Introducción: La Península Ibérica antes de la Conquista
Los visigodos que se habían establecido en la Península Ibérica se hicieron independientes tras la caída del Imperio Romano de Occidente. Uno de sus principales problemas era el de la monarquía electiva, que provocaba intensas luchas internas entre los nobles para hacerse con el trono.
La Conquista Musulmana y el Establecimiento de Al-Ándalus (711)
A la muerte del rey visigodo Witiza en el 710, un grupo de nobles proclamó rey a Rodrigo en detrimento de los hijos del fallecido. Estos pidieron ayuda a los musulmanes del norte de África y en el 711, tropas bereberes a las órdenes de Tariq, gobernador de Tánger, desembarcaron en Gibraltar y derrotaron a Rodrigo en la Batalla de Guadalete. Poco después, el gobernador musulmán del norte de África, Musa, llegó a Algeciras con nuevas tropas y en poco más de dos años ocuparon casi la totalidad de la península.
La población peninsular que se sometió al dominio musulmán conservó sus tierras firmando capitulaciones y pagando tributos, y esta estrategia es uno de los principales factores que explica que en apenas siete años los musulmanes ocuparan gran parte del territorio. Los que no se sometieron perdieron sus posesiones, quedándose una quinta parte el Estado y el resto se repartió entre quienes habían participado en la conquista.
El territorio peninsular bajo dominio musulmán pasó a llamarse al-Ándalus y en él vamos a distinguir las siguientes etapas:
Emirato Dependiente de Damasco o ‘Waliato’ (711-756)
Al-Ándalus era una provincia o emirato que dependía del califa Omeya de Damasco. La capital se estableció primero en Sevilla, pero pronto pasó a Córdoba. El primer emir fue Musa, al que sucedió su hijo Abd-al-Aziz, quien extendió el control hasta los Pirineos, aunque de forma desigual. Los emires siguientes emprendieron la penetración en la Galia, pero los musulmanes fueron derrotados por los francos, dirigidos por Carlos Martel, en la Batalla de Poitiers (732) y se retiraron definitivamente al sur de los Pirineos. Los árabes se quedaron las tierras más fértiles de los valles del Guadalquivir y Ebro, y los bereberes, que formaban la mayoría del ejército conquistador, se quedaron las tierras más pobres de la Meseta, lo que ocasionó luchas internas por el desigual reparto de tierras. Los bereberes se sublevaron contra la oligarquía árabe y el califa de Damasco tuvo que enviar tropas sirias para dominarlos; sin embargo, las luchas civiles continuaron.
Emirato Independiente de Bagdad (756-929)
En Damasco, Abul Abbas se sublevó contra los Omeyas, ocupó el poder, asesinó al califa y a su familia, y trasladó la capital a la ciudad de Bagdad. Solo escapó Abd-al-Rahman, quien consiguió llegar a al-Ándalus y se proclamó emir, independizándose políticamente de Bagdad, pero no en lo religioso. Abd-al-Rahmán I fortaleció su gobierno y creó un ejército profesional de mercenarios berberiscos y eslavos. En el emir se concentraban todos los poderes políticos y jurídicos del Estado, pero se nombraban cargos para la administración del territorio, como visires (ministros), hachib (primer ministro) y cadíes (jueces). Durante este periodo se consolidó el nuevo Estado andalusí y se produjo una rápida e intensa islamización. También aumentó la recaudación de impuestos, aunque las nuevas confiscaciones de tierras y la imposición de tributos provocaron el descontento y se sucedieron revueltas originadas por los muladíes y los mozárabes.
El Califato de Córdoba: Apogeo de Al-Ándalus (929-1031)
Abd al-Rahman III se independizó en lo religioso de los califas de Bagdad y se proclamó califa; es decir, asumió la máxima autoridad política y también religiosa. El Califato de Córdoba constituyó el periodo de máximo esplendor de Al-Ándalus a nivel económico, político y cultural.
Córdoba se convirtió en una de las ciudades más pobladas e importantes de Europa Occidental, rivalizando en poder, prestigio, esplendor y cultura (contó con una universidad, una escuela de medicina y otra de traductores del griego y del hebreo al árabe) con Bagdad y Constantinopla. Las ciudades andalusíes superaron la crisis del siglo IX y los poderes públicos realizaron reformas urbanas, instalaron mercados, baños y bibliotecas públicas, algunas de ellas, como la atribuida a Alhaken II, llegó a contar con más de 40.000 volúmenes.
Al-Ándalus centralizó su administración, en la que figuraba un primer ministro (hachib), acompañado por grandes funcionarios, y situó su corte en la ciudad de Córdoba (fundando la ciudad palaciega de Medina Azahara). Para facilitar la gobernanza, dividió el territorio en veintiuna coras o provincias, a cuyo frente figuraba un gobernador o wali (solía ser un miembro de la nobleza árabe local). Las ciudades se convirtieron en parte esencial de la organización política, económica y social: constituían el núcleo de una economía basada en el mercado y eran centro del poder religioso y político. El cobro de fuertes impuestos (con diferencias entre la población musulmana y no musulmana) permitió mantener un potente aparato estatal que controlaba todo el territorio y, también, un gran ejército.
