Descartes teoría del conocimiento

3.

Descartes

razón y método
 Como buen racionalista, a Descartes
le interesa descubrir la verdad utilizando única y exclusivamente su razón, es decir, quiere llegar a construir un sistema de verdades que procedan de esta facultad autónoma e independiente, que de ninguna manera tiene que apoyarse en nada ajeno a ella misma. Decepcionado con los
conocimientos que le habían sido transmitidos, Descartes considera que toda la sabiduría de su época es un “viejo edificio” falto de unidad e inservible que hay que derribar para construir otro nuevo, enteramente unitario, que unifique todas las ciencias en una sola. Decide así Descartes romper con toda la filosofía anterior, con todo lo que ha
aprendido y se le ha enseñado, para adoptar un método que le permita llevar a cabo ese proyecto de construcción de una nueva ciencia unitaria41.
Porque la razón es única, interesa conocer su estructura y su
funcionamiento para poder utilizarla correctamente. Según Descartes, son dos las operaciones fundamentales de la razón:
a) La intuición, una especie de luz o instinto natural por el que captamos inmediatamente conceptos simples y evidentes sin posibilidad alguna de error. Descartes llama a estos conceptos naturalezas simples, y son el punto de partida de todo conocimiento cierto.
b) La deducción, que es el proceso por el que enlazamos unas naturalezas simples con otras, creando cadenas de razonamientos complejos.
Estas dos operaciones de la razón se constituirán como los pilares fundamentales del famoso método cartesiano, vía esencial para la construcción de un nuevo edificio del conocimiento. Un método (del griego metá y odos,  “Así, toda la filosofía es como un árbol , cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y las ramas que salen de este tronco las otras ciencias, que se reducen a tres principales, a saber, la medicina, la mecánica y la moral […] la cual es el último grado de sabiduría”es, según Descartes, el conjunto de reglas ciertas y fáciles que harán que quien las observe no pueda tomar nunca lo falso por verdadero, llegándose con él al conocimiento cierto de todas las cosas. Inspirándose en la filosofía ockhamista, según Descartes un buen método debía contar con pocos principios pero muy eficaces, para simplificar y evitar confusiones. Es por ello que propone las famosas cuatro reglas del método cartesiano, que la razón deberá seguir para garantizar la verdad de sus intuiciones:
1. Regla de la evidencia:
Obliga a no admitir nada como verdadero si no
se nos presenta como evidente.
Toda evidencia se caracteriza, no por ser demostrada empíricamente, sino por su claridad y distinción, es decir, porque no puede ser dudado en absoluto ni confundido con ninguna otra cosa .
2. Regla del análisis: consiste en analizar y descomponer cada problema en tantas parcelas como fuera posible hasta reducirlas a evidencias. Esta operación es la propia del conocimiento intuitivo.
3. Regla de la síntesis: es el paso inverso al análisis, y consiste en deducir consecuencias y elaborar argumentos a partir de las evidencias proporcionadas por el análisis. Gracias a esta regla procedemos desde lo más simple a lo más complejo. Es la operación propia del conocimiento deductivo.
4. Regla de la enumeración: aunque es un procedimiento auxiliar, consiste en la realización de revisiones de los pasos realizados para estar seguros de no habernos equivocado en nada, y por ello resulta imprescindible.
Así pues, la evidencia intuitiva de ideas claras y distintas será la base de todo conocimiento cierto. Recordemos que Descartes pretende que la razón por sí misma reconstruya el edificio del conocimiento, y para ello necesitará una verdad como punto de partida que sea absolutamente cierta: solo así podrá empezar a reconstruir lo que ha derruido. Este es el objetivo del método cartesiano.
La necesidad de encontrar una verdad indudable que le sirviera de base
y de fundamento evidente de un nuevo “edificio del conocimiento”, llevó a
Descartes a poner en práctica su método dudando de todo lo que admitiera la más mínima duda: es la famosa duda metódica de Descartes, un instrument añadido al método y derivado de su primera regla sin el que se hace imposible alcanzar ni una sola verdad.

Descartes aplica aquí la duda en un segundo nivel: a veces los sueños nos muestran mundos u objetos que nos parecen totalmente reales, pero que no lo son. Por lo tanto, la existencia de la realidad también es dudable por la imposibilidad de distinguir siempre entre la vigilia y el sueño.
Pero aun siendo incapaz de distinguir siempre cuándo estoy despierto y cuándo dormido, se plantea el filósofo, debe de existir algún tipo de conocimiento que se mantenga idéntico tanto en la vigilia como en el sueño, y que pueda servir como primera verdad indudable. De hecho, la vigilia o el sueño parecen no afectar a las verdades matemáticas, pues dormidos o despiertos los tres ángulos de un triángulo suman 180 grados, y 2+2=4. Será aquí donde Descartes añada el tercer y más radical motivo de duda: la posibilidad de la existencia de un genio maligno, de extremado poder e inteligencia, que se empeñara en engañarme también respecto a dichas verdades matemáticas, haciéndomelas parecer como evidentes cuando no lo son. Esta hipótesis del genio maligno equivale a suponer que tal vez el entendimiento humano es de tal naturaleza que se equivoca siempre cuando intenta captar la verdad. Descartes ha desplegado la duda hasta sus últimas consecuencias: se entiende, por ello, que la suya es una duda universal, por extenderse a todos los niveles posibles, pero una duda metódica porque es provisional:  el autor va a utilizarla como medio para alcanzar una primera verdad evidente del edificio del conocimiento. Hay que dejar claro, por ello, que Descartes no es un escéptico, porque la duda escéptica es existencial o vital. Descartes no pretendía negar todo lo que hasta ese momento se había considerado como cierto, sino que, por exigencias del método, quería hacernos ver que los conocimientos que tenemos por ciertos pueden ser, en realidad, una ilusión, por lo que es necesario que nos aseguremos de su verdad. Llegados a este punto de la duda, Descartes se plantea si no existe nada que escape a la duda y que pueda considerarse como primera verdad evidente, y lo halla en la duda misma, una actividad que se presenta como evidente, claray distinta en todo este proceso, una duda que confirma también la seguridad respecto al pensamiento, pues la duda es una,operación del pensamiento, que además debe de estar “sostenido” o ejecutado por un sujeto pensante. El hecho de pensar confirma asimismola existencia de un individuo que piensa.