El Sistema Canovista: Constitución de 1876 y Turno de Partidos
La Restauración borbónica en España comenzó con el golpe de Martínez Campos en 1874 y consolidó un sistema político basado en el bipartidismo liderado por Cánovas del Castillo y Sagasta. Este régimen, aunque buscó estabilidad, estuvo marcado por prácticas corruptas como el caciquismo.
Después de la Revolución de 1868, que puso fin al reinado de Isabel II, tuvo lugar un periodo convulso conocido como el Sexenio Revolucionario. Durante este período, se apostó por diferentes formas de gobierno para lograr una estabilidad política, como la Monarquía de Amadeo de Saboya (1871-73) hasta la Primera República (1873-74). La dictadura del General Serrano fue simplemente un periodo de transición hacia la Restauración.
Durante esta, se produjo en diciembre de 1874 el golpe de Estado del General Martínez Campos, que supuso la Restauración de la monarquía borbónica y el fin del Sexenio. Cánovas del Castillo fue el artífice de la Restauración, e hizo firmar al nuevo rey (Alfonso XII) el Manifiesto de Sandhurst (dic. 1874), donde Alfonso XII exponía sus ideales políticos y sus propósitos conciliadores. Fue redactado por Cánovas y manifestaba que la única solución para resolver los problemas de España residía en el restablecimiento de la monarquía constitucional.
El sistema era un régimen bipartidista (existencia de 2 grandes partidos), basado en una monarquía parlamentaria donde los partidos (el Partido Conservador (derecha moderada), liderado por Cánovas, y el Partido Liberal (izquierda moderada), liderado por Sagasta) se turnaban pacíficamente el poder, representando únicamente los intereses de la burguesía, quedando los demás grupos fuera de la representación política. Los cambios de gobierno eran pactados de antemano con el Rey, legitimados mediante elecciones fraudulentas controladas por una red de oligarquía, gobernadores civiles y caciques locales, quienes manipulaban los resultados a través de prácticas como el encasillamiento, el caciquismo o el pucherazo.
Posteriormente, en 1876, se proclamó una nueva Constitución moderada y flexible, que se basaba en la soberanía compartida entre el rey y las Cortes. Contenía una declaración de derechos del ciudadano (Ley electoral (1878-1890)), establecía al rey como jefe de estado y declaraba el catolicismo como religión oficial. Favorecía el centralismo y establecía una división de poderes entre el ejecutivo (el gobierno), legislativo (el rey y las Cortes) y judicial (tribunales y jueces). Las Cortes eran bicamerales (Congreso + Senado).
Durante el reinado de Alfonso XII y la regencia de María Cristina, la alternancia política se basó en el turno pacífico entre los partidos conservador (Cánovas) y liberal (Sagasta), consolidado mediante el “Pacto de El Pardo” (1885). Cánovas asentó las bases del sistema, y Sagasta impulsó reformas como la Ley de Sufragio Universal (1890), la Ley de Jurados, el Código Civil o la abolición de la esclavitud.
La Oposición al Sistema de la Restauración
Durante la regencia, ambos partidos continuaron alternándose hasta la crisis del sistema, marcada por la muerte de Cánovas (1897) y la pérdida de las últimas colonias en 1898. El sistema enfrentó la oposición de los siguientes movimientos ideológicos:
- Carlismo: Debilitado tras su derrota en 1876, se volvió regional (limitado a Navarra y provincias vascas) y minoritario, perdiendo fuerza frente a la Unión Católica y el Partido Conservador.
- Republicanismo: Emilio Castelar fundó el Partido Posibilista, Ruiz Zorrilla lideró el Partido Republicano Progresista (más radical) y en 1893 se creó la Unión Republicana.
- Movimientos Nacionalistas: Surgieron oponiéndose al poder central:
- Nacionalismo catalán: Surgió el movimiento literario y cultural de la Renaixença (recuperación de la lengua y cultura catalana). Valentí Almirall fundó el Centre Català (1882). Se creó la Unión Catalanista (1891), cuyo programa quedó fijado en Bases de Manresa, que planteaba una solución federal de autogobierno para Cataluña. En 1901 se fundó la Liga Regionalista, destacando Francesc Cambó.
- Nacionalismo vasco: Liderado por Sabino Arana, surgió con una base tradicionalista, carlista y foralista, criticando la industrialización y defendiendo el catolicismo, los fueros y la independencia de Euskalerría. Fundó el PNV, inicialmente con escaso apoyo debido a su radicalismo y enfoque agrario, pero a partir del siglo XX evolucionó hacia posiciones más moderadas para ampliar su influencia.
- Regionalismos: Pretendían cierto nivel de autogobierno en una región determinada, limitado por aquello que afectase a la soberanía de España como Estado. Destacan en:
- Galicia: Surge como reacción al atraso y marginación del territorio con respecto a otras.
- Valencia: Se caracterizó por su rechazo al centralismo del Estado español y el nacionalismo catalán.
- Andalucía: También se desarrolla, destacando Blas Infante.
- Movimiento Obrero: Surgió tras la revolución de 1868 y se dividió en anarquismo y socialismo.
- Anarquismo: Influido por Fanelli (1868), predominó en Cataluña, Andalucía y País Vasco, con corrientes como el bakuninismo en Andalucía (comunidades autogestionadas) y el anarcosindicalismo en Cataluña, destacando la CNT (1911) y la FTRE. Practicaron la acción directa y el terrorismo (“propaganda por el hecho”).
- Socialismo: Más moderado y minoritario, se consolidó con el PSOE (1879), fundado por Pablo Iglesias, buscando mejoras laborales y el fin del capitalismo. Evolucionó hacia la socialdemocracia y en 1888 fundaron la UGT, logrando representación parlamentaria en 1910.
La Restauración ofreció una apariencia de estabilidad política en España, pero las prácticas corruptas y el centralismo limitaron su legitimidad. Las tensiones sociales y los movimientos nacionalistas y obreros desafiaron el sistema, exponiendo sus debilidades. Aunque se lograron algunas reformas, no fueron suficientes para resolver los problemas estructurales del país, lo que dejó un legado de inestabilidad que influiría en las décadas posteriores.
Las Guerras de Cuba y el Conflicto Bélico contra Estados Unidos (1898)
La guerra entre España y Estados Unidos en 1898 provocó el fin del imperio colonial español, con especial énfasis en los conflictos en Cuba y Filipinas. Este acontecimiento marcó el inicio de una crisis moral e ideológica en España, reflejada en el regeneracionismo.
La Revolución de 1868 (La Gloriosa) impulsó el movimiento independentista en Cuba, pero las reformas liberalizadoras fueron insuficientes para los criollos, que exigieron constituirse como una República Independiente. Esto llevó a la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que terminó con la Paz de Zanjón (1878), firmada por el general Martínez Campos. España concedió el indulto a los insurgentes y permitió cierta participación de los cubanos en el gobierno. Sin embargo, líderes independentistas como Antonio Maceo rechazaron la Paz y continuaron la lucha por la independencia desde el exilio, con el apoyo encubierto de Estados Unidos.
Tras un breve levantamiento conocido como la Guerra Chiquita (1879-1880), la calma se mantuvo en Cuba hasta 1895, cuando el conflicto se reavivó. En 1895, con el “Grito de Baire”, se produjo en Cuba un levantamiento bajo la dirección de José Martí, dirigente del Partido Revolucionario Cubano. Proclamó la libertad de Cuba a través del Manifiesto de Montecristi. Los 130.000 soldados bajo las órdenes del general Martínez Campos no pudieron reprimir el levantamiento.
