La Oposición al Sistema de la Restauración Borbónica
Contexto Político del Sistema Canovista
Durante la Restauración borbónica, en el reinado de Alfonso XII y la regencia de María Cristina, el gobierno estuvo en manos de los dos partidos dinásticos: el Conservador y el Liberal. Estos mantenían alejada a la oposición mediante el fraude electoral que impulsó todo el sistema canovista, sustentado en la Constitución de 1876 y en la importancia del monarca. El hecho más significativo de este período de aparente estabilidad política fue la aparición y desarrollo de movimientos de oposición que, marginados del poder, criticaron el sistema y contribuyeron a su deterioro.
Movimientos de Oposición Marginados
El Carlismo
El movimiento carlista, situado a la derecha del sistema y debilitado tras la Tercera Guerra Carlista, defendió el catolicismo y degeneró en el integrismo. Perdió apoyos en el País Vasco y Navarra tras la aparición del nacionalismo vasco.
El Republicanismo
El movimiento republicano se encontraba debilitado después de que las masas populares abrazaran las nuevas ideologías obreras y por su propia división interna entre federalistas y unionistas. Algunos republicanos intentaron conseguir el poder mediante pronunciamientos, aunque no tuvieron éxito, ya que el sistema canovista acabó con el pretorianismo. Sin embargo, obtuvieron una pequeña representación en las Cortes.
Los Nacionalismos Periféricos
Los nacionalismos periféricos surgen como oposición al centralismo del Estado liberal, el cual defendía los intereses de la oligarquía madrileña. Por el contrario, las élites de la periferia se apoyaron en estos movimientos.
Nacionalismo Catalán
Tuvo su origen en un movimiento cultural conocido como la Renaixença, cuyo objetivo era recuperar la lengua y la cultura catalanas. Durante el Sexenio Democrático, el catalanismo se unió al republicanismo federal, con representantes como Pi y Margall y Valentí Almirall. Sin embargo, dicho movimiento cultural evolucionó durante la Restauración hacia un movimiento político con la creación de partidos nacionalistas, tanto federalistas como otros más conservadores y corporativos. Este movimiento fue de carácter conservador y sus bases sociales se encontraron entre la burguesía industrial, cuyos intereses fueron defendidos por la Lliga Regionalista de Catalunya, creada en 1901 y liderada por Prat de la Riba y Cambó.
Nacionalismo Vasco
Surgió en Vizcaya tras la industrialización, la difusión de ideologías obreras, la abolición de los Fueros en 1876 y la desaparición de la tradición rural. Estos cambios hicieron que la pequeña burguesía y las clases medias se sintieran amenazadas y reaccionaran idealizando el pasado rural vasco con un sentimiento antiespañol. El fundador del nacionalismo vasco fue Sabino Arana, creador del PNV (Partido Nacionalista Vasco) en 1895 como un partido católico, conservador, con tintes racistas y un componente violento heredado del carlismo. Este movimiento fue perdiendo apoyos cuando el independentismo y el radicalismo antiespañol del PNV evolucionaron hacia posturas autonomistas y menos radicales. Hay que señalar que la alta burguesía vasca siempre se sintió bien representada en los gobiernos de Madrid y no apoyó el nacionalismo.
Nacionalismo Gallego y otros regionalismos
En Galicia surgió O Rexurdimento, un movimiento cultural preocupado por la lengua y la tradición gallega, en el que destaca la figura de Rosalía de Castro, cuyo marido fundó la Asociación Regionalista Gallega. El atraso económico de la región y la ausencia de una burguesía fuerte hicieron que el nacionalismo gallego tuviera menos éxito. En Andalucía y Valencia surgirán fenómenos similares de menor implantación.
El Movimiento Obrero y Campesino
El movimiento obrero comenzó su organización durante el Sexenio Democrático con el reconocimiento del derecho de libre asociación, creándose la sección española de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores). Estas ideologías obreras llegaron a España gracias a Fanelli, enviado por Bakunin para extender el anarquismo, y a Lafargue, yerno de Marx, quien creó organizaciones socialistas. Durante la Restauración, la creciente industrialización y la legalización de las asociaciones obreras por parte de Sagasta contribuyeron al desarrollo de las dos grandes corrientes:
- Anarquismo: Fue la corriente mayoritaria y tuvo sus principales apoyos entre los jornaleros andaluces y los obreros de la industria textil catalana. En los años 90, ganó adeptos la “propaganda por el hecho” (violencia terrorista), que fue duramente reprimida, como en las ejecuciones de la Mano Negra. Sin embargo, hubo otras tendencias basadas en la huelga revolucionaria que dieron una gran importancia a la educación, creando la Escuela Moderna: no sexista, laica, racionalista y basada en el libre pensamiento. Esta corriente rechazó toda participación política y, en sus inicios, no crearon grandes organizaciones centralizadas.
