El Reinado de Alfonso XIII y el Regeneracionismo Político (1902-1914)
En 1902, Alfonso XIII inició su reinado en un contexto de aparente estabilidad política bajo el sistema de la Restauración, aunque este ya presentaba claros síntomas de agotamiento. El turnismo entre conservadores y liberales se veía cuestionado por el fraude electoral, el caciquismo y la falta de líderes tras la muerte de Cánovas y Sagasta. Además, la intervención directa del rey en la política, el papel creciente del ejército, el aumento del voto urbano y la modernización del país evidenciaban la necesidad urgente de reformas.
El regeneracionismo, impulsado tras el Desastre del 98, inspiró dos grandes intentos de reformar el sistema desde dentro: los gobiernos de Maura (conservador) y Canalejas (liberal).
Maura (1907-1909) propuso una “revolución desde arriba” para evitar una sublevación popular. Reformó la ley electoral (1907), impulsó leyes laborales (descanso dominical, protección ante accidentes, condiciones de mujeres y niños) e intentó limitar el caciquismo. También promovió el primer seguro social y planteó la Ley de Mancomunidades para contentar al catalanismo, pero no logró aplicarla.
Su mandato terminó tras la Semana Trágica de Barcelona (1909), una protesta obrera contra la guerra de Marruecos que degeneró en un levantamiento anticlerical. La dura represión y la ejecución del pedagogo Ferrer i Guardia provocaron una fuerte crítica que forzó su dimisión.
Canalejas (1910-1912), desde el liberalismo, prosiguió con las reformas sociales. Redujo la jornada laboral a 9 horas, eliminó el impuesto de consumos y suprimió la redención en metálico en el servicio militar, lo que buscaba mayor equidad. Su Ley del candado, que limitaba la expansión de órdenes religiosas, generó tensiones con los católicos. Fue asesinado en 1912 por un anarquista, truncando el proyecto reformista.
En resumen, a pesar de estos esfuerzos, el sistema de la Restauración no logró adaptarse. La presión de nuevos actores políticos (obreros, nacionalistas, republicanos) creció y, en 1914, el modelo estaba más debilitado que nunca.
La Crisis del Parlamentarismo y la Neutralidad en la Primera Guerra Mundial (1914-1923)
Desde 1914, España vivió una etapa de inestabilidad política tras el fracaso de los gobiernos de Maura y Canalejas. Este periodo estuvo marcado por gobiernos débiles y de corta duración, y por una profunda división entre los partidos dinásticos y las nuevas fuerzas políticas. Los partidos dinásticos, como los liberales y conservadores, estaban fragmentados, mientras que los movimientos nacionalistas catalanes y vascos y los partidos obreros, como el PSOE y la CNT, cobraban relevancia. Estos últimos exigían reformas sociales y políticas.
Durante la Primera Guerra Mundial, España adoptó una postura neutral, lo que generó una división en la opinión pública. Los partidos de izquierdas y republicanos apoyaban a los aliados, mientras que las derechas, la aristocracia, la Iglesia y el ejército se inclinaban por los germanófilos. La neutralidad tuvo efectos tanto positivos como negativos. En lo económico, se experimentó un crecimiento debido al aumento de exportaciones, especialmente en las regiones industriales de Cataluña, el País Vasco y Asturias. Sin embargo, la inflación y la escasez de productos básicos afectaron negativamente a las clases populares, lo que generó una crisis de subsistencias y exacerbó la conflictividad social, contribuyendo a la crisis de 1917.
La crisis de 1917 fue una triple crisis militar, política y social. En el ámbito militar, los oficiales del ejército formaron las Juntas de Defensa, exigiendo mejoras salariales y el ascenso por antigüedad. La crisis política se agravó con el cierre de las Cortes y la organización de la Asamblea de Parlamentarios en Cataluña, que pedía reformas constitucionales y un Estado Federal. En el plano social, la huelga general de 1917, convocada por los sindicatos, buscaba forzar al gobierno a tomar medidas contra el aumento del coste de la vida, pero fracasó debido a la represión militar.
