FRIEDRICH NIETZSCHE
La crítica de la cultura occidental
La primera gran obra de Nietzsche es El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, donde retoma las ideas de Schopenhauer sobre fenómeno y noúmeno. Para Schopenhauer, el noúmeno es la voluntad, origen de nuestras acciones y causa del sufrimiento por su carácter infinito e insaciable. El fenómeno es la representación: cómo percibimos racionalmente las manifestaciones de la voluntad. Nietzsche traslada esta distinción a la filología clásica mediante las figuras de Dioniso (dios del vino y la embriaguez, símbolo de la voluntad) y Apolo (dios del Sol y la belleza, símbolo de la representación). En la tragedia griega, Dioniso se expresa a través de pasiones exageradas y del coro, que canta de forma colectiva. Apolo se refleja en los diálogos racionales y en los personajes que representan individualidad con valores propios. La tragedia antigua lograba así un equilibrio entre Apolo y Dioniso, entre razón y sinrazón. Sin embargo, con Sócrates este equilibrio se rompe: se elimina el coro y se da protagonismo a personajes que racionalizan sus actos. El diálogo socrático suprime la pasión en busca de una verdad universal. Nietzsche critica esta primacía de Apolo sobre Dioniso, pues Sócrates impone su visión racional como única y utiliza la idea de Verdad para dominar voluntades ajenas. Nietzsche ve la historia de la cultura occidental como el triunfo de la razón, la verdad y el Bien absolutos sobre el cambio, el relativismo y los valores vitales. A Heráclito lo sustituye Parménides, a los sofistas, Sócrates y Platón, y al paganismo, la tradición judeocristiana. La filosofía occidental se ha centrado en la idea de Dios como fundamento de una Verdad única. Pero en la Modernidad esta idea se debilita por tres razones:
- No puede justificarse racionalmente.
- Impone obediencia a valores supraterrenales.
- Reprime la capacidad humana de crear y vivir.
En La gaya ciencia, Nietzsche proclama: “Dios ha muerto, y nosotros le hemos matado”. Con ello, desaparece la fuente de los valores objetivos y el ser humano debe asumir su responsabilidad y vivir sin Dios. La consecuencia de esto es el nihilismo, que se manifiesta de dos formas:
- Nihilismo pasivo: resignación y negación tras la muerte de Dios.
- Nihilismo activo: aceptación de esa muerte como punto de partida para crear nuevos valores.
Nietzsche defiende el nihilismo activo y la afirmación de la vida. Sostiene que todos los seres quieren vivir, y que la vida se asegura mediante el poder. El más fuerte sobrevive al débil, y la voluntad de vivir se convierte en voluntad de poder: fuerza básica de la vida, impulso a la acción y creación de valores. El mundo es pura voluntad de poder, y la razón no es más que un instrumento subordinado a esta voluntad.
La moral, la transvaloración de los valores y el superhombre
En La genealogía de la moral, Nietzsche realiza una crítica a la moralidad mediante un estudio histórico y etimológico. Observa que los términos “bueno” y “malo” han cambiado de sentido: originalmente, “bueno” significaba noble, poderoso y afirmador de la vida, mientras que luego pasó a significar servicial, humilde y altruista, lo que él asocia a una moral de esclavos. Nietzsche distingue dos tipos de moral:
- Moral de señores: propia de los nobles, basada en la afirmación de la vida y el poder individual.
- Moral de esclavos: propia de los débiles, basada en el resentimiento y en valores que benefician a los pobres y mediocres, promoviendo la decadencia.
La moral original era la de los señores, pero una rebelión liderada por los débiles provocó una “transvaloración” de los valores, generando una moral que favorecía a los oprimidos. Las causas principales de esta transvaloración son el pueblo judío, que fue esclavo de los grandes pueblos, y el cristianismo, que promueve el sacrificio por los débiles. Nietzsche considera que estos nuevos valores son contrarios a la vida. Propone una nueva transvaloración posible solo mediante la “voluntad de poder”, recuperando la moral de señores. Esta transformación será realizada por el superhombre, figura que vive según sus propios valores, sobrevive a la muerte de Dios, y es capaz de crear nuevos valores. Para explicar esta evolución, Nietzsche usa el personaje de Zaratustra y una metáfora con tres figuras:
- El camello: hombre sumiso, obediente a la moral y religión impuestas.
