Contexto Histórico y Cultural del Siglo XVIII
Las nuevas ideas que darían lugar al movimiento de la Ilustración entraron en España a finales del siglo XVII, durante el reinado de Carlos II. Al morir este monarca sin descendencia, se instaló en España la dinastía de los Borbones en el siglo XVIII con Felipe V, quien impuso el modelo político del Centralismo y una nueva doctrina política, el Despotismo Ilustrado, cuyo lema principal fue: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
La burguesía, clase social que había sido marginada por el clero y la nobleza en tiempos pasados, se fortaleció gracias al apoyo de las monarquías de este siglo en el que, además, disminuyó el papel de la religión y la teología para explicar el mundo, arrinconando así las supersticiones y buscando explicaciones científicas a los fenómenos naturales. Los temas religiosos apenas fueron tratados en la literatura y se produjo un proceso de secularización promovido por la burguesía y por dos nuevas corrientes filosóficas: el racionalismo y el experimentalismo. De ahí que se denominara a esta época como el Siglo de las Luces o Ilustración, un movimiento nacido en Francia que consideraba la razón como el vehículo principal para entender, mejorar y reformar la realidad con la ayuda de la ciencia y el avance filosófico y cultural.
Los ilustrados pretendieron modernizar el país insistiendo, sobre todo, en el desarrollo económico y en las reformas educativas. A lo largo del siglo, se fundaron importantes instituciones culturales como la Biblioteca Nacional, la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia, etc. Su deseo de extender la educación y divulgar las nuevas ideas procedía de proyectos como la Enciclopedia Francesa, editada por Diderot y D’Alembert, que pretendía compilar todos los conocimientos de la época.
En España nacieron, también en esta época, la prensa periódica y las tertulias de intelectuales que sirvieron para formar la opinión pública. Pero con el triunfo de la Revolución Francesa (1789), se frenó la influencia y la circulación de las nuevas ideas, lo que creó una barrera ideológica con Francia. Se suspendió, además, la prensa y se prohibieron las actividades de muchas instituciones culturales. A partir de entonces, los españoles se dividieron en dos grupos irreconciliables: los liberales y los tradicionalistas, cuyos enfrentamientos marcarían la historia del siguiente siglo.
Principales Tendencias Literarias del Siglo XVIII
En la literatura española del siglo XVIII convivieron tres tendencias muy diferentes entre sí:
El Rococó o Postbarroco
Como su propio nombre indica, supuso una continuación del Barroco, llevando sus seguidores el gusto por la ornamentación y la profusión de detalles y elementos figurativos al extremo.
El Neoclasicismo
Nació de los principios de la Ilustración y supuso la vuelta a los modelos clásicos grecolatinos, cuyas normas debían seguirse para conseguir sus objetivos fundamentales: el didactismo y la verosimilitud. Los autores neoclásicos recogieron dichas pautas en obras preceptivas como la Poética de Ignacio de Luzán. Estilísticamente hablando, el Neoclasicismo persiguió la naturalidad y el equilibrio, lejos de todo exceso barroco.
El Prerromanticismo
Surgió de la nueva sensibilidad que se extendió entre los autores ilustrados, que revalorizó el individualismo, la naturaleza, el instinto y el sentimiento. Estos rasgos supusieron el germen del futuro Romanticismo del siglo XIX, anticipando temas como el suicidio, el amor fatal, la rebeldía o la marginalidad.
Muchos de los autores del siglo XVIII no pudieron ser adscritos a una sola de estas tendencias y crearon obras de diferente ascendencia como, por ejemplo, José Cadalso o Juan Meléndez Valdés.
Manifestación de las Tendencias en los Géneros Literarios
A continuación, mostraremos cómo se manifestaron estas tendencias en los diferentes géneros literarios.
La Prosa en el Siglo de las Luces
Muchas de las obras del siglo XVIII pretendieron divulgar las ideas ilustradas y la mayoría de ellas estuvieron escritas en prosa. Sin embargo, la prosa narrativa o de ficción prácticamente desapareció a principios del siglo XVIII y fueron pocas las novelas que se publicaron en el resto del siglo, destacando Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del Doctor Don Diego de Torres Villarroel de Diego de Torres Villarroel y Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes del Padre Isla.
