Transformación Agraria y Desamortización en la España del Siglo XIX

Introducción y Concepto de Desamortización

A lo largo del siglo XIX comenzó el lento despegue industrial de España, pero no se dio una revolución agrícola, por lo que persistió el dualismo entre el mundo urbano, más moderno, y el mundo rural, más atrasado y con menos cambios.

Aun así, durante la implantación del liberalismo se pusieron en marcha mecanismos legales para una mejor redistribución de los bienes de “manos muertas” y una explotación más racional.

Entendemos por desamortización la incautación estatal de bienes raíces, eclesiásticos o civiles, que, tras la nacionalización y posterior venta en subasta pública, pasan a formar una propiedad nueva, privada, con plena libertad de uso.

Antecedentes Históricos

El proceso de desamortización fue llevado a cabo principalmente por los gobiernos progresistas durante las Regencias de María Cristina (destacando la de 1836-1837) y de Espartero (1841), y luego, durante el Bienio Progresista también con Espartero (1854-1856), ya durante la mayoría de edad de Isabel II. Sin embargo, existieron precedentes importantes:

  • Reformas Ilustradas (Reinado de Carlos III): Los reformistas ilustrados ya habían planteado la necesidad de cambiar el sistema señorial de propiedad de la tierra, que consideraban perjudicial para la productividad agraria.
  • Desamortización de Godoy (1798): Manuel Godoy inició una tímida desamortización de bienes eclesiásticos para hacer frente a la deuda pública.
  • Cortes de Cádiz (1810-1814): Se adoptaron diversas medidas legales para la supresión de señoríos, la abolición de los mayorazgos y la puesta en venta de algunas propiedades de órdenes religiosas suprimidas y de bienes comunales.
  • Trienio Liberal (1820-1823): Se retomaron y ampliaron las decisiones de las Cortes de Cádiz, pero en 1823, con la restauración del régimen absolutista, Fernando VII obligó a restituir los bienes vendidos.

La Desamortización Eclesiástica de Mendizábal (1836-1837)

Durante la Regencia de María Cristina (1833-1840) se comenzó a asentar la España liberal, en el contexto de la Primera Guerra Carlista.

Fue Juan Álvarez de Mendizábal, ministro de Hacienda, el principal responsable de la ley de desamortización eclesiástica más importante, concebida como parte de la “reforma agraria” que impulsaban los liberales. Con la desamortización, Mendizábal perseguía tres objetivos principales:

  • Financiero: Recaudar ingresos para paliar la enorme deuda pública y obtener recursos económicos para financiar la guerra contra los carlistas.
  • Político: Ampliar los apoyos sociales al liberalismo creando un sector de propietarios vinculados al régimen liberal isabelino. Además, se buscaba debilitar al clero regular, mayoritariamente partidario de la causa carlista.
  • Social: Crear una clase media de campesinos propietarios que, teóricamente, incrementarían los rendimientos y la productividad de la tierra, posibilitando así el acceso a la propiedad de campesinos sin tierras.

El 11 de octubre de 1835, Mendizábal promulgó un decreto por el que se suprimían las órdenes religiosas (excepto las dedicadas a la enseñanza o al cuidado hospitalario), justificando que sus bienes eran excesivos y poco productivos. Otro decreto clave, el 19 de febrero de 1836, declaraba en venta todos los bienes de las comunidades y corporaciones religiosas extinguidas.

Resultados y Críticas

Entre las voces críticas dentro de los propios sectores progresistas destacó la de Álvaro Flórez Estrada, quien era partidario de la desamortización pero con el objetivo de mejorar la condición de las clases rurales y favorecer al proletariado agrario. Propuso arrendar las tierras en “enfiteusis” (arrendamiento a largo plazo y bajo coste) a los mismos colonos que las trabajaban, lo que también beneficiaría al Estado con las rentas obtenidas.

