Evolución de la Poesía, Teatro y Narrativa en España (1939-2000)

La Poesía Lírica de 1939 a Finales del Siglo XX

Tendencias, autores y obras principales

Nos encontramos ante un periodo claramente marcado por los acontecimientos económicos, políticos y sociales derivados de la Guerra Civil Española, de la dictadura de Franco y del inicio del periodo democrático. En poesía, esto supuso un «año cero» por la muerte, el exilio y el silencio de los poetas de la brillante etapa anterior. Además, los únicos poetas de la Generación del 27 que permanecieron en la Península fueron tres: Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego.

El exilio y la poesía de posguerra

La mayor parte de la poesía española marchó al exilio. Fue el caso de autores como:

  • Juan Ramón Jiménez
  • León Felipe
  • Pedro Salinas (El Contemplado)
  • Jorge Guillén (Clamor)
  • Rafael Alberti (De la guerra a hoy)
  • Luis Cernuda (Ocnos)
  • Emilio Prados (Jardín cerrado)
  • Concha Méndez
  • Juan Gil-Albert

La década de los 40: Poesía arraigada y desarraigada

Durante los años 40, existieron dos grandes corrientes:

Poesía arraigada

También conocidos como garcilasistas, por su vinculación a la revista Garcilaso. En ella se promovía una poesía heroica, religiosa o amorosa, tomando como modelo a Garcilaso de la Vega. Abordaban temas tradicionales como la tierra, la familia y Dios, expresando una visión del mundo optimista y esperanzada. Destaca el poeta Luis Rosales.

Poesía desarraigada o existencialista

Esta tendencia se consolida con tres hechos fundamentales: la publicación de Hijos de la ira (Dámaso Alonso) y Sombra del Paraíso (Vicente Aleixandre), y la aparición de la revista Espadaña. Aunque a veces aparecen temas religiosos, están impregnados de dudas e imprecaciones sobre el dolor humano. Su estilo es bronco, directo, más sencillo y menos preocupado por primores estéticos, y se caracteriza por el uso del verso largo no clásico. Pertenecen a esta corriente autores como Blas de Otero (Ángel fieramente humano), José Hierro y Carlos Bousoño.

Otras tendencias: el Postismo

El Postismo, una corriente postsurrealista iniciada por Carlos Edmundo de Ory, también tuvo su lugar. En una línea similar, Miguel Labordeta creó una poesía rebelde y desgarrada sobre problemas existenciales y sociopolíticos.

Los años 50: La Poesía Social

Durante los años cincuenta se inició una cierta apertura al exterior y un desarrollo económico que mejoró las condiciones de vida, lo que se vio reflejado en el auge de la poesía social. Esta pretendía mostrar la verdadera realidad del ser humano y del país, denunciando las injusticias y usándola como un instrumento para transformar el mundo. Se pasó así del «yo» al «nosotros». Como tema principal, destaca la preocupación por España y el recuerdo y la superación de la Guerra Civil, dirigiéndose así a la «inmensa mayoría» con un lenguaje directo y coloquial. Destacamos a poetas como Blas de Otero, con Pido la paz y la palabra; Gabriel Celaya, con su obra Cantos iberos; y Vicente Aleixandre, con Historia del corazón.

Los años 60: La Generación del Medio Siglo

En los años sesenta, la conocida como «Generación del medio siglo» inclinó los temas hacia la experiencia personal y los aspectos cotidianos del día a día. Al mismo tiempo, desapareció la exaltación del lenguaje, intentando sumir a los lectores en una versión de la poesía más íntima y acogedora. Vuelve a haber, sin embargo, una preocupación artística por el lenguaje poético. Se encuentran escritores como Ángel González y Jaime Gil de Biedma.

Los años 70: Los Novísimos

En cuanto a los años 70, destaca la generación de los Novísimos, en la que encontramos autores como Guillermo Carnero y Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. Se presentaron con una decidida voluntad rupturista con toda la literatura previa. Los únicos referentes de la tradición española que no ignoraron fueron Cernuda, Aleixandre y los postistas. Propugnaron la autonomía del arte y su forma de expresión fue la experimentación en el lenguaje.