- El león: se rebela contra los valores establecidos, pero aún depende de ellos.
- El niño: última transformación, símbolo del superhombre, crea nuevos valores, vive sin ataduras morales o religiosas, y ama la vida sin reflexionar sobre ella.
El método genealógico de Nietzsche no busca mostrar que la moral carece de sentido, sino que es un producto humano sin fundamento objetivo y, por lo tanto, puede ser transgredida. Este método influenció a pensadores como Foucault y Derrida.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
Teorías fundamentales: perspectivismo, raciovitalismo y razón histórica
Una de las claves del pensamiento de Ortega y Gasset es su esfuerzo por superar oposiciones filosóficas tradicionales mediante una síntesis que se expresa en tres conceptos fundamentales: perspectivismo, raciovitalismo y razón histórica.
Perspectivismo
Ortega critica tanto el realismo, que sostiene que la realidad es tal como se nos presenta a través de los sentidos, como el idealismo, que afirma que solo accedemos a ideas generadas por nuestra mente. El realismo ignora el papel activo del sujeto, mientras que el idealismo se centra demasiado en el yo, olvidando la existencia del mundo exterior. Como alternativa, Ortega propone el perspectivismo, que sitúa la vida —entendida como “yo en el mundo”— en el centro de la reflexión filosófica. La vida no es algo abstracto, sino la experiencia concreta del sujeto en su entorno. Según esta teoría, toda visión de la realidad es parcial pero válida; la verdad surge de la integración racional de las múltiples perspectivas individuales.
Raciovitalismo
Una vez colocada la vida como objeto central de la filosofía, Ortega aborda cómo debe ser comprendida. Rechaza tanto el racionalismo (que confía únicamente en la razón) como el vitalismo (que se limita a lo instintivo y lo inmediato). Ambos resultan insuficientes para captar la complejidad de la vida, que también incluye planificación y sentido. Así nace el raciovitalismo, una doctrina que une razón y vida a través del concepto de razón vital. Esta reconoce que la vida es anterior al pensamiento y que la razón debe partir de la experiencia concreta. Vivir, según Ortega, no es simplemente existir, sino decidir continuamente cómo vivir. La vida es más que biología: es conciencia, proyecto y búsqueda de sentido.
Razón histórica
Finalmente, Ortega diferencia entre explicar (propio de las ciencias, que tratan al ser humano como objeto) y comprender (propio de la filosofía, que ve al ser humano como un ser libre que se construye en el tiempo). De ahí surge la idea de razón histórica, que busca entender la vida humana desde su contexto histórico y social, reconociendo que cada individuo está situado en una circunstancia única que le da sentido.
La sociedad y el ser humano en Ortega y Gasset
Desde su concepción raciovitalista, Ortega y Gasset analiza la vida humana en tres dimensiones inseparables: individual, social e histórica, ya que el ser humano es, al mismo tiempo, un individuo, un ser social y un ser condicionado por su historia.
El hombre como ser individual
Para Ortega, “el hombre es el problema de la vida”, porque no solo vive, sino que construye y proyecta su vida. Es un ser abierto, un proyecto en constante desarrollo que se realiza a través de sus decisiones. Esta idea lo vincula con pensadores existencialistas como Heidegger, Sartre o Camus. A diferencia de otros seres, el ser humano puede incluso deshumanizarse mediante sus actos, lo que lo convierte en un ser éticamente vulnerable.
El hombre como ser social
Ortega destaca que el individuo no existe aislado, sino inmerso en una circunstancia que influye decisivamente en su proyecto vital. Esto se refleja en su conocida frase: “Yo soy yo y mi circunstancia”. En La rebelión de las masas, analiza la sociedad moderna, caracterizada por la figura del hombre-masa: un individuo que ha perdido su singularidad, piensa como la mayoría y renuncia a su libertad personal. Este tipo de sociedad es fácilmente manipulable, especialmente en democracias, lo que Ortega percibe como un riesgo político y cultural. Frente a esto, propone la necesidad de una minoría selecta que oriente a la masa, postura que le valió críticas por elitismo.