Los últimos años de la Restauración (1918-1923) estuvieron marcados por una grave inestabilidad política, con gobiernos de corta duración y una creciente polarización. La “cuestión catalana” y la conflictividad obrera, alentada por la Revolución Rusa, aumentaron las tensiones. Además, la Guerra de Marruecos, y especialmente el “Desastre de Annual” en 1921, deterioraron la imagen del ejército y del gobierno. Este descontento culminó en el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en 1923, quien fue respaldado por el rey Alfonso XIII, poniendo fin al sistema parlamentario de la Restauración.
Conclusión: La crisis del parlamentarismo español entre 1914 y 1923 mostró las tensiones sociales, políticas y económicas del país. La incapacidad para gestionar las crisis internas y la falta de reformas llevaron al colapso del sistema político de la Restauración. El golpe de Estado de Primo de Rivera, apoyado por la monarquía, puso fin a un periodo de inestabilidad y corrupción, dando paso a una dictadura militar.
La Dictadura de Primo de Rivera y la Caída de la Monarquía (1923-1931)
El 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado con el apoyo del rey Alfonso XIII. El golpe triunfó sin apenas resistencia debido a la crisis política, la violencia social y el problema de Marruecos. También influyó el ejemplo del fascismo italiano y la esperanza generalizada de que el nuevo régimen solucionaría los problemas del país.
La dictadura se dividió en dos etapas:
- Directorio Militar (1923-1925): Primo de Rivera gobernó con un grupo de altos mandos militares. Se suspendió la Constitución de 1876, se disolvieron las Cortes y se impuso la censura de prensa. Se intentó acabar con el caciquismo mediante reformas como el Estatuto Municipal de 1924, aunque sin gran éxito. Se reprimió con dureza al movimiento obrero, ilegalizando la CNT, y se aplicaron medidas contra los nacionalismos periféricos, especialmente el catalán. En 1924 se creó la Unión Patriótica, un partido único sin ideología clara. El principal éxito del periodo fue la resolución de la guerra de Marruecos, gracias al desembarco conjunto hispano-francés en Alhucemas en 1925, que acabó con la rebelión rifeña. Sin embargo, esto dejó una elevada carga económica y reforzó el poder político de los militares africanistas.
- Directorio Civil (1925-1930): Con el objetivo de institucionalizar la dictadura. Se intentó fortalecer la Unión Patriótica y se creó una Asamblea Nacional Consultiva, pero ambos fueron un fracaso. En lo económico, el régimen aprovechó la buena situación internacional de los años veinte. Se desarrolló una política intervencionista y proteccionista, con la creación de monopolios como CAMPSA y un ambicioso plan de obras públicas que incluyó carreteras, ferrocarriles, pantanos y puertos. En lo social, se impulsaron los comités paritarios para el diálogo entre obreros y empresarios, y se mejoraron la vivienda obrera, la sanidad y la educación. Aunque estas medidas generaron crecimiento económico y paz social, provocaron un gran déficit y endeudamiento estatal.
A partir de 1926 aumentó la oposición. Se produjeron intentos de golpe como la Sanjuanada y el levantamiento de Sánchez Guerra. El régimen perdió el apoyo del ejército, los socialistas, los estudiantes y los intelectuales. La crisis económica de 1929 y la falta de un proyecto político claro precipitaron la caída de Primo de Rivera, que dimitió en enero de 1930.
Su dimisión debilitó la monarquía. El rey encargó el gobierno a Berenguer, pero su intento de restaurar el sistema anterior fracasó. En agosto de 1930 se firmó el Pacto de San Sebastián entre republicanos y socialistas. Tras el fracaso del pronunciamiento de Jaca, se convocaron elecciones municipales en abril de 1931, que ganaron las candidaturas republicanas en las principales ciudades. El 14 de abril se proclamó la Segunda República y Alfonso XIII se exilió.