Durante el Califato se sucedieron guerras con los reyes cristianos de León y Navarra, pero también mantuvo con ellos relaciones diplomáticas y comerciales. Se relacionó con el emperador alemán y con el bizantino. Con Hixam II, el gobierno pasó a manos de su primer ministro, Almanzor (‘El Victorioso’). Este, dotado de gran habilidad política, había hecho una ascendente carrera en la administración palatina durante el reinado anterior y así había conseguido ser nombrado hachib o primer ministro. Almanzor o Al-Mansur se deshizo de todos sus oponentes en el ejército y en la corte y estableció una dictadura personal que consolidó, llevando a cabo varias campañas o razias en territorios cristianos, destacando las de Barcelona, León, Zamora y culminando todo ello con la expedición a Santiago de Compostela en el 997. En los años siguientes Almanzor realizó nuevas incursiones por tierras navarras y castellanas muriendo en una de estas incursiones. Tras su muerte, sus hijos intentaron continuar su obra de gobierno. Sus sucesores no pudieron hacer frente a una sublevación y fueron asesinados. A partir de entonces, al-Ándalus entró en una etapa de inestabilidad que condujo a la disolución del califato en 1031.
Los Reinos de Taifas: Fragmentación y Resistencia (1031-1231)
Al-Ándalus quedó dividido en numerosos reinos, los llamados reinos de Taifas, que tuvieron que pagar ‘parias’ (tributos) a los cristianos que amenazaban su existencia.
Las Primeras Taifas (Siglo XI)
Las primeras taifas se desarrollaron durante el siglo XI y fueron muy numerosas (30 reinos). La competencia entre ellas y la lucha contra los reinos cristianos ocasionó que fueran perdiendo territorios, lo que provocó su conquista y reunificación por parte de los almorávides a finales del siglo XI. Se trataba de un pueblo norteafricano ortodoxo e intransigente, que tampoco resistió al avance de los cristianos (derrotaron a los cristianos en la Batalla de Zalaca (1086) y se hicieron con Zaragoza en el 1110) y cayó a mediados de siglo, dando pie así a las segundas taifas.
Las Segundas Taifas (Siglos XI-XII)
Estas transcurrieron entre los siglos XI y XII, destacando la taifa de Murcia con Ibn Mardanís o ‘Rey Lobo’ para los cristianos, que llegó a enfrentarse, sin éxito, a la nueva invasión unificadora. Los almohades establecieron su capital en Sevilla, consiguieron vencer a los cristianos en la Batalla de Alarcos (1195) y fueron aún más radicales que los almorávides en sus preceptos. Tampoco lograron detener el avance cristiano al ser derrotados por un ejército formado por Castilla, Aragón y Navarra en la Batalla de Navas de Tolosa (1212).
Las Terceras Taifas (Siglos XII-XIII)
El poder de los almohades se descompuso y se formaron las terceras taifas (siglos XII y XIII). Las más importantes fueron las fronterizas (Mérida-Badajoz, Toledo, Zaragoza), las levantinas (Valencia, Denia y Murcia), así como Sevilla, que fue más importante que Córdoba. En este periodo se produce un contundente avance cristiano hasta que solo sobrevivió el Reino Nazarí de Granada, el último dominio musulmán importante en la Península Ibérica.
El Reino Nazarí de Granada (1231-1492)
El Reino de Granada se mantuvo largo tiempo debido a su diplomacia, al pago de parias y a su relativa cohesión y estabilidad frente a las rivalidades y problemas internos de los reinos cristianos. Este reino pertenecía a la familia real nazarí (residían en el conjunto palaciego de la Alhambra) y ocupaba parte de las actuales provincias de Jaén, Murcia y Cádiz y la totalidad de Almería, Málaga y Granada. El 2 de enero de 1492, el rey Muhámmad XII, más conocido como Boabdil, fue derrocado por los Reyes Católicos y el reino de Granada quedó integrado en la Corona de Castilla.
Legado de Al-Ándalus: Ocho Siglos de Cultura y Convivencia
La toma de Granada supuso el final de ocho siglos de presencia musulmana en la Península Ibérica, un periodo que se caracterizó por el desarrollo de una cultura árabe de gran originalidad, con una marcada influencia oriental de rasgos persas y grecorromanos, junto con peculiaridades occidentales e indígenas peninsulares. Fue una convivencia cambiante entre periodos de guerra y periodos de paz, entre momentos de intercambio cultural y etapas de hostilidad que dificultaron el contacto. La vida intelectual y artística en al-Ándalus alcanzó cotas muy altas con respecto a la Europa medieval y al resto del mundo islámico que aún hoy se puede vislumbrar en España.