Perspectivas Económicas y Fundamentos Metafísicos
Desde una perspectiva donde la metafísica dominante en cada momento determina en gran medida las formas políticas y el estilo de las actividades económicas, se plantean dos caminos para la llegada de la liberación humana última que, por su inspiración teológica más o menos consciente, denominaremos milenarista-positivista y naturalista-providencialista.
Un buen ejemplo de esta doble vía podría ser el anabaptismo, que tuvo dos vertientes: una teocracia revelada que impondría por la fuerza un orden basado en las órdenes divinas dadas al profeta. El resto queda a la Providencia, pues el hombre intuye ciertas leyes naturales, incluso se siente capaz de describirlas, pero no conoce el plan al completo. Es aquí donde se inserta la crítica del liberalismo clásico hacia la planificación central, pues sus partidarios no son capaces de asumir que puede haber sistemas no planificados por la razón humana, con resultados iguales o mejores.
Socialistas, liberales y las llamadas “terceras vías” son, en esencia, distintas visiones de la economía como un mito, ya que todas parten de la creencia de que la economía plantea un problema soluble. El impacto de la aplicación de la ciencia a la producción industrial fue de tal magnitud que se le terminaron atribuyendo cualidades casi mágicas. Esta visión, que hoy conocemos como progresismo económico, confía en que la alianza científica de la economía con la técnica hará desaparecer la necesidad, sin considerar que este es un problema metafísico, no meramente técnico. La erradicación de toda necesidad significaría una mutación en la naturaleza humana, algo irrealizable, pues esta incluye una persistente sensación de escasez.
Los presupuestos de lo económico son evidencias estables a priori, que se manifiestan bajo formas históricas variables y que siempre están presentes en la actividad económica. Por tanto, son fruto de la reflexión sobre la experiencia y su presencia nos ayuda a reconocer si una acción es económica o no.
Conceptos Fundamentales de la Filosofía Política
Mando-Obediencia
Para que haya política, ha de haber mandato. El binomio mando-obediencia configura el orden político en un doble sentido jerárquico: establece los puestos superiores e inferiores, y también los intereses superiores e inferiores para un momento concreto. Su traducción práctica sería el orden público, que apunta a la relación entre el mando racionalizado o gobierno y la obediencia racionalizada o disciplina. El mando es una potencia soberana y monocrática, que tiende a ser voluntarista, discrecional y potente. Constituye una paradoja del mundo político que, siendo el mando arbitrario y discrecional, contribuya tan eficazmente a garantizar el orden. Quizá una de las razones sea que el mando solo es efectivo cuando es reconocido por los otros. El mando es intermediario entre la concepción y la realización. Por eso es necesaria la obediencia: el someterse a la voluntad de otro para ejecutar sus órdenes o ajustar el comportamiento a los reglamentos establecidos. En este sentido, la adhesión puramente exterior y utilitaria es suficiente. La obediencia practicada en el interior de un país influye en su potencia o en su debilidad y determina en parte la política exterior.
Público-Privado
La división del mundo en dos esferas, pública y privada, es epistemológicamente absoluta, pero sus fronteras no son definitivas ni invariables. Lo privado es, en esencia, una relación social, fundamentada en la independencia de la persona, en la autonomía de la voluntad. Si bien, para Freund, históricamente, solo hay libertad donde la política ejerce su función pública. El hecho de la convivencia implica la presencia de la relación pública, la cual hace que sus miembros experimenten un sentimiento de unidad, verdadera razón de la organización. Las posibilidades de injerencia de lo privado en lo público nunca habían sido tantas como en nuestra época que, paradójicamente, se caracteriza por una extensión indefinida de la esfera pública.
Amigo-Enemigo
La distinción filosófico-política entre el amigo y el enemigo, formulada por Schmitt, es una de esas grandes trivialidades del pensamiento. Frente a la mitología pacifista, diferenciarlos constituye uno de los fundamentos de toda política. En tres sentidos es elemental tomar en cuenta el presupuesto amigo-enemigo:
- Criterio de lo político: Cuando decimos que algo es político, decimos también que es polémico. Todo antagonismo u oposición —religiosa, moral, económica, étnica o de cualquier clase— se transforma en oposición política en cuanto gana la fuerza suficiente para agrupar de un modo efectivo a los hombres en amigos y enemigos, poniendo en cuestión la existencia y unidad de una colectividad.
- Objeto de la decisión política: No es que lo político consista en lucha o guerra, sino que la conducta política está determinada por la comprensión de la propia situación respecto a la posibilidad real de la lucha, donde, por tanto, se hace imprescindible distinguir correctamente entre amigos y enemigos.
- Principio de identidad colectiva: Se basa en la existencia de la unidad política de un pueblo. Consiste en la representación de los objetivos o razones constitutivas de un grupo y el reconocimiento mutuo de todos en esa representación. Cuando se renuncia a ello, se pierde la cohesión interna, se dispersa la potencia lentamente y llega la sumisión al enemigo, bajo la forma de poder extranjero.
Síntesis de los Presupuestos Políticos
En síntesis, podemos afirmar que, para Freund, el presupuesto base de lo político es la pareja mando-obediencia, fundadora de todo orden político. La relación público-privada es el presupuesto de la política interior y la relación amigo-enemigo, el de la política exterior.
Para Freud, lo decisivo y prioritario para la finalidad de lo político es la philia o amistad, pues la enemistad es solo un obstáculo para el establecimiento de la concordia civil. Por otro lado, para Schmitt, lo principal es saber distinguir quién es el enemigo. En ambos casos se señala que el establecimiento de la concordia civil es un paso previo y un medio para alcanzar la finalidad de lo político: el Bien Común, necesario para la neutralización del conflicto. Podemos decir que esto es lo que legitima a la política: el mantenimiento del orden público y su eficacia histórica para lograr que los hombres vivan juntos.
Seguridad Exterior y Concordia Interior
La polémica es inherente a la existencia humana, social y política. De hecho, un conflicto solo puede nacer de la presencia de otro. Por tanto, lo polémico es, ante todo, una de las formas posibles de relación social, que no tiene por qué ser exclusivamente destructiva. También puede estimular respuestas positivas en situaciones críticas para la supervivencia de la comunidad. ¿Por qué han de considerarse de forma distinta las formas de sociabilidad cooperativa y conflictiva? Ambas llevan a la unidad de los duales, de forma que podemos hablar de sociedad o comunidad de hombres y no de un mero agregado. La ilusión del pacifismo consiste en creer que, proclamando que no se tienen enemigos, estos desaparecerán. Sin embargo, como defendió Freund, en esta relación, es suficiente con que una de las partes manifieste hostilidad para generar un conflicto. Es decir, en política, basta con que el otro nos designe como enemigo para que el orden del grupo esté amenazado.
Así, Freund considera que la política es la actividad social que se propone asegurar por la fuerza —generalmente fundada en el derecho— la seguridad exterior y la concordia interior de una unidad política particular, garantizando el orden en medio de las luchas propias de la diversidad y la divergencia de opiniones e intereses. En el mismo sentido, Schmitt abunda al señalar que la finalidad de la política pasa por la limitación y el acotamiento de la violencia, tanto interna como externa. Dicho de otro modo, el éxito de la política se cifra en la consecución de la paz exterior y en la concordia civil, una vez neutralizado el enemigo dentro de las fronteras. Ambos se refieren a la dimensión interna del Bien Común, condicionada por los presupuestos mando-obediencia y público-privado, lo que no se opone a la salud de la dimensión externa. Digamos que son dos caras de la misma moneda.