Escritoras Canariass del Siglo XX: Biografías y Aportaciones Literarias
Ignacia de Lara (Las Palmas de Gran Canaria, 1880-1940)
Es una mujer de una gran formación. Estudia en el colegio de las Dominicas y de ahí nace un intenso fervor religioso. Participa activamente en la vida política. De convencida ideología demócrata-cristiana, es presidenta de «Acción Popular de la Mujer», donde lucha por el libre acceso de la mujer al mundo de la enseñanza.
Esta educación religiosa queda reflejada también en su poesía. Muchos de sus poemas son un monólogo que busca comunicación con Dios. Se mantiene en contacto con distinguidos escritores de su época. Colabora en diferentes periódicos y en revistas literarias como El Defensor de Canarias, Diario de Las Palmas, Estrella de Mar, etc.
Sus influencias se advierten en la poesía del siglo XIX, pero esta herencia romántica no le hace obviar el espíritu literario del que es partícipe, el Modernismo, cuya huella queda patente en su versificación, principalmente en el uso de la silva, el soneto y el verso endecasílabo, entre otros. Junto a los rasgos propios de la lírica religiosa, el desamor, los recuerdos y la tristeza son los elementos básicos de su poesía, como deudora de los postulados románticos. Una aflicción contenida y mesurada, a modo de desahogo sosegado, consigue crear una atmósfera de serenidad e intimismo que da una voz muy personal a sus versos.
Su primer libro está escrito en prosa: Tiré del recuerdo… y como las cerezas (1922). Además de este libro, escribe una serie de cuentos entre los que se encuentran La media onza y Una de las siete, entre otros.
Josefina de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1907-Madrid, 2002)
Es una mujer bastante adelantada a su época y culta, como consecuencia de haber nacido en el seno de una familia de importante raigambre cultural en las islas, y en unos años de cambios y de renovaciones artísticas: las vanguardias. Estas circunstancias tan favorables le ayudan a desarrollar su talento como cantante, actriz, tanto de teatro como de cine, y escritora. Su estancia en Madrid le pone en contacto con diversos componentes de la Generación del 27, entre ellos Pedro Salinas, prologuista de su primer libro.
Fiel al ambiente cultural del momento, participa de las vanguardias, asumidas tanto en su forma de vida —es una mujer muy polifacética— como en su escritura. Su apuesta por la innovación y la experimentación formal, con un lenguaje que se llena de tintes surrealistas y creacionistas, se combina con una temática muy personal, apegada a lo real que le lleva a evocar a su infancia, a sus recuerdos en la isla, sobre todo en la playa, en cada verso. El tema de su frustrada maternidad cobra también una gran relevancia. Su trayectoria poética, llena de sensibilidad y lirismo, conforma un verdadero diario personal.
Gerardo Diego la incluye en su antología de Poesía española (1934) junto a Ernestina de Champourcín, hecho que la sitúa en la órbita del 27, y hace de ella una poeta de merecido reconocimiento en la época. En prosa escribe Memorias de una estrella y En el umbral (1954).
Chona Madera (Las Palmas de Gran Canaria, 1901-1980)
Su trayectoria poética se inicia en torno a la primera generación de la posguerra en Canarias, y aunque su temática no se aleja del impulso realista, su poesía aboga por cuestiones de carácter personal más que por la llamada de la poesía de tipo social. La soledad, su frustrada maternidad, el constante viaje al pasado y la nostalgia por el paso del tiempo constituyen un marco referencial que confluye en la continua evocación a la muerte como el pilar básico que sustenta toda su poesía.
La belleza del mundo, recordada con cierta melancolía, queda apagada ante su presencia, hecho que le lleva a una profunda reflexión acerca del sentido de la vida. El acercamiento a Dios se convierte en el único consuelo. Este sentimiento religioso le hace hablar de los más desprotegidos y desamparados. Dios se convierte en el refugio consolador que le salva de caer en la angustia existencial.