La poesía desde 1975

Por último, la poesía española desde 1975 coexistió con varias promociones poéticas. La tendencia dominante en los años ochenta fue la poesía de la experiencia, donde se encuentran poetas como Luis Antonio de Villena. Otras tendencias son el Neosurrealismo, el Erotismo de Ana Rossetti y el Minimalismo con Andrés Sánchez Robayna. La poesía más reciente se mueve en diversos frentes; no obstante, el postmodernismo y el escepticismo parecen ser los rasgos dominantes. Además, hoy en día hay un auge de la poesía femenina y nuevas formas de difusión, como Internet. Una de las poetisas más importantes es Elvira Sastre, que se dio a conocer a través de plataformas digitales.

El Teatro Español a Partir de 1939

Existen dos tendencias teatrales principales en este periodo: la realista, que pervive hasta nuestros días, y la experimental, caracterizada por la ruptura de los elementos estructurales y del espacio tradicional del teatro.

El teatro del exilio

En el exilio se encuentran dramaturgos como:

  • Rafael Alberti con El adefesio.
  • Pedro Salinas con Judit y el tirano.
  • Max Aub con San Juan.
  • José Bergamín y Alejandro Casona, quienes cultivaron el simbolismo.

El teatro en los años 40

El teatro de los años cuarenta representa una realidad falsificada y es formalmente anticuado. En la creación dramática encontramos dos líneas:

El drama burgués

Es una continuación de la comedia benaventina. Son obras de correcta construcción y elegantes diálogos. Uno de los autores que lo cultivó fue Joaquín Calvo Sotelo.

El teatro de humor

En esta línea encontramos a Enrique Jardiel Poncela, que con Eloísa está debajo de un almendro trata de romper las formas tradicionales del humor; sin embargo, sus obras chocaron con una crítica y un público cerrados. Miguel Mihura, con Tres sombreros de copa, se caracteriza por la utilización de un humor absurdo.

Los años 50: El teatro realista

El teatro realista de los años 50 comienza con obras importantes como Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Este tipo de teatro transmite un existencialismo que más tarde deriva en la preocupación social. Sus temas tratan sobre los problemas de obreros y gente humilde, mostrándonos así las desigualdades sociales. Muchas obras no llegaron al escenario, lo que se conoce como «teatro soterrado». Destaca el realismo: la escena imita espacios cotidianos con rasgos costumbristas. Sobresale en este periodo Buero Vallejo, cuyas obras están marcadas por temas humanos, ya sean de carácter existencial o realista. Su género preferido es la tragedia, con la que pretende la catarsis del espectador para conmoverle y animarle a luchar contra su destino. Destaca Un soñador para un pueblo.

El teatro en los años 60 y los grupos independientes

En esta época, el teatro continuará con la línea de protesta y denuncia de la injusticia social y el descontento político de corte realista. José María Rodríguez Méndez estrena Las salvajes en Puente San Gil para criticar el conservadurismo burgués de la época. Lauro Olmo obtendrá gran éxito con La camisa, donde refleja los problemas de escasez vinculados al paro o la emigración. También destacan Francisco Nieva con La carroza de plomo candente, caracterizado por el empleo del simbolismo y los elementos oníricos, y Fernando Arrabal con El arquitecto y el emperador de Asiria, creador del «Teatro Pánico» de carácter provocador y rebelde, que recoge elementos del vanguardismo y del teatro del absurdo.

Surgen los grupos de teatro independiente, cuya actividad se desarrolla al margen de los circuitos culturales establecidos. Los grupos más destacados fueron Els Joglars, Los Goliardos y el Teatro Experimental Independiente, con grandes innovaciones escénicas:

  • Aportación de ideas de todo el grupo y empleo de la improvisación.
  • Uso de la expresión corporal, la danza, la música, etc.
  • Enfoques críticos no solo dedicados a lo político y social.
  • Traslado del escenario al patio de butacas, buscando la participación del espectador.

El teatro desde 1975 hasta fin de siglo

Tras una etapa en la que, con la desaparición de la censura, se intenta llevar a escena todo aquello que había sido prohibido en décadas anteriores (Valle-Inclán, Lorca…), se asentará un teatro caracterizado principalmente por autores consagrados. En esta época se podría hacer un teatro en libertad, pero el público no asimila los cambios, abandona los teatros y rechaza los montajes vanguardistas.