El hombre como ser histórico
Además del entorno social, el ser humano está condicionado por el pasado. Ortega defiende que para comprender nuestra identidad y posibilidades, debemos tener en cuenta nuestra circunstancia histórica. En España invertebrada, analiza la tendencia española al enfrentamiento y la división; en Meditaciones del Quijote, destaca cómo la figura de Don Quijote representa las contradicciones del carácter español. Todo este análisis culmina en la idea de libertad situada: el ser humano no es absolutamente libre ni completamente determinado, sino que ejerce su libertad dentro de los límites que le imponen su contexto social e histórico.
RELACIÓN ENTRE MARX Y NIETZSCHE
Marx y Nietzsche compartieron posturas críticas en lo político, en lo social y en lo filosófico. No es de extrañar que sus obras compartan un mismo espíritu revolucionario que busca dar respuesta a la crisis de valores que estaba acaeciendo:
Similitudes
Crítica de la religión
Marx la ve como un instrumento de alienación usado para oprimir al pueblo, mientras que Nietzsche la considera una carga que impide la realización del individuo. Ambos coinciden en que el ser humano debe liberarse de ella.
Crítica de la razón
Marx y Nietzsche critican la confianza excesiva en la razón: Marx la ve como un medio al servicio de intereses de clase, y Nietzsche como una construcción cultural que oculta la verdadera fuerza que impulsa la vida, la voluntad.
Crítica de la moral
Finalmente, tanto Marx como Nietzsche tratarán de mostrar la subjetividad de la moral. Marx afirmará que la moral no es más que el conjunto de normas que las clases propietarias imponen sobre las clases bajas para tenerlos sometidos (superestructura). De manera similar, Nietzsche evidenciará que los valores morales son fruto del resentimiento de los débiles, los cuales los emplearon como artilugio para acabar con el dominio de los fuertes y nobles, de aquellos que dicen sí a la vida sin miedo.
Diferencias
A pesar de estas similitudes generales, existen diferencias insalvables entre las perspectivas de estos dos filósofos de la sospecha:
El superhombre y la moral de señores frente al ideal marxista
El concepto de ‘superhombre’ y la ‘moral de señores’ no encaja en absoluto con la filosofía de Marx: Marx es partidario de la igualdad entre todos los seres humanos y de la necesidad de colaborar unos con otros para transformar la sociedad de forma que sea verdaderamente igualitaria. Así, nunca aceptaría Marx la distinción entre señores y esclavos por naturaleza, entre fuertes y débiles, y mucho menos el natural sometimiento de unos sobre otros.
Concepciones opuestas del tiempo y la historia
Mientras que para Marx la historia tiene una finalidad (concepción teleológica) que se alcanzaría con la sociedad comunista; para Nietzsche, la existencia humana carece de cualquier sentido: hay que disfrutar la vida mientras haya vida, pues no hay sentido más allá de la propia y breve existencia (eterno retorno). Del mismo modo, Nietzsche nunca aceptaría el movimiento dialéctico de Marx para explicar el transcurso de la historia.
Diferencias en estilo y finalidad de sus obras
Finalmente, existe una diferencia fundamental en el estilo de las obras de ambos pensadores. El estilo más sencillo, dirigido al gran público, de la obra de Marx contrasta con la compleja retórica de Nietzsche, quien parece dirigirse a un grupo selecto de personas capaces de comprender e interpretar adecuadamente su mensaje. Esta diferencia en el estilo es reflejo de una diferencia fundamental en la finalidad de las obras de cada autor: Marx busca una transformación inmediata de la sociedad a través de la revolución del proletariado; Nietzsche, por su parte, busca a individuos concretos, a espíritus libres, capaces de sembrar las semillas del superhombre.