La Pintura Barroca: Velázquez y el Naturalismo
La pintura barroca es profundamente naturalista. Los pintores de este período se inspiraron constantemente en la realidad. No vacilaron en representar a personajes harapientos o lastimosos, e incluso contrahechos, en toda su crudeza.
Asimismo, en la pintura barroca el retrato adquiere gran importancia y se enriquece de mil matices, expresando el fondo psicológico de los personajes. Por otro lado, las naturalezas muertas, los bodegones, etc., se convierten en un tema frecuente, con figuras que aparecen comiendo, bebiendo o jugando.
Pero la pintura barroca encuentra su más acertada expresión en el campo de la luz y del color. Elabora un nuevo concepto de la perspectiva, culminando ahora la perspectiva aérea, que intenta representar la atmósfera y la luz ambiental para así producir una impresión muy real de distancia.
Aunque España vivió desde finales del siglo XVI y durante el siglo XVII una crisis económica y política que le hizo perder su hegemonía en Europa, sin embargo, fue un período de esplendor cultural, el “Siglo de Oro”, en el que la pintura española contó con artistas como Ribera, Zurbarán, Murillo y Velázquez, su máximo representante.
Diego de Silva y Velázquez (1599-1660)
Diego de Silva y Velázquez nació en Sevilla, lo que le permitió acceder a las novedades de la época. Se formó en el taller de Francisco Pacheco, pintor y tratadista, quien celebraba tertulias en las que artistas y literatos conversaban sobre arte. Ahí se forjó un Velázquez intelectual y culto.
Primeras Obras Sevillanas y el Tenebrismo
Sus primeras obras sevillanas son tenebristas: bodegones mezclados con pocos personajes de gran realismo, en tonos ocres y pardos, de pincelada gruesa. Van dirigidas a una minoría culta, capaz de apreciar la novedad de unir los temas flamencos de cocinas con una técnica naturalista.
Ascenso en la Corte y Viajes a Italia
En 1623, Velázquez viajó a la Corte madrileña. Gracias a su valía y a la ayuda de su suegro Pacheco, consiguió ser nombrado pintor de cámara de Felipe IV, iniciando así una carrera de ascenso social que culminaría al ser nombrado aposentador mayor de palacio. Su ingreso en la Corte le permitió acceder a la excelente colección pictórica de los reyes, especialmente a los cuadros de Tiziano y a Rubens, y su pintura se volvió más luminosa y colorista. De este período son sus retratos del rey y su familia, elegantes y sencillos, que reflejan la psicología del personaje, y un lienzo mitológico: Los Borrachos.
De 1629 a 1631, Velázquez viajó por primera vez a Italia con el encargo de comprar obras de arte para las colecciones reales. En Venecia, Roma y Nápoles completó su formación sobre color, luz, perspectiva y desnudo. Aquí desarrolló la técnica de la perspectiva aérea. Allí pintó La fragua de Vulcano, de tema mitológico.
Madurez Artística y Obras Maestras
A su vuelta a España, cultivó casi exclusivamente la pintura profana. Para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, pintó La rendición de Breda o Las lanzas, un cuadro histórico de colores brillantes y claros, de pincelada suelta, con fondo de paisaje. Continuó con los retratos a caballo o de caza, sin olvidar los bufones, a quienes trató con enorme respeto, destacando su dignidad humana.
Realizó un segundo viaje por Italia (1648-1651) durante el que pintó dos Paisajes de la Villa Médicis, el Retrato del papa Inocencio X, y la Venus del Espejo, un desnudo mitológico en la tradición de Tiziano.
A su vuelta a Madrid, pintó dos obras maestras: Las Hilanderas y Las Meninas. Velázquez reclamó la consideración de la pintura como una actividad intelectual, alcanzando una incomparable calidad artística en el dominio de la perspectiva aérea y de la luz.
Tras conseguir ser nombrado Caballero de la Orden de Santiago, su máxima ambición, murió en 1660.
Legado de Velázquez
En definitiva, además de conseguir pleno dominio de la perspectiva aérea, Velázquez manejaba una gama extraordinaria de matices y gradaciones de color. Su pintura se ajustaba a los presupuestos formales barrocos sobre el color; sus pinceladas eran sueltas y espontáneas, lo que lo convierte en el pintor barroco español por excelencia y una de las máximas figuras de la pintura universal, capaz de aplicar su genio con fortuna en todos los temas: religiosos, mitológicos, retratos, históricos, paisajes, etc.
