Evolución Histórica de la Península Ibérica: Prehistoria, Romanización y Edad Media

1. Las Características del Paleolítico en la Península Ibérica

El Paleolítico en la Península Ibérica abarca desde el 900.000 hasta el 9.000 a.C. aproximadamente, y se divide en tres grandes fases:

  • Paleolítico Inferior: Se hallan los restos humanos más antiguos, como el Homo antecessor de Atapuerca (datado en unos 850.000 años), considerado antecesor de los neandertales y de los presapiens. Su cultura característica fue la Achelense, con bifaces y herramientas de piedra de gran tamaño.
  • Paleolítico Medio: Aparecen los neandertales, vinculados a la cultura Musteriense, con un mayor desarrollo técnico y uso del fuego, lo que les permitió habitar cuevas, como las de Gibraltar y la desembocadura del Tajo.
  • Paleolítico Superior: Corresponde al Homo sapiens sapiens, con una gran expansión cultural en la cornisa cantábrica y el Levante, destacando las culturas Auriñaciense, Solutrense y Magdaleniense. Se desarrolló el arte rupestre en cuevas y el arte mobiliar.

Los grupos humanos eran cazadores y recolectores, nómadas, vivían en pequeñas bandas familiares sin jerarquía social y dependían totalmente de los recursos naturales.

2. El Neolítico Peninsular

El Neolítico, entre el 5700 y el 2500 a.C., marca la transformación decisiva hacia una economía productora basada en la agricultura y la ganadería, junto con la aparición de la cerámica y la vida sedentaria. Las innovaciones llegaron con retraso desde el Próximo Oriente a través de tres vías: la continental, la norteafricana y, sobre todo, la mediterránea, aunque en algunas zonas se desarrollaron de forma autóctona.

  • Neolítico Inicial: Aparece en el Levante y Andalucía oriental, con la cerámica cardial y los primeros asentamientos en cuevas, como la de Nerja.
  • Neolítico Pleno (V-III milenio a.C.): Se caracteriza por la expansión hacia el interior peninsular, con la “cerámica a la almagra”. Aparecen los primeros poblados estables, necrópolis y enterramientos colectivos.

La diversidad de actividades económicas provocó una clara estratificación social visible en los ajuares funerarios, lo que indica el inicio de sociedades más complejas y jerarquizadas, preludio de la Edad de los Metales.

3. Etapas y Características de la Edad de los Metales en la Península Ibérica

La Edad de los Metales, iniciada en el III milenio a.C., supuso la consolidación de las primeras civilizaciones. Se divide en tres etapas:

  • Eneolítico (Edad del Cobre): Destacan los poblados fortificados y la aparición del megalitismo, con dólmenes y crómlech usados como sepulturas colectivas (ej. Trigueros). En esta época surge la cerámica campaniforme, muestra de contactos comerciales europeos.
  • Edad del Bronce (II milenio a.C.): Se desarrolla la aleación de cobre y estaño, destacando la cultura del Argar en el sureste, con urbanismo avanzado, enterramientos con diferencias sociales y producción metalúrgica especializada. En el Bronce Final aparecen influencias indoeuropeas, con la cultura de los Campos de Urnas en el noreste y la Talayótica en las Baleares.
  • Edad del Hierro (I milenio a.C.): Se generaliza el uso del hierro, mejoran armas y herramientas y aumentan las desigualdades sociales. Surgen los pueblos colonizadores y los grupos indígenas, marcando el paso a la Protohistoria y la futura romanización.

4. Los Pueblos Colonizadores en la Península Ibérica

Desde finales del II milenio a.C., la búsqueda de metales atrajo a pueblos del Mediterráneo oriental y central que fundaron colonias en las costas peninsulares, iniciando un importante intercambio con las poblaciones locales.

  • Fenicios: Procedentes de Tiro y Sidón, fundaron Gadir (Cádiz) y factorías como Sexi o Malaca. Introdujeron importantes innovaciones.
  • Griegos: Desde Marsella, fundaron colonias como Emporion y Rhode, y aportaron el cultivo de la vid y el olivo, el arado y la acuñación de moneda, fomentando el comercio.
  • Cartagineses: Herederos del comercio fenicio tras la caída de Tiro, fundaron Ibiza y Cartagena en el 227 a.C., destacando la expansión dirigida por los Barca durante las guerras púnicas contra Roma.

Estas colonizaciones generaron un profundo proceso de aculturación y desarrollo socioeconómico en los pueblos indígenas, que adoptaron muchas de sus técnicas y costumbres, preparándolos para la futura integración en la cultura mediterránea.

5. Las Características de Tartessos

Tartessos fue una cultura del suroeste peninsular que se desarrolló aproximadamente entre el 1000 y el 500 a.C., abarcando Andalucía occidental, el sur de Portugal y parte de Extremadura. Su desarrollo alcanzó un alto grado de urbanización durante su segunda etapa histórica, gracias al contacto con los pueblos colonizadores, especialmente los fenicios.

