Causas de la Proclamación de la II República
La Segunda República Española surge en un contexto de crisis política, social y económica que la Restauración no había podido solucionar. La dictadura de Primo de Rivera fue el último intento fallido de estabilizar la situación, lo que llevó a la burguesía intelectual a considerar la República como la mejor alternativa. A nivel internacional, la llegada de regímenes autoritarios y totalitarios a Europa y la crisis económica de los años 30 influyeron en el descontento en España.
Aunque el impacto de la Gran Depresión fue menor debido al aislamiento económico español, este se sintió en la caída de las exportaciones, el colapso de inversiones extranjeras y la interrupción de la emigración, aumentando el desempleo.
Sin embargo, los mayores problemas económicos fueron internos: la desconfianza de terratenientes y capitalistas hacia el nuevo régimen y la creciente radicalización de obreros y campesinos generaron un clima de inestabilidad. Tras la caída de Primo de Rivera y la ‘dictablanda’ de Berenguer, restaurar la monarquía era inviable. Alfonso XIII se volvió impopular y se formó el Pacto de San Sebastián, una alianza entre republicanos, socialistas y otros sectores para derrocar la monarquía. Aunque su estrategia incluía una insurrección militar y una huelga general, la ‘Sublevación de Jaca’ fracasó y sus líderes, los capitanes Galán y García Hernández, fueron ejecutados. Finalmente, la República llegó por vía electoral. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, la victoria republicana en las ciudades precipitó la proclamación de la Segunda República el 14 de abril. Niceto Alcalá-Zamora fue nombrado presidente del gobierno provisional y Alfonso XIII se exilió el mismo día.
Contexto Internacional de la Guerra Civil y Apoyo Exterior
La Guerra Civil española no habría tenido la misma duración ni magnitud sin apoyo exterior. Desde el inicio del conflicto, las potencias reaccionaron de diferentes maneras: Reino Unido decidió mantenerse al margen para evitar un conflicto mundial, mientras que Francia intentó ayudar al gobierno republicano, pero suspendió su apoyo por presiones externas.
Para evitar la internacionalización del conflicto, en septiembre de 1936 se creó el Comité Europeo de No Intervención, promovido por Francia y Reino Unido, con la participación de Italia, Alemania y Portugal. Sin embargo, este comité fue ineficaz y no impidió la ayuda a los bandos enfrentados. La Sociedad de Naciones también se mantuvo inoperante. Estados Unidos no intervino oficialmente, pero la Texas Oil Company suministró petróleo a los sublevados.
El bando nacional recibió ayuda decisiva de Italia (78.000 soldados del Corpo di Truppe Volontarie), Alemania (Legión Cóndor con 19.000 hombres y el bombardeo de Guernica) y Portugal, que facilitó el control de la frontera y envió voluntarios. La Iglesia católica apoyó con propaganda y el papa Pío XI reconoció el régimen franquista desde el principio. El bando republicano recibió ayuda de la URSS a partir de noviembre de 1936, con el envío clandestino de material militar, 2.000 soldados soviéticos y la organización de las Brigadas Internacionales, compuestas por 35.000 voluntarios de más de 50 países.
México aportó armas, alimentos y apoyo diplomático a los exiliados. La opinión pública internacional se dividió, aunque la mayoría de los intelectuales apoyaron a la República. Entre ellos destacaron el fotógrafo Robert Capa y los escritores George Orwell y Ernest Hemingway, quienes incluso participaron en el conflicto.
En conclusión, la intervención extranjera intensificó el conflicto y prolongó la guerra, convirtiéndola en un reflejo de la creciente tensión en Europa y un preludio de la Segunda Guerra Mundial.
Política del Bienio Radical-Cedista y la Revolución de Octubre de 1934
Tras la caída del primer gobierno de la Segunda República presidido por Manuel Azaña en 1933, motivada por la crisis de Casas Viejas (represión brutal de un levantamiento anarquista en este municipio gaditano) y por sus diferencias irreconciliables con el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, se convocaron nuevas elecciones.
En los comicios de noviembre de 1933, la derecha española se presentó dividida en dos grandes bloques:
- Los sectores abiertamente opuestos a la República, que incluían monárquicos, carlistas, Falange Española y JONS.