- Socialismo: El socialismo marxista sí creó organizaciones obreras como el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y el sindicato UGT (Unión General de Trabajadores), fundadas por Pablo Iglesias en la clandestinidad en 1879 y 1888, respectivamente. Estas instituciones fueron concebidas como instrumentos de la clase obrera para alcanzar el poder y transformar la sociedad. Las bases del socialismo se encontraban en la industria siderúrgica y las minas, con sedes en Vizcaya, Asturias y Madrid. Tras la creación de la Segunda Internacional, el PSOE se sumó a sus reivindicaciones y desarrolló, a través de las Casas del Pueblo, una importante actividad cultural y formativa entre los obreros. Fue minoritario frente al anarquismo durante este período.
La Crítica Intelectual
Además de los movimientos sociales y políticos, los intelectuales también cuestionaron el sistema. Instituciones como la ILE (Institución Libre de Enseñanza), creada por Giner de los Ríos, impartían una educación laica, racional y desarrollaron el excursionismo y la coeducación de ambos sexos.
En resumen, todos estos movimientos contribuyeron a erosionar el bipartidismo y el fraude electoral del sistema canovista, el cual estuvo vigente durante la Restauración borbónica tras el fracaso de la Primera República.
La Crisis de 1898: Guerra Colonial y el “Desastre”
El Problema de Cuba y la Insurrección
El sistema canovista había conseguido dotar a España de una estabilidad política basada en el fraude electoral, a la vez que se gestaba y maduraba una oposición real al margen del sistema. En el exterior, se llevó a cabo una política proteccionista para intentar mantener el imperialismo colonial. Sin embargo, este hecho, sumado al monopolio comercial y al incumplimiento de lo prometido en la Paz de Zanjón (1878), hizo que José Martí fundara el Partido Revolucionario Cubano contra la dominación española. Una insurrección similar tuvo lugar en Filipinas en 1896, dirigida por José Rizal. Ante estas insurrecciones, el Gobierno español respondió con una dura represión, lo que provocó el deterioro de la imagen de España y un gran desgaste para el ejército español.
La Intervención de Estados Unidos y la Guerra
La situación se complicó tras la injerencia de Estados Unidos, que mostró interés por las colonias españolas por varios motivos:
- La posición estratégica de Filipinas para instalar bases navales y controlar el mercado chino.
- Un proyecto de construcción de un canal interoceánico en Centroamérica.
- Los intereses económicos en controlar la producción de azúcar cubana.
- La necesidad de intervenir antes de que Cuba se proclamase independiente y, por lo tanto, fuera más difícil de controlar.
Para ello, los norteamericanos hicieron varias ofertas de compra de Cuba que fueron rechazadas por el gobierno español. La dura represión desatada sobre los cubanos a manos de los españoles fue utilizada como pretexto por la prensa y el gobierno norteamericano para crear un sentimiento antiespañol y un ambiente proclive a la guerra, simpatizando con los independentistas cubanos.
En este contexto, Estados Unidos envió a La Habana el acorazado Maine con la intención de vigilar y proteger sus intereses. Sin embargo, en febrero de 1898, una explosión provocó el hundimiento del Maine y la muerte de 266 marines. La culpa se le achacó inmediatamente a España en la prensa norteamericana, y el gobierno estadounidense pidió la cesión de la isla. Ante la negativa de España, que trataba de esclarecer los hechos del accidente, Estados Unidos declaró la guerra.
Tanto el gobierno como el ejército español eran conscientes de que la guerra estaba abocada a la derrota, pero se pensaba que aceptar cualquier otra medida, como la cesión, habría provocado una fuerte oposición popular que habría amenazado al sistema de la Restauración. Para evitar un golpe de Estado que restaurara el pretorianismo y revueltas populares acuciadas por la efervescencia patriótica, el gobierno quiso dar a entender que estaba dispuesto a defender Cuba a toda costa. Tal y como se predijo, España perdió la guerra ante la superioridad militar de EEUU tras el hundimiento de la Flota del Pacífico en las batallas de Cavite y Manila y la destrucción de la flota del Caribe en la Batalla de Santiago.
