Proceso Democrático en España: De la Transición a la Constitución

Descripción y relevancia de la Constitución de 1978

La Constitución Española de 1978 es un texto jurídico y político aprobado por las Cortes Constituyentes y ratificado por referéndum el 6 de diciembre de 1978. Entró en vigor el 29 de diciembre y fue el resultado del proceso de Transición que permitió pasar de la dictadura franquista a una democracia parlamentaria.

Fue redactada por representantes de los principales partidos surgidos tras las elecciones de 1977, en un clima de consenso entre fuerzas políticas diversas. A pesar de la tensión social y la violencia política, se logró una Constitución ampliamente respaldada por la ciudadanía.

Sus características principales son:

  • España como Estado social y democrático de Derecho (art. 1), con soberanía nacional, pluralismo político y monarquía parlamentaria.
  • Reconocimiento de derechos y libertades fundamentales (arts. 14, 16, 20, 23), como la libertad de expresión, religiosa, igualdad ante la ley y no discriminación.
  • Pluralismo político (art. 6), permitiendo la legalización de todos los partidos democráticos, incluido el PCE.
  • Sufragio universal, que garantiza la igualdad legal entre hombres y mujeres.
  • Estructura bicameral (Congreso y Senado, art. 66), con funciones legislativas y de control al Gobierno.
  • Modelo territorial autonómico (arts. 2, 137, 147 y 155), que reconoce la unidad de España y permite la creación de Comunidades Autónomas.

La Constitución de 1978 fue clave para consolidar la democracia, establecer el respeto a los derechos fundamentales, el pluralismo político y la organización territorial. Sigue siendo la base del sistema político español actual.

COMENTARIO DE TEXTO: “DISIDENCIA” (Pere Ysàs)

El texto es de carácter secundario e historiográfico, escrito por Pere Ysàs, catedrático de Historia Contemporánea especializado en franquismo y Transición. Analiza el debilitamiento del régimen franquista y cómo sus divisiones internas facilitaron el paso a la democracia. No es una fuente directa, sino un análisis posterior con finalidad divulgativa y analítica.

El contexto es el tardofranquismo, en los años 70, cuando el régimen mostraba signos evidentes de desgaste: Franco envejecía, el sistema se volvía cada vez más ineficaz y aumentaba la presión social para un cambio, impulsada por transformaciones culturales, una nueva mentalidad en la población y el ejemplo de las democracias europeas.

Ysàs destaca que el franquismo, aunque proyectaba una imagen de unidad, estaba fracturado internamente. Existían tensiones entre sectores inmovilistas, que querían conservar el régimen, y reformistas, que veían necesario un cambio. Estas divisiones internas, sumadas al deterioro físico de Franco, hicieron inviable la continuidad del sistema.

Tras la muerte del dictador en noviembre de 1975, Juan Carlos I asumió la jefatura del Estado. Aunque fue designado por Franco, el rey apostó por una apertura democrática. En ese momento se debatieron tres caminos: el continuismo, la ruptura total, o la reforma desde dentro del sistema. Esta última fue la vía elegida, por ser la más viable en ese contexto.

A pesar de las dudas iniciales de figuras como Felipe González o Santiago Carrillo, la oposición se sumó al proceso reformista. Gracias al papel del rey, al impulso de Torcuato Fernández Miranda y a pesar de las resistencias de Carlos Arias Navarro, se inició una transición pacífica que culminó con la aprobación de la Constitución de 1978.

En conclusión, el texto explica que el franquismo no terminó solo con la muerte de Franco, sino por una combinación de factores: división interna, cambio social, contexto internacional y liderazgo reformista. La Transición fue posible gracias al desgaste del régimen y la voluntad de evitar una ruptura violenta.

Principales medidas para el cambio político

Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975, Juan Carlos I fue proclamado rey y asumió la jefatura del Estado. Ante la falta de iniciativa del gobierno de Arias Navarro, el rey impulsó su relevo y nombró en julio de 1976 a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. Aunque procedía del franquismo, Suárez sorprendió al comprometerse públicamente a convocar elecciones libres antes de junio de 1977.

