La Imposición del Absolutismo Borbónico en España
La monarquía autoritaria de los Austrias ya había iniciado, en el siglo XVII, un proceso de concentración de poder en Castilla. Sus Cortes no se reunían desde 1665 y solo lo habían hecho para aprobar impuestos. En la Corona de Aragón y también en Navarra y el País Vasco, se habían conservado instituciones propias y un cierto grado de soberanía respecto al poder central.
Al instalarse los Borbones en el trono español, impusieron el modelo de absolutismo implantado en Francia con Luis XIV. El monarca absoluto constituía la encarnación misma del Estado: a él pertenecía el territorio y de él emanaban las instituciones. Su poder era prácticamente ilimitado, pues era fuente de ley, autoridad máxima del gobierno y cabeza de la justicia. Con esta nueva concepción, secundados por consejeros fieles y competentes, combatieron las pocas limitaciones que aún actuaban sobre las prerrogativas de la Corona, afanándose por fortalecer el poder real.
La Política Exterior Borbónica
El reinado de los Borbones se inició con una importante pérdida de poder e influencia de la Corona Española en el contexto internacional, lo que permitió liberar a la monarquía de la pesada carga militar y financiera que había supuesto el mantenimiento de las numerosas posesiones europeas en los siglos XVI y XVII. De este modo, los Borbones concentraron sus energías en mejorar la situación en el interior del país.
Los principales enfrentamientos se produjeron a causa del empeño de Isabel de Farnesio en defender el acceso al trono de Nápoles de su hijo mayor, Carlos, y al trono de Parma y Módena de su otro hijo, Felipe. Los intereses españoles en Italia comportaron el enfrentamiento con algunas potencias europeas, especialmente con Austria. En busca de aliados, Felipe V y después Carlos III firmaron una serie de pactos con Francia (los Pactos de Familia).
La llegada al trono de Fernando VI inauguró una época de neutralidad en la política exterior española. Sus esfuerzos se dirigieron a la reestructuración del ejército y de la flota. La construcción de navíos tenía como objetivo mantener buenas líneas de comunicación con los territorios americanos. Los Borbones poseían todavía numerosas colonias en América, e hicieron verdaderos esfuerzos por mejorar y racionalizar tanto la administración como el comercio colonial. El monarca contó con colaboradores muy eficaces: los ministros José de Carvajal y el Marqués de la Ensenada.
Durante el reinado de Carlos III, España intervino en la Guerra de los Siete Años al lado de Francia (Tercer Pacto de Familia, 1761) y contra Inglaterra. La guerra terminó con la Paz de París (1763), en la que España cedió Florida y territorios de México a Gran Bretaña, mientras la Luisiana pasaba de manos francesas a españolas. En 1782, también se recuperó la isla de Menorca, que pertenecía a Gran Bretaña. Por último, España intervino junto a Francia en la Guerra de Independencia de los EE. UU., apoyando a las colonias americanas. Al final del conflicto, con la derrota inglesa, España recuperó Florida y los territorios de México.
La Guerra de Sucesión Española
Carlos II (el último monarca de la Casa de Austria) murió en 1700 sin descendencia directa. Felipe de Anjou era uno de los principales candidatos a ocupar el trono por sus vínculos familiares, al igual que el archiduque Carlos de Habsburgo. El primero era nieto de Luis XIV de Francia y el segundo, hijo del emperador de Austria y ligado también a la dinastía española.
El testamento de Carlos II designaba como sucesor al candidato Borbón, que fue proclamado rey en 1700 con el nombre de Felipe V, y juró su cargo ante las Cortes en 1701. El nombramiento provocó un conflicto grave en el equilibrio de poder entre las potencias europeas. El acceso de Felipe V al trono español fortalecía la influencia de los Borbones en Europa y rápidamente Gran Bretaña, Holanda y Portugal, que estaban en contra de esta situación, dieron su apoyo al candidato austriaco, entrando en guerra contra Francia y España. Así, la sucesión al trono español pasó a ser un conflicto internacional.
En España, la cuestión sucesoria también había dividido los territorios peninsulares. Castilla se mostró fiel a Felipe V, a excepción de una parte de la gran nobleza, temerosa de perder el poder e influencia ante el absolutismo borbónico. En cambio, respaldaron al candidato austriaco la Corona de Aragón (especialmente Cataluña), las instituciones representativas de los diversos sectores sociales (nobleza, burguesía y clero) y las clases populares. Los motivos de este apoyo pudieron ser el temor de las instituciones a perder su poder ante las tendencias centralizadoras y uniformadoras de la nueva monarquía, y el mal recuerdo dejado por las tropas francesas en Cataluña durante el levantamiento de 1640. El enfrentamiento derivó en una guerra civil que se desarrolló durante casi una década.
En el plano internacional, las fuerzas de ambos candidatos estaban bastante equilibradas y los Borbones se mostraron incapaces de derrotar a los ejércitos aliados que apoyaban a Carlos de Habsburgo. Pero en 1711 un hecho hizo cambiar el curso de los acontecimientos: el archiduque Carlos pasaría a ocupar el trono el 17 de abril al morir el emperador de Austria (José I). Entonces, el peligro para el equilibrio europeo lo constituía un Habsburgo en el trono de dos reinos tan importantes.