- La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil-Robles, que aceptaba la República con el objetivo de transformarla en un régimen más conservador.
La campaña electoral reflejó la profunda polarización política. Mientras los socialistas denunciaban a Gil-Robles como un fascista y advertían de una posible revolución si ganaba la derecha, esta última prometía revisar la Constitución, suprimir la reforma agraria y conceder amnistía a los militares golpistas, como el general Sanjurjo. La victoria de la derecha se debió a diversos factores: la abstención promovida por sindicatos obreros, la desorganización de los partidos republicanos y la eficaz movilización del electorado conservador. El nuevo presidente del Gobierno fue Alejandro Lerroux, del Partido Republicano Radical, con el apoyo parlamentario de la CEDA. Sin embargo, las tensiones entre ambas formaciones marcaron el conocido como Bienio Radical-Cedista (1933-1935), caracterizado por la paralización de las reformas del primer bienio republicano y un giro conservador en la política del país.
La llegada al poder de la derecha desencadenó una reacción inmediata por parte de la izquierda, que comenzó a preparar una insurrección armada. La radicalización de la política europea, con la llegada de Hitler al poder en Alemania (1933) y la represión socialista en Austria (1934), reforzó el temor de los socialistas a un posible giro autoritario de la República si la CEDA tomaba el control del gobierno.
El detonante del levantamiento fue la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno el 4 de octubre de 1934. Al día siguiente, la UGT convocó una huelga general, pero el movimiento fracasó en la mayor parte del país. Solo tuvo cierta repercusión en Madrid, Vizcaya y Barcelona, aunque fue sofocado rápidamente. Los hechos más graves ocurrieron en Asturias, donde se formó la Alianza Obrera, un pacto entre socialistas, anarquistas y comunistas.
La insurrección tuvo éxito inicial en las cuencas mineras, donde los revolucionarios proclamaron la República Socialista y establecieron un sistema basado en consejos obreros. Sin embargo, el gobierno respondió enviando tropas del Ejército de África al mando del general Francisco Franco. Tras intensos combates, la revuelta fue sofocada el 18 de octubre, dejando un balance de entre 1.000 y 2.000 insurgentes muertos, además de 300 bajas entre las fuerzas gubernamentales y más de 30 religiosos asesinados. En Cataluña, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española el 6 de octubre. Sin embargo, la falta de apoyo de sectores clave y la intervención del Ejército provocaron su rápida derrota. Companys y su gobierno fueron detenidos y la autonomía catalana quedó suspendida temporalmente. La represión posterior fue severa y arbitraria:
- Se realizaron cerca de 30.000 detenciones y se prohibió la prensa socialista y comunista.
- Se aplicaron juicios con dudosas garantías legales, aunque la mayoría de condenados a muerte fueron finalmente indultados.
Las consecuencias de la revolución fueron profundas:
- Radicalización política: la derecha se sintió legitimada para endurecer su política, mientras que la izquierda, especialmente el PSOE, se dividió entre los partidarios de la vía democrática.
- Debilitamiento del gobierno de Lerroux, que se fue desgastando hasta su dimisión en 1935 debido a escándalos de corrupción.
- Cambio en la política catalana, con la suspensión parcial de la autonomía y una mayor intervención del Estado en la región.
- Reacción de la CEDA, que tras la revolución adquirió más protagonismo, aumentando la tensión política en el país.
En definitiva, la revolución de octubre de 1934 marcó un punto de no retorno en la Segunda República. La creciente polarización política y la falta de diálogo entre las fuerzas políticas anticiparon el desenlace: la Guerra Civil de 1936.
Formación del Frente Popular y Preparativos de la Sublevación Militar
Tras la Revolución de Asturias de octubre de 1934, que llevó aún más las ideologías de los españoles hacia la extrema izquierda o la extrema derecha, el fin de la Segunda República era evidente y la Guerra Civil prácticamente inevitable. En 1935, el Gobierno de Lerroux dimitió al verse inmerso en el escándalo de corrupción del estraperlo (el propio presidente recibía dinero de ruletas trucadas del casino de San Sebastián).
Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, disolvió las Cortes y convocó elecciones para febrero de 1936. Dichas elecciones dividieron a la opinión pública. La izquierda decidió acudir unida en una coalición llamada Frente Popular, que abarcaba todo el espectro político de izquierdas, desde los republicanos de centro hasta los comunistas. La derecha, en cambio, no se pudo presentar unida. Por todo ello, el Frente Popular obtuvo la mayoría en el Congreso. Desde febrero de 1936 gobernó el Frente Popular en lo que se llamó la ‘Primavera Trágica’.
Manuel Azaña, nuevamente presidente del Gobierno, aplicó un rápido programa basado en cuatro ejes: la continuación de la reforma agraria, la intensificación de la política educativa, la amnistía para todos los presos políticos encarcelados por la derecha y, en materia de autonomía, el restablecimiento de la Generalitat, la vuelta de Lluís Companys y la continuación de los proyectos de Estatuto de País Vasco y Galicia. En abril, el Congreso destituye a Niceto Alcalá Zamora. Manuel Azaña pasa a ser presidente de la República y Casares Quiroga, presidente del Gobierno. La ‘Primavera Trágica’ se caracteriza por el desorden público, que se manifiesta en sucesos violentos en el campo, con huelgas, apropiación de tierras… Continúan también los ataques a conventos y edificios religiosos. En estos meses, la sociedad española se polariza hacia la extrema derecha y la extrema izquierda. La derecha aumenta las acciones violentas a través de Falange y JONS.
Por todo ello, José Antonio Primo de Rivera fue encarcelado. La izquierda continúa también su radicalización a través del PSOE y CNT.
En este clima de violencia, un grupo de militares empezó a planear una solución militar para evitar una posible dictadura comunista con ayuda de la masonería. Estos militares conservadores, descontentos con el Frente Popular, se encontraban situados en las capitanías menos importantes: Sanjurjo era el cabecilla y Mola, el director. Otros militares de este grupo eran Queipo de Llano, Goded y Franco. El general Mola preparó el plan, que debía contar con dos características esenciales para su triunfo: rapidez y extrema violencia. El objetivo era establecer un poder autoritario que suspendiese el gobierno republicano y las libertades constitucionales.
Pero este grupo de militares no contaba con la resistencia de gran parte de la sociedad. Con el paso de los días, la violencia y crispación social eran crecientes. Los falangistas asesinaron al teniente Castillo, de la Guardia de Asalto. Como venganza, la Guardia de Asalto llevó a cabo el asesinato de Calvo Sotelo, miembro del partido de extrema derecha ‘Renovación Española’ y diputado del Congreso. Este último asesinato supuso un gran impacto emocional para los conspiradores, llevándolos a adelantar la sublevación. Así, el golpe de Estado comenzó el 17 de julio de 1936 en Melilla (donde el general republicano Romerales fue fusilado), Ceuta y Tetuán. El 18 de julio se levantó en armas el resto de la península ibérica.
Queipo de Llano tomó el control en Sevilla y Mola, en Pamplona. El día 19, Franco viajó desde Canarias a Marruecos en el ‘Dragón Rapide’, un avión privado, para ponerse al frente del Ejército de África. Sin embargo, tras estos acontecimientos iniciales, el ejército queda dividido. El golpe solo triunfa en cinco de las ocho sedes militares.
Triunfa con facilidad en Castilla y León y Navarra, y con más dificultades en Galicia, Zaragoza, Mallorca y Sevilla. Pero el golpe fracasa en las ciudades más importantes y en las zonas industriales. La República rápidamente autoriza la distribución de armas al Frente Popular y los sindicatos, que constituyen milicias espontáneas.
El gobierno central pierde el control inicial. Por todo ello, el golpe de Estado fracasa y España queda dividida en dos zonas: nacional y republicana. Una guerra civil de tres años había comenzado.
Análisis de Documento: Reformas del Bienio Reformista (1931-1933)
El texto es un fragmento de la Constitución de 1931, de carácter jurídico y político, aprobado durante la Segunda República Española. Está dirigido a toda la ciudadanía del Estado español y tiene ámbito nacional. Las ideas principales son la proclamación de la República democrática de trabajadores, la separación entre Iglesia y Estado, la igualdad legal y el reconocimiento de la autonomía regional. Como ideas secundarias destacan la regulación del matrimonio civil y la consideración de las confesiones religiosas como asociaciones privadas.
