El Reinado de Isabel II (1833-1868) y el Sexenio Democrático (1868-1874)
La Revolución de 1868 (La Gloriosa)
La Revolución de 1868, conocida como “La Gloriosa”, fue causada por una grave crisis económica derivada de malas cosechas, el fracaso del ferrocarril y el alza del precio del algodón tras la Guerra Civil estadounidense. A esto se sumó el descontento político ante el autoritarismo del gobierno de Isabel II. En 1866, la oposición (demócratas, progresistas y republicanos) firmó el Pacto de Ostende para derrocar a la monarquía. El 17 de septiembre de 1868, el brigadier Topete inició un pronunciamiento en Cádiz, apoyado por los generales Prim y Serrano. Tras la victoria revolucionaria en la Batalla del Puente de Alcolea el 28 de septiembre, Isabel II se exilió y un Gobierno Provisional asumió el poder.
El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869
Tras el triunfo de la Revolución de 1868, el Gobierno Provisional llevó a cabo reformas y organizó elecciones a Cortes Constituyentes en enero de 1869, estableciendo el sufragio universal masculino. La coalición gobernante (progresistas, unionistas y demócratas) obtuvo la mayoría. Se redactó la Constitución de 1869, considerada la primera verdaderamente democrática en España, que establecía la soberanía nacional, la división de poderes, amplios derechos y libertades, y una monarquía constitucional.
El general Serrano fue nombrado Regente y Prim, Jefe de Gobierno. Su principal desafío fue encontrar un nuevo monarca, mientras afrontaban crisis económicas, la insurrección cubana y conflictos sociales. Se adoptó el librecambismo, se creó la peseta y se vendió patrimonio minero para recaudar fondos. La Guerra de los Diez Años en Cuba complicó la reducción de impuestos y la abolición del reclutamiento forzoso.
El descontento social creció con la exigencia de una mejor distribución de la tierra y derechos laborales, mientras los republicanos ejercían fuerte oposición. La “Partida de la Porra” reprimió violentamente a los opositores.
La búsqueda de un rey resultó difícil: Espartero rechazó el trono, Montpensier fue descartado por su vínculo con la monarquía depuesta, Fernando de Coburgo declinó y la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern generó un conflicto con Francia. Finalmente, en noviembre de 1870, las Cortes eligieron a Amadeo de Saboya, quien asumió el trono en enero de 1871.
El Reinado de Amadeo I (1871-1873)
El reinado de Amadeo I comenzó de forma inestable debido al asesinato de su principal valedor, el general Prim, antes de su llegada a España. Sin su apoyo, el monarca se encontró con una fuerte oposición: los moderados defendían a Alfonso, hijo de Isabel II; la Iglesia y los carlistas apoyaban a Carlos VII; y los republicanos rechazaban cualquier monarquía.
Durante su breve reinado, la inestabilidad política fue constante, reflejada en seis cambios de gobierno en menos de dos años. El conflicto cubano seguía sin resolverse, en 1872 estalló la Tercera Guerra Carlista en el norte del país y la crisis económica provocó un aumento de las protestas obreras. La ruptura de la coalición gubernamental dejó a Amadeo sin apoyos, y tras múltiples crisis y un intento de asesinato en 1872, el 11 de febrero de 1873 abdicó y regresó a Italia. Ese mismo día, las Cortes proclamaron la Primera República Española.
La Primera República Española (1873-1874)
La Primera República comenzó en un contexto de crisis política, económica y social. En solo 11 meses, hubo cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Aunque en las Cortes tuvo apoyo inicial, la mayoría de sus miembros eran monárquicos y buscaban restaurar a los Borbones. Internacionalmente, solo EE. UU. y Suiza la respaldaron. El principal debate interno fue entre republicanos unitarios (centralistas y conservadores) y federales (defensores de un Estado descentralizado). En junio de 1873 se proclamó la República Democrática Federal, con una Constitución que dividía España en 17 estados federales y establecía la autonomía de Cuba y Puerto Rico, la abolición de la esclavitud y la separación Iglesia-Estado. Sin embargo, esta nunca entró en vigor debido a conflictos internos.
La República enfrentó múltiples desafíos: la insurrección cubana, el recrudecimiento de la Tercera Guerra Carlista y la Revolución Cantonal, donde varias ciudades se proclamaron independientes. Pi y Margall dimitió por negarse a reprimir los cantones, siendo sucedido por Salmerón, quien usó la fuerza militar pero renunció por su oposición a firmar condenas de muerte. Castelar, de tendencia conservadora, asumió el poder y gobernó de manera autoritaria, pero fue destituido en enero de 1874. El 3 de enero, el general Pavía disolvió las Cortes con un golpe de Estado, entregando el poder al general Serrano, quien instauró un régimen militar. Mientras tanto, Cánovas del Castillo preparaba la restauración borbónica. El 1 de diciembre de 1874, el príncipe Alfonso firmó el Manifiesto de Sandhurst, prometiendo una monarquía parlamentaria. Finalmente, el 29 de diciembre, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII en Sagunto, poniendo fin a la República e iniciando la Restauración Borbónica.