Destacan autores como:

  • Antonio Gala, con Anillos para una dama. Sus protagonistas son mujeres y trata temas como el amor y la soledad.
  • José Luis Alonso de Santos, con La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro, donde se aprecian aspectos de la sociedad del momento.
  • Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas son para el verano, también muy realista.
  • José Sanchis Sinisterra, con ¡Ay, Carmela!, en la que se reflexiona sobre aspectos del propio teatro.

La Narrativa Española desde 1975 hasta la Actualidad

Tendencias, autores y obras

Contexto histórico y cultural

La novela a partir de 1975 viene marcada por varios fenómenos: el fin del franquismo y el aperturismo de la Transición. El ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española tras la muerte del general Franco permitió un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España. A ello contribuyó la desaparición de la censura, la recuperación de la obra de los escritores exiliados y un mayor conocimiento de la narrativa en otros países.

Ciertos sucesos exteriores también tendrán una enorme influencia, como la caída del Muro de Berlín. El final del siglo XX viene marcado por un cambio en los medios de comunicación de masas, como la imposición de Internet, que crea nuevos modelos de edición y difusión de textos.

Características generales

Técnicamente, la narrativa se aleja del experimentalismo, produciéndose una vuelta al interés por la historia, por el argumento y por la intriga, pero sin volver al realismo social. Las novelas de este periodo son deudoras en recursos y procedimientos técnicos tanto de la renovación narrativa de los sesenta como de las variadas tradiciones novelísticas de nuestro siglo, como la novela negra y de aventuras.

Dos de los aspectos más significativos de la novela española de los últimos treinta años son:

  • El carácter aglutinador, que acoge todas las tendencias, modalidades, discursos, temas y preocupaciones personales.
  • La individualidad, en la que cada novelista elegirá la orientación que le resulte más adecuada para encontrar un estilo propio con el que expresar su visión de la realidad.

En las últimas décadas convivieron novelistas importantes de la posguerra como Delibes, Cela y Torrente Ballester; algunos novelistas de la «generación del 50» como Juan Goytisolo, Juan Marsé y Carmen Martín Gaite; los novelistas de la «generación del 75» como Eduardo Mendoza, Félix de Azúa y Vicente Molina Foix; y nuevos escritores que se dieron a conocer después del franquismo, como Manuel Vicent.

Tendencias temáticas principales

En la nueva narrativa es posible identificar diversas tendencias temáticas. Las más relevantes son:

Novela policíaca y de intriga

Es un subgénero que resurge con especial fuerza. Entre sus cultivadores destaca Eduardo Mendoza, que publicó en 1975 La verdad sobre el caso Savolta, obra que se considera un punto de partida de la narrativa actual. En obras posteriores, Mendoza ha mostrado su capacidad paródica: Sin noticias de Gurb y El laberinto de las aceitunas subvierten los tópicos de la novela de misterio, negra o policíaca y de la ciencia ficción. Otro autor importante es Manuel Vázquez Montalbán, autor de una serie protagonizada por el detective privado Pepe Carvalho. A esta tendencia pertenecen también las novelas Plenilunio y Beltenebros de Antonio Muñoz Molina.

Novela histórica

Destacan El oro de los sueños de José María Merino y El hereje de Miguel Delibes. En los últimos años son frecuentes las novelas históricas contextualizadas en épocas cercanas, especialmente en la Guerra Civil, como Soldados de Salamina de Javier Cercas, La voz dormida de Dulce Chacón, o los relatos breves de Los girasoles ciegos de Alberto Méndez. Destacó también Rafael Chirbes con La buena letra.

Novela de reflexión íntima

Se centra en la búsqueda personal y la reflexión sobre la propia existencia. Las obras que destacan son Mortal y rosa de Francisco Umbral, en la que reflexiona sobre la muerte, y La lluvia amarilla de Julio Llamazares, que narra el abandono de los pueblos a través de un lírico monólogo.

Novela de pensamiento

El autor reflexiona en un tono autobiográfico. Destaca Sefarad de Antonio Muñoz Molina.

Novela de la memoria o testimonio

La memoria de una generación y el compromiso son los temas básicos de esta corriente. Hay novelistas como Rosa Montero con Te trataré como a una reina, que aborda la defensa de la condición femenina, y también la producción novelística de Luis Mateo Díez.

Metanovela

El narrador reflexiona sobre los aspectos teóricos de la novela, que se trasladan a la ficción como motivo del relato. Destaca Luis Landero con Juegos de la edad tardía.