  • Gobierno: Fue monárquico; el rey más conocido fue Argantonio, aunque probablemente cada ciudad tuviera su propio monarca.
  • Sociedad y Economía: La sociedad estaba dominada por una aristocracia comercial, y su economía se basaba en la minería, la agricultura, el comercio y la orfebrería.
  • Cultura: La religión y el arte tartésico muestran una fuerte influencia oriental, sobre todo fenicia.

Su desaparición, de causas inciertas, se relaciona con el agotamiento de las minas o la expansión cartaginesa. Tras su desaparición, su territorio se fragmentó y dio lugar a otros pueblos.

6. Características de los Pueblos Prerromanos

Cuando los romanos llegaron a la península en el 218 a.C., encontraron una gran diversidad de pueblos con diferentes grados de desarrollo cultural. Se distinguen dos grandes áreas:

Pueblos Íberos

Ocupaban el sur y el Levante peninsular, estaban muy influidos por fenicios y griegos, y compartían rasgos comunes como lengua, religión, escritura y una sociedad jerarquizada. Vivían en poblados fortificados llamados oppida y practicaban una economía agrícola y ganadera con comercio activo.

Pueblos Celtas

Habitaban el interior y el norte, eran de origen indoeuropeo, con menor desarrollo social y económico pero hábiles en la metalurgia. Vivían en castros y se organizaban en clanes familiares unidos en tribus. Eran de carácter guerrero y mantenían una economía pastoril. En la Meseta destacaron los vetones y vacceos, y en el noroeste los galaicos, cántabros y astures.

Celtíberos

En la zona centro-oriental, por el contacto entre ambos grupos, surgieron los pueblos celtíberos, como los arévacos, que mostraban una fusión de rasgos celtas e íberos.

7. La Romanización de la Península Ibérica

La romanización fue el proceso de asimilación cultural, política, económica y social de los pueblos peninsulares tras la conquista romana, que se desarrolló entre el 218 y el 19 a.C. Comenzó desde las primeras conquistas, siendo más intensa en las zonas mediterráneas y meridionales.

  • Focos de Difusión: Se fundaron numerosas ciudades y colonias, muchas de origen militar, como Itálica, León o Astorga, que actuaron como focos de difusión de la cultura romana.
  • Elementos Culturales: El latín se convirtió en la lengua común, se implantó el Derecho romano y la religión oficial, especialmente el culto al emperador.
  • Infraestructura: Roma creó una extensa red de calzadas, acueductos y edificios públicos que unificaron el territorio.
  • Economía: Se transformó hacia el comercio y la producción agrícola intensiva en latifundios trabajados por esclavos, destacando productos como el aceite, el vino o el garum.
  • Administración: Hispania se dividió en provincias como la Bética, la Lusitania o la Tarraconense.

La romanización fue tan profunda que convirtió a Hispania en una de las regiones más prósperas del Imperio y cuna de emperadores, pensadores y poetas.

9. Las Etapas de la Dominación Musulmana en la Península Ibérica

La presencia musulmana en la península, llamada al-Ándalus, se extendió desde 711 hasta 1492. La conquista comenzó con el desembarco de Tariq en Gibraltar y la derrota visigoda en Guadalete. En pocos años ocuparon casi todo el territorio, salvo zonas montañosas del norte.

  • Emirato Dependiente (711-756): Al-Ándalus estuvo sometido al califato omeya de Damasco, con gran inestabilidad por las luchas entre árabes y bereberes.
  • Emirato Independiente (756-929): Con Abderramán I, la capital se estableció en Córdoba. Fue una etapa de prosperidad, aunque con revueltas internas.
  • Califato de Córdoba (929-1031): Abderramán III se proclamó califa, consolidando la independencia política y un gran esplendor cultural y económico. Tras la dictadura de Almanzor, el califato se desintegró.
  • Reinos de Taifas (Siglo XI): Fragmentación del califato en pequeños reinos.
  • Imperios Bereberes (Almorávide y Almohade): Dominaron temporalmente al-Ándalus hasta su derrota en las Navas de Tolosa (1212).
  • Reino Nazarí de Granada (1238-1492): Sobrevivió pagando tributos a Castilla hasta su caída ante los Reyes Católicos.

10. La Sociedad Andalusí

La sociedad de al-Ándalus fue diversa y jerarquizada, marcada por la religión y el origen étnico. En la cúspide se encontraba la minoría árabe, que poseía las mejores tierras y ocupaba los altos cargos. Les seguían los bereberes, más numerosos pero considerados inferiores.

Grupos Sociales

  • Muladíes: Cristianos convertidos al islam que disfrutaban de ventajas sociales y económicas.
  • Mozárabes: Cristianos que mantenían su religión, tolerados a cambio de pagar impuestos especiales.
  • Judíos: Grupo minoritario influyente, tolerado a cambio de impuestos, aunque su situación empeoró con el integrismo de almorávides y almohades.

