La Evolución Literaria en España: De la Generación del 98 al Novecentismo

A finales del siglo XIX, España vivía un momento de crisis profunda tras el Desastre del 98, cuando perdió sus últimas colonias: Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Este hecho hizo que intelectuales y escritores reflexionaran sobre el atraso del país y buscaran soluciones para modernizarlo. Surgió entonces el Regeneracionismo, un movimiento que defendía la necesidad de acercar España a Europa para salir del estancamiento. Uno de sus principales representantes fue Joaquín Costa, cuyo lema era “despensa y escuela”, es decir, mejorar la alimentación y la educación del pueblo como base para el progreso. En paralelo, la Institución Libre de Enseñanza, creada por Francisco Giner de los Ríos, proponía reformar el país a través de la educación, ofreciendo una enseñanza libre, científica y accesible, alejada de la escuela oficial y de la religiosa, que solo beneficiaba a unos pocos.

En los primeros años del siglo XX, muchos escritores continuaron con las tendencias del Realismo y el Naturalismo, como Galdós, Pardo Bazán o Blasco-Ibáñez. Sin embargo, un grupo de jóvenes escritores reaccionó contra estas formas tradicionales y buscó innovar tanto en los temas como en la manera de escribir. Este grupo es conocido como la Generación del 98, nombre acuñado por Azorín en 1913, y se caracterizó por su preocupación por España y su historia, por un lenguaje claro y sobrio, por una visión subjetiva e introspectiva de la realidad y por profundas reflexiones filosóficas sobre la vida, la muerte, Dios y el paso del tiempo. Los autores del 98 combinaron su amor por España con un interés por las corrientes europeas, idealizando especialmente el paisaje castellano, símbolo del alma española, y buscando expresar sus sentimientos de manera íntima y personal.

Entre los autores más destacados se encuentra Miguel de Unamuno, quien vivió gran parte de su vida en Salamanca y fue rector de la universidad. Sus novelas reflejan sus inquietudes filosóficas y existenciales, centrándose en la angustia de la existencia, la fe, la relación entre razón y fe, y la preocupación por España. Obras como Paz en la guerra y Amor y pedagogía muestran esta preocupación, mientras que Niebla y San Manuel Bueno, mártir profundizan en la relación entre creador y personajes, la confusión entre sueño y realidad y el dilema entre la verdad y la felicidad. También abordó temas como la envidia y la maternidad frustrada en Abel Sánchez y La tía Tula.

Otro autor importante fue Pío Baroja, nacido en San Sebastián y afincado en Madrid. Baroja refleja en sus novelas un fuerte escepticismo y crítica hacia la sociedad, mostrando la hipocresía y las injusticias de los seres humanos, aunque también compasión por los marginados. Sus obras pueden dividirse en novelas de pensamiento, como Camino de perfección, La busca o El árbol de la ciencia, donde aparecen personajes descontentos y sin esperanza, y novelas de acción, como Zalacaín el aventurero y Memorias de un hombre de acción, en las que el argumento se centra en la aventura. Su estilo se caracteriza por la espontaneidad, párrafos cortos y lenguaje claro y coloquial.

Azorín, cuyo verdadero nombre era José Martínez Ruiz, se dedicó tanto a la literatura como al periodismo. Su obra refleja la nostalgia por el paso del tiempo y por lo vivido, así como la descripción del paisaje y la vida de Castilla, vinculando siempre paisaje y sentimiento. Sus novelas son más una excusa para expresar ideas, recuerdos y reflexiones que una historia con argumento; destacan La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo, además de sus novelas de tema amoroso Don Juan y Doña Inés.

A partir de 1910 surge la Generación del 14 o Novecentismo, que mantiene la preocupación por España pero adopta una postura más racional, equilibrada y sistemática. Sus autores, como Ortega y Gasset, Miró o Pérez de Ayala, destacan por su formación intelectual, su gusto por el ensayo y el arte puro, y por la búsqueda de la perfección formal en sus obras. El Novecentismo rechaza la visión subjetiva y dramática del 98 y apuesta por un pensamiento más ordenado y científico.

Al mismo tiempo, aparece la novela vanguardista, caracterizada por romper con la narrativa tradicional. Sus autores experimentan con el lenguaje y la estructura, produciendo obras más centradas en la forma que en la historia, y explorando la deshumanización, el humor o la acumulación de imágenes. Entre ellos destacan Rosa Chacel, con Memorias de Leticia Valle, Enrique Jardiel Poncela, con Amor se escribe sin hache, y Ramón Gómez de la Serna, precursor de la vanguardia, cuya obra El Rastro reúne la mayoría de los rasgos de este movimiento.

En resumen, las primeras décadas del siglo XX en España estuvieron marcadas por un profundo interés de los escritores por la situación del país, la reflexión filosófica y la renovación literaria, desde la visión subjetiva y filosófica de la Generación del 98 hasta la racionalidad del Novecentismo y la experimentación de la vanguardia.