La Llegada de una Nueva Dinastía: Los Borbones
La Cuestión Sucesoria: Los Bandos en Conflicto
El último monarca, Carlos II, murió sin descendencia. Los candidatos a ocupar el trono, según los vínculos familiares, eran fundamentalmente Felipe de Anjou y el Archiduque Carlos de Habsburgo. El testamento de Carlos II designaba como sucesor al candidato Borbón, quien fue proclamado rey con el título de Felipe V.
El nombramiento de este nuevo monarca ocasionó un conflicto grave. La oposición de potencias europeas, temerosas de la unión de las coronas de Francia y España, hizo que la sucesión al trono pasara de ser un conflicto interno a un grave problema de política internacional.
En el interior de España también hubo divisiones territoriales:
- Castilla se mostró de parte de Felipe V.
- La Corona de Aragón, especialmente Valencia y Cataluña, apoyó al candidato austriaco.
Este enfrentamiento dio lugar a una guerra civil que duró casi una década.
La Guerra de Sucesión Española (1701-1714)
En septiembre de 1701 se firmó el Tratado de La Haya, que dio lugar al nacimiento de la Segunda Gran Alianza, formada por el Sacro Imperio y la mayoría de los estados alemanes, contra Luis XIV de Francia y Felipe V de España. Los primeros enfrentamientos se produjeron en territorios austriacos.
En España, los ejércitos de Felipe V controlaron la mayoría del territorio, pero la situación se invirtió temporalmente. En Cataluña, los sectores partidarios del candidato austriaco firmaron el Pacto de Génova, dando apoyo a la causa austriaca. Tras varios enfrentamientos, las autoridades borbónicas se rindieron y el Archiduque entró en la ciudad.
En 1707, un ejército anglo-luso-holandés se enfrentó a las tropas de Felipe V en la Batalla de Almansa, donde se produjo una decisiva victoria borbónica. Gracias a esta victoria, Felipe V recuperó Aragón, Valencia y parte de Cataluña.
La Pervivencia del Antiguo Régimen en el Siglo XVIII
La España del siglo XVIII se caracterizó, como el conjunto de Europa, por la pervivencia de un sistema político, económico y social que los historiadores han denominado Antiguo Régimen.
Una Sociedad Estamental: Desigualdad e Inmovilismo
El Antiguo Régimen estaba dividido en estamentos. Las características más importantes de esta estructura social eran la desigualdad jurídica y el inmovilismo.
Los estamentos privilegiados eran:
- La Nobleza y el Clero: Poseían la mayor parte de la propiedad, no pagaban impuestos y ocupaban casi todos los cargos públicos.
- El Clero: Formaba poco más del 2% de la población, pero poseía más de un 40% de la propiedad territorial.
- La Nobleza: A la que se pertenecía por nacimiento o por nombramiento real, no sobrepasaba el 5% de la población, pero tenía extensas propiedades territoriales y, a su poder, numerosos señoríos jurisdiccionales.
El Tercer Estamento (o estado llano) reunía a los campesinos, la burguesía y las clases populares de la ciudad. La mayoría de la población continuaba sometida a un régimen señorial que les obligaba a entregar la mayor parte de sus rentas agrarias, viviendo en condiciones de mera supervivencia.
Una Economía Agraria y Señorial
En el siglo XVIII, la agricultura aún era la principal fuente de riqueza en España. La mayor parte de la tierra era propiedad de la Iglesia, de los ayuntamientos o de los nobles, y no se podía ni comprar ni vender. La institución del mayorazgo era fundamental para asegurar que esto se cumpliera: los herederos podían administrar los bienes, pero no podían enajenarlos.
La mayor parte del campesinado era arrendatario o jornalero, pero la situación variaba según la zona:
- Cataluña: La mayoría tenía contratos enfitéuticos, lo que mejoraba su situación.
- Galicia y Asturias: Los arrendatarios tenían contratos fijos que duraban tres generaciones, pero la falta de tierras provocó la subdivisión de estas, ocasionando el problema del minifundismo.