Economía y Cultura

Económicamente, al-Ándalus fue una región próspera: introdujo nuevos cultivos como el arroz, la naranja o el algodón, desarrolló el regadío y convirtió las ciudades en centros comerciales y artesanales de gran importancia. Culturalmente, los musulmanes dejaron una profunda huella en la lengua, la ciencia, la filosofía, la música y la gastronomía peninsular.

12. El Proceso de Repoblación de los Reinos Cristianos

Paralelamente a la conquista, los reinos cristianos llevaron a cabo la repoblación de los territorios conquistados, atrayendo pobladores del norte y del extranjero. Se utilizaron distintos modelos según la época y la región:

  • Repoblación Libre (Siglos VIII-XI): Se dio al norte del Duero y sur de los Pirineos mediante la presura o aprisio, que otorgaba la propiedad a quienes ocuparan tierras despobladas.
  • Repoblación Concejil (Siglos XI-XII): Organizó el territorio en concejos o municipios, a los que se concedían fueros o cartas puebla con derechos y libertades (valles del Duero, Tajo y Ebro).
  • Órdenes Militares (Primera mitad del Siglo XIII): Recibieron grandes extensiones en el Guadiana y el este peninsular, creando latifundios dedicados a la ganadería.
  • Repartimientos (Segunda mitad del Siglo XIII): Se realizaron en Andalucía y el Levante, dividiendo las tierras en grandes donadíos para nobles e Iglesia y heredamientos para colonos.

Estas formas de repoblación configuraron la propiedad agraria y la sociedad feudal de los reinos cristianos.

13. La Estructura Social en los Reinos Cristianos Peninsulares

La sociedad medieval cristiana estaba organizada en tres estamentos:

  • Nobleza y Clero: Eran los estamentos privilegiados. Poseían tierras, no pagaban impuestos y tenían leyes propias. La nobleza incluía a grandes señores y caballeros que controlaban amplios señoríos, mientras el clero se dividía entre el alto y el bajo clero.
  • Pueblo Llano: Estamento no privilegiado, que soportaba la carga fiscal y estaba formado mayoritariamente por campesinos dependientes de los señores.

En las ciudades surgió una burguesía dedicada al comercio y la artesanía, aunque sin demasiado poder político. Existían grupos minoritarios como judíos (influyentes económicamente) y mudéjares (musulmanes sometidos que trabajaban como campesinos o artesanos). Aunque no se desarrolló un feudalismo tan estricto como en el resto de Europa, las formas de repoblación originaron una estructura señorial basada en la dependencia personal de los campesinos respecto a los nobles o instituciones religiosas.

14. La Importancia de la Escuela de Traductores de Toledo

La Escuela de Traductores de Toledo fue un centro cultural fundamental en la transmisión del saber clásico y árabe a la Europa medieval. Tras la conquista cristiana de Toledo, la convivencia entre sabios musulmanes, judíos y cristianos creó un ambiente propicio para la traducción y el estudio.

En un primer momento se tradujeron del árabe al latín obras filosóficas y religiosas (Aristóteles, Corán), además de textos científicos (Avicena, Galeno o Ptolomeo), que se convirtieron en manuales universitarios en Europa.

Durante el reinado de Alfonso X el Sabio, la Escuela alcanzó su máximo esplendor. Se impulsaron traducciones al castellano de tratados de astronomía, física, alquimia y matemáticas, además de obras literarias y recreativas como los Libros de ajedrez, dados y tablas. Gracias a su labor, el castellano se consolidó como lengua culta y la ciencia y la filosofía greco-orientales se difundieron por toda Europa, sentando las bases del Renacimiento.

16. Los Problemas Internos de Castilla y la Corona de Aragón durante la Baja Edad Media

Durante la Baja Edad Media, tanto Castilla como la Corona de Aragón atravesaron graves conflictos internos.

Conflictos en Castilla

La nobleza aumentó su poder frente a una monarquía debilitada. La guerra civil entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara culminó con la victoria de este en Montiel (1369), iniciando la dinastía Trastámara. En recompensa, la nobleza recibió grandes privilegios, las llamadas “mercedes enriqueñas”, que consolidaron poderosos linajes feudales. En el siglo XV, los intentos de los reyes por recuperar autoridad provocaron nuevas guerras civiles, como la que enfrentó a Isabel la Católica con Juana la Beltraneja.

Conflictos en la Corona de Aragón

La muerte sin descendencia de Martín I el Humano llevó al Compromiso de Caspe (1412), que otorgó el trono a Fernando de Antequera, de la casa Trastámara. Surgieron conflictos sociales como la guerra de los remensas en Cataluña, las luchas entre la monarquía y la oligarquía catalana, y la guerra civil navarra entre partidarios del príncipe de Viana y su padre Juan II.

Estas crisis solo se estabilizaron con la unión dinástica de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos.