El Reformismo Borbónico en España: Cambios y Continuidades en el Siglo XVIII

La España del Siglo XVI

Estructura Económica y Social

La Estructura Económica

La población de la Corona de Castilla experimentó un notable aumento, mientras que la de la Corona de Aragón se mantuvo más estable.

La agricultura fue la base de la economía. Aunque hubo periodos de crecimiento, las crisis de subsistencia (malas cosechas, subidas de precios) provocaban endeudamiento y la pérdida de tierras por parte de los pequeños propietarios en favor de los grandes terratenientes.

Hubo un crecimiento de la producción artesanal, especialmente en sectores como la siderurgia y el textil, impulsado en parte por la demanda americana. Sin embargo, la política económica favoreció a menudo la exportación de materias primas (como la lana) en detrimento de la manufactura local.

Impacto del Comercio Americano

Tras la conquista y colonización de América, el comercio transatlántico experimentó un auge. Desde Castilla se enviaban manufacturas, alimentos y otros productos, recibiendo a cambio metales preciosos (oro y plata) y nuevos productos agrícolas.

El comercio con América se organizó bajo un estricto monopolio controlado por la Corona. El puerto de Sevilla (posteriormente Cádiz) fue el único autorizado para el tráfico de mercancías y personas. La Casa de Contratación, con sede en Sevilla, regulaba y controlaba toda la actividad comercial y migratoria.

La masiva llegada de oro y plata americanos provocó un fenómeno conocido como la “revolución de los precios”, una fuerte inflación que afectó a toda Europa.

A pesar de la riqueza llegada de América, la Corona se endeudó constantemente para financiar sus numerosas guerras en Europa. Además, la falta de inversión productiva y la preferencia por la adquisición de bienes de lujo extranjeros impidieron que esta riqueza impulsara un desarrollo económico sostenido en Castilla.

Sociedad Estamental

La sociedad del siglo XVI mantenía una estructura estamental. Los estamentos privilegiados eran la nobleza y el clero, que gozaban de exenciones fiscales y privilegios legales. Ser noble era un valor social fundamental, incluso por encima de la riqueza económica.

Dentro del clero, el alto clero (obispos, abades) vivía de forma similar a la alta nobleza, mientras que el bajo clero (curas, frailes) tenía condiciones de vida parecidas a las del tercer estado.

El estamento no privilegiado, el tercer estado o estado llano, agrupaba a la inmensa mayoría de la población (campesinos, artesanos, comerciantes, mendigos). Existían grandes diferencias económicas y sociales dentro de este grupo.

Existían también minorías religiosas y étnicas, como los judíos (expulsados en 1492) y los moriscos (musulmanes convertidos, cuya expulsión se completaría en el siglo XVII).

La España del Siglo XVII: Crisis y Decadencia

El Gobierno de los Validos

Durante el siglo XVII, los reyes de la dinastía de los Austrias delegaron gran parte de sus funciones de gobierno en figuras de confianza llamadas validos o privados:

  • Felipe III (1598-1621): Su valido principal fue el Duque de Lerma. Durante su reinado se decretó la expulsión de los moriscos (1609).
  • Felipe IV (1621-1665): Su valido más importante fue el Conde-Duque de Olivares. Su gobierno se caracterizó por el autoritarismo y un ambicioso proyecto de centralización y unificación (la “Unión de Armas”), que buscaba repartir las cargas militares y fiscales entre todos los reinos de la monarquía. Este proyecto fracasó y provocó importantes revueltas.
  • Carlos II (1665-1700): El último rey de la dinastía de los Austrias. No tuvo descendencia, lo que desencadenó la Guerra de Sucesión. Durante su reinado, marcado por la debilidad de la monarquía, hubo varios validos (como Juan José de Austria o el Conde de Oropesa). Su reinado evidenció la profunda crisis económica y social que arrastraba el reino.

La Guerra de los Treinta Años y la Paz de Westfalia

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) comenzó como un conflicto religioso en el Sacro Imperio, pero evolucionó hacia una lucha por la hegemonía europea, donde diversas potencias (especialmente Francia) buscaban frenar el poder de la Casa de Austria (en sus ramas española e imperial).