La transición se inició gracias a la Ley para la Reforma Política, impulsada por Torcuato Fernández Miranda, que proponía una transformación del sistema desde el propio marco legal franquista. Esta ley contemplaba elecciones democráticas, un Parlamento bicameral y la elaboración de una nueva Constitución. Fue aprobada por las Cortes franquistas y ratificada en referéndum el 15 de diciembre de 1976 con un 94,2% de votos favorables.

El proceso se desarrolló en un contexto de gran tensión social y política, con huelgas, protestas, represión policial, atentados de ETA, acciones del GRAPO y violencia de extrema derecha, como la matanza de Atocha en enero de 1977. A pesar de ello, el gobierno avanzó con reformas clave, como la legalización de partidos políticos. Uno de los momentos más decisivos fue la legalización del Partido Comunista de España (PCE) el 9 de abril de 1977, en plena Semana Santa, lo que provocó tensiones con sectores del ejército. A cambio, el PCE aceptó la monarquía parlamentaria, la bandera y la economía de mercado.

Antes de las elecciones surgieron numerosos partidos: el PSOE y el PCE en la izquierda, Alianza Popular en la derecha, y la UCD como fuerza centrista liderada por Suárez. También aparecieron partidos nacionalistas como el PNV en el País Vasco y Convergència i Unió en Cataluña. El 15 de junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas desde 1936.

Tras las elecciones, y en un contexto de grave crisis económica, se firmaron los Pactos de la Moncloa en octubre de 1977 entre el gobierno, los partidos y los agentes sociales. Estos pactos buscaban estabilizar la economía (controlar la inflación, el paro y el déficit) y fortalecer la democracia mediante el consenso, lo que permitió avanzar hacia la aprobación de la Constitución de 1978.

COMENTARIO DE TEXTO: “EL DISCURSO DE INVESTIDURA DE FELIPE GONZÁLEZ”

Nos encontramos ante un texto político y público: el discurso de investidura de Felipe González, líder del PSOE, pronunciado el 30 de noviembre de 1982 ante el Congreso de los Diputados. Fue publicado en el diario ABC y constituye una fuente primaria muy valiosa, ya que refleja directamente los objetivos del nuevo gobierno socialista tras su victoria por mayoría absoluta en las elecciones del 28 de octubre.

El autor es Felipe González Márquez (1942), figura clave en la historia reciente de España. Militante del PSOE desde la dictadura, fue elegido presidente del Gobierno y lideró el país desde 1982 hasta 1996. Su investidura tuvo lugar en el contexto de la consolidación democrática tras la muerte de Franco (1975), la aprobación de la Constitución de 1978 y años de crisis política y económica bajo los gobiernos de la UCD. También se venía de momentos delicados como el intento de golpe de Estado del 23-F en 1981.

El contenido del discurso se estructura en torno a tres ejes fundamentales:

  • Defensa del Estado de Derecho y la Constitución: González afirma que el Gobierno “cumplirá y hará cumplir la ley”, mostrando una posición firme contra el terrorismo, los golpes de Estado y cualquier intento de romper el orden democrático.
  • Integración en la Comunidad Económica Europea (CEE): considera prioritaria la entrada de España en la CEE como vía para modernizar el país y equipararlo al resto de democracias europeas. Este objetivo se logrará en 1986.
  • Revisión de la entrada en la OTAN: aunque no propone una salida inmediata, sí plantea un debate público sobre la permanencia en la Alianza Atlántica, que desembocará en el referéndum de 1986.

Aunque pronunciado ante los diputados, el discurso está dirigido también a la sociedad española, transmitiendo un mensaje de cambio, estabilidad y confianza. Busca consolidar la democracia, modernizar el país y redefinir su papel en el mundo.

En conclusión, este texto marca el comienzo de una nueva etapa en la democracia española. El proyecto de González combina firmeza institucional, vocación europeísta y responsabilidad internacional, reflejando la esperanza de transformación tras los años difíciles de la Transición.