Las Fases Finales de la Guerra Civil Española: Ofensivas y Colapso Republicano

La Campaña del Norte y el Desgaste Republicano

5 La ofensiva sobre Santander se inició el 14 de agosto; al día siguiente cayó Reinosa y el avance franquista fue rápido. El día 26 caía Santander, en medio del júbilo de una población mayoritariamente derechista.

De nuevo, el Estado Mayor republicano intentó una maniobra de distracción desesperada. El día 24 de agosto se lanzaron 80.000 hombres en el frente próximo a Zaragoza, con el objetivo de romperlo y sitiar la ciudad. El avance llegó a ser notable, pero la reacción defensiva en torno al pueblo de Belchite evitó que la brecha pudiera ampliarse. El pueblo cayó arrasado el 3 de septiembre, pero el mando republicano ordenó detener la operación ante la imposibilidad de alcanzar los objetivos.

El 1 de septiembre comenzó la ofensiva en Asturias, encontrando una gran resistencia. Pero el día 10 de octubre, las unidades de Solchaga rompieron el frente, y a partir de ahí las líneas se fueron derrumbando. El día 21 caía Gijón, iniciándose una fuerte represión. Con la caída de Gijón, la zona republicana del Norte dejaba de existir. Fue un duro golpe moral y económico (cuencas mineras, industria…) para la República. Los nacionalistas concentrarían ahora el esfuerzo militar en el largo frente que iba desde Andalucía al Pirineo. Además, la caída del Norte reafirmaba la tendencia de la guerra hacia la victoria del Gobierno de Burgos, lo que relanzó su imagen hacia el exterior y permitió iniciar contactos más serios con las potencias.

De Teruel al Final de la Guerra: La Ofensiva Nacionalista

Tras la pérdida de la zona cantábrica, el Estado Mayor republicano necesitaba con urgencia recuperar la iniciativa. El 15 de diciembre, 40.000 soldados atacaron desde tres puntos hasta Teruel y el 22 los republicanos tomaron la ciudad.

Franco optó por responder, por razones de prestigio y porque era consciente de la superioridad de fuerzas que tenía en reserva y de que se presentaba una buena oportunidad de desgastar las mejores unidades republicanas. El 25 de febrero de 1938, las fuerzas franquistas ocupaban de nuevo Teruel, pero sus adversarios consiguieron recomponer el frente unos kilómetros más atrás de sus posiciones iniciales. Puede considerarse que el resultado era de empate, pero el mayor desgaste había corrido a cargo del bando republicano.

Inmediatamente, el ejército nacionalista retomó la iniciativa y lanzó, el 9 de marzo, una ofensiva general en el frente de Aragón. Las líneas republicanas cedieron por todos lados: los franquistas tomaron Belchite, Alcañiz, Montalbán, al tiempo que avanzaban también por el Pirineo. Tras unos días de reacción republicana, que permitió sujetar el avance, el día 21 este se reanudó. En los días siguientes, Barbastro y Fraga cayeron en poder de los nacionalistas, que el día 3 de abril tomaron también Lleida. Finalmente, el día 15, las tropas dirigidas por Camilo Alonso Vega alcanzaron el Mediterráneo, a la altura de Vinaroz, partiendo en dos la zona republicana.

6 A partir de ahí, el plan operativo franquista se dirigió hacia el sur, con el objetivo de tomar Valencia. Tanto en esta acción como en otras hacia el sur, los nacionalistas se encontraron con una tenaz resistencia. A mediados de julio, la ofensiva se estancó.

La Batalla del Ebro: El Último Esfuerzo Republicano

La llegada franquista al Mediterráneo produjo una grave crisis interna en el Gobierno republicano, que se saldó con la salida de Prieto del Ministerio de Defensa. La sensación de derrota comenzaba a cuajar en la retaguardia, y había que reaccionar. Se preparó un ataque de gran envergadura para contrarrestar los avances del enemigo. En la noche del 24 de julio, las fuerzas republicanas atacaron en masa y consiguieron atravesar el río Ebro a través de tres puntos, estableciendo cabezas de puente y procediendo a trasladar carros, artillería, equipo y munición. Esta acción cogió por sorpresa al bando franquista. En tres días, los republicanos habían conquistado una serie de posiciones elevadas en torno a Gandesa, profundizando unos treinta kilómetros.

Ahí se detuvo la ofensiva: la falta de apoyo aéreo se unió, a partir de finales de mes, a la acumulación de unidades con las que Franco respondió al ataque. Desde entonces, los republicanos pasaron a la defensiva, iniciando una larguísima batalla de desgaste y soportando varias contraofensivas, con grandes pérdidas. El 28 de octubre se inició la última contraofensiva, y esta vez las tropas nacionalistas fueron ocupando posiciones mientras los mandos republicanos se iban retirando con sus unidades al otro lado del río, proceso que terminó el 15 de noviembre. La Batalla del Ebro había terminado. El ejército republicano había agotado allí sus últimas reservas, mientras que el ejército nacional se repuso.

El Colapso Final: La Caída de Cataluña y el Fin de la Guerra

El 23 de diciembre, el ejército nacionalista desencadenó su última gran ofensiva sobre Cataluña, y a partir del 1 de enero, el avance franquista se hizo imparable. Las unidades republicanas retrocedían, dando la posibilidad de que pudieran evacuar Barcelona las autoridades civiles y militares, e iniciándose un tremendo éxodo de la población civil hacia la frontera. La capital catalana caía el día 26, Gerona el día 5 de febrero, y las últimas unidades republicanas pasaron la frontera el día 13.

Durante varias semanas más, el Gobierno de Negrín continuó sosteniendo su tesis de la resistencia a ultranza, con la esperanza de que la guerra mundial estallase y cambiase la situación española. Pero las diferencias internas dentro del Frente Popular eran ya patentes, y algunos mandos, como el coronel Casado, habían establecido ya contactos con los franquistas para negociar la rendición. Cualquier intento de negociación había sido rechazado por el Gobierno de Burgos desde hacía meses, y mucho menos se aceptaba, en febrero de 1939, la única condición que pedía Negrín: el compromiso de no emprender represalias contra los vencidos.

La quiebra del