El Papel Crucial de Dios en la Filosofía Cartesiana: Superando el Solipsismo

La Necesidad de Dios en el Sistema Cartesiano

La filosofía de Descartes tenía como objetivo superar el escepticismo renacentista y, como resultado, establecer un nuevo fundamento para la moral y el conocimiento, pues sostenía que la razón sí es capaz de conocer. En este intento, llegó a demostrar la primera verdad indudable: el cogito, ergo sum (pienso, luego existo). En este punto, Descartes plantea que, aunque pueda equivocarse en la existencia de su cuerpo o pensamientos, necesariamente debe ser algo que piensa. Esto lo conduce al solipsismo de la razón: solo está seguro de la existencia de su propia mente. La solución a este problema radica en plantear la existencia de un ser eterno y perfecto: Dios.

Contexto Histórico y Filosófico del Siglo XVII

Descartes vivió una etapa de profundos cambios. El siglo XVII fue una época de crisis en los ámbitos de la política, la moral y el conocimiento. Esta crisis se manifestó en varios frentes:

  • Crisis Política: La crisis del feudalismo y la emergente separación entre Iglesia y Estado, donde la burguesía reclamaba poder político frente a la nobleza, condujo al surgimiento de estados soberanos que buscaban garantizar la paz y la convivencia.
  • Crisis Religiosa: Tras el Protestantismo de Lutero, se desarrollaron dos corrientes principales dentro del cristianismo, y la Inquisición persiguió a pensadores, filósofos y científicos considerados contrarios a los dogmas cristianos.
  • Crisis del Saber: La Teoría de la Doble Verdad, propuesta por Ockham, había permitido el desarrollo de la ciencia, pero esto a menudo resultaba en disciplinas mal fundamentadas que llegaban a conclusiones contradictorias.

Ante este panorama, surgieron dos posturas principales: el escepticismo renacentista, que defendía la imposibilidad de alcanzar verdades absolutas al considerar que todo era opinión; y el racionalismo cartesiano, que, insatisfecho por la falta de fundamentos sólidos, buscó establecer un saber verdadero y bien cimentado.

El Método Cartesiano y la Duda

Descartes afirmaba que la razón humana es capaz de alcanzar la verdad, pero que hasta entonces había sido mal dirigida. Su solución fue proponer un método riguroso para «dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias», basado en la identificación de ideas claras, distintas y sencillas. Este método se compone de cuatro reglas fundamentales:

  1. Evidencia: No admitir nada como verdadero sin que se presente a la mente de forma clara y distinta.
  2. Análisis: Dividir cada dificultad en tantas partes como sea posible para resolverla mejor.
  3. Síntesis: Conducir ordenadamente los pensamientos, empezando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para ascender poco a poco al conocimiento de los más complejos.
  4. Enumeración: Realizar recuentos tan completos y revisiones tan generales que se esté seguro de no omitir nada.

La Regla de la Evidencia y la Duda Metódica

En este contexto, nos centraremos en la primera regla, la de la evidencia, que está directamente relacionada con la necesidad de demostrar la existencia de Dios. Esta regla consiste en no admitir nada como verdadero sin que se presente a la mente de forma clara y distinta, lo que da origen a la duda metódica. En este proceso de duda, Descartes identifica tres motivos principales:

  • La duda sobre la información recibida a través de los sentidos.
  • La hipótesis del sueño, que cuestiona la existencia del mundo exterior.
  • La hipótesis del genio maligno, que plantea la posibilidad de un ser todopoderoso y engañador que nos haga errar en todos nuestros razonamientos.

El Cogito y sus Problemas

El segundo paso del método cartesiano es la formulación de la primera verdad indudable o criterio de verdad: el cogito, ergo sum (pienso, luego existo). Descartes lo formula así: «Yo, que no percibo el mundo tal como es, que puedo no tener cuerpo y equivocarme en todos mis pensamientos, necesariamente he de ser una cosa que piensa».

A partir del cogito, surgen dos problemas fundamentales:

  1. ¿Cómo probar que todo lo que percibimos con la misma claridad y distinción que el cogito es verdadero?
  2. ¿Cómo superar el solipsismo de la razón, es decir, la certeza de Descartes de que solo existe su propia mente, mientras que la realidad exterior podría no ser real?

El Papel de Dios en la Superación del Solipsismo

Para solucionar estos problemas, Descartes postula que solo puede estar seguro de la existencia de sus propias ideas en la mente, las cuales clasifica en tres tipos:

  • Ideas Adventicias: Aquellas que parecen provenir del exterior a través de la percepción sensible.
  • Ideas Facticias: Ideas creadas por la imaginación a partir de otras.
  • Ideas Innatas: Aquellas connaturales a la razón, es decir, la razón posee una predisposición natural a formarlas.

Dios como Garante de la Realidad

Descartes se centra en las ideas innatas para superar el solipsismo de la razón. Si encuentra una idea cuya existencia implica necesariamente la de un objeto externo a la mente (estableciendo una relación entre pensar y ser), habrá encontrado una vía para salir de su aislamiento. La idea de un ser perfecto e infinito, Dios, es una de estas ideas innatas.

Al afirmar la existencia de este ser, Dios, se recupera la certeza de la existencia del mundo material. Esto se debe a que Dios, siendo un ser sumamente bueno y veraz, no permitiría que nos engañáramos al percibir la existencia del mundo exterior. A su vez, esta demostración invalida la hipótesis del genio maligno, ya que un Dios bueno no permitiría la existencia de un ser malvado que nos engañara sistemáticamente en todo lo que pensamos.

Conclusión

En conclusión, Descartes postula una metafísica en la que la realidad se compone de tres sustancias: la res cogitans (sustancia pensante o el yo), la res extensa (sustancia extensa o el mundo material) y la res infinita (Dios). Aunque inicialmente las presenta como independientes, posteriormente afirma que la res cogitans y la res extensa dependen de la existencia de Dios, quien las ha creado y les ha dado movimiento, a modo de un relojero que da cuerda a un reloj.

Por tanto, la demostración de la existencia de Dios en el sistema cartesiano es absolutamente imprescindible para garantizar la existencia del mundo exterior y para asegurar que todo aquello que percibimos con claridad y distinción es verdadero, ya que un Dios veraz no permitiría tal engaño.