Tanto Cánovas como Sagasta estaban dispuestos a otorgar a los cubanos concesiones mayores de las que habían gozado en la Paz de Zanjón de 1878, pero ambos gobernantes coincidían en no ceder en la soberanía. Se enviaron más efectivos y el general Valeriano Weyler llevó a cabo una feroz guerra de desgaste. Tras el asesinato de Cánovas en 1897, un nuevo gobierno liberal probó una nueva estrategia de conciliación. Relevó a Weyler y concedió autonomía a Cuba: el sufragio universal, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Sin embargo, los independentistas (apoyados por Estados Unidos por el interés económico que tenían en la isla) rechazaron estas medidas.
En abril de 1898 el Congreso de los EE.UU. declaró la guerra a España tras la explosión del acorazado Maine. En junio, los estadounidenses desembarcaron en Guantánamo, y, aunque las tropas españolas retuvieron el avance hacia Santiago en Caney y la Loma de San Juan, el hundimiento de la flota del almirante Cervera (situado en el puerto de Santiago), decidió la batalla. Santiago capituló y las fuerzas de EE.UU. ocuparon también Puerto Rico.
La guerra comenzó en Filipinas, donde también había comenzado un movimiento independentista impulsado por José Rizal. En el Pacífico, la guarnición de Manila capituló en agosto de 1898. Tras la derrota, en diciembre de 1898, se firmó la Paz de París, por la cual España reconocía la independencia de Cuba y cedía a EE.UU. Puerto Rico, Filipinas y Guam, con una contraprestación de 20 millones de dólares. Al año siguiente, por el Tratado Hispano-alemán (1899), España vendió al Imperio alemán sus últimas islas del Pacífico: Carolinas y Marianas.
Consecuencias del Desastre de 1898
La pérdida del imperio de ultramar en 1898 fue un desastre militar y diplomático que tuvo profundas consecuencias para España:
- Plano humano: Se registraron 120.000 muertos, en su mayoría por enfermedades.
- Plano económico: La derrota significó la pérdida de ingresos coloniales, el aumento de la deuda pública y la devaluación de la peseta.
- Plano político: El sistema de la Restauración se debilitó, con el desgaste del Partido Liberal y el resentimiento del Ejército contra los políticos, lo que afectaría la estabilidad futura del país. Además, el desprestigio militar se acentuó, generando rechazo social debido a la repatriación de soldados heridos y la injusticia del reclutamiento obligatorio.
- Plano psicológico: En la sociedad fue de resignación y desmoralización, sin un movimiento de exaltación nacionalista.
- Plano internacional: España liquidó su imperio con la venta de sus últimas colonias a Alemania en 1899 y centró su política exterior en Marruecos.
La crisis también impulsó el proteccionismo económico y dio origen al Regeneracionismo, un movimiento que exigía reformas políticas y sociales. A su vez, la Generación del 98 reflejó el pesimismo y la crisis de identidad nacional. Entre los regeneracionistas destacó Joaquín Costa y su obra Oligarquía y caciquismo.
La derrota de 1898 marcó el fin del imperio colonial español, que pasó a ser considerada una potencia de segundo orden. Se achacó al sistema canovista su corrupción, caciquismo y falta de modernización, lo que debilitó aún más la Restauración. La derrota supuso una profunda crisis en el país, con pérdidas económicas, desprestigio militar y desmoralización social, impulsando el regeneracionismo de Joaquín Costa y el pesimismo de la Generación del 98. España redirigió su política hacia Marruecos y adoptó un proteccionismo económico, pero las reformas estructurales tardaron en materializarse.
La Dictadura de Primo de Rivera y el Final del Reinado de Alfonso XIII
La llegada de la dictadura de Primo de Rivera tras el golpe de Estado en 1923 y su evolución política hasta su caída en 1930. Se describen los dos períodos de su régimen, el Directorio Militar y el Directorio Civil, destacando sus intentos de reformas y las dificultades que enfrentó, como la oposición interna y la crisis económica.
