La Tierra Prometida: Nombres y Geografía
La Tierra Prometida recibe varios nombres. Se le conoce como Canaán o tierra de cananeos, quienes eran los habitantes del lugar antes de la conquista de Josué. También se le llama Israel, nombre definitivo del patriarca Jacob, y nombre del reino del Norte tras la ruptura de la unidad política de los israelitas a la muerte de Salomón. En la Biblia, Israel designa, con frecuencia, algo más que una nación: es el pueblo elegido, el pueblo de Dios. Los cristianos le damos el nombre de Tierra Santa.
El país de Palestina estaba atravesado de norte a sur por el río Jordán, que tiene la particularidad de hacer su recorrido bajo el nivel del mar. El Jordán tiene unos 320 km bajo el nivel del mar y, por último, desemboca en el mar Muerto, a donde sus aguas van a parar, pero que nunca se llena ni se desborda porque la intensa evaporación compensa la falta de desagüe. El mar Muerto se encuentra bajo el nivel del Mediterráneo, siendo por ello la mayor depresión de la corteza terrestre.
Galilea
Galilea es la región que está al norte. En su parte montañosa están las poblaciones de Naín, Nazaret y Caná. Nazaret era un importante centro de caravanas entre Damasco y los puertos del Mediterráneo. Por haberse fusionado la población con extranjeros, no judíos de religión, los galileos no eran bien vistos por los judíos fervientes, quienes llamaban a la región «Galilea de los gentiles», algo así como «el distrito de los ateos».
Samaría
Samaría está situada entre Galilea y Judea. Es fértil y con alto nivel urbano. Sus habitantes nunca fueron auténticamente judíos de religión, ya que muchos de ellos descendían de colonos extranjeros, traídos por los asirios en el 722 a. C.
Judea
Judea es la región más meridional. La ciudad principal de Judea es Jerusalén («ciudad de la paz», «de la felicidad»). Su importancia es, en primer lugar, religiosa: allí está el centro de formación religiosa de los judíos, su dirección y, sobre todo, el único templo judío del mundo, al que todos deben peregrinar.
Jerusalén
Jerusalén, ciudad de paz, ciudad de reyes, ciudad habitada por la presencia de Yahveh. La Biblia evoca la trágica historia de esta incomparable ciudad. El emperador Vespasiano arrasó la ciudad en el año 70 después de Jesucristo. Los cristianos han visto en esta ciudad el doble símbolo del rechazo y de la aceptación de Dios. La ciudad amiga de Dios prefiere las alianzas humanas. Los profetas denunciarán la idolatría de la ciudad santa, su falta de justicia social, la creciente corrupción moral. De Jerusalén, sin embargo, irradiará a todo el mundo la Buena Noticia de Jesús resucitado. En Jerusalén celebrará el Nuevo Pueblo de Dios su primer concilio y el autor del Apocalipsis verá cumplida en la ciudad Santa, que desciende del cielo, los vibrantes anuncios de restauración y de esplendor que nos transmitieron los profetas.
Paz Negativa y Paz Positiva
- La palabra shalom significa “paz” en hebreo.
- La paz designa una situación de plenitud en la que no solo ha sido abolida la violencia, sino también la injusticia.
- Para el pensamiento actual, la paz requiere, además de la ausencia de violencia física, la ausencia de violencia estructural y cultural.
Violencia Cultural
- También se puede matar sin necesidad de violencia física. Mucha gente muere antes de tiempo por carecer de alimentos o de atención sanitaria.
- En un mundo donde la esperanza de vida en los países ricos es mucho mayor que en los países pobres, se da la violencia estructural.
- Cuando eliminamos la violencia estructural se implanta la paz positiva, que se basa en la justicia social.
- Tanto la violencia física como la violencia cultural suponen una auténtica violencia. Otras veces la violencia cultural se manifiesta en falsificaciones del lenguaje, como palabras que no hacen justicia a la realidad y que encubren la violencia física o estructural.
- La violencia cultural debe dejar paso a la cultura de la paz, cuyo valor más característico es la armonía: una armonía del ser humano consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios.
Apología de la No Violencia
- La expresión no violencia la empezó a emplear Gandhi hacia el año 1920.
- La no violencia tampoco desea un mundo sin conflictos, ya que eso conllevaría a que la vida social careciera de dinamismo, pero sostiene la necesidad de resolver los conflictos sin recurrir a la violencia destructora y homicida.
- La no violencia exige no cooperar con el mal y denunciar públicamente las injusticias.
- La lucha no violenta está al alcance de toda la población.
Bienaventurados los No Violentos
- Una reivindicación no violenta no implica que la reivindicación en sí misma sea justa, pero siempre tendrá la ventaja de no haber sido violenta.
- La expresión “Bienaventurados los mansos” no debe interpretarse como una persona sumisa y con falta de carácter.
La Necesidad Puede Obligar a Matar
- Lo que produce horror a los no violentos no es ser mártires, sino ser asesinos.
- En ocasiones, la necesidad puede obligar a usar la violencia, e incluso a matar, pero el hecho de que pueda ser necesaria en ocasiones no la convierte en buena.
- El no violento vive como un fracaso personal haber tenido que recurrir a la violencia y lleva luto por quien ha muerto a sus manos.
Al Servicio de la Paz
- En las circunstancias actuales son necesarios los ejércitos, pero no hay que enorgullecerse por ello.
Doctrina de la Guerra Justa
- Al comprobar que la violencia iba dejando de verse como un mal al que a veces es necesario recurrir, la Iglesia decidió regularla, y así surgió la llamada “guerra justa”.
- Según esta doctrina, una guerra solo puede admitirse éticamente cuando cumple 4 condiciones:
- Existencia de una grave injusticia a la que se intenta poner remedio, intentando restablecer la justicia.
- Haber agotado previamente todos los procedimientos pacíficos.
- Declaración de la guerra por la autoridad legítima.
- Tener motivos para suponer que las calamidades derivadas de la guerra no serán todavía mayores que la injusticia padecida.
El Camino Hacia la Paz
Necesidad de Perdón
- Aunque el siglo XX ha sido el más violento de la historia de la humanidad, aún estamos a tiempo de encontrar el camino que lleva a la paz.
- Lo primero que necesitamos es desandar el recorrido que hemos hecho por el camino equivocado.
- Desgraciadamente, en nuestros tiempos nos hemos olvidado de educar el perdón y la reconciliación.
- Necesitamos aprender a dialogar para resolver los conflictos por medios no violentos. La reconciliación que abre a la humanidad la posibilidad de un futuro mejor (incompatible tanto con la violencia física como con la estructural) no es otra cosa que la civilización del amor.