El Problema Sucesorio y la Primera Guerra Carlista (1833-1840)
La Cuestión Sucesoria y el Inicio de la Guerra
El mayor problema en los últimos años del reinado de Fernando VII fue su sucesión. Sin un heredero varón, los sectores ultraabsolutistas apoyaban a su hermano, Carlos María Isidro. En 1830, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, que anulaba la Ley Sálica y permitía a su hija Isabel ser heredera. A la muerte del rey en 1833, Isabel II, con solo tres años, fue proclamada reina bajo la regencia de su madre, María Cristina. Sin embargo, Carlos María Isidro rechazó su legitimidad, proclamándose rey y dando inicio a la Primera Guerra Carlista.
Los carlistas, con el lema “Dios, Patria y Fueros”, fueron apoyados por el clero, la pequeña nobleza agraria y el campesinado tradicionalista, además de Austria, Prusia y Rusia. Su influencia se concentró en el País Vasco, Navarra, Cataluña y el Maestrazgo. Por otro lado, los isabelinos o cristinos recibieron el respaldo de las ciudades, la alta nobleza, el ejército, los liberales y países como Francia, Inglaterra y Portugal.
El Desarrollo del Conflicto (1833-1840)
La guerra tuvo dos fases:
- (1833-1835): Avance carlista. El general carlista Zumalacárregui organizó un ejército que conquistó plazas como Tolosa, Durango y Vergara. Sin embargo, murió durante el fallido asedio de Bilbao, dejando a los carlistas sin su mejor estratega. En Aragón, destacaron las guerrillas del general Cabrera.
- (1836-1840): Predominio liberal. En 1836, la victoria del general Espartero en Luchana puso fin al sitio de Bilbao. Los carlistas intentaron tomar Madrid en 1837 con la Expedición Real, pero fracasaron, causando divisiones entre transaccionistas (dispuestos a negociar la paz) e intransigentes (partidarios de continuar la guerra). La guerra terminó en 1839 con el Convenio de Vergara, firmado entre Espartero y el general carlista Maroto, garantizando la conservación de los fueros vascos y la integración de oficiales carlistas en el ejército real. A pesar del tratado, el carlismo no fue derrotado definitivamente. Resurgió en la Segunda Guerra Carlista (1846-1849) por el rechazo de Isabel II a casarse con un pretendiente carlista y en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876).
La Minoría de Edad de Isabel II: Las Regencias
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, su hija Isabel II, con solo tres años, fue proclamada reina, quedando la regencia en manos de su madre, María Cristina de Borbón. Durante su mandato, se desarrolló la Primera Guerra Carlista y se profundizó la división entre los liberales:
- Moderados: Defendían la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, un sufragio censitario restringido, la confesionalidad del Estado y la limitación de derechos y libertades.
- Progresistas: Partidarios de la soberanía nacional, un sufragio más amplio, la libertad religiosa y el reconocimiento de derechos.
Inicialmente, la regente confió el gobierno a absolutistas moderados bajo Francisco Cea Bermúdez, cuya única reforma destacable fue la división provincial de Javier de Burgos (1833), base del actual mapa administrativo de España. Con el avance carlista, María Cristina cedió el gobierno al liberal moderado Francisco Martínez de la Rosa, quien aprobó el Estatuto Real (1834), una Carta Otorgada que, aunque representaba un avance, no reconocía los principios fundamentales del liberalismo. Sin embargo, la crisis forzó a la regente a aceptar un gobierno progresista, encabezado por Mendizábal y Calatrava (1836-1837), que implementó reformas clave:
- Reforma Agraria Liberal: Abolición del régimen señorial (los nobles perdieron sus derechos jurisdiccionales, pero conservaron sus tierras).
- Desamortización eclesiástica: Venta de bienes de la Iglesia para financiar al ejército y atraer apoyo liberal.
- Eliminación de los privilegios de la Mesta y los gremios, liberalizando el mercado.
- Constitución de 1837: Inspirada en la Constitución de Cádiz (1812), proclamaba la soberanía nacional, la división de poderes y la aconfesionalidad del Estado, aunque incluía concesiones moderadas como:
- Cortes bicamerales (Congreso y Senado).
- Derecho de veto de la Corona.
- Sufragio censitario, limitando el voto a varones mayores de 25 años con un mínimo de 200 reales de contribución directa.
