Interpretación de Cuentos Fantásticos: Cortázar y Ocampo, Simbolismo y Crueldad en la Literatura Argentina

Julio Cortázar: Simbolismo y Fantasía en el Cuento Breve

Carta a una señorita en París

Es interesante caracterizar el significado de los conejos en el cuento. Cortázar en sus obras tiende a mostrar un patrón: sus historias se ambientan en París o en Buenos Aires y suele darle representaciones específicas a objetos o animales.

En “Carta a una señorita en París” se presentan conejos de dudosa procedencia y explicación. Según ciertos críticos, estos conejos representan una enfermedad o mal que el protagonista manifiesta, perdiendo así su equilibrio y llevando al narrador al límite de la psicosis y al suicidio. Esto se demuestra en una parte al destruir a los conejos, que ya eran tan propios de él, como a sí mismo.

Ómnibus

En “Ómnibus” no hay nadie muerto, sino que cuando la chica sube al vehículo, entra en otro orden, en un esquema de realidad al que es ajena. El único “igual” que encuentra es el muchacho con el que habla.

El cuento está focalizado en el punto de vista de la chica, aunque no esté narrado en primera persona; es la narración de lo que ella ve, percibe y le ocurre. La acción relatada está ubicada en un Buenos Aires de mediados de los años 30 hasta mediados de los 40.

La protagonista lleva una vida sencilla y previsible, sin complejidades intelectuales ni psicológicas, como era socialmente esperable en una mujer de aquella época. Su programa del sábado era encontrarse a la tarde a tomar “el té dulcísimo” con una amiga, para luego volver a su trabajo con una señora mayor.

El cambio aparece en el momento en que aborda el ómnibus y su idea de la realidad se ve contrastada con otra cuyas reglas imperan en ese reducto ambulante. Esto comienza levemente, cuando ella cree ser mirada con mal disimulado interés sexual por el guarda y el chofer, y al enfrentar miradas impropias por parte de otros pasajeros.

Las novedades de esa otra realidad van apareciendo gradualmente, derivando hacia la hostilidad contenida. Ella en todo momento mantiene su idea de la realidad y de las convenciones sociales que la han constituido como persona, y nunca llega a comprender el esquema dominante a bordo.

Casa tomada

En realidad, en el cuento en ningún momento se hace alusión a que algo o alguien haya tomado la casa. Es más bien una sensación que tienen los hermanos, y ellos mismos, quizás por miedo a lo desconocido y por no saber cómo afrontar la situación, se van excluyendo de la casa.

Interpretación política y simbólica

De “La casa tomada” se dijo que era una alegoría del Peronismo y de la situación de Argentina a finales de los años cuarenta. Cortázar no rechazó totalmente esta tesis:

“Esa interpretación de que yo estaba traduciendo imaginativamente mi reacción como argentino ante lo que sucedía en el país, no es la mía, pero no se puede excluir. Es perfectamente posible que yo haya tenido esta sensación y que en el cuento se tradujera así, de manera fantástica y simbólica.”

El origen onírico del cuento

Cortázar también explicó el simbolismo central y el origen de la obra:

“La casa tomada”, donde dos hermanos, peculiar pareja adánica, son expulsados de su pequeño y cerrado “paraíso” y arrojados a la vida, a un mundo desconocido. Significativamente, lo único que consiguen “salvar” de la casa es un reloj, que les recuerda obsesivamente su temporalidad, su condición de mortales.

Además, el autor reveló que el cuento fue resultado de una pesadilla:

Ese cuento fue resultado de una pesadilla. Yo soñé ese cuento. Solo que no estaban los hermanos. Había una sola persona que era yo. Algo que no se podía identificar me desplazaba poco a poco a lo largo de las habitaciones de una casa, hasta la calle. Me dominaba esa sensación que tienes en las pesadillas: el espanto es total sin que nada se defina, miedo en estado puro. Había una cosa espantosa que avanzaba, una sensación de amenaza que avanzaba y se traducía en ruidos. Yo me iba creando barricadas, cerrando puertas, hasta la última puerta que era la puerta de la calle. En ese momento me desperté: antes de llegar a la calle. Me fui inmediatamente a la máquina de escribir y escribí el cuento de una sentada.

Silvina Ocampo: Crueldad, Desencuentro Social y Lo Fantástico

El vestido de terciopelo

“El vestido de terciopelo” es un cuento fantástico cuyo tema central no es un desencuentro, sino un encuentro repelido y amenazante. Las trabajadoras provienen del conurbano y llegan a Barrio Norte para ver cómo se vive mejor, distinto, y sin embargo, mal. La señora vive tan mal que muere.

La peripecia del cuento se centra en el falso contacto entre dos mundos que no se quieren, no se interesan y no se compadecen. Ocampo logra narrar con una crudeza atroz ese desprecio social que iría encontrando otras formas en la historia. No hay puentes tendidos, ni lenguaje ni lugares comunes entre la señora y la modista; solo existe un resentimiento sordo y recíproco.

La boda

La síntesis del cuento es que una niña narra cómo ha envenenado a la novia valiéndose de una araña.

Fragmentos clave del relato

A continuación, se presenta un resumen con párrafos extraídos del mismo cuento, narrados por la protagonista:

El peinado era tal vez lo que más preocupaba a Arminda (la novia). Había soñado con él toda su vida. Se mandó hacer un rodete muy grande, aprovechando una trenza de pelo que le habían cortado a los quince años. Una redecilla dorada y muy fina, con perlitas, sostenía el rodete, que el peluquero exhibía ya en la peluquería…

Una enorme araña se detuvo en la enredadera del patio: me pareció que nos miraba. Tomé el palo de una escoba para matarla, pero me detuve no sé por qué. Roberta exclamó: «Es la esperanza. Una señora francesa me contó una vez que la araña por la noche es esperanza». Entonces, «si es esperanza, vamos a guardarla en una cajita», le dije…

Tuvimos que esperar al peluquero, que fue a misa, mientras Roberta tenía la cabeza bajo el secador… Entonces se me ocurrió jugar con el rodete de Arminda, que estaba a mi alcance. Retiré las horquillas que sostenían el rodete compacto dentro de la preciosa redecilla. Se me antojó que Roberta me miraba, pero era tan distraída que veía solo el vacío, mirando fijamente a alguien. «¿Pongo la araña adentro?», interrogué, mostrándole el rodete. El ruido del secador eléctrico seguramente no dejaba oír mi voz. No me respondió, pero inclinó la cabeza como si asintiera…

La novia estaba muy bonita con un velo blanco lleno de flores de azahar. De pálida que estaba parecía un ángel. Luego cayó al suelo inanimada…

No quisieron desvestirla ni quitarle el rodete para ponerla muerta en el ataúd. Tímidamente, turbada, avergonzada, durante el velorio que duró dos días, me acusé de haber sido la causante de su muerte. «¿Con qué la mataste, mocosa?», me preguntaba un pariente lejano de Arminda, que bebía café sin cesar. «Con una araña», yo respondía. Mis padres sostuvieron un conciliábulo para decidir si tenían que llamar a un médico. Nadie jamás me creyó. Roberta me tomó antipatía, creo que le inspiré repulsión y jamás volvió a salir conmigo.