Hispania Romana: La Profunda Huella del Imperio en la Península Ibérica

Introducción a la Romanización de Hispania

La Península Ibérica siempre fue un territorio atractivo para muchos pueblos (griegos, fenicios). Allá por los siglos VIII y IX a.C., siglos después, Roma puso su pie en la península, ocupada por entonces por los cartagineses. Estos fueron derrotados en la Segunda Guerra Púnica (218-206 a.C.) y, al final de esta, Roma empezó a conquistar el territorio que tomaría el nombre de Hispania. La romanización es el proceso por el cual se implanta la cultura romana en otros pueblos, que se ven influidos por sus costumbres, su lengua y su organización política, etcétera. La romanización en Hispania se puede considerar una de las más potentes, dado que los primeros emperadores de origen hispano fueron Trajano y Adriano. Dicho proceso viene dado por una serie de factores, los cuales se abordan a partir del artículo “Casos de Romanización” de José María Blázquez.

El Ejército Romano y su Influencia

La influencia del ejército romano fue decisiva, pues transmitía su lengua, el latín. Además, una vez que entraban en el ejército, automáticamente los soldados adquirían el derecho a la ciudadanía, es decir, se convertían en ciudadanos romanos.

Las Colonias Romanas en Hispania

En Hispania, los ciudadanos romanos fundaron colonias constituidas por ellos mismos y, además, por los indígenas, quienes se imbuían de la cultura romana. Estas colonias, como la de Itálica, la primera colonia hispánica, fundada allá por el 171 a.C., empezaron a estar formadas por soldados y, poco a poco, fueron creciendo hasta convertirse en ciudades. Tenían un gobierno propio. Tarraco, ciudad romana, además fue colonia, lo que reflejaba una ciudad con su cultura al completo.

El Derecho a la Ciudadanía: Un Privilegio Codiciado

El derecho a la ciudadanía era el deseo de todos los pueblos sometidos a la romanización, pues ser ciudadano romano conllevaba multitud de beneficios y privilegios. Según Schulten, el nombre de Sempronio era muy frecuente en las proximidades de Clunia, lo que nos permite intuir que se otorgó el derecho de ciudadanía a los celtíberos y que estos estarían agradecidos.

La Administración Provincial Romana en Hispania

En cuanto a la administración del territorio, Roma lo dividió en provincias que podían ser:

  • Imperiales: el emperador nombraba a sus gobernadores.
  • Senatoriales: el Senado nombraba a sus gobernadores.

Estas estaban gobernadas por un pretor o cónsul y vigiladas por una especie de asamblea denominada Consilium. A su vez, se dividían en demarcaciones judiciales con un centro para la administración de justicia. El cuestor era el encargado de recaudar los impuestos y estaba a cargo de la hacienda provincial.

Las provincias evolucionaron considerablemente con el paso del tiempo. En el año 197 a.C. se produjo la primera división, que dividiría a Hispania en dos provincias:

  • La Citerior (con capital en Tarraco)
  • La Ulterior (con capital en Córdoba)

Años después, allá por el 19 a.C., tres provincias formaban Hispania:

  • La Tarraconense (Tarraco)
  • La Bética (Córdoba)
  • La Lusitania (Emerita Augusta)

En el año 216 d.C. la Tarraconense se fracturó para crear la Gallaecia (Bracara). Diocleciano, en el año 298, llevó a cabo una nueva división provincial y de la provincia Tarraconense creó la Cartaginense, además de la Gallaecia. Cabe destacar, además, que el norte de África se consideró también provincia hispánica y, a finales del siglo IV, se formó la provincia Balearica.

Las Vías Romanas y la Comunicación

La construcción de vías, al principio con fines militares (como en el caso de Etruria), es un aspecto importante a destacar. Esta extensa red de comunicaciones, de más de 10.000 km, facilitó la comunicación entre las distintas regiones del Imperio, permitiendo el tránsito del comercio, la lengua y las costumbres; en definitiva, la cultura romana. Los romanos mejoraron las calzadas ya existentes. En el caso de Hispania, las ciudades estaban conectadas por calzadas. Destacamos la Vía Augusta y la Vía de la Plata.

El Latín como Lengua Unificadora

Los romanos llevaron consigo, además, su lengua: el latín. El latín consiguió imponerse a las lenguas indígenas y fue el medio a través del cual se transmitió la enseñanza y la religión. Era el idioma utilizado en el ejército y, evidentemente, en las relaciones comerciales fuera del Mediterráneo.

Economía y Sociedad: Transformaciones en Hispania

La llegada de colonos romanos, unida al aumento de la producción agrícola (vino, cereal, aceite) y comercial, produjo en los pueblos indígenas un aumento considerable de la población (hasta siete millones). La tierra se repartió de la siguiente forma:

  • Las mejores tierras, que correspondían a la Bética, pasaron a ser propiedad de los senadores.
  • Además de a ellos, también se repartieron tierras a los colonos, soldados y a las familias indígenas.

El aumento de la producción agrícola, ya mencionado, viene ligado a las mejoras considerables en la agricultura, como la construcción de canales en Murcia o Valencia y la introducción de utillaje agrícola más moderno, así como abonos y técnicas de rotación de cultivos. Por otro lado, se produjo una notable explotación de las minas, propiedad del Estado, como Las Médulas en León o Cartagonova en Murcia. Estas minas eran trabajadas por tropas indígenas derrotadas, quienes pasaron a ser esclavos. Por último, cabe destacar los productos manufacturados que Hispania exportaba, como la cerámica, tejidos, armas y joyas.

Personalidades Clave en la Romanización

Grandes personalidades romanas, como César, Pompeyo, Sertorio o Escipión, contribuyeron mucho a la romanización. Su labor de “humanizar” a los indígenas fue muy importante, integrándolos en la sociedad.

Conclusión: El Legado Imperecedero de Roma en Hispania

Para concluir, querría destacar la cantidad de cosas que los romanos nos han dejado hasta la actualidad. Los romanos legaron su forma de vida, sus instituciones, impusieron a los pueblos sometidos la hermandad dentro del marco jurídico y administrativo del cives romani, y nos legaron el precioso patrimonio de su lengua. Estos son los pilares básicos sobre los que aún se asienta este Occidente que lentamente camina hacia la integración supranacional, es decir, hacia el ideal de ser, básicamente, una nueva Roma.