Don Quijote y Sancho Panza: La Venta Encantada, Locura y Humor en la Obra de Cervantes

La Aventura en la Venta: Realidad y Ficción en Don Quijote

Luego de concluir la aventura con los «desalmados yangüeses» que les ocasionó a ambos personajes todo tipo de heridas y hematomas, y que, según Sancho, «me han de quedar (los golpes) tan impresos en la memoria como en las espaldas», Don Quijote le replica: «que no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma». Se refugiaron en una venta que Don Quijote, en su locura, tomó por castillo. Su demencia, provocada por la lectura de los libros de caballería, lo alejaba cada vez más de la realidad, sumergiéndolo en la ficción de creerse caballero andante.

Sancho y la Percepción de la Realidad

Al llegar a la venta, Sancho, posesionado de su rol de escudero e identificado con su amo, le oculta al ventero (personaje innominado, al igual que la ventera y su hija) la verdad de lo sucedido para dejarlo en mejor posición y con una imagen de valiente caballero. La ventera y su hija no parecen creer en la historia relatada por Don Quijote y Sancho, pero este último trata de defender la posición de héroe de caballería de su amo. Sancho realiza, con sus limitaciones intelectuales y de lenguaje, una definición del «caballero aventurero» en la que se destacan sus propias ambiciones de obtener «dos o tres coronas de reinos para su escudero». Ante las preguntas de la ventera, Sancho revela la voluntad que tenían de encontrar aventuras, aunque «tal vez hay que se busca una cosa y se halla otra», es decir, que lo que hallaron fueron golpes y demás.

La Venta Encantada y los Desvaríos de Don Quijote

Don Quijote procede a agradecer a la ventera su hospitalidad y los cuidados brindados, utilizando un pulido lenguaje propio de su condición de hidalgo, un lenguaje no habitual para la ventera y su hija, acostumbradas al trato con otro tipo de personas. Aquí podemos observar expresiones utilizadas en aquellos tiempos que se siguen empleando hasta el día de hoy, como «que así las entendían como si hablaran griego», para remarcar que no comprendían lo que Don Quijote les estaba diciendo.

Se dan dos circunstancias simultáneas: el arriero que yacía próximo a Don Quijote y Sancho había arreglado un encuentro con la criada Maritornes; mientras que Don Quijote, en su locura, pensó que la hija del ventero (a quien él creía el señor del castillo) vendría hacia él, enamorada.

Al aparecer Maritornes, Don Quijote, nuevamente, confunde unas «cuentas de vidrio» que tenía en su muñeca con «perlas orientales», y también confunde su cabello y su aliento. Luego, pensando que se cumplían sus expectativas, le explica acerca de su amor hacia Dulcinea del Toboso y su voluntad de no traicionarla. Se desarrolla una confusa acción con golpes a todos los que ocupaban la habitación, llevando Don Quijote y Sancho la peor parte y motivando la intervención de un agente de la Santa Hermandad, situación que, en su prolijo detalle, motiva la risa del lector.

En el relato de los acontecimientos, Don Quijote continúa su desvarío, confundiendo a la criada con la hija del señor del castillo, al arriero con un gigante, y creyendo que el citado castillo estaba encantado. De las palabras de Sancho parece inferirse que cree, como su amo, que se encuentra en un castillo encantado y que lo ha aporreado un moro. Cuando Don Quijote comienza a reponerse, se dirige a su escudero tratándolo de amigo, y este se queja de la mala noche que pasó. El trato dado por Don Quijote a Sancho es muy amable y reitera la confianza que le merece, mientras que el escudero manifiesta duramente su rechazo a la caballería y sus aventuras.

El Bálsamo de Fierabrás y la Fe

Al enunciar Don Quijote la aplicación de un bálsamo que curaría sus heridas, utiliza la expresión «en un abrir y cerrar de ojos», como de rápida realización. Nuevamente observamos una expresión usada en esa época que se ha mantenido hasta el presente. Al entrar el cuadrillero de la Santa Hermandad y dirigirse a Don Quijote como «buen hombre», este se enoja porque esa expresión se utilizaba para dirigirse a un inferior, y él estaba en su posición de caballero andante, que sería superior. Cuando intenta fabricar el bálsamo milagroso que les curaría las heridas, Sancho, a requerimiento de Don Quijote, va a procurarle los ingredientes y adopta el discurso de su amo, describiéndolo como el mayor caballero andante, y reitera la versión del castillo encantado y el ataque de los moros. Se podría inferir que Sancho se ha apartado de la realidad y se ha plegado entonces a la locura de su amo. En su proceso de elaboración del bálsamo de Fierabrás, se puede apreciar la fe católica que practicaba Don Quijote, manifestada en las señas de la cruz, los padrenuestros, avemarías y credos. Al verse Sancho afectado por el bálsamo que también había tomado, Don Quijote le explica que solo es efectivo para los caballeros andantes, por lo que reitera la diferencia existente entre el amo y el escudero.

El Conflicto con el Ventero y la Imposición de la Realidad

En el incidente con el ventero en el que Don Quijote no quiere pagarle, este último realiza una definición de la actuación de los caballeros andantes, diciendo: «Mi oficio no es otro sino valer a los que poco pueden y vengar a los que reciben tuertos y castigar alevosías». Por otra parte, el reclamo del ventero para que le paguen el hospedaje y demás servicios lleva momentáneamente a Don Quijote a la realidad.

Mi opinión es que, a pesar de los discursos de Sancho acerca de que los caballeros andantes nada pagan por hospedaje, la realidad se impone: al ser manteado, este, al ofrecérsele agua, pide vino; paga de su bolsillo y acepta que el ventero se quede con sus alforjas en pago de lo que se le debía.

La Ficción como Eje Central y el Estilo de Cervantes

El gran tema de la obra es la ficción: su razón de ser y la manera como dicha ficción, al introducirse en la vida de Don Quijote, lo va transformando hasta llevarlo al límite de su locura.

Para concluir, después de haber leído varios capítulos de la obra, quiero destacar la forma en que Cervantes describe a sus personajes, utilizando el estilo Barroco. Por ejemplo, cuando describe a Maritornes en el Capítulo XVI, lo hace de una forma propia del Barroco, contrastando la belleza de la hija del ventero con la de la criada, y ofreciendo una descripción con profusión de detalles y sumamente recargada. Por otro lado, también utiliza el humor para describir a la criada y a todos los personajes que aparecen en la obra, provocando la diversión de sus lectores. Otro claro ejemplo se encuentra en el mismo capítulo, cuando el autor describe el lugar donde Don Quijote y Sancho iban a dormir. Y lo contrasta con la cama del arriero, que era «de las enjalmas y mantas de sus machos», mientras que la de Don Quijote «solo contenía cuatro mal lisas tablas sobre dos no muy iguales bancos y un colchón que en lo sutil parecía colcha, lleno de bodoques que, a no mostrar que eran de lana por algunas roturas, al tiento en la dureza semejaban de guijarro, y dos sábanas hechas de cuero de adarga, y una frazada cuyos hilos, si se quisieran contar, no se perdería uno solo de la cuenta». Nuevamente, utiliza el humor y describe muy detalladamente la situación para que el lector pueda imaginarse con más exactitud lo que estaba sucediendo, un recurso frecuente en la época, ya que Cervantes vivió en el Barroco.