Entre 1931 y 1933, el gobierno republicano impulsó reformas como la agraria, la militar, la educativa, la laboral y el inicio del proceso autonómico. Estas medidas buscaban modernizar el país, pero generaron una fuerte oposición por parte de la Iglesia, el ejército, los grandes propietarios y los sectores conservadores. Al mismo tiempo, grupos de izquierda radical consideraban insuficientes estas reformas y también mostraron su descontento.
Análisis de Imagen: La Reforma Militar de Azaña
La imagen se sitúa en España, concretamente en el contexto del nuevo régimen republicano iniciado en 1931. En ella aparece Manuel Azaña, ministro de la Guerra y posteriormente presidente del Gobierno y de la República, acompañado de altos mandos militares. La cronología corresponde al bienio reformista (1931-1933), durante el cual se intentó modernizar y democratizar el ejército español. La imagen refleja el esfuerzo del nuevo gobierno por controlar el poder militar y establecer una república basada en principios democráticos.
La reforma militar impulsada por Azaña buscaba reducir el número excesivo de oficiales, asegurar la lealtad del ejército a la República y modernizar las fuerzas armadas. Se creó un sistema de retiros voluntarios, se cerraron academias militares y se subordinó el ejército al poder civil. Aunque pretendía profesionalizar el ejército, provocó malestar entre muchos oficiales, que veían amenazada su posición. Esto generó una creciente desafección militar hacia la República, que sería una de las causas del golpe de Estado de 1936 y de la posterior Guerra Civil.
Análisis de Documento: Decreto de Unificación (1937)
El texto es un decreto oficial de carácter político y legislativo, firmado por Francisco Franco en Salamanca el 19 de abril de 1937, en plena Guerra Civil Española. Su ámbito geográfico abarca las zonas controladas por el bando nacional, y está dirigido tanto a los miembros de Falange Española, requetés carlistas como al conjunto de la población española. La idea principal del texto es la unificación de los movimientos políticos nacionalistas en una sola organización: Falange Española Tradicionalista y de las JONS, bajo la jefatura de Franco. Esta medida buscaba fortalecer la unidad ideológica y organizativa del bando nacional. Como ideas secundarias, se establece que la nueva entidad se fundamentará en principios de servicio, jerarquía y hermandad, y que las demás organizaciones políticas quedan disueltas.
Durante la Guerra Civil, el bando nacional evolucionó desde una coalición de grupos militares, monárquicos, falangistas y tradicionalistas hacia una estructura más cohesionada y organizada. La creación de un partido único en 1937, mediante el Decreto de Unificación, fue clave para lograr una mayor disciplina interna y eficacia política en tiempos de guerra. Esta centralización permitió coordinar mejor el esfuerzo militar y administrativo, y sentó las bases de un nuevo modelo de Estado que buscaba la estabilidad, el orden y la superación de los conflictos partidistas que habían afectado a la Segunda República. El liderazgo de Franco fue consolidándose como símbolo de autoridad y unidad, lo que resultó determinante para el desarrollo y la victoria del bando nacional.
Análisis de Documento: La Unificación del Bando Nacional
El texto es un decreto político y legislativo, firmado por Francisco Franco en Salamanca el 19 de abril de 1937, durante la Guerra Civil Española. Está dirigido a los miembros del bando nacional y tiene ámbito nacional. Su idea principal es la unificación de Falange y los carlistas en un único partido bajo el mando de Franco. Como ideas secundarias, se disuelven otros partidos y se destacan valores como la jerarquía, el servicio y la unidad.
El bando nacional comenzó como una coalición de grupos diversos: militares, falangistas, carlistas y monárquicos. Para evitar divisiones internas y lograr una mayor eficacia, Franco impulsó el Decreto de Unificación en 1937, que fusionó a Falange Española con los tradicionalistas carlistas, creando la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. A partir de ahí, se estableció un sistema de partido único, donde Franco asumió el liderazgo político y militar. Esta centralización permitió una dirección más firme del esfuerzo bélico.