Grupos de las clases sociales de la sociedad industrial

10.3. La sociedad española en el Siglo XIX: del estamentalismo a la sociedad de clases


Al igual que en el resto de Europa la población española crecíó de forma continuada a lo largo del Siglo XIX, aunque en menor escala: en 1797 había 11 millones de habitantes, en 1833 había 12´3 millones de habitantes y en 1857 había 15´4 millones de habitantes.

Las causas de este crecimiento ralentizado fueron: las guerras, las enfermedades, las crisis de subsistencias, los problemas de higiene y la emigración. Como en lo económico, el Siglo XIX significo el fin del Antiguo Régimen y el inicio de una sociedad moderna, o, lo que es lo mismo, el fin de la sociedad estamental y el inicio de una sociedad de clases. Oficialmente esto no ocurríó hasta 1833 con el fin de los privilegios de la nobleza. Quizá el principal rasgo de la sociedad española decimonónica sea su carácter rural: el 82% de la población vivía en el campo y solo Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla superaban los 100.000 habitantes. Podemos hablar de tres grandes grupos sociales: las clases dirigentes, las clases medias y las clases populares.
Hasta 1875, las carácterísticas de cada uno de estos grupos fueron las siguientes:

Clases Dirigentes

En ellas se situaba, en primer lugar, la nobleza que continuaba manteniendo una posición de privilegios, dueña de inmensas fincas, acaparando los altos cargos, con escaños vitalicios, gran prestigio, acceso ilimitado a la corona y una rápida incorporación a la nueva economía. Aquí también estarían los altos cargos políticos, eclesiásticos, militares y de la administración, formados en su mayoría por los más ricos. Por último, también tendríamos a la alta burguésía: terrateniente, comercial, financiera, industrial y profesional. Todos estos grupos compartían un modo de vida común. En primer lugar, eran muy pocos, pero acaparaban todo el poder posible del país. Su nivel de vida era altísimo y basado en: la ostentación, el gasto, el ocio, el control de las ceremonias locales y los espectáculos ocultos, las mansiones con abundante servicio, y la endogamia (Matrimonio entre personas de la misma casta, raza, comunidad o condición social)
. Los objetivos de los nombres se centraban en sus estudios universitarios, sus viajes por Europa y seguir con los negocios familiares. Los de las mujeres se reducían a hacer una buena boda. Moralmente hablando su comportamiento se resumía en la frase: vicios privados, virtudes públicas. De cara al exterior, este grupo se caracterizaba por una rígida moral religiosa, pero, en realidad, los hombres practicaban un modo de vida privado bastante libertino. Lo importante eran las apariencias y el honor.

Clases populares

Formadas por los trabajadores. Destacan los campesinos, con un nivel de vida muy bajo y con pocas posibilidades de mejorar debido a la perdida de las propiedades comunales, los bajos sueldos y los altos arrendamientos. Ningún partido se interesaba por ellos y se caracterizaba por su alfabetismo y falta de cultura. Su control queda en manos de la iglesia y la guardia civil. Los artesanos era un grupo en decadencia desde la desaparición de los gremios. Su principal rasgo era el conservadurismo y el rechazo a cualquier cambio. Los trabajadores de servicios eran empleados de ayuntamientos, ministerios y empresas; y de servicio doméstico. Solían compartir las mismas posturas conservadoras que las clases dirigentes con las que se sentían muy identificado. Los obreros llegaron a la cifra de 155.000 en 1860. Solo eran importantes en Madrid, Barcelona, Málaga, Bilbao y Asturias. Formaban parte de la población urbana y provénían del éxodo rural y de los artesanos gremiales arruinados.