Consecuencias del Desastre del 98
Pérdidas Territoriales y Consecuencias Políticas
En diciembre de 1898 se firmó la Paz de París, que puso fin a la guerra y en la que España reconocía la independencia de Cuba y cedía Puerto Rico y Filipinas a EEUU (esta última a cambio de una indemnización). Tras la firma de este documento, a España solo le quedaron en el Pacífico los archipiélagos de Marianas, Carolinas y Palaos que, al carecer de valor estratégico, se vendieron a Alemania. Cuba fue ocupada por los norteamericanos hasta 1902, cuando se le concedió la independencia, pero con una cláusula (la Enmienda Platt) que daba derecho a Estados Unidos a intervenir en la isla si veía amenazados sus intereses. Además, Cuba le cedió la base militar de Guantánamo, la cual se mantiene en la actualidad.
La crisis de 1898 no produjo un cambio de gobierno inmediato ni hizo peligrar la monarquía, a pesar de la pérdida definitiva del imperio colonial en América y Asia. Esto hizo que se iniciara una política de penetración en África como sustitutivo y compensación de las pérdidas.
Consecuencias Económicas
Se perdió el mercado cubano para los productos industriales españoles, especialmente para la industria textil catalana, pero se compensó buscando nuevos mercados en Europa. Del mismo modo, se llevó a cabo una repatriación de capitales que sirvieron para invertir en la economía peninsular.
El Impacto Moral y el Regeneracionismo
La derrota ante Estados Unidos creó una grave crisis de conciencia que hizo que la opinión pública se sensibilizara con la situación real de España: un país atrasado, incapaz de defender su imperio. Inmediatamente se buscaron responsabilidades, y las miradas confluyeron en los dirigentes políticos y en un sistema que se consideraba oligárquico y que no representaba al país. Surge así el regeneracionismo, una corriente intelectual que busca las raíces de los problemas que padece España y considera que hay que regenerar la vida política para lograr la modernización económica y social. Pronto se distinguieron dos tendencias:
- Una más moderada, que se conformaba con modificar los aspectos más negativos del sistema, aceptada por el partido liberal y conservador.
- Otra mucho más crítica, que defendía la sustitución del sistema político por uno verdaderamente democrático.
El principal representante fue Joaquín Costa, autor de Oligarquía y caciquismo, que propuso reformas agrarias, municipales, educativas y administrativas a través de la Liga Nacional de Productores, incluyendo a obreros y campesinos, con un fuerte carácter españolista. El regeneracionismo sería asumido por el sistema y reconocido por conservadores, liberales, republicanos y el propio monarca. En ese ambiente se creó el Instituto de Reformas Sociales y nació la Generación del 98, con intelectuales como Unamuno, entre otros.
La Lenta Industrialización de España en el Siglo XIX
Obstáculos y Sectores Clave
Durante el siglo XIX se produce en España el tránsito de una economía feudal a una economía capitalista. En esta evolución fueron decisivos el inicio de la industrialización y la modernización del sector terciario con la creación de un mercado nacional. Sin embargo, los cambios fueron lentos y tuvieron como resultado una economía atrasada respecto a Europa y con una fuerte pervivencia de elementos del pasado. La industrialización fue lenta y tuvo que enfrentarse a varias dificultades:
- La escasez de fuentes de energía de calidad.
- La falta de inversión de la burguesía, que optó por comprar tierras desamortizadas.
- El bajo poder adquisitivo del campesinado, que no disponía de excedentes para adquirir manufacturas.
La Minería
La explotación minera floreció tras la Ley de Minas de 1868, que concedió la explotación de recursos a compañías privadas, en su mayoría extranjeras, las cuales exportaban el mineral a sus países, favoreciendo su propia industrialización.
La Industria Textil y Siderúrgica
En Cataluña hubo una verdadera revolución industrial gracias a su tradición en la industria textil, sobre todo algodonera, impulsada por capital autóctono de la burguesía catalana y dominada por la empresa familiar. Por otro lado, la industria siderúrgica estuvo dominada por grandes sociedades, en parte en manos del capital extranjero. Podemos distinguir tres focos principales:
- Málaga: Hasta 1860, aprovechando el hierro de la zona pero recurriendo al carbón vegetal, más caro.
