El Teatro de la Generación del 27: Innovación y Figuras Clave
Las experiencias dramáticas de los hombres del 27 permitieron: la incorporación de formas vanguardistas; la depuración del teatro poético; el acercamiento del teatro al pueblo.
Los esfuerzos más importantes para conseguir este acercamiento fueron los de Federico García Lorca y los de Alejandro Casona. Ambos crearon compañías teatrales que, siguiendo los pasos de Lope de Rueda y los cómicos de la legua, representaban su repertorio por pueblos y ciudades.
De entre los poetas del 27, destacan Pedro Salinas, que escribe un teatro de corte poético y honda dimensión humana en sus obras Judit y el tirano y El Director; Rafael Alberti, autor de El hombre deshabitado (1930), en la que presenta al hombre frente a un Dios imposible. Sus obras se agrupan en dos tendencias: teatro político comprometido con su ideología comunista (Fermín Galán, De un momento a otro, Noche de guerra en el Museo del Prado); y teatro poético, a veces escrito en verso, en el que predominan los elementos simbólicos y la escasa acción (El adefesio), denuncia contra el autoritarismo y la represión.
Federico García Lorca (1898-1936)
Consiguió ser de los pocos autores innovadores que cosecharon aplausos en los escenarios españoles. Conocía profundamente el teatro, no solo como autor, sino también como actor, director, escenógrafo y compositor de música para la escena. Su experiencia en la compañía teatral “La Barraca” le acercó aún más al público.
El teatro de Lorca une lo dramático y lo lírico, la prosa y el verso, así que puede considerarse como teatro poético, no por el uso del verso, sino por la gran carga lírica del lenguaje y por la acción dramática (poesía en el teatro, no verso en el teatro).
El gran tema de su teatro –como también de su poesía– se ha definido como “el mito del deseo imposible”, es decir, el conflicto resultante del enfrentamiento dialéctico de dos fuerzas antagónicas, el principio de autoridad y el principio de libertad. Crea personajes cuyas pasiones, anhelos y deseos se enfrentan a una realidad implacable que los condena a la soledad, a la frustración o a la muerte. La mayoría de sus protagonistas son mujeres, que simbolizan la libertad y la fuerza del instinto (el erotismo, la fecundidad), pero que sucumben trágicamente ante el autoritarismo fruto de los convencionalismos morales, religiosos, sociales o políticos. Así, sus personajes son víctimas de la colectividad que determina cómo debe ser la maternidad en Yerma, el luto en La casa de Bernarda Alba, o el amor en Doña Rosita la soltera.
Lorca concebía la representación como un acto total en el que se integraban la escenografía, la música, la declamación y la poesía. El teatro lorquiano es el mejor ejemplo de teatro simbolista español cuyas características más importantes son la creación de una atmósfera poética y el deseo de sugerir lo invisible. El mundo teatral de Lorca comparte los símbolos e imágenes que impregnaron su poesía y, como en esta, aúna tradición y vanguardia: la tragedia griega, nuestros clásicos, Shakespeare, el teatro europeo renovador (Chéjov, Ibsen), el teatro de guiñol, el modernista, el vanguardista…
Sus obras, si exceptuamos El maleficio de la mariposa (1920) y Mariana Pineda (1927), se dividen en:
Farsas
Como La zapatera prodigiosa (1929), El Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1929) y el Retablillo de don Cristóbal (1931). Recupera Lorca en estas obras la tradición del teatro de títeres y del teatro menor –como las farsas y los entremeses–. Para diseñar a sus personajes crea primero un estereotipo y después lo reviste de valores humanos.
Comedias
Que Lorca clasificó de “imposibles” por sus intenciones renovadoras. Una de las mejores es El público (1930) y Así que pasen cinco años (1931).
Tragedias de tema social
Mariana Pineda, en verso, recrea la figura de la heroína ajusticiada por defender la libertad; Bodas de sangre (1932), escrita a partir de un suceso real, recoge la tragedia de la novia raptada el mismo día de la boda por un antiguo amante mediante un mundo de símbolos poéticos: la luna, la muerte, el cuchillo o el caballo. En el último acto, el novio, que seguía sus pasos, asesina a la pareja en el claro de un bosque; Yerma (1934) representa la obsesión de una mujer estéril por ser madre y su conflicto interior. Ambas formaban parte de una trilogía que Lorca dejó sin terminar, sobre la tierra española.
Dramas
Como Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935) (muestra la melancolía de una solterona ante el paso del tiempo mientras espera inútilmente la llegada del amor) y La casa de Bernarda Alba (1936), cuyos personajes sufren el peso implacable de las normas sociales.
Otros Autores Relevantes
Antes de que estallara la Guerra Civil intentaban renovar la escena:
Miguel Hernández (1909-1942), autor de Los hijos de la piedra (1935) y de Teatro de guerra (1937).
Max Aub (1903-1972), cuya producción teatral se desarrolla en el exilio: San Juan (1943) sobre la persecución de los judíos.
Alejandro Casona (1903-1965), que creó la compañía “Teatro del pueblo” con la que representaba obras de marcado carácter político como Nuestra Natacha (1936), se dio a conocer en 1934 con La sirena varada. La dama del alba (1944), en la que la muerte se dirige a una casa rural para llevarse a un individuo, es su obra más importante.