Los resultados de la desamortización de Mendizábal no fueron los esperados. No se recaudó tanto capital como se preveía, y aunque la Hacienda mejoró puntualmente su situación, continuó en crisis crónica. Además, la mayor parte de las tierras y propiedades urbanas pasaron a manos de la alta burguesía, nobles y terratenientes adinerados, grandes defensores del sistema liberal, que pudieron pujar en las subastas. Así pues, se produjo una mayor concentración parcelaria en pocas manos, mientras los campesinos sin tierras permanecieron en la misma situación o incluso empeoraron al perder acceso a bienes comunales, lo que generó frecuentes conflictos sociales.

La Desamortización General de Madoz (1855)

La segunda gran desamortización fue iniciada durante el Bienio Progresista (1854-1856) con la Ley de Desamortización General de 1 de mayo de 1855, impulsada por el ministro de Hacienda Pascual Madoz.

Se trataba ahora no ya solo de los bienes de la Iglesia que quedaban sin vender, sino fundamentalmente de los pertenecientes al Estado, los bienes de propios y baldíos de los municipios (desamortización civil) y, en general, todos los bienes que permanecían aún amortizados.

Su finalidad principal era obtener ingresos para el Estado, destinados en gran parte a la financiación del ferrocarril y a sanear la Hacienda. Se utilizó también el procedimiento de la subasta pública para su venta, que se realizó a gran velocidad. Esta ley volvió a plantear un conflicto en las relaciones con la Santa Sede, solo cuatro años después de la firma del Concordato de 1851, que había intentado normalizar las relaciones tras la desamortización de Mendizábal.

Consecuencias Generales de las Desamortizaciones

  • Desmantelamiento casi total de las fuentes de riqueza y de la propiedad territorial de la Iglesia.
  • Eliminación de la propiedad comunal (bienes de propios y comunes), lo que agravó considerablemente la situación económica de muchos campesinos que dependían de ellos para su subsistencia.
  • No se resolvió el problema crónico de la deuda pública, aunque sí se aminoró temporalmente.
  • No produjo un aumento significativo de la producción agraria a corto plazo, ya que los nuevos dueños a menudo mantuvieron los sistemas de explotación tradicionales.
  • La compra de tierras por parte de la burguesía detrajo capitales que podrían haber impulsado la industrialización de España.
  • Reforzamiento de la estructura de la propiedad de la tierra existente, consolidando el latifundismo en el sur y el minifundismo en el norte.
  • Gran pérdida, dispersión y expolio de bienes del patrimonio histórico-artístico (edificios, bibliotecas, obras de arte) que pertenecían a las instituciones afectadas.

Los Cambios Agrarios en el Siglo XIX

Persistencia de la Tradición y Escasa Modernización

El retraso agrario español fue una constante del siglo XIX. Diversos factores impidieron una verdadera revolución agrícola similar a la de otros países europeos:

  • Condiciones naturales adversas (calidad deficiente de muchas tierras, escasez de agua).
  • Escasez de la demanda interna y del consumo.
  • Falta de infraestructuras adecuadas (transporte, riego).
  • Desigual reparto de la propiedad (latifundios y minifundios).
  • Poco interés de los nuevos propietarios por invertir en mejorar las técnicas y la productividad de la tierra.

Por lo tanto, los cambios legales introducidos durante la primera mitad del siglo XIX (eliminación de señoríos, desamortizaciones), no se tradujeron en innovaciones significativas de las técnicas agrícolas. Los nuevos propietarios prefirieron a menudo mantener los sistemas de explotación tradicionales (arrendamientos cortos, aparcería) en vez de invertir en mejoras. Por ello, no aumentó sustancialmente el rendimiento de la tierra y solo se incrementó la producción total porque se cultivaron más tierras (roturación de montes y baldíos), lo que además tuvo un efecto negativo: la deforestación.