La Proclamación de la República, la Constitución de 1931 y el Bienio Reformista
La instauración de la República y el gobierno provisional: La Segunda República nació tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera y el desprestigio de la monarquía de Alfonso XIII. En agosto de 1930 se firmó el Pacto de San Sebastián, donde se unieron republicanos, socialistas, catalanistas y algunos monárquicos para acabar con la monarquía e instaurar una República. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, los republicanos vencieron en las grandes ciudades, interpretando esto como el deseo popular de terminar con la monarquía. El rey Alfonso XIII se exilió y el 14 de abril se proclamó la República. Niceto Alcalá-Zamora fue designado presidente del gobierno provisional. Su principal tarea fue convocar elecciones constituyentes, que se celebraron el 28 de junio de 1931, resultando en la victoria de la coalición republicano-socialista.
La Constitución de 1931: Aprobada el 9 de diciembre, la Constitución de 1931 fue un avance democrático para su época. Estableció el sufragio universal, incluyendo a las mujeres, y reconoció derechos y libertades como el matrimonio civil y el divorcio. España se definió como un Estado aconfesional y reconoció las autonomías, permitiendo la creación de regiones autónomas. Sin embargo, la falta de consenso en cuestiones como la aconfesionalidad del Estado y las autonomías generó oposición, especialmente por parte de la Iglesia y de sectores conservadores, lo que debilitó el apoyo popular a la nueva Constitución.
El bienio reformista (1931-1933): Durante el gobierno de Manuel Azaña (presidente del gobierno entre 1931 y 1933), se implementaron varias reformas. La reforma agraria intentó mejorar la vida de los campesinos, pero fracasó por la falta de recursos y de tierras disponibles. En el ejército, se intentó modernizarlo, pero la falta de presupuesto y la resistencia interna impidieron un cambio significativo. También se concedió autonomía a Cataluña mediante el Estatuto de Nuria (1932) y se llevaron a cabo reformas laborales y educativas, como la creación de nuevas escuelas.
Oposición al gobierno reformista y elecciones de 1933: El gobierno de Azaña enfrentó oposición tanto de la derecha como de la izquierda. La Iglesia, los terratenientes y el ejército criticaron las reformas, y en agosto de 1932, el general Sanjurjo intentó un golpe de Estado que fracasó. Los anarquistas y sindicalistas también se opusieron, considerando que las reformas eran insuficientes. La represión de los levantamientos anarquistas, como el de Casas Viejas (1933), dañó la imagen de Azaña. Ante su pérdida de apoyo, Azaña dimitió en septiembre de 1933 y se convocaron elecciones en noviembre de 1933, donde ganó la CEDA, un partido de ideología conservadora, católica y antimarxista.
Conclusión: La proclamación de la República y la aprobación de la Constitución de 1931 marcaron un cambio importante en la historia de España, pero las reformas del bienio reformista encontraron resistencias que contribuyeron a la polarización política y social. La falta de consenso en temas cruciales y la oposición de sectores conservadores sentaron las bases para el ascenso de las derechas y la eventual desestabilización del gobierno republicano.
El Bienio Radical-Cedista (1933-1936)
Tras las elecciones de noviembre de 1933, se formó un gobierno liderado por Alejandro Lerroux (Partido Radical), con el apoyo parlamentario de la CEDA, liderada por Gil Robles. Este gobierno detuvo muchas reformas previas, especialmente la reforma agraria, cesando expropiaciones. También se amnistió a los golpistas de 1932 y se nombró a militares conservadores como Franco y Mola en cargos clave. Se restablecieron buenas relaciones con la Iglesia, frenando las políticas laicistas, especialmente en el ámbito educativo.
La izquierda reaccionó con descontento ante este giro conservador. Cuando en octubre de 1934 la CEDA accedió al gobierno, se produjo una insurrección liderada por socialistas, comunistas y anarquistas. El foco más fuerte fue la Revolución de Asturias, que fue duramente reprimida por el general Franco. En Cataluña, Companys proclamó el Estado catalán, lo que supuso la suspensión de su autonomía y el encarcelamiento de sus dirigentes.
La corrupción debilitó al gobierno de Lerroux. El escándalo del “estraperlo” provocó su dimisión en 1935, y se convocaron nuevas elecciones para febrero de 1936. En ellas, la izquierda se presentó unida bajo el Frente Popular, formado por republicanos, socialistas y comunistas, entre otros, con apoyo anarquista no oficial. La derecha, por el contrario, se presentó dividida.