Comenzó en 1618 con la revuelta de Bohemia. España intervino en apoyo del emperador Habsburgo. Tras las primeras fases, donde las fuerzas imperiales y españolas obtuvieron victorias, intervinieron potencias como Dinamarca y Suecia (apoyadas por Francia), que también fueron inicialmente derrotadas.

En una fase posterior (a partir de 1635), Francia intervino directamente en la guerra, apoyando abiertamente a los estados protestantes para debilitar a los Habsburgo. Tras años de conflicto, se firmó la Paz de Westfalia (1648), que puso fin a la guerra en el Imperio y supuso el reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas (Holanda) por parte de España.

España continuó la guerra en solitario contra Francia hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659). España cedió a Francia territorios en los Pirineos (Rosellón y Cerdaña) y en Flandes, consolidando la frontera pirenaica y evidenciando el declive de la hegemonía española.

Las Revueltas de 1640

El proyecto centralizador del Conde-Duque de Olivares, especialmente la “Unión de Armas”, que exigía a todos los reinos y territorios de la monarquía contribuir con hombres y dinero a la defensa común, generó un fuerte descontento.

La exigencia de alojar y mantener tropas en Cataluña, en el contexto de la guerra contra Francia, desencadenó una revuelta en 1640 (el Corpus de Sangre). Los rebeldes catalanes buscaron el apoyo de Francia y llegaron a nombrar a Luis XIII Conde de Barcelona. Tras una larga guerra, las tropas reales recuperaron el control de Cataluña en 1652, aunque se respetaron sus fueros.

Paralelamente, en 1640, Portugal se rebeló contra la monarquía hispánica, aprovechando el descontento por la política de Olivares y buscando recuperar su independencia, perdida en 1580. Portugal contó con el apoyo de Francia, Holanda e Inglaterra. Tras una larga guerra, España reconoció finalmente la independencia de Portugal en 1668 (Tratado de Lisboa).

La Crisis General del Siglo XVII

El siglo XVII fue un periodo de profunda crisis en España. La crisis demográfica se debió a la sucesión de malas cosechas, epidemias, guerras, la emigración a América y la expulsión de los moriscos. La economía sufrió por los constantes gastos militares, la disminución de la llegada de metales preciosos de América, la devaluación de la moneda (vellón) y la escasa inversión productiva.

En el ámbito social, se consolidó un modelo nobiliario donde la aspiración principal era vivir de las rentas (tierras, cargos) y mantener el prestigio social, lo que desincentivaba la inversión en actividades productivas (comercio, industria).

El Reformismo Borbónico en el Siglo XVIII

La Llegada de los Borbones

Cuestión Sucesoria

Carlos II es el último rey de la dinastía de los Austrias. Su problema de endogamia se convirtió en un problema de Estado, ya que no podía tener descendencia. Escogió al nieto de Luis XIV de Francia como sucesor.

Este fue nombrado Felipe V, pero no todos lo apoyaron. Fue apoyado por los castellanos, ya que su llegada implicaba la centralización del país, algo que no era deseado por la Corona de Aragón. Esto desembocó en un conflicto bélico, la Guerra de Sucesión Española, entre los partidarios de Felipe V y los del archiduque Carlos de Austria.

La Guerra de Sucesión Española

Se enfrentaron Francia y Castilla (partidarios de Felipe V) contra la Gran Alianza de La Haya, formada por el resto de Europa (principalmente Gran Bretaña, Provincias Unidas y Austria) y la Corona de Aragón (partidarios del archiduque Carlos).

El principio de la guerra fue favorable al bando de Felipe V, pero la firma del Pacto de Génova en Cataluña (1705) permitió al archiduque Carlos desembarcar y ser proclamado rey en la Corona de Aragón. El archiduque llegó incluso a Madrid y se autoproclamó rey, pero la falta de apoyo popular le obligó a abandonar la capital.