Las elecciones de 1837 dieron la victoria a los moderados, quienes paralizaron la desamortización y aprobaron una Ley de Ayuntamientos que permitía a la reina nombrar alcaldes en las capitales de provincia. Esta medida provocó una insurrección progresista que llevó a María Cristina a abdicar en 1840, asumiendo la regencia el general Espartero.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero, héroe de la Primera Guerra Carlista y líder progresista, asumió la regencia con un gobierno autoritario, basado en un círculo de confianza conocido como los ayacuchos. En 1842, su intento de abrir el mercado español a los tejidos de algodón ingleses provocó una rebelión de la industria textil catalana, que se sintió amenazada. La respuesta del gobierno fue una dura represión, incluyendo el bombardeo de Barcelona, lo que debilitó su apoyo político. Aprovechando la crisis, los moderados, liderados por los generales Narváez, Serrano y O’Donnell, forzaron su destitución y exilio en 1843. Para evitar otra regencia, proclamaron la mayoría de edad de Isabel II con solo 13 años, iniciando su reinado efectivo.
La Mayoría de Edad de Isabel II (1844-1868)
El reinado efectivo de Isabel II abarcó desde 1844 hasta 1868, cuando fue derrocada por la Revolución Gloriosa. Este período estuvo marcado por la inestabilidad política, con la coexistencia de diversos partidos (moderados, progresistas, demócratas, republicanos y unionistas), cambios de gobierno y constitución, así como frecuentes pronunciamientos militares.
La Década Moderada (1844-1854)
Las elecciones de 1844 otorgaron la victoria a los moderados, quienes bajo el liderazgo de Ramón María Narváez buscaron consolidar las instituciones liberales desde una perspectiva conservadora, eliminando políticas progresistas. Entre sus principales medidas se incluyen:
- Creación de la Guardia Civil (1844) para garantizar el orden en el ámbito rural y combatir el bandolerismo.
- Constitución de 1845, que establecía:
- Soberanía compartida entre la Corona y las Cortes.
- Sufragio y derechos restringidos.
- Confesionalidad del Estado, limitando la libertad de culto al ámbito privado.
- Concordato con la Santa Sede (1851):
- El Estado se comprometía a financiar al clero.
- La Iglesia recuperaba el control de la educación.
- Reforma de la Hacienda, unificando el sistema tributario para aumentar la recaudación.
- Ley de Ayuntamientos, que permitía a la reina designar directamente a los alcaldes.
La crisis económica, la corrupción y el autoritarismo de los gobiernos moderados, especialmente el de Bravo Murillo, generaron un fuerte descontento popular. En 1854, el general O’Donnell lideró un pronunciamiento militar, la Vicalvarada, que culminó con el Manifiesto de Manzanares, redactado por Antonio Cánovas del Castillo, denunciando la gestión moderada y exigiendo reformas.
El Bienio Progresista (1854-1856)
El pronunciamiento de 1854 obligó a Isabel II a entregar el gobierno al progresista Espartero, quien gobernó en alianza con O’Donnell, que posteriormente fundaría la Unión Liberal, partido intermedio entre moderados y progresistas. Las principales reformas fueron:
- Ley Municipal, garantizando la elección por sufragio de los alcaldes.
- Proyecto de Constitución de 1856, que establecía:
- Soberanía nacional.
- Libertad de culto.
No llegó a promulgarse.
- Desamortización de Madoz (1855): Afectó bienes del Estado, Iglesia, ejército y ayuntamientos. Los ingresos obtenidos se destinaron al ferrocarril mediante la Ley General de Ferrocarriles (1855), beneficiando principalmente al capital extranjero.
Sin embargo, la crisis económica generó descontento, provocando protestas por bajadas de impuestos, mejoras salariales y abolición del reclutamiento forzoso. La inestabilidad y las tensiones entre progresistas y unionistas llevaron a la dimisión de Espartero en 1856, terminando así el Bienio Progresista.
La Crisis del Sistema Isabelino (1856-1868)
- Gobierno de Narváez (1856-1858): Restauró políticas moderadas con un carácter autoritario.
- Gobierno de O’Donnell (1858-1863): Buscó equilibrio entre moderados y progresistas, logrando cierta estabilidad política y crecimiento económico. Impulsó una política exterior expansionista, interviniendo en Indochina, México y Marruecos (incorporando Ifni y ampliando la plaza de Ceuta). Dimitió en 1863 por la oposición de los moderados, apoyados por Isabel II.
- Gobiernos represivos (1863-1868): Crisis económica y represión de las protestas populares. Noche de San Daniel (1865): represión de estudiantes. Sublevación del cuartel de San Gil (1866): represión con fusilamientos.
En 1866, los demócratas, progresistas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende, comprometiéndose a derrocar a Isabel II e instaurar un régimen democrático. La unión de los unionistas al pacto precipitó la Revolución Gloriosa (1868), liderada por Serrano, Prim y Topete. Tras la derrota del ejército realista en la Batalla del Puente de Alcolea (Córdoba), Isabel II se exilió en Francia, dando inicio al Sexenio Democrático (1868-1874).