La Arquitectura Barroca: Bernini y Borromini
A partir del siglo XVII se denominó Arte Barroco a aquellos fenómenos artísticos considerados desmesurados, confusos y extravagantes, en los que los valores clásicos y el equilibrio del Renacimiento fueron sustituidos por el movimiento y la libre expresión de los sentimientos.
El Barroco respondió a un cambio de mentalidad tanto religioso como político y se convirtió en el instrumento del poder y la autoridad, tanto de la Iglesia como del monarca. Los ideales religiosos del Vaticano, plasmados en el Concilio de Trento, quedaron patentes tanto en la arquitectura como en las artes plásticas, convirtiéndose estas en una auténtica arma propagandística.
La principal característica de la arquitectura barroca es la nueva concepción del espacio. La ciudad es fiel reflejo de la supremacía indiscutible de la Iglesia y de la estructura social del Absolutismo. Las plazas se convierten en centros de referencia urbanos, dominadas por un edificio principal, decoradas con fuentes, obeliscos, estatuas, etc.
Desaparece así la individualidad plástica de los edificios a favor de un conjunto superior, la ciudad como espectáculo: religioso, político o político-religioso. Por ello, las fachadas de los edificios se conciben en función del espacio que les rodea. Desaparecen las formas geométricas renacentistas para dar paso a la riqueza decorativa y a la variación óptica. Se convierte así la arquitectura barroca en aparente, abierta y expresiva. Ahora la sensación sustituye a la razón.
Gian Lorenzo Bernini (1598-1680)
Gian Lorenzo Bernini fue un artista polifacético (arquitecto, escultor, pintor, comediógrafo y compositor). Hombre de mundo (fue llamado por Luis XIV para diseñar Versalles), brillante, simpático, rico, que gozó de gran fama y éxito, fue protegido por el papa Urbano VIII y más tarde por Alejandro VII, para quienes trabajó.
Siguiendo las ideas contrarreformistas, captó a la perfección las pretensiones del poder de la Iglesia, lo que le sirvió para convertirse en el arquitecto de la Curia y de las grandes familias. Utilizó materiales nobles para acentuar el significado político-religioso de los edificios.
Bernini es mucho más clásico que Borromini. Usa elementos como columnas y pilastras de órdenes clásicos, prefiriendo el orden gigante, entablamentos, frontones y artesonados clásicos, pero, eso sí, tratados de forma poco ortodoxa.
Los elementos decorativos que emplea son abundantes y de gran riqueza, buscando el colorido y los juegos de luz y sombra. Bernini, como arquitecto y escultor, logró una perfecta relación entre ambas partes, en obras como el Baldaquino de San Pedro del Vaticano.
Su prestigio hizo que viajara a París (1665) para discutir el diseño del Palacio del Louvre; si bien sus proyectos no fueron aceptados, la influencia de Bernini en el resultado final sería evidente. La influencia arquitectónica de Bernini se extendería durante más de dos siglos y medio, a lo largo de todo el Barroco y parte del Clasicismo. Es evidente en su discípulo Carlo Fontana.
Francesco Borromini (1599-1667)
Por el contrario, Francesco Borromini fue un hombre tímido, profundamente religioso, mentalmente desequilibrado, de carácter difícil, solitario y con poco éxito, que acabó suicidándose. Tras una breve colaboración, se convirtió en rival de Bernini.
Trabajó para las órdenes religiosas que no tenían muchos recursos, por lo que solía construir iglesias de pequeñas proporciones y utilizar materiales pobres. Esto, a su vez, le permitió introducir una serie de innovaciones técnicas que dotaron de originalidad, movimiento y libertad de formas a sus obras. Los elementos arquitectónicos que empleó son clásicos, pero los utilizó con libertad e imaginación, sin respetar las normas.
Borromini es un arquitecto revolucionario que rompe con la tradición clásica al renunciar a planificar de acuerdo con módulos y proporciones clásicas. Gusta de muros alabeados, fachadas cóncavas, juegos de luces y sombras y plantas complejas de gran dinamismo.
Este arquitecto extraordinario realizó toda su obra en Roma, y entre ellas destaca la Iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes, su obra maestra iniciada en 1634, que sobresale por su planta ovalada con profusión de líneas curvas y su fachada alabeada, que hacen de ella una fachada muy dinámica.
