Las Guerras Carlistas y el Reinado de Isabel II (1833-1868)
Las Guerras Carlistas son guerras civiles que se producen entre el Antiguo Régimen y el Liberalismo en España, en el periodo de las regencias (1833-1843) debido a la minoría de edad de Isabel II. Asimismo, podemos definir el Carlismo como un movimiento antiliberal y contrarrevolucionario que se desarrolla en España desde comienzos del siglo XIX como reacción a la implantación del sistema liberal.
Conflictos Superpuestos
Se superponen dos conflictos principales:
Conflicto Dinástico o Sucesorio
Dos aspirantes al trono: Isabel (niña de tres años, hija de Fernando VII, representada por su madre, la reina María Cristina) y Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII). Los acontecimientos que sustentan este conflicto nos llevan al reinado de Felipe V (1713) cuando fue promulgada la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres (solo podrían reinar cuando no hubiera herederos varones en la línea principal, hijos, o lateral, hermanos y sobrinos). No obstante, en 1830, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, redactada por su padre Carlos IV en 1789, que establecía que las mujeres tendrían preferencia en la sucesión sobre los varones de parentesco más lejano. El conflicto quedaba así planteado: María Cristina se apoyaba en la Pragmática Sanción; Carlos, en la Ley Sálica.
Conflicto Político o Ideológico
Los apoyos políticos e ideológicos de Carlos se encontraban entre grupos contrarios o agraviados por el liberalismo naciente: partidarios del absolutismo monárquico, del fundamentalismo religioso y del foralismo territorial.
Apoyos Sociales
Los apoyos eran variados, tanto social como territorialmente:
Los Carlistas
Tenían su base social en el campesinado del norte y este de España, el clero rural y regular, y la baja nobleza.
Los Cristinos o Liberales
(Ya que estos, los liberales, apoyarán a la Regente debido a las posiciones ideológicas de sus oponentes) Tendrán su base social en las ciudades y en los sectores más o menos partidarios o beneficiados por el naciente liberalismo: la burguesía, los trabajadores urbanos, la alta jerarquía eclesiástica, la alta nobleza y la mayor parte del ejército.
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
En 1833, murió Fernando VII y le sucedió su hija Isabel. Ante la minoría de edad de la reina, actuó como regente su madre, María Cristina. La necesidad de obtener el apoyo de los liberales para defender los derechos sucesorios de Isabel II frente a su tío don Carlos, la obligó a una apertura política, con lo que poco a poco se abrió paso el sistema político liberal.
Se promovieron así acuerdos con los grupos más moderados del liberalismo. Fruto de esta colaboración fue el Estatuto Real de 1834, elaborado durante el gobierno de Martínez de la Rosa. Tras el Motín de La Granja (1836), en el que un grupo de sargentos obligó a la Regente a jurar la Constitución de 1812, nació en este contexto la Constitución de 1837. Mendizábal inició la desamortización de las tierras de la Iglesia. Se llevó a cabo la división administrativa de Javier de Burgos.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Insurrecciones ciudadanas que obligaron a María Cristina a renunciar a la regencia. Espartero gobernó de forma autoritaria. El Motín de Barcelona de 1842 desencadenó el alzamiento militar del general moderado Narváez. Espartero huyó al exilio y se tuvo que adelantar la mayoría de edad de Isabel II, con tan solo 13 años.
La Década Moderada (1845-1854)
En 1845, los moderados lograron el poder. Isabel II encargó el gobierno a Narváez. Se elaboró la Constitución de 1845. Se firmó un Concordato con la Santa Sede, por el que se ponía fin a la desamortización de tierras de la Iglesia. Los nuevos Códigos Civil (1844) y Penal (1848) y la reforma fiscal (1854) igualaban las leyes y los impuestos entre todos los territorios. Se produjo la creación de la Guardia Civil (1844), un cuerpo armado con estructura militar para mantener el orden público y la propiedad, especialmente en las zonas rurales.
El Bienio Progresista (1854-1856)
En julio de 1854, una facción del ejército encabezada por el general moderado O’Donnell se pronunció en Vicálvaro, enfrentándose a las tropas del Gobierno. En Manzanares se le unió el general progresista Serrano y ambos decidieron lanzar un Manifiesto al País (el Manifiesto de Manzanares), elaborado por Antonio Cánovas, con promesas progresistas. A la vista de los acontecimientos, la reina Isabel II decidió entregar el poder a la principal figura del progresismo, el general Espartero.
Los nuevos gobernantes se plantearon la realización de una nueva Constitución, que no llegó a publicarse (la Constitución de 1856). Además, se puso en marcha un nuevo proceso desamortizador, con la Ley de Desamortización General de Madoz (1855), y se aprobaron leyes para promover el ferrocarril (símbolo de la industrialización y el progreso) y los bancos.
La Segunda Mitad del Reinado de Isabel II (1856-1868)
Entre 1856 y 1868, se alternaron en el poder la Unión Liberal de O’Donnell y el Partido Moderado de Narváez. Tras la caída de O’Donnell, le sucedieron varios gobiernos moderados dirigidos por Narváez, que acentuaron la política conservadora y la represión de las libertades públicas y la oposición: fusilamientos, cierre de la prensa crítica con el gobierno y de las Cortes. En esta situación, el descontento con el régimen aumentó, el desprestigio de la Corona creció y los progresistas conspiraron para acabar con él.