- Sur de Castilla, Extremadura o Andalucía: Existían grandes latifundios en manos de la nobleza, donde los campesinos trabajaban en condiciones muy duras.
La competencia de la ganadería era muy importante, y los grandes propietarios del Consejo de la Mesta salían también beneficiados.
El Dominio Absolutista de los Borbones
El Absolutismo Monárquico
En la monarquía autoritaria, el rey controlaba y gobernaba los diferentes territorios y se situaba a la cabeza de las diferentes instituciones y de las Cortes. Esta era la fórmula política del absolutismo: su poder era prácticamente ilimitado, siendo fuente de ley, autoridad máxima y cabeza de la justicia.
Los Borbones impusieron el modelo de absolutismo monárquico implantado en Francia en el siglo XVII con Luis XIV. Los primeros Borbones españoles son Felipe V y Fernando VI.
Los Decretos de Nueva Planta y el Centralismo
Los Borbones asumieron el centralismo absolutista, lo que dio lugar a la pérdida de la soberanía, principalmente en los territorios de la Corona de Aragón, que pasaron a un modelo centralista. Felipe V, mediante los Decretos de Nueva Planta, abolió las instituciones políticas y las leyes propias de la Corona de Aragón, e impuso la organización político-administrativa de Castilla.
La Nueva Planta abolió las Cortes de los diferentes reinos de la Corona de Aragón, integrándolas en las de Castilla. También el Consejo de Aragón fue abolido, y el Consejo de Castilla quedó como el órgano principal del gobierno del país.
Organización Centralizada y Uniforme del Territorio
El poder del monarca, ejercido a través del Consejo de Castilla o las Cortes, era auxiliado por Secretarías, que se asemejan a lo que hoy conocemos como ministerios. Se crearon las Secretarías de Estado y Asuntos Extranjeros, Asuntos Eclesiásticos y Justicia, Guerra y Marina.
Se procedió a la reforma y organización de todo el territorio, eliminándose los antiguos virreinatos. Se crearon las demarcaciones provinciales, y en cada una se nombró un Capitán General. También se establecieron las Reales Audiencias, presididas por los Capitanes Generales, y se expandió por todo el territorio la figura del corregidor.
Pero la aportación más novedosa fueron los intendentes, que dependían directamente del rey y cuya misión principal era recaudar impuestos.
La Reorganización de la Hacienda
La preocupación por los problemas económicos llevó a un mayor control de los gastos. Se implantó la única contribución en Aragón, que consistía en establecer una cuota fija que era repartida proporcionalmente entre los habitantes según su riqueza. En Cataluña fue un éxito, y en los años siguientes se intentó expandir por toda España (ejemplo: el Catastro de Ensenada, 1749-1753).
El Reformismo Borbónico: El Reinado de Carlos III
El reinado de Carlos III constituye el ejemplo español de Despotismo Ilustrado. Se mostró partidario de seguir algunas de las ideas del progreso y la racionalización, siempre que no atentaran contra el poder de la monarquía absoluta.
Carlos III y el Despotismo Ilustrado
El monarca ya había reinado en Nápoles, donde había entrado en contacto con las ideas ilustradas. Contó con una serie de colaboradores responsables de los esfuerzos reformistas (como Esquilache, Campomanes o Floridablanca), pero tuvo que hacer frente a una fuerte oposición que atacó a su gobierno.
Las revueltas populares, a menudo motivadas por el alto precio de los alimentos fruto de las malas cosechas, fueron frecuentes. De estas revueltas es importante mencionar el Motín de Esquilache (1766), un levantamiento popular en Madrid contra las medidas tomadas por el ministro Esquilache, como la prohibición del uso de capas largas y sombreros de ala ancha, o la mejora del alumbrado público.
La Obra Reformista: Objetivos y Medidas
Las reformas impulsadas por el monarca y sus ministros tenían cuatro objetivos básicos:
- Medidas legales: Se buscó abolir algunos de los privilegios propios de la sociedad del Antiguo Régimen.
- Reforma de la Educación: Se reformaron los estudios universitarios y las enseñanzas medias, y se fijó la obligación de la educación primaria.
