Historia de la filosofia griega

FILOSOFIA GRIEGA La filosofía nace en torno a los siglos VII-VI a. C. en Grecia y se interpreta este nacimiento como “el paso del mito al logos”. Los mitos permitían a los griegos encontrar soluciones tanto a los problemas prácticos como a los problemas teóricos de la comprensión del mundo. Pero se trata de un saber basado en la imaginación y que recurre a la personificación y divinización de los fenómenos naturales para poderlos explicar, por eso reina la arbitrariedad y hay que considerar el mundo como un “caos”.
Frente a este saber, el “logos” utiliza la razón como instrumento para la búsqueda de la verdad y aporta la explicación racional de los mismos fenómenos naturales, estableciendo la necesidad de dichos fenómenos y tratando de averiguar cuál es la naturaleza de las cosas, es decir, su esencia, cuáles son los primeros principios de los que están hechas, es decir, su arjé, y cómo es posible el movimiento. Así el mundo se estructura como un cosmos, regido por unas leyes naturales, es decir, que cada cosa ocurre como y cuando tiene que ocurrir.
Los “Presocráticos” son los primeros filósofos que se preocupan por descubrir el “arjé de la physis”, es decir, el principio fundamental del que todas las cosas naturales están hechas, su esencia, su causa y su origen. Y cada uno de ellos da una respuesta distinta. Los milesios son monistas porque consideran que el arjé es una única realidad y tratan de reducir la variedad del mundo físico a una única sustancia subyacente. Otros son pluralistas porque entiende que son varios los primeros principios. Y al mismo tiempo que estos consideran que el “arjé” es algo material, otros consideran que es inmaterial, como los pitagóricos que entienden que la realidad esencial de las cosas no se encuentra en sus componentes materiales, sino en la relación o proporción matemática de las diferentes mezclas, en los números.
Entre los que pensaron que ese primer principio era un elemento material: — Tales de Mileto (585 a.C.) argumentó que era el agua; Anaxímenes de Mileto (525 a.C.) el aire; Anaximandro de Mileto (547 a.C.) el “apeiron”; Heráclito de Éfeso (544-484 a.C.) el fuego–; los que lo consideran algo inmaterial: — Pitágoras de Samos (530 a.C) y los pitagóricos los números; Parménides de Elea (540-470 a.C.) el ser–; y los que entienden que es una pluralidad de elementos: — Empédocles de Agrigento las homeomerías; Anaxágoras de Clazomene (500-428 a. C.) los cuatro elementos y los dos principios el amor y odio, y Demócrito de Abdera (460-370 a.C.) los átomos y el vacío.



En torno al siglo V a.C. alcanza su esplendor Atenas con la instauración de la democracia y el ciudadano cobra importancia como participe directo en la vida política de su ciudad. Con ello se produce un giro antropológico en la filosofía griega, pues pierden interés las investigaciones en torno al problema de la naturaleza y cobra importancia la investigación sobre la conducta del hombre, la educación, los valores, la ética y la política. Es el momento de los Sofistas y Sócrates.
Los sofistas, Protágoras y Gorgias, se presentan como maestros que educan a los jóvenes atenienses en el manejo de lenguaje, es decir, retorica y dialéctica, para que sean capaces de alcanzar el éxito político; para ello van a defender la imposibilidad de alcanzar la verdad (escepticismo) y el relativismo moral: tienen una absoluta falta de fe en la posibilidad de un conocimiento sobre realidades últimas, por lo que resulta imposible un conocimiento real, y no caben ni ciencia ni filosofía, y en la existencia de normas absolutas, por lo que consideran la ley y la moralidad como meras convenciones. A estos se enfrenta Sócrates considerando que es posible alcanzar la verdad utilizando la ironía y la mayéutica como método para alcanzar la ciencia, es decir, un conocimiento de lo universal y permanente, y establecer definiciones universales de las virtudes, lo que hace posible su enseñanza y fundamenta el intelectualismo moral socrático.
En los siglos V y IV a. C. alcanza su madurez la filosofía griega de la mano de Platón y Aristóteles. Son los creadores de los dos grades sistemas filosóficos de la antigüedad y se ocupan de todos los temas de la filosofía: el ser, el conocimiento, la ética o la política.
Platón, discípulo de Sócrates, asume, por una parte, la problemática de los presocráticos interesándose por el problema de la naturaleza y, por otra, la problemática de los sofistas y Sócrates referente al hombre. Insiste en la posibilidad del conocimiento y en la existencia de valores absolutos. Para ello establece la existencia de una realidad objetiva y universalmente válida: la teoría de las ideas, un mundo de entidades ideales, como eje en torno al que gira toda su filosofía. Le mueve el interés por crear una ciudad ideal en la que no sea posible la injusticia porque esté gobernada por los auténticos filósofos. Para conseguir este objetivo funda su escuela de filosofía, la Academia. Y a ella acudirá como discípulo suyo Aristóteles.
Aristóteles continua con la problemática platónica, pero a él le mueve un interés más científico que político. Busca el verdadero conocimiento de las cosas, un conocimiento universal que ha de surgir del conocimiento de las cosas concretas particulares, sin necesidad de recurrir a la existencia de otro mundo, por ello considera que los seres naturales son seres compuestos de materia y forma (hilemorfismo) y dotados de movimiento propio (acto-potencia). Se opone a Platón y recupera el valor de los sentidos. Y también se ocupó de los problemas de la ética y la política pero desde planteamientos más empíricos. Para el desarrollo de sus ideas fundó su propia escuela de filosofía, el Liceo.
En el siglo III a. C., a raíz de la muerte de Alejandro Magno, con la desaparición de la polis como marco de referencia para el ciudadano, surge un deseo de seguridad y felicidad que habrá que encontrar en el vivir conforme a la naturaleza y en una ética de carácter cosmopolita. Este periodo lo ocupan tres escuelas: escépticos, estoicos y epicúreos, que no muestran interés por construir grandes sistemas, sino que les mueve la necesidad de orientación personal y la búsqueda de la felicidad, ante la angustia por la pérdida de las libertades políticas.