El Frente Popular ganó las elecciones con mayoría de escaños aunque con un margen muy ajustado en votos. Retomó las reformas, concedió amnistía a los condenados por la Revolución de 1934 y restauró la autonomía catalana. Manuel Azaña reemplazó a Alcalá-Zamora como presidente de la República, y el nuevo gobierno quedó en manos de Santiago Casares Quiroga, sin el apoyo firme del PSOE.
En los meses siguientes creció la tensión política: huelgas, violencia callejera y asesinatos entre extremistas de ambos bandos. El asesinato del líder derechista Calvo Sotelo el 14 de julio de 1936 fue el detonante definitivo del alzamiento militar.
Conclusión: La inestabilidad política, el radicalismo creciente y la falta de consenso entre fuerzas opuestas hicieron inviable la convivencia democrática. La victoria del Frente Popular reavivó el conflicto social, y el asesinato de Calvo Sotelo desencadenó el golpe de Estado militar que dio comienzo a la Guerra Civil Española.
El Alzamiento Militar y la Guerra Civil Española (1936-1939)
Tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, España vivió una creciente polarización política. La derecha y sectores del Ejército comenzaron a preparar una sublevación, liderada por el general Mola y con el apoyo simbólico de Sanjurjo. El asesinato del dirigente derechista Calvo Sotelo aceleró el golpe, que se inició el 17 de julio en Marruecos y se extendió el 18 al resto del país. Aunque los sublevados pretendían tomar el poder rápidamente, su fracaso en ciudades clave como Madrid y Barcelona dio paso a una guerra civil.
España quedó dividida en dos zonas. Los sublevados (nacionales) dominaron regiones agrarias como Navarra, Galicia y parte de Andalucía, con el apoyo de sectores conservadores, monárquicos y la Iglesia. Los republicanos mantuvieron el control de zonas industrializadas como Cataluña, Madrid y el País Vasco, apoyados por socialistas, comunistas, anarquistas y nacionalistas. El equilibrio inicial favorecía ligeramente a los nacionales gracias al Ejército de África, pero tenían dificultades logísticas. Por su parte, la República controlaba gran parte de la aviación y la marina, aunque su mando militar estaba desorganizado.
La guerra se internacionalizó rápidamente. Alemania e Italia apoyaron a Franco con tropas, aviación y armamento. Portugal también contribuyó con voluntarios. La República recibió ayuda de la URSS, las Brigadas Internacionales y, en menor medida, de México y Francia. Sin embargo, el acuerdo de No Intervención limitó seriamente la ayuda extranjera al bando republicano.
La guerra avanzó en distintas fases:
- 1936: Los nacionales no lograron tomar Madrid.
- 1937: Centraron su ofensiva en el norte, logrando la caída de Bilbao y Asturias.
- 1938: El avance por el Levante aisló Cataluña. La batalla del Ebro (1938) fue decisiva: tras la derrota republicana, cayó Cataluña.
- 1939: Tras divisiones internas republicanas y la caída de Madrid, Franco declaró el fin de la guerra el 1 de abril.
Conclusión: La Guerra Civil fue el resultado de una profunda fractura política y social. El fracaso del golpe inicial condujo a una guerra prolongada, agravada por la intervención extranjera. La victoria de Franco supuso el inicio de una dictadura que perduró hasta 1975 y dejó una huella duradera en la historia de España.
El Franquismo: Fundamentos Ideológicos y Evolución Política (1939-1975)
Tras la victoria en la Guerra Civil, Franco instauró un régimen autoritario basado en los principios del alzamiento del 18 de julio de 1936. El nuevo Estado se construyó sobre un modelo centralista, nacionalista y antidemocrático, que negaba la división de poderes y los derechos individuales. Franco concentró en su figura todos los poderes: jefe del Estado, del Gobierno, del Ejército y del partido único (FET y de las JONS), lo que garantizaba un control total del aparato estatal.
