El Sistema Político de la Restauración: Caciquismo y Fraude Electoral

El sistema político admirado por Cánovas era el inglés, basado en la alternancia de dos grandes partidos. Intentó implantar en España un sistema similar, el llamado sistema de turno pacífico, por el que los partidos se alternaban en el poder sin recurrir a la violencia. Cada partido debía respetar las reglas del juego: aceptar la Monarquía, la Constitución y la gestión gubernamental del otro, tanto desde la oposición como desde el poder. El origen de este turno se encuentra en el Pacto de El Pardo (1885), firmado a la muerte de Alfonso XII, y fue un sistema de rotación en el poder que logró mantenerse hasta la Primera Guerra Mundial.

Los pilares del Turno Pacífico

El funcionamiento del sistema descansaba en dos condiciones pactadas:

  • La implicación de la Corona: La monarquía actuaba como árbitro entre los partidos. El rey decidía cuándo era conveniente sustituir un partido por otro en el gobierno. Esta capacidad de mediación real aseguraba la estabilidad del régimen liberal, pero a costa de impedir la democratización y la expresión de la voluntad popular.
  • El falseamiento electoral: Era el único medio capaz de crear las mayorías parlamentarias necesarias en cada momento. En la práctica, el gobierno no dependía de las Cortes; más bien, era el gobierno quien “fabricaba” las Cortes a su medida.

El funcionamiento práctico del turno

El proceso seguía unos pasos preestablecidos:

  1. Cuando el partido en el poder sufría un desgaste, el rey llamaba a gobernar al líder de la oposición.
  2. El rey otorgaba al nuevo presidente del Gobierno el decreto de disolución de las Cortes.
  3. Se convocaban nuevas elecciones, que eran sistemáticamente manipuladas para que el resultado favoreciera al nuevo gobierno, garantizando al mismo tiempo una representación pactada para la oposición.

Mecanismos del fraude electoral

Las elecciones se manipulaban desde el Ministerio de la Gobernación y a través de los caciques locales mediante dos mecanismos principales:

El Encasillado

Consistía en la negociación previa entre las fuerzas políticas dinásticas para repartirse los distritos electorales. El ministro de la Gobernación elaboraba la lista de candidatos que debían ser elegidos, incluyendo a los llamados diputados cuneros (candidatos ajenos al distrito por el que se presentaban). Los gobernadores civiles transmitían estas listas a los alcaldes y caciques, y todo el aparato administrativo del Estado se ponía a su servicio para garantizar su elección.

El Pucherazo

Era el conjunto de trampas y manipulaciones que se ejecutaban durante la jornada electoral para asegurar los resultados pactados en el encasillado. Este fraude electoral incluía prácticas como:

  • Falsificación del censo electoral.
  • Manipulación de las actas de resultados.
  • Compra de votos.
  • Amenazas y coacciones al electorado.
  • Colocación de urnas en lugares inaccesibles o su sustitución por otras ya llenas.

Estabilidad a cambio de democracia

Lo novedoso del sistema no era la corrupción en sí, sino que los políticos conservadores y liberales pactaran y sistematizaran su práctica. La estabilidad política de la Restauración se basó en esta alternancia pacífica en el poder entre las dos grandes fuerzas políticas. Este modelo significó dos avances importantes respecto a la etapa anterior:

  • El fin del exclusivismo de partido, característico del reinado de Isabel II, donde el partido en el poder trataba de perpetuarse.
  • La eliminación del pronunciamiento militar o la insurrección popular como método para alcanzar el poder.

Para que el sistema funcionara, se requería el acuerdo entre las élites políticas para compartir el poder y la intervención de la Corona para asegurar ese compromiso.

La consolidación de la corrupción electoral

La alternancia en el gobierno solo fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y manipulador que no dudaba en comprar votos, falsificar actas y utilizar prácticas coercitivas sobre el electorado, valiéndose de la influencia y del poder económico de determinados individuos. La adulteración del voto se logró mediante el restablecimiento inicial del sufragio censitario y un diseño de los distritos que favorecía a las zonas rurales (más controlables) frente a las urbanas. La manipulación y las trampas electorales se generalizaron aún más a partir de 1890 con la reintroducción del sufragio universal masculino, ya que era necesario controlar a una masa mucho mayor de votantes.

La maquinaria del fraude: actores e instituciones

El control del proceso electoral se ejercía a través de una red jerárquica de poder:

  • El ministro de la Gobernación, que elaboraba la lista de los candidatos “ministeriales” que debían salir elegidos.
  • Los gobernadores civiles, que transmitían la lista a las autoridades locales.
  • Los alcaldes y los caciques locales, que ejecutaban las órdenes y garantizaban el resultado mediante el pucherazo.

Todo el aparato administrativo se ponía al servicio de este objetivo. Para conseguir la elección del candidato gubernamental, no se dudaba en falsificar el censo, manipular las actas, comprar votos y amenazar al electorado. Sin embargo, en todo este proceso, la figura del cacique era fundamental.

La figura clave: el cacique

Los caciques eran individuos o familias que, por su poder económico o sus influencias políticas, controlaban una determinada circunscripción electoral. Su poder se manifestaba en el día a día de la población, especialmente en el ámbito rural. Gracias a su control de los ayuntamientos y su red de influencias, podían:

  • Elaborar informes y certificados personales.
  • Controlar el sorteo de las quintas (servicio militar).
  • Proponer el reparto de las contribuciones e impuestos.
  • Resolver o complicar trámites burocráticos y administrativos.
  • Proporcionar o negar puestos de trabajo.

Mediante el pucherazo y la manipulación de los resultados, los caciques ejercían un poder clientelar. Con sus “favores”, agradecían la fidelidad electoral de la población y castigaban a quienes desafiaban sus intereses.

Consecuencias: apatía y baja participación

Como resultado de este sistema fraudulento y predecible, la participación electoral fue extremadamente baja. En general, no superó el 20% durante casi todo el período de la Restauración, lo que demuestra la profunda desconexión entre el país oficial y el país real.