Se agrupaban en los nuevos barrios obreros y tenían unas condiciones de vida lamentables: altísima mortalidad, condiciones de trabajo infrahumanas, salarios muy bajos, paro galopante en función de las crisis económicas cíclicas, higiene pobrísima por falta de servicios urbanos en sus barrios, analfabetismo, incultura, alcoholismo, delincuencia, prostitución, etc. Para las clases dirigentes y medias eran el enemigo y no se tenía piedad de ellos. Toda esta situación produjo un tremendo resentimiento entre los obreros que los llevo a abrazar ideas políticas revolucionarias y violentas. A partir de 1875 la evolución de la sociedad española fue la siguiente. La población continua su lento crecimiento, así en 1876 nos encontramos con 16´6 millones de habitantes, y en 1900 con 18,6 millones de habitantes. Crecimiento lento si lo comparamos con el resto de Europa, pero mayor que en el Siglo XIX.La mortalidad tienda a bajar debido a las campañas de vacunación y a las mejoras en la higiene, pero, sobre todo, gracias al desarrollo de una legislación que regula las lamentables condiciones de trabajo: ley de trabajo infantil, descanso dominical, jornada de 8 horas. Sin embargo, la mortalidad sigue siendo enorme en comparación con otros países europeos. Solo la mortalidad infantil alcanza cifras del 200%. Esta situación sigue causada por las grandes epidemias, como la cólera de 1885 o la gripe de 1918-20, y por enfermedades endémicas, como el tifus o la tuberculosis.Otras causas que explican el lento crecimiento será la fortísima migración exterior en busca de trabajo y que produjo la salida de unos dos millones de personas entre 1890 y 1914. La mayoría de los emigrantes provénían del norte Cantábrico y de Cataluña y su objetivo principal fue Latinoamérica. Al mismo tiempo se produjo una importante migración interior del campo a la ciudad que llevo al llamado vacío interior y al crecimiento de Madrid y las ciudades de la periferia. Poco a poco, España va dejando de ser un país rural, en esta época Madrid y Barcelona ya pasan de millón de habitantes. Las consecuencias de este fuerte y rápido crecimiento urbano son variadas: aparición de arrabales obreros con pésimas condiciones de vida, desarrollo de nuevos medios de transporte dentro de las ciudades como los tranvías eléctricos y cambios drásticos en los centros urbanos con la creación de grandes avenidas como la Gran Vía madrileña o la Diagonal de Barcelona.La sociedad de esta época se sigue estructurando igual que la del Siglo XIX, pero con una agudización de los contrastes, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Las clases dirigentes van a estar formadas mayoritariamente por la oligarquía latifundista y por la burguésía industrial y financiera a la que se le unen los nuevos ricos que nacen gracias a la FIEBRE DEL ORO. Este grupo imitará el elitista modo de vida aristocrático y defenderá posturas políticas muy conservadoras y ultracatólicas. Las clases medias van a estar formadas por los llamados trabajadores de cuello blanco. Muy afectados por la sucesiva crisis económica acabaran dando la espalda a los partidos del turno y apoyaran en cambio a la oposición republicana, socialista, nacionalista.
Las clases populares cada vez estarán más empobrecidas y dispuestas a emprender medidas más desesperadas. El temor de las clases dirigentes a una posible revolución lleva a la creación en 1883 de la Comisión de Reformas Sociales que constato las pésimas condiciones de vida de los campesinos y obreros españoles pero que fracaso a la hora de encontrar soluciones. Otros grupos sociales serán los trabajadores del servicio doméstico, el ejército y el clero.Los trabajadores del servicio doméstico continúan aumentando en número y continúan imitando el conservadurismo de sus amos. El ejercito tiende a convertirse en una casta cerrada ante el aislamiento social y el rechazo del resto de la población debido a la guerra del 98 y el sistema de quintas. Ante esta situación responderán refugiándose en el patriotismo y en posturas políticas ultraconservadoras. Con el paso del tiempo, empezaran a plantearse volver al pronunciamiento militar como forma de solucionar sus problemas. El clero aumenta de numero debido a la repatriación de clérigos de las colonias a la llegada de sacerdotes franceses que huyen de la política religiosa de este país. Sigue siendo un grupo muy poderoso gracias al control de la educación y sus posturas políticas ultraconservadoras y antidemocráticas acentúan el anticlericalismo de las clases populares y de buena parte de las clases medias.