El Nacionalismo Vasco: Bases, Ideología y Evolución
Bases Sociales e Ideológicas del Nacionalismo Vasco
El nacionalismo del País Vasco surgió en un clima compartido de defensa de los fueros, pero fue distinto del catalán y no se formó desde una burguesía supuestamente moderna. La ley que derogaba sus fueros históricos, en 1876, aportó dos tipos de reacciones y filosofías que entraban en el siglo XX: la de los que, transigiendo, supieron rentabilizar la situación para transformar la pérdida en conciertos económicos con Madrid en provecho propio, y la de los que, apelando al tradicionalismo, defendieron la recuperación íntegra de los fueros.
Estos últimos no eran los burgueses industriales transigentes, sino los perdedores de la guerra carlista. Se aferraban a un País Vasco agrario, contrario al fenómeno urbano y su industria, para quienes la defensa de los fueros era defender la esencia de “lo vasco”, de forma que la ley abolitoria se convirtió en el agravio (ataque) por antonomasia del gobierno central.
Historiadores e ideólogos llevaron a cabo una idealización del pasado y añoraban la pérdida de la “edad dorada”. La industrialización y la llegada de inmigrantes eran enemigos de la sociedad tradicional vasca, junto con el gobierno liberal español que había abolido sus fueros.
El Partido Nacionalista Vasco (PNV)
El propulsor del nacionalismo vasco, Sabino Arana, recogió y dio coherencia a las ideas que flotaban en la sociedad: para un pueblo “diferente”, de raza y de lengua distintas, recuperar los fueros totales era recuperar la plena soberanía, lo que significaba independencia. Alcanzarla era volver a la libertad originaria, a la esencia histórica del pueblo vasco, a la Ley Vieja. El lema nacionalista vasco era “Dios y Ley Vieja”, es decir, fueros y tradiciones.
En 1895 se fundó el primer Partido Nacionalista Vasco con una declaración antiespañola y con la voluntad de restaurar el orden jurídico tradicional. Pero no fue capaz de conseguir nada mientras se mantuvo en la órbita de los primeros seguidores de Arana, por lo que se vio obligado a ampliar sus bases hacia una burguesía más moderna e industrial. Entonces apareció la tensión interna entre los defensores de la independencia y los que buscaban, como objetivo más viable y práctico, la autonomía dentro del Estado español.
Estos últimos, industriales y con dinero, se impusieron en el control del PNV con Ramón de la Sota y entraron en una línea autonomista “catalana”, copiando la idea de “rehacer España” desde el País Vasco.
Así, y con la mezcla de ambas posturas, el partido encontró un equilibrio que iba a permanecer durante décadas: entre una dirección que presionaba a los gobiernos centrales, con el argumento de la radicalidad de las bases que lo sustentaban, y unas bases independentistas que aceptaban la política moderada de su dirección ante Madrid como vía gradual que podía acabar en la independencia.
Orígenes y Evolución Temprana del Nacionalismo Vasco
El nacionalismo vasco surgido a finales del siglo XIX se llamaba bizkaitarrismo. Los elementos en los que se basaba la nacionalidad vasca se asentaban en la raza, la lengua, la ley, el carácter y las costumbres. Su aparición se produjo en plena crisis de identidad nacional producida en España por las guerras de Ultramar. La única defensa posible ante el mundo moderno era expresada por Sabino Arana mediante la ruptura de todo vínculo con España y la proclamación de la independencia política. De esta forma, la independencia política preservaría la sociedad vasca de los males del mundo moderno. No obstante, el nacionalismo contribuyó a la afirmación del derecho de reconocimiento jurídico y constitucional de la personalidad política. Junto a este nacionalismo etnicista y ruralista de Arana, apareció el de Ramón de la Sota procedente del liberalismo fuerista. Este otro sector del nacionalismo vasco intentaba coordinar sus intereses económicos con los de un partido político. La burguesía librecambista y naviera, liderada por Ramón de la Sota, encontró en el nacionalismo vasco el perfecto vehículo para sus ansias autonomistas. La burguesía bilbaína fue durante mucho tiempo su única clientela.
En 1906, 3 años después de la muerte de Sabino Arana, el PNV celebró su primera asamblea, en la que dio testimonio de sus avances, como la creación de las Juventudes Vascas, en 1904, y los primeros batzokis (centros de reunión de los nacionalistas). Sin embargo, los desacuerdos entre los nacionalistas no se pueden ocultar y los sectores enfrentados serán arropados por diferentes revistas.
Euskalduna será el órgano de los seguidores de Ramón de la Sota, mientras que Aberri será el de los liderados por Luis Arana, hermano del fundador. En 1910, el PNV sufrirá una ruptura entre sus elementos más progresistas, separándose el grupo Askatasuna, que era el más favorable a un nacionalismo laico y republicano. Esta ruptura no pervivirá y no tendrá éxito hasta la Segunda República, cuando otro grupo con el mismo espíritu laicista funde Acción Nacionalista Vasca.
Expansión y Consolidación Social del Nacionalismo Vasco
Hasta 1918, el nacionalismo fue un fenómeno únicamente vizcaíno; después, con la incorporación de un grupo procedente del integrismo (carlismo), pudo formar el núcleo del nacionalismo guipuzcoano. En Álava, el nacionalismo no tuvo presencia relevante hasta la Segunda República.
A partir de 1907, se produce el primer auge del nacionalismo vasco, encarnado por Ángel Zabala. El fin independentista queda a la sombra de una reivindicación de la restauración total de los fueros. Pero los cambios se ven favorecidos cuando los intereses económicos vinculados al naviero Ramón de la Sota entran al PNV, que empieza a tener posibilidades electorales.
La desarticulación del carlismo rural y el hundimiento de los partidos dinásticos favorecen al nacionalismo como única barrera frente al creciente socialismo. El PNV buscaba apoyo monetario, y la burguesía librecambista, colaboración con la monarquía.
Los buenos negocios de la Primera Guerra Mundial enriquecieron a la burguesía vasca. Estos hechos ayudaron a consolidar al nacionalismo vasco como un nacionalismo burgués que, sin renunciar a las ideas de Sabino Arana, pretendía acomodarse a una autonomía descentralizada dentro del Estado. Este nacionalismo pragmático fomentó los valores modernos de la industrialización, se alejó del ruralismo e impulsó la cultura autóctona.