La Escultura Barroca: El Genio de Bernini
La escultura barroca representa tipos inspirados en la vida cotidiana y estados anímicos variados, que reflejan estados psicológicos conmovedores. Los escultores centraron ahora toda su atención de manera preferente en las manifestaciones del alma piadosa y en la plasmación de los grandes misterios del Cristianismo.
Las esculturas, durante el período barroco, adquirieron una movilidad y un dinamismo proyectados hacia el exterior; los miembros de las figuras y los ropajes se desplazan hacia afuera. Con frecuencia, las figuras se agitan y sus miembros se contorsionan en actitudes extremas o dislocadas que sorprenden al espectador. La escultura barroca tiene su origen en la corte papal de Roma, en la que alcanzó un enorme desarrollo que hizo que la ciudad se cubriera de estatuas. El gran sentido teatral de la escultura era ideal para mostrar la riqueza y el poder cortesano y palaciego, y, como se ha dicho, para escenificar la simbología religiosa. También se cultivó el retrato, con toda la carga propagandística que implicaba, y los grandes monumentos funerarios dotados de una gran teatralidad. Además, el tema mitológico siguió sirviendo de inspiración, pero apostando ahora por un sentido simbólico y didáctico.
Todos estos rasgos aparecen plenamente definidos en el verdadero creador de la escultura barroca, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680).
Gian Lorenzo Bernini: Maestro Escultor del Barroco
Bernini mostró una gran admiración y estudió profundamente a otros autores como Miguel Ángel, a quien trató de emular. Su escultura constituye el culmen del Barroco italiano, prestando en ellas una especial atención a la representación de los estados anímicos.
Fue el escultor que mejor captó la esencia del nuevo estilo barroco. Fue otro nuevo genio que dominó varias artes y que, como Miguel Ángel, puso el oficio de escultor por encima del de arquitecto o de pintor. Gracias a su carácter polifacético, definió la idea de theatrum sacrum.
Bernini se formó como escultor en el taller de su padre, donde estudió en profundidad la obra de Miguel Ángel. Su profunda asimilación de lo antiguo, lo clásico, es un rasgo esencial de su estilo.
Trabajó en Roma, bajo el mecenazgo de varios papas, aunque en su etapa juvenil estuvo bajo la protección de Scipione Borghese, por lo que gran parte de sus obras fueron encargos papales.
El estilo de Bernini evoluciona hacia formas que captan el instante del movimiento físico como resultado de la acción que se representa. Es un estilo de gran dinamismo e intensidad dramática, de gran perfección técnica.
Bernini fue el mejor intérprete de la Contrarreforma católica. Puso la escultura al servicio de la arquitectura. Buscó efectos emotivos con el fin de conmover, para lo que empleó el escorzo y las posiciones violentas y desequilibradas. Trató todos los temas posibles, desde el mitológico al religioso, pasando por el retrato, la alegoría o el monumento funerario.
Obras Religiosas y Funerarias
En sus obras religiosas, consiguió despertar fuertes emociones, sorprender al espectador y hacerlo partícipe del momento místico representado.
En las esculturas funerarias, Bernini creó un tipo escultórico que pretendía la exaltación del difunto, al que colocó sobre un pódium rodeado de figuras alegóricas, de méritos y virtudes.
Fuentes y Retratos Urbanos
Asimismo, en sus obras urbanísticas, sobresalen las fuentes, como por ejemplo, la Fuente de los Cuatro Ríos, la Fuente de la Barcaccia, Fuente del Tritón, con las que contribuyó al desarrollo urbanístico de la ciudad de Roma.
Como retratista, su labor es muy abundante; solía elegir momentos transitorios, pero siempre dinámicos y arrogantes en los que expresaba la posición social o el carácter de los modelos, así como el Retrato ecuestre de Constantino, representando al caballo a galope y los paños agitados, logrando unos grandiosos efectos lumínicos y dinámicos.
Esculturas Mitológicas
Finalmente, entre sus obras mitológicas, cabría destacar Apolo y Dafne, Neptuno y el Tritón o El rapto de Proserpina, que nos remiten a su conocimiento de los clásicos y nos muestran su gusto por la teatralidad, el movimiento y la combinación de texturas.