Ideológicamente, el régimen se sustentó en el nacional-catolicismo, con fuerte influencia de la Iglesia, la Falange y el Ejército, las llamadas “familias del régimen”. La Iglesia impuso la moral católica y dominó la educación; el Ejército fue la base de la autoridad y estabilidad del sistema; y la Falange, especialmente durante los primeros años, aportó el discurso fascista y el aparato propagandístico.
Durante la etapa azul (1939-1943), se aplicó una dura represión contra los vencidos y se estableció un sistema inspirado en el fascismo europeo. Aunque España no participó en la Segunda Guerra Mundial, apoyó ideológicamente al Eje, enviando incluso la División Azul contra la URSS. A partir de 1943, al intuir la derrota del Eje, Franco redujo el protagonismo falangista.
La etapa nacional-católica (1943-1958) supuso un intento de mejora de imagen internacional, con reformas como el Fuero de los Españoles (1945), aunque sin cambios democráticos reales. España fue aislada internacionalmente hasta que, por su valor estratégico en la Guerra Fría, firmó acuerdos con EE. UU. y fue admitida en la ONU en 1955.
Entre 1958 y 1969, se dio un proceso de institucionalización. Se aprobaron leyes como la de Principios del Movimiento (1958) y la Ley Orgánica del Estado (1967), que consolidaron legalmente el régimen. En 1969, Franco nombró sucesor al príncipe Juan Carlos, asegurando la continuidad del sistema.
En la última etapa (1973-1975), el asesinato de Carrero Blanco y el fracaso reformista de Arias Navarro evidenciaron el desgaste del régimen, marcado por huelgas, represión y creciente oposición.
Conclusión: El franquismo fue una dictadura personalista, autoritaria y ultraconservadora, que se sostuvo mediante la represión, la propaganda y el apoyo de Iglesia y Ejército. Aunque buscó adaptarse internacionalmente, nunca abandonó su naturaleza antidemocrática. Su fin llegó con la muerte de Franco en 1975.
La Transición Española (1975-1982): Del Franquismo a la Democracia
Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975, Juan Carlos I fue proclamado rey e inició un complejo proceso de transición hacia la democracia. En un primer momento, mantuvo como presidente del gobierno a Arias Navarro, pero sus propuestas de reforma eran insuficientes, ya que pretendían preservar el sistema franquista sin aceptar a comunistas ni nacionalistas. Ante la presión social y política, el rey forzó su dimisión en julio de 1976.
Arias Navarro fue sustituido por Adolfo Suárez, una figura joven vinculada al régimen pero con la confianza del monarca para impulsar una verdadera reforma. Suárez aprobó la Ley para la Reforma Política, que sentó las bases de la democracia y fue respaldada por referéndum. Posteriormente, legalizó todos los partidos políticos, incluido el Partido Comunista, y convocó elecciones en 1977. Su partido, UCD, resultó vencedor, lo que confirmó el apoyo ciudadano al proceso.
Durante su primer gobierno, Suárez firmó los Pactos de la Moncloa (1977), que abordaron los graves problemas económicos del país con reformas fiscales y medidas contra la inflación. Además, se aprobó la Constitución de 1978, piedra angular del nuevo sistema democrático. Las elecciones de 1979 renovaron la confianza en UCD.
Sin embargo, el segundo mandato de Suárez estuvo marcado por la descomposición interna de su partido, la crisis económica, el terrorismo y el malestar militar. Su dimisión en enero de 1981 dio paso al gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, cuya investidura fue interrumpida por el intento de golpe de Estado del 23F. La intervención del rey Juan Carlos, en defensa de la democracia, resultó decisiva para frenar el golpe.
Calvo Sotelo gobernó brevemente, impulsó leyes polémicas como la del divorcio y solicitó la entrada de España en la OTAN. La fragmentación de UCD culminó con su colapso político y la convocatoria de elecciones en 1982.
Conclusión: La victoria del PSOE de Felipe González en 1982, con mayoría absoluta, marcó el fin de la Transición. La democracia se había consolidado en España de manera firme, pacífica y ejemplar, tras un periodo de reformas profundas y consensuadas que supieron superar el legado de la dictadura.