El Conflicto Central: Autoridad vs. Libertad
El tema central de la obra es el enfrentamiento entre una moral autoritaria, rígida y convencional (representada por Bernarda) y el deseo de libertad (encarnado por María Josefa y Adela).
El tema principal es el conflicto entre autoridad y libertad. Federico García Lorca presenta la antítesis entre el deseo de vida de las jóvenes hijas, que se resisten a enclaustrarse en una casa, y la autoridad de su madre, que pretende guardar un luto riguroso. Bernarda es una mujer intolerante que impone la represión a sus hijas. Solo Adela y María Josefa se enfrentan a ello. En un mundo así estructurado, si no se acepta la ley impuesta por Bernarda, solo hay dos salidas:
- La locura (María Josefa), forma extrema de evasión.
- El suicidio (Adela).
El autoritarismo de Bernarda se manifiesta ya en su primera intervención, y está presente en la primera y última palabra que Bernarda pronuncia: ¡Silencio! Esta actitud constituye una constante de su carácter. Ya el título de la obra contiene ciertas connotaciones de dominio y pertenencia; en él se nos llama la atención sobre el ambiente y el mundo interior de los habitantes de un lugar cerrado: la casa. También se observa la relevancia de la figura del principal personaje de la obra: Bernarda. Ella es la dueña de la casa y de sus habitantes, y todos sus enseres le pertenecen.
La Marginación de la Mujer en la Sociedad
Otro tema fundamental es la marginación de la mujer en la sociedad de la época. El papel de la mujer es de sumisión total ante la autoridad ejercida, en este caso por la madre, y después por el hombre. Bernarda aconseja a sus hijas: “Habla si él te habla y míralo cuando te mire. Así no tendrás problemas”.
En la obra se distingue claramente el trabajo de hombres y mujeres:
“Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón.”
Mientras que a la mujer se le prohíbe cualquier impulso amoroso, al hombre le está permitido mantener relaciones extramatrimoniales. La Poncia lo justifica: “Los hombres necesitan estas cosas”. Esta marginación de la mujer se produce también en la ley, que no castiga de igual manera a hombres y mujeres.
Injusticia y Diferencias Sociales: El Clasismo
La injusticia y las diferencias sociales (el clasismo) constituyen el tercer tema de la obra. A lo largo de la obra, pero especialmente en el primer acto, García Lorca pone de manifiesto las tensiones de la sociedad de su época. Plantea una jerarquía social bien definida:
- Estrato superior: Bernarda y sus hijas.
- Estrato intermedio: Las criadas.
- Posición ínfima: La miseria absoluta, representada por la mendiga.
Las relaciones humanas están dominadas por la crueldad del que ocupa el estrato superior hacia el que se encuentra en uno inferior, y por la sumisión resignada teñida de odio de quienes están en los escalones inferiores. Cada personaje tiende a humillar a quien se sitúa en el estrato inferior. La criada humilla a la mendiga que viene pidiendo “las sobras”. La mendiga dice: “Mi niña y yo estamos solas”. Y la respuesta de la criada es cruel: “También están solos los perros y viven”. Bernarda animaliza a la criada de forma paralela al trato dado previamente por ella misma a la mendiga.
La Hipocresía y la Obsesión por las Apariencias
La hipocresía que oculta la realidad es uno de los motivos recurrentes de la casa de Bernarda Alba. Simbólicamente, esta preocupación por las apariencias se refleja en la obsesión por la limpieza y la blancura de las habitaciones que caracteriza a Bernarda. En las acotaciones iniciales de cada acto se emplea el adjetivo “blanco”, que va desde el superlativo en el primer acto a la matización “ligeramente azulada” en el último acto.
El miedo a la murmuración es una constante en la vida del pueblo y marca la conducta de Bernarda. A ella solo le importa la apariencia: “Yo no me meto en los corazones, pero quiero buena fachada y armonía familiar”. También Martirio se caracteriza por su hipocresía y es acusada por Magdalena: “Nunca he podido resistir tu hipocresía”. La hipocresía recorre la obra de principio a fin. De hecho, tras el suicidio de Adela, lo único que le importa a su madre es que nadie saque la verdad a la luz: “Mi hija ha muerto virgen (…) nadie dirá nada”.
La Problemática de la Honra
Ligada al tema de las apariencias se desarrolla la problemática de la honra. Bernarda exige un comportamiento público inmaculado, una imagen social limpia. La Poncia igualmente expresa esta preocupación: “No quiero mancharme de vieja”.
El Odio y la Envidia en las Relaciones Humanas
Las relaciones humanas están dominadas por el odio y la envidia. Toda la obra está repleta de pasajes en los que se manifiesta el odio:
- En las acotaciones: “con odio”, “con sarcasmo”…
- Por medio de insinuaciones: “¡Guárdate esa lengua en la madriguera!”
- Por medio de insultos: “¡Mandona!”. “¡Mala, más que mala!”
- Por medio de expresiones directas: “Mi sangre ya no es la tuya”
La Frustración como Destino Lorquiano
Encontramos, por tanto, el mismo tema recurrente de todo el teatro lorquiano: la frustración. En este caso, es una frustración social, ya que viene impuesta por los prejuicios de casta, la condición de la mujer en los pueblos de España, la presión del “qué dirán”, la moral tradicional y las costumbres.