Más tarde, el archiduque Carlos heredó el Sacro Imperio Romano Germánico (1711). Ante la posibilidad de una unión dinástica entre España y el Imperio, similar a la de Carlos V, Gran Bretaña (principal potencia de la Gran Alianza) promovió la firma de la paz. La Paz de Utrecht (1713) puso fin a la guerra a nivel internacional (la guerra civil en España continuó hasta 1715). Gran Bretaña fue la gran beneficiada, obteniendo territorios estratégicos (Gibraltar y Menorca) y privilegios comerciales con la América española (el navío de permiso y el asiento de negros). Austria también recibió territorios (Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña).

Política Exterior Borbónica

Tras la pérdida de territorios europeos, la monarquía hispánica redujo sus gastos militares en el continente y pudo dedicar más recursos a la defensa y administración de las colonias americanas.

La política exterior borbónica se centró en la alianza con Francia, gobernada por la misma dinastía. Esta alianza se materializó en los Pactos de Familia:

  • El Primer Pacto de Familia (1733), firmado por Felipe V y Luis XV, buscaba recuperar territorios italianos perdidos en Utrecht. Permitió a Carlos (hijo de Felipe V, futuro Carlos III de España) ser rey de Nápoles y Sicilia.
  • El Segundo Pacto de Familia (1743), también contra Gran Bretaña, se firmó durante la Guerra de Sucesión Austriaca. Sin embargo, tras la llegada de Fernando VI al trono (1746), España adoptó una política de neutralidad. A pesar de ello, el Tratado de Aquisgrán (1748) otorgó a Felipe (otro hijo de Felipe V) los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla.
  • El Tercer Pacto de Familia (1761), firmado por Carlos III y Luis XV, fue nuevamente contra Gran Bretaña y llevó a España a participar en la Guerra de los Siete Años.

Fernando VI (1746-1759) impulsó una política de neutralidad y paz. Se centró en la mejora de la administración, la defensa de las rutas comerciales americanas y la fortificación de los puertos.

Pervivencia del Antiguo Régimen

En España, al igual que en la mayor parte de Europa, pervivió el Antiguo Régimen. Este se caracterizaba por una sociedad rural y señorial, una estructura estamental dividida en privilegiados (nobleza y clero) y no privilegiados (tercer estado), y una monarquía absoluta.

El Absolutismo Borbónico

El Absolutismo Monárquico y los Decretos de Nueva Planta

El rey concentraba todos los poderes del Estado, siguiendo el modelo del absolutismo francés.

Mediante los Decretos de Nueva Planta (aplicados progresivamente a los territorios de la Corona de Aragón entre 1707 y 1716), se abolieron las instituciones políticas y leyes propias de estos reinos, imponiendo las de Castilla. Se crearon unas Cortes únicas para toda España (aunque apenas se convocaron, salvo para jurar al heredero). Se suprimieron la mayoría de los Consejos, excepto el Consejo de Castilla, que amplió sus funciones consultivas y legislativas para todo el reino.

El gobierno central se organizó en torno al rey y las Secretarías de Estado y del Despacho (antecedente de los ministerios), cuyos secretarios eran nombrados directamente por el monarca. El territorio se dividió en provincias, al frente de las cuales se situó un Capitán General (con funciones militares y administrativas). Se crearon las Reales Audiencias, presididas por el Capitán General, con competencias judiciales. Las ciudades continuaron siendo gobernadas por corregidores.

Reorganización de la Hacienda

Para mejorar la Hacienda Real, se creó la figura del intendente, funcionario encargado de la administración económica y la recaudación de impuestos en las provincias. Se buscó una mayor eficiencia en el control de gastos y se intentó establecer un sistema fiscal más equitativo, donde cada estamento pagara en función de su riqueza. Sin embargo, la resistencia de la nobleza y el clero impidió la aplicación de un impuesto único y universal en Castilla (como el Catastro en Cataluña o la Única Contribución en Aragón).

Evolución Demográfica y Económica

Durante el siglo XVIII, la población española experimentó un crecimiento significativo. La economía también creció, impulsada por las reformas borbónicas y la dinamización del comercio colonial, aunque la pervivencia de estructuras propias del Antiguo Régimen (como la propiedad de la tierra o la sociedad estamental) limitó su desarrollo pleno.