El Pesimismo y el Desengaño en el Siglo XVII
El siglo XVII es una época en la que perviven o resurgen aspectos ideológicos y culturales ligados a la Edad Media. Se revitaliza el deseo de mostrar lo frágil y de mover el espíritu hacia la meditación sobre la muerte. Surge una nueva visión del mundo más angustiosa y desolada, aunque acorde con la triste realidad histórica y social que vive el español del siglo XVII.
Temas Centrales del Desengaño Barroco
- El desencanto en aspectos políticos y sociales.
- El desengaño ante las expectativas humanas, ideológicas y culturales creadas por el Renacimiento.
- El pesimismo y la duda, que solo se pueden combatir con la resignación.
- La obsesión por el tiempo y por su paso inexorable.
- La desolación al contemplar las ruinas de antiguas y famosas ciudades, al considerar lo pasajero y transitorio de todas las cosas.
- Lo vano de nuestra existencia.
- La vida considerada como un sueño.
- El sentimiento de una realidad frágil e ilusoria, difícil de distinguir de la apariencia.
- La idea de la locura del mundo.
- La conciencia de la decadencia nacional.
Esta actitud vital tan desasosegada y llena de zozobra se proyecta sin duda en todo el arte barroco. Es una época de contrastes y de claroscuros. Por un lado, el hombre vive con amargura los eternos problemas que le acechan. Pero, a la vez, el siglo XVII es un tiempo también de fiesta y de bullicio.
Arte y Cultura del Barroco: Los Siglos de Oro
El siglo XVII es un siglo de gran riqueza cultural y de especial floración artística en todos los géneros. El Barroco constituye uno de los momentos más brillantes y creativos de toda la historia del arte español, que conocemos como los Siglos de Oro. Las formas artísticas y literarias del Barroco distorsionan el equilibrio que había en el siglo anterior, rompen los moldes que sustentaban la estética del Renacimiento, abandonan la contención, la serenidad, el optimismo vital, y reflejan frecuentemente la visión desengañada del mundo propia de la época.
En el arte, esa concepción de la vida se traduce a menudo en mayor artificio estético, en exageración, en desproporción y en comicidad grotesca. Sirva como muestra el mundo grecolatino. Así, la mitología y otros temas clásicos son tratados normalmente con seriedad en la lírica, pero, a menudo, pueden estar sujetos también a la sátira, a la burla y a los chistes groseros. No en balde se ha dicho a veces que el arte barroco es el arte de los contrarios.
Estilos Literarios: Conceptismo y Culteranismo
Culteranismo
- Su máximo representante es Luis de Góngora, quien busca crear una lengua poética culta propia.
- Tiende a la belleza formal y a la brillantez colorista y sensorial.
- Lo consigue gracias a la cuidada elaboración de la lengua y a la profusión de diversos recursos que ya estaban presentes en la literatura del siglo anterior.
Conceptismo
- Está representado especialmente por Francisco de Quevedo y por Baltasar Gracián.
- Tiende a la concisión y a la densidad expresivas, y busca la agudeza y el ingenio.
- Para ello, utiliza elipsis, paradojas, equívocos, juegos y asociaciones de palabras y conceptos, antítesis, hipérboles, retruécanos y otras muchas figuras retóricas.
La Prosa en el Siglo XVII
La Novela Bizantina
Siguen, asimismo, escribiéndose algunas obras que podemos entender como derivaciones de la novela bizantina del siglo anterior.
La Novela Picaresca
Características de la Novela Picaresca
- La narración se realiza en primera persona, el protagonista hace un relato de su vida; pero al ser un personaje de ficción, se trata de una falsa autobiografía.
- La estructura narrativa es abierta, por cuanto las diversas aventuras o peripecias narradas son independientes entre sí.
- Los hechos narrados tienen un carácter realista.
- El origen del pícaro es deshonroso e innoble porque sus padres carecen de honra.
- El pícaro no suele mejorar su estado ni elevar su condición social.
- Sus tretas, hechas a menudo para vivir a costa de otros, suelen acabar mal. Él mismo es con frecuencia la víctima de sus propios actos.
- En algunas obras picarescas pueden apreciarse tonos moralizadores.
Luis de Góngora (1561 – 1627)
Nace en Córdoba en el seno de una familia ilustre. Cursa estudios en la Universidad de Salamanca y regresa a su ciudad natal, donde desempeña un cargo en la catedral. Hacia los 50 años, se ordena sacerdotalmente y, gracias a la protección del duque de Lerma, se traslada a Madrid como capellán de honor del Rey. Siempre se mostró antipático y altivo con otros literatos. Con algunos de ellos mantuvo agrias polémicas, especialmente con Quevedo.
Góngora y la Generación del 27
La figura y la poesía de Góngora fueron reivindicadas por los poetas de la Generación del 27, que vieron en el poeta cordobés a un escritor entregado a la creación lírica, a la perfección del lenguaje poético y al culto a la belleza formal. Su consagración definitiva viene, sobre todo, a partir de los estudios que Dámaso Alonso hace en sus versos.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580 – 1645)
Nace en Madrid. Tras estudiar en Alcalá y Valladolid, su vida transcurre vinculada a la corte y a la actividad política. Pasa un tiempo en Italia junto al duque de Osuna, quien, al caer en desgracia ante el rey, lo arrastra consigo, por lo que será desterrado a su posesión de la Torre de Juan Abad. En sus últimos años, por orden del conde duque de Olivares y sin que se conozca bien la causa, sufre prisión durante un tiempo en la cárcel de San Marcos de León. Era un hombre de vasta cultura y de aguda visión política. A la par que espectador privilegiado, Quevedo tiene clara y dolorosa conciencia del comienzo de la decadencia española.