Debido a la situación de inestabilidad, el 13 de septiembre de 1923, el capitán general Miguel Primo de Rivera dio en Barcelona un golpe de Estado, que no era de corte fascista, sino que provenía del regeneracionismo. Pese a la oposición y el intento de reacción del Gobierno, el golpe triunfó gracias al silencio y al apoyo de Alfonso XIII. En el Manifiesto de Primo de Rivera se exponía un proyecto de regeneración para corregir el sistema político.
Apoyos y Oposición a la Dictadura
La Dictadura fue apoyada por:
- La España rural
- Los terratenientes
- Miembros de la burguesía
- El Ejército
Los principales grupos de oposición fueron:
- Las clases medias urbanas
- Los intelectuales como Ortega y Gasset
- Republicanos
- Socialistas (PSOE y UGT colaboraron hasta 1928, luego se opusieron)
- Nacionalistas
- Movimiento obrero (CNT y comunistas se opusieron desde el principio)
Evolución Política de la Dictadura
- Directorio Militar (1923-1925): Se suspendieron las garantías constitucionales y el funcionamiento del estado quedó en manos del ejército. Se creó un partido único (la Unión Patriótica), se promulgó un Estatuto Municipal y se intentó llevar a cabo una reforma fiscal. La conflictividad social disminuyó por la prosperidad económica y la falta de libertad y se solucionó el problema de Marruecos tras el desembarco de Alhucemas (1925) junto con Francia, derrotando a las tropas rifeñas.
- Directorio Civil (1925-1930): Nuevo gabinete integrado por civiles y militares con el objetivo de institucionalizar la dictadura: se creó una Asamblea Nacional Consultiva. El Gobierno se preocupó por la política educativa y por la mejora de las infraestructuras. También se aprobó el Decreto de Protección de la Industria Nacional para ayudar a las empresas y se concedieron grandes monopolios como el de teléfonos a la Compañía Telefónica Nacional de España. Se concedieron las primeras licencias de emisoras de radio, se creó la compañía Iberia y se crearon bancos oficiales para gestionar créditos públicos a empresas. No obstante, esta política supuso el endeudamiento del Estado.
La Dictadura puso en marcha un modelo de regulación del trabajo para eliminar los conflictos sociales mediante la intervención del Estado: se creó la Organización Corporativa Nacional para reglamentar las condiciones de trabajo.
La Caída de Primo de Rivera y el Fin de la Monarquía
Además de la creciente oposición al régimen, Primo de Rivera sufrió varios enfrentamientos militares como la Sanjuanada. A esto se le sumó la crisis económica de 1929, que provocó un déficit progresivo de la balanza comercial. El dictador terminó dimitiendo en enero de 1930, y el general Berenguer fue el encargado de sustituirlo.
Sin embargo, en agosto de 1930 se firma el Pacto de San Sebastián entre socialistas, republicanos, radicales y catalanistas para intentar llevar a cabo la caída de la monarquía: crearon un comité revolucionario presidido por Alcalá Zamora. Se sumaron los intelectuales (que crearon la Agrupación al Servicio de la República y fueron encarcelados) y algunos militares (como la sublevación de Galán y García en Jaca, que fueron fusilados).
Ante la situación, en febrero de 1931 se constituyó el último gobierno de la Monarquía presidido por el almirante Aznar, que convocó elecciones: el 12 de abril triunfaron los republicanos, Alfonso XIII acepta el resultado y se exilia. El 14 de abril de 1931 es proclamada la II República, que heredará los problemas de la Monarquía liberal.
En conclusión, la dictadura de Primo de Rivera, aunque inicialmente apoyada por diversos sectores, no logró solucionar los problemas estructurales de España y terminó enfrentándose a una creciente oposición. La crisis económica de 1929 y las tensiones internas fueron claves en su caída. La firma del Pacto de San Sebastián y las elecciones de 1931 marcaron el fin de la monarquía, dando paso a la proclamación de la Segunda República. Este proceso evidenció la incapacidad del sistema político de la Restauración para resolver los desafíos del país.