Su trayectoria poética se configura mediante la constante alusión a los recuerdos con los que trata de establecer una lucha para evitar el desmoronamiento de la materia, de sus estancias, de sus instantes, de su presencia, y conseguir su ansia de eternidad. La palabra poética se convierte en la fórmula visible capaz de no sucumbir a la transitoriedad del ser.
Pino Ojeda (El Palmar de Teror, Gran Canaria, 1916-Las Palmas de Gran Canaria, 2002)
Es una mujer de formación autodidacta. Se dedica a la pintura, la cerámica y a la literatura. En 1952 funda y dirige la revista literaria Alisio. La muerte de su esposo en la Guerra Civil española es el motor de arranque de su inspiración poética. Ajena a las tendencias literarias de su época, será la Generación del 27 su principal influencia, sobre todo Pedro Salinas. El espacio de sus poemas es la representación de la tensión entre intimidad y naturaleza, donde se mezclan imágenes muy sugerentes que buscan ir desvelando sus sueños. El amor es el verdadero protagonista de sus versos.
Un amor que aporta una gran fuerza y sensibilidad, pero que no cae nunca en la sensiblería. Es el influjo de Juan Ramón Jiménez quien le hace despojarse del adjetivo, del artificio de la palabra para intentar expresar la esencia pura de las cosas, ofreciendo una voz ya más serena y reflexiva según avanza su trayectoria literaria. De tal modo, su experiencia poética va tomando una forma más abstracta y compleja que se define por completo en su último libro El Salmo del Rocío.
Cultiva la novela, como Con el paraíso al fondo (1954), el teatro, con títulos como Morir solo una vez (1950), entre otros, y diversos cuentos, así Dos perros desengañados (1953). Toda su producción en prosa permanece inédita.
Pino Betancor (Sevilla, 1928-Las Palmas de Gran Canaria, 2003)
Nos encontramos ante la voz femenina en Canarias que desarrolla la que se ha llamado poesía de tipo social. En 1952 contrae matrimonio con el poeta canario José María Millares Sall y reside en Las Palmas de Gran Canaria, donde inicia su trayectoria poética. Su estilo realista se mantiene fiel a una poética de temática social en los duros años de la posguerra española. Condena la injusticia social y el desamparo al que está expuesta la clase obrera.
Esta temática social, donde deja patente su creencia en la capacidad de la palabra para invertir el orden de las cosas, se conjuga con temas más personales como el amor, los recuerdos o el paso del tiempo en una compleja proyección de lo público a lo privado.
Pilar Lojendio (Santa Cruz de Tenerife, 1931-1989)
Nos encontramos en la década de los sesenta con una de las voces más originales e innovadoras de la literatura en Canarias. Su poesía se anticipa a la recuperación de las vanguardias, sobre todo de la estética surrealista y creacionista. Desafía a las clásicas fórmulas de versificación, y apuesta por una libertad de formas que comienza a nutrirse con la ausencia de todo tipo de signos de puntuación.
Se entrega a la disponibilidad de la palabra en un delicado juego experimental, donde el lenguaje se convierte en el protagonista de poemas de una gran intensidad. Este aparente alejamiento de la impronta realista queda saldado con la alusión a realidades muy concretas y cotidianas. Es una de las primeras voces de la poesía escrita por mujeres en Canarias que comienza a hablar de su experiencia personal como mujer. La maternidad, su papel como esposa, como ama de casa, su misma sexualidad, con metáforas de una gran carga erótica y sensual, le confieren una autenticidad muy moderna y apasionada.
Ana María Fagundo (Santa Cruz de Tenerife, 1938)
Es catedrática de Literatura Española del siglo XX y de Creación Literaria en la Universidad de California, (Riverside). Directora y fundadora de la revista literaria Alaluz desde 1969. Escribe poesía, prosa y libros de ensayo, entre los que se encuentra Literatura femenina de España y las Américas (1995), entre otros. En prosa ha publicado La mirada de los sonámbulos (1994).
Su poesía es el resultado de una insistente exploración de su identidad personal que le lleva a buscar aquellos elementos poéticos que afirmen su condición de mujer. Su percepción del mundo, concebido siempre desde su ser femenino, aboga por demostrar el poder de la palabra con quien funde toda su identidad.