La prosa de ideas se desarrolló enormemente en esta época, ya que el ensayo fue, sin duda, el género preferido por los escritores de la Ilustración. Se caracterizó por la brevedad, variedad temática, didactismo, estilo ameno y enfoque subjetivo y crítico. Los ensayistas ilustrados más notables fueron:
Benito Jerónimo Feijoo
Fue un avanzado en la defensa de las nuevas ideas ilustradas y, en sus obras, arremetió contra las supersticiones y la ya agotada cultura barroca con cierta ironía y humor y un lenguaje cercano y directo. Sus ensayos se agrupan en los ocho tomos de Teatro crítico universal y en los cinco de Cartas eruditas y curiosas.
Gaspar Melchor de Jovellanos
Abordó en obras como el Informe sobre la Ley Agraria o la Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas algunos de los problemas más importantes del país y expuso sus ideas de reforma para resolverlos, mostrando gran capacidad analítica y partiendo siempre del estudio de las causas del problema.
José Cadalso
Escribió Cartas marruecas, una obra de carácter epistolar donde la ironía y la intención crítica fueron fundamentales. Precisamente, este autor es uno de los que escribió obras relacionadas con las diferentes tendencias literarias que hemos mencionado anteriormente; así, la anterior se relaciona con el Neoclasicismo, mientras que otra de las más célebres, como Noches lúgubres, es una muestra clara del Prerromanticismo, tanto por la ambientación lúgubre como por la exaltación emocional.
La Lírica Dieciochesca
En el género lírico se manifestó claramente la huella de las diversas tendencias estéticas dieciochescas, dando lugar a:
La Poesía Rococó
De influencia francesa, trató temas como el amor y la belleza, con preferencia por los versos cortos y las referencias sensoriales. Cuando exaltó el amor y los goces sensuales en un entorno natural idílico, recibió el nombre de anacreóntica. El máximo representante fue Juan Meléndez Valdés.
La Poesía Neoclásica
Se caracterizó, en su estilo, por la claridad, naturalidad y equilibrio. En ella, se distinguen, a su vez, los poemas encomiásticos que se centraban en la exaltación del progreso; las sátiras, que criticaban los vicios sociales; y las fábulas, que tenían una finalidad didáctica y estaban protagonizadas por animales. Destacaron en este subgénero narrativo en verso Iriarte y Samaniego, mientras que en el resto, se puede mencionar a Nicolás y Leandro Fernández de Moratín.
La Poesía Prerromántica
Anticipó, como ya hemos señalado, algunos de los rasgos del incipiente Romanticismo, como la exaltación sentimental o la ambientación lúgubre. Cultivaron esta vertiente, entre otros, José Cadalso o Manuel José Quintana.
El Teatro Ilustrado
Por lo que respecta al género teatral, los ilustrados pretendieron una reforma integral del mismo que lo alejase del modelo barroco, que seguía teniendo gran éxito de público, y que se ajustase a la preceptiva neoclásica:
- Respeto a las unidades de lugar, tiempo y acción.
- Observación del decoro y la verosimilitud.
- Finalidad didáctica.
- Separación de géneros.
Precisamente por intentar separar claramente los géneros, se intentó crear una tragedia española, cuyo ejemplo más notable fue Raquel de Vicente García de la Huerta.
La Comedia Neoclásica o de Buenas Costumbres
En cuanto a la comedia neoclásica o de buenas costumbres, destacaron las obras de Leandro Fernández de Moratín, poeta, intelectual y gran reformador de la escena española con La comedia nueva o El café, donde satirizó sobre el teatro postbarroco y, sobre todo, El sí de las niñas, que reprobó los matrimonios concertados en los que las jóvenes, debido a la educación recibida por sus mayores, se vieron privadas de voz para tomar sus propias decisiones.
El Teatro Prerromántico
Se manifestó fundamentalmente con el subgénero de la comedia lacrimosa, de origen francés, en la que, aunque el planteamiento y desarrollo eran trágicos, la historia se resolvía con un final feliz e inesperado. Como pieza representativa se puede destacar El delincuente honrado de Jovellanos.
En general, el teatro que se ajustaba a la preceptiva clásica no triunfó, a excepción de la comedia de Moratín. El público seguía prefiriendo las antiguas tragicomedias barrocas de Lope y Calderón y, especialmente, las nuevas comedias lacrimosas del teatro prerromántico.