- Defensa del poder del Estado frente a la Iglesia (Regalismo): Se intentó limitar el poder de la Iglesia dentro del Estado, destacando la expulsión de los jesuitas en 1767.
- Cuestión Económica: Se adoptaron una serie de medidas de carácter económico, como:
- Limitar los privilegios de la Mesta, apoyar la propuesta de colonización de nuevas tierras por Olavide o impulsar proyectos de reforma agraria.
- Crear mercados de bienes y de capitales, fomentando así infraestructuras de transporte y la libre circulación de mercancías.
- Apoyar la actividad industrial, liberalizando el proceso de fabricación.
- Estabilizar y moderar la política impositiva con el objetivo de aumentar la producción asociada a la estabilidad y el gasto público.
Evolución Demográfica y Económica en el Siglo XVIII
La Población: Un Crecimiento Limitado
El siglo XVIII significó para Europa el inicio de un nuevo ciclo demográfico. En España, a pesar de la elevada tasa de mortalidad (36‰), la de natalidad la superaba (42‰), y la desaparición de las grandes hambrunas hizo que la población pasara de 7 a 10 millones de habitantes.
Los monarcas, especialmente los déspotas ilustrados, adoptaron políticas poblacionistas. Los Borbones dieron ayudas a las familias numerosas y acogieron inmigrantes católicos, dándoles tierras y ocupaciones, por ejemplo, en las colonizaciones de Sierra Morena.
La Insuficiencia de las Reformas Agrícolas
Las reformas puestas en práctica en el terreno agrario durante el reinado de Carlos III no pudieron resolver la tensión generada por el aumento de la población, que era superior a la oferta de alimentos. El incremento de la producción mediante la ampliación de la superficie cultivada no era posible en gran parte de España.
Esta situación general fue compatible con la transformación productiva en algunas zonas:
- En la cornisa cantábrica, el cultivo del maíz fue importante, así como la producción de patatas para consumo humano.
- En el litoral valenciano, se expandió la producción de vino y aguardiente.
- En Cataluña, avanzó la especialización comercial y agraria, especialmente en el cultivo de la vid.
La Liberalización del Comercio Colonial
Una de las primeras reformas fue la creación de Compañías Privilegiadas, a las que el Estado concedía, a cambio de un pago, el monopolio sobre ciertas rutas o productos. En 1765, se abrieron al libre comercio algunos puertos españoles y americanos.
Carlos III declaró un decreto que permitía a todos los puertos españoles comerciar con América. Las medidas liberalizadoras ayudaron a la prosperidad de algunas zonas, como Cataluña, que se abrieron a la exportación de sus mercancías, y Cádiz, que seguía siendo el gran puerto de negocios español.
Mientras que los negocios de Cádiz eran esencialmente de reexportación (allí llegaban mercancías de toda Europa y eran embarcadas hacia América), puertos como el de Barcelona estaban especializados en exportar productos de la localidad, como tejidos.
El Impulso a las Manufacturas Reales
El interés de los reyes por el impulso económico hizo que siguieran el ejemplo del mercantilismo francés con la creación de manufacturas reales, en las cuales numerosos trabajadores en grandes talleres fabricaban un producto determinado. El Estado creó numerosas manufacturas, como la de tabacos en Sevilla o la de porcelana en Madrid, pero su rentabilidad era escasa.
Posteriormente, la política manufacturera se orientó hacia los negocios privados, ofreciendo ayudas para la apertura de nuevas industrias.
Las Manufacturas de Indianas en Cataluña
En Cataluña, las manufacturas ligadas a la industria textil alcanzaron una gran importancia. Una serie de empresarios emprendedores, con capitales obtenidos de la agricultura y del comercio, invirtieron sus ahorros en las nuevas manufacturas.
El cambio revolucionario se produjo en las manufacturas de algodón, que fabricaban especialmente indianas (telas ligeras de algodón estampadas). Estas presentaban una nueva forma de organización del trabajo, distinta a la de los talleres artesanales:
- Concentración de la producción y mano de obra en un espacio único.
- División del trabajo bajo la dirección del fabricante o propietario.