- Asturias: A partir de 1860, con el desarrollo del foco cántabro-asturiano, aprovechando el carbón de Mieres y Langreo.
- Vizcaya: A partir de 1880, donde se encontraban los principales yacimientos de hierro, inutilizados por las guerras carlistas, y que se aprovechó del comercio marítimo con Inglaterra.
La Creación de un Mercado Nacional
El Ferrocarril
Una de las transformaciones básicas del período fue la articulación del mercado nacional. Para ello se llevó a cabo la construcción de una red ferroviaria. El ferrocarril abarataba el comercio de manufacturas y su construcción demandaba productos siderometalúrgicos. La primera línea ferroviaria se construyó en Cuba en 1837, a la que siguió la línea Barcelona-Mataró en 1848, la de Madrid-Aranjuez en 1851 y la de Gijón-Langreo. El verdadero desarrollo ferroviario se produjo a partir de la Ley de Ferrocarriles de 1855. Gracias a la desamortización de Madoz, la ley estipulaba que la construcción de esta red, de carácter radial con centro en Madrid, estaría en manos de compañías privadas con grandes subvenciones del gobierno y con la posibilidad de importar materiales extranjeros más baratos. Esto hizo que hubiera grandes inversiones en la construcción de la red, pero una vez acabada, apenas hubo mercancías que transportar, por lo que muchas compañías quebraron.
La Reforma Fiscal y la Hacienda
En 1845, para contribuir a la creación del mercado nacional, se implantó la reforma fiscal Mon-Santillán, que establecía dos tipos de tributos: los indirectos (integrados por los consumos, las tarifas aduaneras y la transmisión de bienes) y los directos, que gravaban a los ciudadanos en función de su riqueza, por lo que recaían en los grandes propietarios e inversores. Sin embargo, en la práctica, los impuestos indirectos tuvieron más peso que los directos, por lo que las clases adineradas contribuían menos de lo que les correspondía. Esto, sumado a que no podían incrementarse los indirectos por miedo a que peligrara la estabilidad social, hizo que el déficit del Estado español fuera continuo y se recurriera al endeudamiento. En 1868 se implantó una única unidad monetaria, la peseta, dividida en céntimos según el sistema métrico decimal.
Comercio Exterior y Sistema Financiero
El comercio exterior estaba hundido tras la emancipación de las colonias americanas; sin embargo, desde mediados del siglo XIX experimentó una recuperación, pero manteniendo las características de una economía subdesarrollada: se exportaban materias primas y se importaban productos industriales. Pueden distinguirse tres etapas en la política comercial:
- Proteccionista (hasta 1869): Dificultó la importación de productos europeos con altos aranceles.
- Librecambista (Sexenio Democrático): Impulsada por el ministro Figuerola con el objetivo de modernizar la economía española.
- Proteccionista (Restauración): Tuvo como grandes perjudicados a las clases populares, debido principalmente al elevado precio de los cereales.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el débil y atrasado sector financiero español se modernizó con la creación del Banco de España durante el Bienio Progresista, que supervisaba al resto de bancos y más adelante obtendría el monopolio de emisión de moneda. En 1856 se aprobó la Ley de Sociedades de Crédito, que atrajo capital francés para comprar deuda y financiar el ferrocarril. A finales del siglo XIX, se desarrollaron entidades financieras en el norte de España gracias a la industrialización, que acabaron controlando el sector. Surgen el Banco de Bilbao, el Banco de Vizcaya y el Banco de Santander. Al mismo tiempo, la repatriación de capitales tras la independencia de Cuba en 1898 propició la aparición de grandes bancos en Madrid, como el Banco Español de Crédito y el Banco Hispanoamericano.
Conclusión: Un Desarrollo Desigual
Pese a todas estas transformaciones económicas, en el siglo XIX España mantuvo los rasgos de un país atrasado. La agricultura seguía siendo el sector más importante, y la industria y los servicios se concentraban en enclaves aislados. La escasa modernización y competitividad se compensaban con un elevado proteccionismo apoyado por las oligarquías. Cataluña ofrecía un panorama más cercano a la realidad europea, pero en el resto del país, el Estado era fundamental para garantizar unos beneficios que la oligarquía obtenía de dos maneras: asegurándose la venta de sus bienes en el mercado español, protegido de la competencia extranjera con los aranceles, y manteniendo unas precarias condiciones laborales gracias a la represión y el control de las masas.