se estructuraron en tres actos, estuvieron escritas en verso, no respetaron la regla de las tres unidades, combinaron lo trágico y lo cómico, presentaron como temas principales el amor y el honor, desarrollaron argumentos muy variados, tomados de fuentes diversas (la historia, la Biblia, la mitología…) y persiguieron una doble finalidad: entretener al pueblo en una época de crisis y difundir la ideología de las clases dominantes. Los personajes de la comedia formaron una galería de figuras que solía organizarse en los dos planos clásicos, el de los señores y el de los criados:

  • El rey y el poderoso: noble que podía provocar un conflicto social.
  • El caballero (padre, hermano o esposo) y el villano o labrador rico: cuyo honor radicaba en la “limpieza de sangre” y que debía velar por el honor de la dama. Si había afrenta, debía vengarse. Cumplió, pues, la misión de mantener el orden social.
  • La pareja amorosa: el galán y la dama.
  • El gracioso o “figura del donaire“: criado del galán, su contrafigura. Su versión femenina fue la criada, confidente y acompañante de la dama. El gracioso cumplió varias funciones: permitió el diálogo y la expresión de las inquietudes del galán protagonista, le sirvió de contrapunto cómico, medió entre el público y la ficción, e incluso tradujo los momentos dramáticos más complejos al lenguaje común.

Grandes Dramaturgos del Barroco

Lope de Vega: El Fénix de los Ingenios

Lope de Vega fue el creador de la comedia española. Estableció que la finalidad del arte dramático era dar gusto al público y consiguió aunar lo popular y lo culto en una síntesis que tuvo enorme éxito. Fue teorizador de sus propias innovaciones en el Arte nuevo de hacer comedias. Fue muy significativo su gusto por los temas de honor y la incorporación del Romancero y de la lírica tradicional y popular a sus obras, con lo que atrajo al público y se convirtió en el más famoso de los escritores de su tiempo. Escritor fecundísimo, fue llamado “Fénix de los Ingenios” y “Monstruo de la Naturaleza” por la cantidad de comedias que escribió (se estimó su producción en más de 400). Su obra pudo agruparse en tres núcleos:

  • Dramas del poder injusto: En ellas, un noble que abusaba de su poder pretendía a la esposa o prometida de un villano, el cual acudía al rey demandando justicia. Pertenecieron a este grupo, por ejemplo, El mejor alcalde, el rey; Peribáñez y el comendador de Ocaña; y Fuenteovejuna.
  • Comedias de capa y espada: De ambientación urbana y contemporánea, tenían como motor dramático el tema del amor. El cortejo, los celos, las citas clandestinas o la confusión de identidades fueron motivos recurrentes en estas obras. Destacaron La dama boba, El acero de Madrid o El perro del hortelano.
  • Tragedias: Un lugar aparte en la obra de Lope ocuparon las tragedias El caballero de Olmedo, en la que se recrearon los temas universales del amor y la muerte entrelazados, y El castigo sin venganza, donde la exigencia de salvaguardar el honor condujo a un desenlace funesto.

Tirso de Molina: El Nacimiento de Don Juan

Tirso de Molina representó un puente entre el teatro de Lope y el de Calderón. Aunque se ajustó a la fórmula de Lope, en su obra se advirtieron algunas novedades, como la tendencia al protagonismo de un solo personaje, la importancia otorgada a los personajes femeninos y el tratamiento de asuntos teológicos. Entre sus obras destacó El burlador de Sevilla y convidado de piedra. En ella apareció por primera vez el personaje de Don Juan y se pudieron encontrar ya los dos elementos configuradores del mito:

  • El conquistador insaciable: que sedujo a mujeres de distinta condición compulsivamente. Incapaz de mostrar ni arrepentimiento ni temor de Dios, se convirtió en una figura demoníaca, que desafió las leyes humanas y divinas.
  • El convidado de piedra: En un gesto arrogante y sacrílego, Don Juan invitó a cenar a la estatua del padre de doña Ana, el comendador don Gonzalo, a quien asesinó. Este acudió a la cita, tomó de la mano a Don Juan y lo arrastró a los infiernos, consumando el inevitable castigo.

Calderón de la Barca: Profundidad Filosófica y Dramática

Con Calderón de la Barca se inició un nuevo ciclo en el teatro español que coexistió con el modelo lopesco durante la segunda mitad del siglo XVII. Formaron parte también de esta nueva etapa Francisco de Rojas Zorrilla y Agustín Moreto. Sus obras se caracterizaron por la profundidad filosófica y el uso de densos y elaborados monólogos. Su extensa producción dramática –casi doscientas obras–, se pudo clasificar en tres grupos principales:

  • Comedias de capa y espada: Llevaron al límite el enredo amoroso. En este grupo destacaron La dama duende y Casa con dos puertas, mala es de guardar.
  • Dramas de honor: En El médico de su honra, El pintor de su deshonra y A secreto agravio, secreta venganza, la sola sospecha de un comportamiento deshonroso llevó a los maridos a asesinar a sus esposas. Dentro de este grupo destacó El alcalde de Zalamea, drama en el que Pedro Crespo, un villano honrado, asesinó al capitán que había secuestrado a su hija.
  • Dramas filosóficos: En estas obras se planteó el conflicto entre el libre albedrío y la predestinación. Uno de los títulos principales en este grupo fue La vida es sueño, en la que combinó temas diversos: la reflexión sobre la vanidad de la vida y las apariencias, la necesidad de mantener un comportamiento virtuoso, la primacía de la libertad sobre el hado o destino, o la victoria sobre las propias pasiones.

Además, Calderón fue también autor de autos sacramentales. Eran pequeñas piezas alegóricas concebidas para ilustrar aspectos de la doctrina cristiana. Destacó El gran teatro del mundo.