La desamortización supuso también la decadencia de la ganadería ovina trashumante, al privatizarse muchas cañadas y pastos. La población agrícola estuvo en constante amenaza de hambre debido a las frecuentes crisis agrarias de subsistencia.

Los gobiernos moderados realizaron una política comercial proteccionista para los cereales, lo que garantizaba la venta de lo producido a precios elevados en el mercado interior, desincentivando la mejora de la productividad.

Transformaciones Hacia Finales de Siglo

A partir de 1870, con la consolidación del liberalismo económico, los efectos acumulados de las desamortizaciones y la mejora de los transportes (ferrocarril), el sector agropecuario experimentó un cierto desarrollo hacia una agricultura más moderna y orientada al mercado. Esto fue debido a una mayor superficie cultivada, algunas mejoras técnicas, el aumento de la demanda interna y de las exportaciones.

Sectores que progresaron:

  • Cereales: Aumento de la superficie cultivada, principalmente trigo, cebada y maíz.
  • Viñedo: Gran aumento de la producción de vino y de las exportaciones, favorecido por la plaga de filoxera en Francia, que afectó gravemente a sus viñedos y abrió el mercado europeo al vino español.
  • Olivar: Aumento de la producción de aceite por el cultivo de nuevas superficies y la demanda exterior.
  • Ganadería: El aumento de la demanda urbana, la desaparición de la Mesta y las reformas liberales provocaron un incremento del ganado porcino y bovino, frente al tradicional ovino. Se fomentó la ganadería estabulada o intensiva frente a la extensiva trashumante.

Contrastes en el Mundo Rural

La renta agraria estaba muy desigualmente repartida. Frente a los grandes propietarios (nobles y burgueses absentistas), existía una masa de campesinos sin tierra y jornaleros cuyo sueldo apenas les daba para subsistir, situación especialmente grave en Andalucía y Extremadura, lo que provocó continuas revueltas sociales y el auge del anarquismo en el campo.

Tendencia a la especialización regional:

  • En el Norte: Predominio del maíz y la patata, ganadería bovina (leche). Pequeña y mediana propiedad.
  • En el Centro y la Meseta: Cultivo extensivo de trigo. Grandes y medianas propiedades.
  • Área mediterránea: Agricultura intensiva de regadío (cítricos, hortalizas), viñedo y olivar. Propiedad variada.

Crisis Finisecular y Reordenación del Sector Agrario

A finales del siglo XIX, se produjo una grave crisis del mercado agrícola europeo porque otros países (Rusia, Estados Unidos, Argentina) comenzaron a introducir masivamente sus productos agrarios (especialmente cereales) a precios mucho más bajos, gracias a la mejora de los transportes marítimos. Esto hundió los precios interiores.

Por ello, los agricultores españoles, especialmente los cerealistas castellanos, exigieron y consiguieron del gobierno medidas proteccionistas aduaneras (aranceles) para frenar las importaciones. Además, la crisis impulsó la necesidad de diversificar la producción agrícola e impulsar las exportaciones agrarias de productos más competitivos (vino, aceite, frutas).

Conclusión

La desamortización fue la medida económica de mayor calado y más revolucionaria tomada por los gobiernos liberales del siglo XIX, transformando radicalmente la estructura de la propiedad de la tierra en España, aunque sus resultados sociales y económicos fueron muy controvertidos y no cumplieron todas las expectativas iniciales.

Al atraso relativo de la agricultura española, que no experimentó una modernización profunda, se unió el aumento de las diferencias sociales entre una burguesía terrateniente enriquecida y un campesinado cada vez más pobre y proletarizado. De este modo, el dominio de las élites rurales desempeñó un importante papel en el plano político y económico de la época, lastrando en parte el desarrollo general del país.

Por otro lado, a pesar de los cambios agrarios introducidos, la agricultura española siguió relativamente estancada en comparación con otros países y no actuó como un motor eficaz para impulsar la revolución industrial en nuestro país.