Novela culturalista

Aparecen autores jóvenes como Juan Manuel de Prada con Las máscaras del héroe.

Novela neorrealista

Se centra en la representación de la conducta de los adolescentes. Destacó Amor, curiosidad, prozac y dudas de Lucía Etxebarria.

A modo de cierre, puede decirse que predomina el individualismo de los autores, que no crean grupos porque no existe una tendencia clara que los aglutine.

Estudio de Obra: La buena letra de Rafael Chirbes

Autor

Rafael Chirbes fue un escritor reconocido en España y muy valorado, sobre todo en Alemania, además de ejercer con mucha solvencia como crítico literario. Sus obras suelen estar ambientadas en el periodo correspondiente a la posguerra, el fin de la era franquista y la transición democrática. A través de ellas, teje el panorama de la sociedad española desde ese momento hasta la actualidad e incide en la influencia que tuvieron estos acontecimientos y las transformaciones sufridas por el país. En La buena letra (1992) mantiene el tema general de sus otras obras, que podrían incluirse en el grupo de la novela social actual. Así, es una novela testimonial de un periodo concreto de la historia de España, en este caso el que discurre desde los años previos a la Guerra Civil hasta nuestros días. Chirbes formaría parte de un grupo de escritores que se han dedicado a reflejar en sus obras el dolor y la amargura de la guerra civil y la posguerra con el fin de testimoniar unos hechos que no pueden olvidarse y que han de quedar como memoria histórica. Otros autores destacados de la época serían Dulce Chacón con La voz dormida o Ana María Matute con Demonios familiares.

Obra y contexto

La obra se sitúa en Bovra (Valencia). Narrada en primera persona, está diseñada a modo de un diario o unas memorias. Ana le cuenta a su hijo fragmentos de una vida de pequeñas miserias con la que se han tejido las relaciones personales y familiares. Sus palabras se convierten en un duro legado para una nueva generación que quiere levantarse sobre la inocencia. En La buena letra, el autor renuncia a narrar los grandes acontecimientos históricos para poner su foco de atención en lo íntimo y cotidiano, en el conjunto de gestos y silencios que marcan las vidas de unos personajes heridos por la traición y la deslealtad, los deseos frustrados y la desesperanza de un sufrimiento inútil en la medida en que solo sirve para alimentar la voracidad de otros.

Los personajes que rodean a la protagonista siguen vivos en su memoria: la madre, la suegra, los padres, el marido, las cuñadas… Ella recupera los recuerdos felices durante la República (las comidas familiares, su boda…) y los recuerdos amargos de la guerra y la posguerra (el hambre, la necesidad…). El tema principal es la traición y la deslealtad del tío Antonio, a quien ayudaron mientras estaba en la cárcel y después mantuvieron en su casa ofreciéndole lo poco que tenían. Es importante destacar que la narradora no escribe desde el rencor ni la venganza, sino desde la amargura y el dolor acumulado y que, en ocasiones, incluye recuerdos felices, como los momentos que comparte con su hija en el cine o la solidaridad de las gentes del pueblo en situaciones de máxima necesidad. El título hace alusión a la falsedad que se esconde detrás de las buenas formas y está relacionado con las tardes en las que su cuñada escribía «con buena letra».

La buena letra, de Rafael Chirbes, es una novela con significación dual: al mismo tiempo recapitulativa y premonitoria. Recapitulativa, porque su estructura narrativa, que parte del presente, mira hacia atrás al contar una historia que comienza con la Guerra Civil y discurre con el relato de la evolución de la familia en la inmediata posguerra y, posteriormente, el comienzo del desarrollo económico. Pero es dual porque Chirbes ha querido darle a los cambios de sintaxis narrativa un valor premonitorio, ya que se vuelca hacia la que sería luego la evolución histórica y moral de los españoles hijos de quienes vivieron la posguerra, que sustentan ya otros valores, contradictorios con aquellos. El resultado final es de hondo pesimismo. El hecho de evocar una vida pasada, de revivir la muerte y la pérdida, ahonda en su futilidad: «todo parecía que iba a durar siempre y todo ha pasado tan deprisa sin dejar nada», llega a afirmar Ana. El paso del tiempo no es reparador; el paso del tiempo trae el olvido.